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NÚMEROS 14:1-45

NÚMEROS 14:1-45 Reina Valera 2020 (RV2020)

Entonces toda la congregación gritó y dio voces, y el pueblo lloró aquella noche. Todos los hijos de Israel se quejaron contra Moisés y contra Aarón, y toda la multitud les dijo: —¡Ojalá hubiéramos muerto en la tierra de Egipto! ¡Ojalá estuviésemos muertos en este desierto! ¿Por qué nos trae el Señor a esta tierra para morir a espada, y para que nuestras mujeres y nuestros niños se conviertan en botín de guerra? ¿No nos sería mejor regresar a Egipto? Y se decían unos a otros: —Designemos un jefe y volvamos a Egipto. Moisés y Aarón se postraron sobre sus rostros delante de toda la multitud de la congregación de los hijos de Israel. Y Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, que eran de los que habían reconocido la tierra, rompieron sus vestidos y dijeron a toda la congregación de los hijos de Israel: —La tierra que recorrimos y exploramos es tierra muy buena. Si el Señor se agrada de nosotros, él nos llevará a esta tierra y nos la entregará; es una tierra que fluye leche y miel. Por tanto, no seáis rebeldes contra el Señor ni temáis al pueblo de esta tierra, pues vosotros los comeréis como pan. Su amparo se ha apartado de ellos y el Señor está con nosotros: no los temáis. Entonces toda la multitud propuso apedrearlos. Pero la gloria del Señor se mostró en el tabernáculo de reunión a todos los hijos de Israel. Y el Señor dijo a Moisés: —¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos? Voy a herirlos de muerte y los voy a destruir, y a ti te pondré sobre gente más grande y más fuerte que ellos. Pero Moisés respondió al Señor: —Lo oirán luego los egipcios, de en medio de los cuales sacaste a este pueblo con tu poder, y se lo dirán a los habitantes de esta tierra, quienes han oído que tú, Señor, estabas en medio de este pueblo, que cara a cara le aparecías tú, Señor, y que tu nube estaba sobre ellos, que de día ibas delante de ellos en una columna de nube, y de noche en una columna de fuego. Si haces morir a este pueblo como a un solo hombre, las gentes que hayan oído tu fama dirán: «El Señor no pudo introducir a este pueblo en la tierra que había jurado darle; por eso los ha matado en el desierto». Ahora, pues, yo te ruego que sea magnificado el poder del Señor, como lo prometiste al decir: «El Señor es tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la maldad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable, pues castiga el pecado de los padres sobre los hijos hasta la tercera y la cuarta generación». Perdona ahora la maldad de este pueblo según la grandeza de tu misericordia, como lo has venido perdonando desde Egipto hasta aquí. Entonces el Señor dijo: —Yo lo he perdonado, conforme a tu dicho. Pero tan ciertamente como que yo vivo, y que mi gloria llena toda la tierra, que ninguno de los que vieron mi gloria y las señales que hice en Egipto y he hecho en el desierto, los que me han tentado ya diez veces y no han oído mi voz, verá la tierra que juré dar a sus padres; no, ninguno de los que me han irritado la verá. Pero a mi siervo Caleb, por cuanto lo ha animado otro espíritu y ha decidido ir detrás de mí, yo lo haré entrar en la tierra donde ha estado, y su descendencia la tendrá en posesión. Ahora bien, el amalecita y el cananeo habitan en el valle; volveos mañana y salid al desierto, camino del mar Rojo. El Señor dijo a Moisés y a Aarón: —¿Hasta cuándo soportaré a esta depravada multitud que murmura contra mí? Ya he oído las protestas de los hijos de Israel, y cómo se quejan de mí. Diles: Vivo yo, dice el Señor, que según habéis hablado a mis oídos, así haré yo con vosotros. En este desierto caerán los cadáveres de todos los que fueron censados de entre vosotros, mayores de veinte años y que han murmurado contra mí. A excepción de Caleb hijo de Jefone y Josué hijo de Nun, ninguno de vosotros entrará en la tierra por la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella. Pero a vuestros niños, de quienes dijisteis que se convertirían en botín de guerra, yo los llevaré a esa tierra, y ellos conocerán la tierra que vosotros despreciasteis. En cuanto a vosotros, vuestros cuerpos caerán en este desierto. Vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto cuarenta años, y cargarán con vuestras rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumidos en el desierto. Conforme al número de los días, de los cuarenta días que empleasteis en reconocer la tierra, cargaréis con vuestras iniquidades: cuarenta años, un año por cada día. Así conoceréis mi castigo. Yo, el Señor, he hablado. Así haré a toda esta multitud perversa que se ha juntado contra mí. En este desierto serán consumidos, y ahí morirán. Los hombres que Moisés había enviado a reconocer la tierra, y que al volver habían hecho murmurar contra él a toda la congregación, de modo que habían desacreditado aquel país, aquellos hombres que habían hablado mal de la tierra, murieron delante del Señor por causa de una plaga. Pero Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone quedaron con vida de entre aquellos hombres que habían ido a reconocer la tierra. Moisés dijo estas cosas a todos los hijos de Israel, y el pueblo se afligió mucho. Se levantaron muy de mañana y subieron a la cumbre del monte, y dijeron: —Aquí estamos para subir al lugar del cual ha hablado el Señor, porque hemos pecado. Moisés les respondió: —¿Por qué quebrantáis el mandamiento del Señor? Esto tampoco os saldrá bien. No subáis, pues el Señor no está en medio de vosotros: no seáis heridos delante de vuestros enemigos. Porque el amalecita y el cananeo están allí delante de vosotros, y caeréis bajo su espada, pues el Señor no estará con vosotros, por cuanto os habéis negado a seguirle. Ellos, sin embargo, se obstinaron en subir a la cima del monte, pero ni el arca del pacto del Señor ni Moisés se apartaron de en medio del campamento. Entonces descendieron el amalecita y el cananeo que habitaban en aquel monte, los hirieron, los derrotaron y los persiguieron hasta Horma.

NÚMEROS 14:1-45 La Palabra (versión española) (BLP)

Entonces toda la comunidad comenzó a lamentarse a gritos y el pueblo pasó toda la noche llorando. Toda la comunidad a una murmuraba contra Moisés y Aarón diciendo: —¡Ojalá hubiéramos muerto en el país de Egipto! O si no, ¡ojalá, al menos, hubiéramos muerto en este desierto! ¿Por qué el Señor nos lleva a esa tierra para morir a espada? ¡Nuestras mujeres y nuestros niños servirán de botín! ¡Sería preferible regresar a Egipto! Y se decían unos a otros: —Nombremos a un jefe y regresemos a Egipto. Así las cosas, Moisés y Aarón se postraron rostro en tierra delante de toda la comunidad israelita. Por su parte, Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Jefuné, que habían participado en la exploración de la tierra, rasgaron sus vestiduras y, dirigiéndose a toda la comunidad israelita, dijeron: —La tierra que hemos recorrido y explorado es una tierra muy buena. Si el Señor nos es propicio, nos conducirá a esa tierra y nos la entregará; es una tierra que mana leche y miel. Hacéis, pues, mal en rebelaros contra el Señor y en temer a los habitantes de esa tierra. Nos los comeremos como si fueran pan, porque el dios que los protege se ha apartado de ellos, mientras que con nosotros está el Señor; por lo tanto, no los temáis. Pero la comunidad seguía amenazando con apedrearlos. Fue entonces cuando la gloria del Señor se manifestó en la Tienda del encuentro a todos los israelitas. Y el Señor dijo a Moisés: —¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo seguirán sin creer en mí a pesar de todas las señales que he hecho en medio de ellos? ¡Déjame que los hiera con la peste y los destruya! ¡Déjame que haga de ti una nación más grande y más fuerte que ellos! Pero Moisés respondió al Señor: —Si actúas así, se enterarán los egipcios —de donde sacaste a este pueblo con tu poder— y se lo harán saber a los habitantes de esta tierra. Estos, Señor, tienen noticia de que tú habitas en medio de este pueblo, que te manifiestas a él cara a cara, que lo guías mediante una columna de nube durante el día, y una columna de fuego durante la noche. Pues bien, si ahora aniquilas del todo a este pueblo, las naciones que conocen tu fama dirán: «El Señor no ha podido introducir a este pueblo en la tierra que había jurado darles; por eso los ha aniquilado en el desierto». Ahora, pues, Señor mío, te ruego que hagas honor a tu fortaleza, como tú mismo lo prometiste al decir: «El Señor es tardo para la ira y abundante en misericordia; el Señor perdona la iniquidad y la rebelión, pero no las deja impunes, sino que castiga la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación». Te ruego, pues, que perdones la iniquidad de este pueblo según la grandeza de tu misericordia, y según has venido haciendo desde que lo sacaste de Egipto hasta el presente. Entonces el Señor dijo: —Los perdono conforme a tu petición. Sin embargo, juro por mi vida y por mi gloria, que llena toda la tierra, que ninguno de los que vieron mi gloria y los prodigios que hice en Egipto y en el desierto, ninguno de los que me han puesto a prueba tantas veces y se han negado a escuchar mi voz, entrará en la tierra que prometí con juramento a sus antepasados; ninguno de los que me han irritado la verá. Solo a mi siervo Caleb, por cuanto tuvo una actitud diferente y permaneció leal a mí, lo llevaré a la tierra que ya recorrió y que su descendencia poseerá. Y como los amalecitas y los cananeos habitan en el valle, dad media vuelta y mañana mismo partid para el desierto, camino del mar de las Cañas. El Señor se dirigió a Moisés y a Aarón y les dijo: —He oído las murmuraciones de los israelitas que se quejan de mí. ¿Por cuánto tiempo más murmurará contra mí esta depravada comunidad? Diles, por tanto: «Esto es lo que dice el Señor: Juro por mi vida que os trataré conforme a vuestras murmuraciones. En este desierto caerán vuestros cadáveres. De todos los que fueron censados de entre vosotros, mayores de veinte años y que han murmurado contra mí, ninguno entrará en la tierra en la que juré solemnemente estableceros; con la única excepción de Caleb, hijo de Jefuné, y de Josué, hijo de Nun. A vuestros hijos pequeños, de quienes dijisteis que serían botín del enemigo, sí les permitiré entrar; ellos conocerán la tierra que vosotros habéis rechazado. Así pues, vuestros cadáveres caerán en este desierto y vuestros hijos vagarán por él como nómadas durante cuarenta años, sufriendo el castigo de vuestra infidelidad, hasta que el último de vuestros cadáveres se consuma en el desierto. Cargaréis con las consecuencias de vuestra culpa durante cuarenta años, conforme al número de los cuarenta días que estuvisteis explorando la tierra, un año por cada día; así sabréis lo que significa enfrentaros a mí». Yo, el Señor, he hablado; así trataré a toda esta multitud perversa que se ha confabulado contra mí: en este desierto serán aniquilados. En cuanto a los hombres que Moisés envió a explorar la tierra y que al volver incitaron a toda la comunidad a murmurar contra él, desacreditando aquella tierra y dando falsos informes sobre ella, todos ellos perecieron fulminados ante el Señor. Solo Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Jefuné, sobrevivieron. Cuando Moisés transmitió estas cosas a todos los israelitas, el pueblo se afligió mucho. Se levantaron temprano por la mañana para encaminarse a lo más alto de la zona montañosa, diciendo: —Estamos dispuestos a subir al lugar del que nos ha hablado el Señor; porque verdaderamente hemos incurrido en pecado. Pero Moisés les dijo: —¿Por qué vais a quebrantar el mandamiento del Señor? Eso no os saldrá bien. No subáis, pues el Señor no está con vosotros y seríais derrotados por vuestros enemigos. Los amalecitas y los cananeos os harán frente y moriréis a espada porque habéis rehusado seguir al Señor y, por tanto, el Señor no estará con vosotros. Subieron, sin embargo, desafiantes a la cima del monte, aunque ni el Arca de la alianza del Señor ni Moisés se movieron de en medio del campamento. Y los amalecitas y los cananeos, que habitaban en aquella montaña, descendieron, los atacaron y los derrotaron, persiguiéndolos hasta Jormá.

NÚMEROS 14:1-45 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Entonces los israelitas comenzaron a gritar, y aquella noche se la pasaron llorando. Todos ellos comenzaron a hablar mal de Moisés y de Aarón. Decían: “¡Ojalá hubiéramos muerto en Egipto, o aquí en el desierto! ¿Para qué nos trajo el Señor a este país? ¿Para morir en la guerra, y que nuestras mujeres y nuestros hijos caigan en poder del enemigo? ¡Más nos valdría regresar a Egipto!” Y empezaron a decirse unos a otros: “¡Pongamos a uno como jefe y volvamos a Egipto!” Moisés y Aarón se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente delante de todo el pueblo, y Josué y Caleb, que habían estado explorando el país, se rasgaron la ropa en señal de dolor y dijeron a todos los israelitas: –¡La tierra que fuimos a explorar es excelente! Si el Señor nos favorece, nos ayudará a entrar en esa tierra y nos la dará. Es un país donde la leche y la miel corren como el agua. Pero no os rebeléis contra el Señor ni tengáis miedo a la gente de ese país, porque ellos van a ser pan comido para nosotros; a ellos no hay quien los proteja, mientras que nosotros tenemos de nuestra parte al Señor. ¡No tengáis miedo! A pesar de todo, la gente quería apedrearlos. Entonces la gloria del Señor se apareció en la tienda del encuentro, a la vista de todos los israelitas, y el Señor dijo a Moisés: –¿Hasta cuándo va a seguir menospreciándome este pueblo? ¿Hasta cuándo van a seguir dudando de mí, a pesar de los milagros que he hecho entre ellos? Les voy a enviar una epidemia mortal que les impida tomar posesión de esa tierra; en cambio, de ti haré un pueblo más grande y más fuerte que ellos. Pero Moisés respondió al Señor: –Tú, con tu poder, sacaste de Egipto a este pueblo. Cuando los egipcios sepan lo que vas a hacer, se lo contarán a los habitantes del país de Canaán. Ellos también han oído decir que tú, Señor, estás en medio de este pueblo, que te dejas ver cara a cara, que tu nube está sobre ellos, y que de día vas delante de ellos en una columna de nubes y de noche en una columna de fuego. Si matas a este pueblo de un solo golpe, las naciones que saben de tu fama dirán: ‘El Señor no pudo hacer que este pueblo entrara en la tierra que había jurado darles, y por eso los mató en el desierto.’ Por eso, Señor, muestra ahora tu gran poder, tal como lo has prometido. Tú has dicho que no te irritas fácilmente, que es muy grande tu amor y que perdonas la maldad y la rebeldía, aunque no dejas sin castigo al culpable, sino que castigas la maldad de los padres en los hijos, los nietos, los bisnietos y los tataranietos. Puesto que tu amor es tan grande, perdónale a este pueblo su maldad, ya que has tenido paciencia con ellos desde Egipto hasta este lugar. El Señor respondió: –Bien, yo los perdono, tal como me lo pides. Pero, eso sí, tan cierto como que yo vivo y que mi gloria llena toda la tierra, ninguno de los que han visto mi gloria y los milagros que hice en Egipto y en el desierto, y que me han puesto a prueba una y otra vez en el desierto y no han querido obedecer mis órdenes, ninguno de ellos verá la tierra que prometí a sus antepasados. Ninguno de los que me han menospreciado la verá. Solamente mi siervo Caleb ha tenido un espíritu diferente y me ha obedecido fielmente. Por eso, a él sí le dejaré entrar en el país que fue a explorar, y sus descendientes se establecerán allí. (Los amalecitas y los cananeos viven en la llanura.) En cuanto a vosotros, dad la vuelta mañana y seguid por el desierto en dirección al mar Rojo. El Señor se dirigió a Moisés y Aarón, y les dijo: –¿Hasta cuándo voy a tener que soportar las habladurías de estos malvados israelitas? Ya les he oído hablar mal de mí. Pues ve a decirles de mi parte: ‘Yo, el Señor, juro por mi vida que voy a hacer que os suceda lo mismo que os he oído decir. Todos los mayores de veinte años que fueron registrados en el censo y que han hablado mal de mí, morirán, y sus cadáveres quedarán tendidos en este desierto. A excepción de Caleb y de Josué, ninguno de vosotros entrará en la tierra donde solemnemente os prometí que iba a estableceros. En cambio, a vuestros hijos, de quienes decíais que iban a caer en poder de vuestros enemigos, los llevaré al país que vosotros habéis despreciado, para que ellos lo disfruten. Vuestros cadáveres quedarán tendidos en este desierto, en el que vuestros hijos vivirán como pastores durante cuarenta años. De este modo, ellos pagarán por vuestra infidelidad, hasta que todos muráis aquí en el desierto. Cuarenta días estuvisteis explorando el país; pues cuarenta años estaréis pagando vuestro castigo: un año por cada día. Así sabréis lo que es ponerse en contra mía.’ Yo, el Señor, lo afirmo: Así voy a tratar a este pueblo perverso que se ha unido contra mí. En este desierto encontrarán su fin; aquí morirán. En cuanto a los hombres que Moisés había enviado a explorar el país y que al volver dieron tan malos informes, haciendo que la gente murmurara, el Señor los hizo caer muertos. De todos ellos, solo Josué y Caleb quedaron con vida. Cuando Moisés contó a los israelitas lo que el Señor había dicho, todos ellos se pusieron muy tristes. A la mañana siguiente se levantaron temprano, subieron a la parte alta de la región montañosa y dijeron: –¡Ya estamos aquí! Vayamos al lugar que el Señor nos ha prometido, pues en verdad hemos pecado. Pero Moisés les dijo: –¿Por qué desobedecéis las órdenes del Señor? ¡Ese intento va a fracasar! No sigáis adelante, porque el Señor no está con vosotros. Vuestros enemigos os van a derrotar. Allá delante os esperan los amalecitas y los cananeos, para pelear con vosotros y mataros. Y puesto que habéis abandonado al Señor, él ya no está con vosotros. Ellos, sin embargo, se empeñaron en subir a la parte alta de la región montañosa; pero ni el arca del pacto del Señor ni Moisés se movieron del campamento. Entonces salieron los amalecitas y los cananeos que vivían en la región, y persiguieron a los israelitas hasta Hormá, derrotándolos completamente.

NÚMEROS 14:1-45 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Aquella noche toda la comunidad israelita se puso a gritar y a llorar. En sus murmuraciones contra Moisés y Aarón, la comunidad decía: «¡Cómo quisiéramos haber muerto en Egipto! ¡Más nos valdría morir en este desierto! ¿Para qué nos ha traído el SEÑOR a esta tierra? ¿Para morir atravesados por la espada, y que nuestras esposas y nuestros niños se conviertan en botín de guerra? ¿No sería mejor que volviéramos a Egipto?» Y unos a otros se decían: «¡Escojamos un cabecilla que nos lleve a Egipto!» Entonces Moisés y Aarón cayeron rostro en tierra ante toda la comunidad israelita. Allí estaban también Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, los cuales habían participado en la exploración de la tierra. Ambos se rasgaron las vestiduras en señal de duelo y le dijeron a toda la comunidad israelita: ―La tierra que recorrimos y exploramos es increíblemente buena. Si el SEÑOR se agrada de nosotros, nos hará entrar en ella. ¡Nos va a dar una tierra donde abundan la leche y la miel! Así que no os rebeléis contra el SEÑOR ni tengáis miedo de la gente que habita en esa tierra. ¡Ya son pan comido! No tienen quién los proteja, porque el SEÑOR está de parte nuestra. Así que, ¡no les tengáis miedo! Pero como toda la comunidad hablaba de apedrearlos, la gloria del SEÑOR se manifestó en la Tienda, frente a todos los israelitas. Entonces el SEÑOR le dijo a Moisés: ―¿Hasta cuándo esta gente me seguirá menospreciando? ¿Hasta cuándo se negarán a creer en mí, a pesar de todas las maravillas que he hecho entre ellos? Voy a enviarles una plaga que los destruya, pero de ti haré un pueblo más grande y fuerte que ellos. Moisés le argumentó al SEÑOR: ―¡Recuerda que fuiste tú quien con tu poder sacaste de Egipto a este pueblo! Cuando los egipcios se enteren de lo ocurrido, se lo contarán a los habitantes de este país, quienes ya saben que tú, SEÑOR, estás en medio de este pueblo. También saben que a ti, SEÑOR, se te ha visto cara a cara; que tu nube reposa sobre tu pueblo, y que eres tú quien lo guía, de día con la columna de nube y de noche con la columna de fuego. De manera que, si matas a todo este pueblo, las naciones que han oído hablar de tu fama dirán: “El SEÑOR no fue capaz de llevar a este pueblo a la tierra que juró darles, ¡y acabó matándolos en el desierto!” »Ahora, Señor, ¡deja sentir tu poder! Tú mismo has dicho que eres lento para la ira y grande en amor y que, aunque perdonas la maldad y la rebeldía, jamás dejas impune al culpable, sino que castigas la maldad de los padres en sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos. Por tu gran amor, te suplico que perdones la maldad de este pueblo, tal como lo has venido perdonando desde que salió de Egipto». El SEÑOR le respondió: ―Me pides que los perdone, y los perdono. Pero juro por mí mismo, y por mi gloria que llena toda la tierra, que, aunque vieron mi gloria y las maravillas que hice en Egipto y en el desierto, ninguno de los que me desobedecieron y me pusieron a prueba repetidas veces verá jamás la tierra que, bajo juramento, prometí dar a sus padres. ¡Ninguno de los que me despreciaron la verá jamás! En cambio, a mi siervo Caleb, que ha mostrado una actitud diferente y me ha sido fiel, le daré posesión de la tierra que exploró, y su descendencia la heredará. Pero regresad mañana al desierto por la ruta del Mar Rojo, puesto que los amalecitas y los cananeos viven en el valle. El SEÑOR les dijo a Moisés y a Aarón: ―¿Hasta cuándo ha de murmurar contra mí esta perversa comunidad? Ya he escuchado cómo se quejan contra mí los israelitas. Así que diles de parte mía: “Juro por mí mismo que haré que se cumplan vuestros deseos. Los cadáveres de todos vosotros quedarán tirados en este desierto. Ninguno de los censados mayores de veinte años, que murmurasteis contra mí, tomará posesión de la tierra que os prometí. Solo entrarán en ella Caleb hijo de Jefone y Josué hijo de Nun. También entrarán en la tierra los niños que vosotros dijisteis que serían botín de guerra. Y serán ellos los que gocen de la tierra que vosotros rechazasteis. Pero los cadáveres de todos vosotros quedarán tirados en este desierto. Durante cuarenta años vuestros hijos andarán errantes por el desierto. Cargarán con esta infidelidad, hasta que el último de vosotros caiga muerto en el desierto. La exploración del país duró cuarenta días, así que vosotros sufriréis un año por cada día. Cuarenta años llevaréis a cuestas vuestra maldad, y sabréis lo que es tenerme por enemigo”. Yo soy el SEÑOR, y cumpliré al pie de la letra todo lo que anuncié contra esta perversa comunidad que se atrevió a desafiarme. En este desierto perecerán. ¡Morirán aquí mismo! Los hombres que Moisés había enviado a explorar el país fueron los que, al volver, difundieron la falsa información de que la tierra era mala. Con esto hicieron que toda la comunidad murmurara. Por eso los responsables de haber difundido este falso informe acerca de aquella tierra murieron delante del SEÑOR, víctimas de una plaga. De todos los hombres que fueron a explorar el país, solo sobrevivieron Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone. Cuando Moisés terminó de decirles esto, todos los israelitas se pusieron a llorar amargamente. Al otro día, muy de mañana, el pueblo empezó a subir a la parte alta de la zona montañosa, diciendo: ―Subamos al lugar que el SEÑOR nos ha prometido, pues reconocemos que hemos pecado. Pero Moisés les dijo: ―¿Por qué habéis vuelto a desobedecer la orden del SEÑOR? ¡Esto no os va a dar resultado! Si subís, os derrotarán vuestros enemigos, porque el SEÑOR no está entre vosotros. Tendréis que enfrentaros a los amalecitas y los cananeos, que os matarán a filo de espada. Como vosotros os habéis alejado del SEÑOR, él no os ayudará. Pero ellos se empecinaron en subir a la zona montañosa, a pesar de que ni Moisés ni el arca del pacto del SEÑOR salieron del campamento. Entonces los amalecitas y cananeos, que vivían en esa zona, descendieron y los derrotaron, haciéndolos retroceder hasta Jormá.