NÚMEROS 14:1-23
NÚMEROS 14:1-23 La Palabra (versión española) (BLP)
Entonces toda la comunidad comenzó a lamentarse a gritos y el pueblo pasó toda la noche llorando. Toda la comunidad a una murmuraba contra Moisés y Aarón diciendo: —¡Ojalá hubiéramos muerto en el país de Egipto! O si no, ¡ojalá, al menos, hubiéramos muerto en este desierto! ¿Por qué el Señor nos lleva a esa tierra para morir a espada? ¡Nuestras mujeres y nuestros niños servirán de botín! ¡Sería preferible regresar a Egipto! Y se decían unos a otros: —Nombremos a un jefe y regresemos a Egipto. Así las cosas, Moisés y Aarón se postraron rostro en tierra delante de toda la comunidad israelita. Por su parte, Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Jefuné, que habían participado en la exploración de la tierra, rasgaron sus vestiduras y, dirigiéndose a toda la comunidad israelita, dijeron: —La tierra que hemos recorrido y explorado es una tierra muy buena. Si el Señor nos es propicio, nos conducirá a esa tierra y nos la entregará; es una tierra que mana leche y miel. Hacéis, pues, mal en rebelaros contra el Señor y en temer a los habitantes de esa tierra. Nos los comeremos como si fueran pan, porque el dios que los protege se ha apartado de ellos, mientras que con nosotros está el Señor; por lo tanto, no los temáis. Pero la comunidad seguía amenazando con apedrearlos. Fue entonces cuando la gloria del Señor se manifestó en la Tienda del encuentro a todos los israelitas. Y el Señor dijo a Moisés: —¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo seguirán sin creer en mí a pesar de todas las señales que he hecho en medio de ellos? ¡Déjame que los hiera con la peste y los destruya! ¡Déjame que haga de ti una nación más grande y más fuerte que ellos! Pero Moisés respondió al Señor: —Si actúas así, se enterarán los egipcios —de donde sacaste a este pueblo con tu poder— y se lo harán saber a los habitantes de esta tierra. Estos, Señor, tienen noticia de que tú habitas en medio de este pueblo, que te manifiestas a él cara a cara, que lo guías mediante una columna de nube durante el día, y una columna de fuego durante la noche. Pues bien, si ahora aniquilas del todo a este pueblo, las naciones que conocen tu fama dirán: «El Señor no ha podido introducir a este pueblo en la tierra que había jurado darles; por eso los ha aniquilado en el desierto». Ahora, pues, Señor mío, te ruego que hagas honor a tu fortaleza, como tú mismo lo prometiste al decir: «El Señor es tardo para la ira y abundante en misericordia; el Señor perdona la iniquidad y la rebelión, pero no las deja impunes, sino que castiga la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación». Te ruego, pues, que perdones la iniquidad de este pueblo según la grandeza de tu misericordia, y según has venido haciendo desde que lo sacaste de Egipto hasta el presente. Entonces el Señor dijo: —Los perdono conforme a tu petición. Sin embargo, juro por mi vida y por mi gloria, que llena toda la tierra, que ninguno de los que vieron mi gloria y los prodigios que hice en Egipto y en el desierto, ninguno de los que me han puesto a prueba tantas veces y se han negado a escuchar mi voz, entrará en la tierra que prometí con juramento a sus antepasados; ninguno de los que me han irritado la verá.
NÚMEROS 14:1-23 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Entonces los israelitas comenzaron a gritar, y aquella noche se la pasaron llorando. Todos ellos comenzaron a hablar mal de Moisés y de Aarón. Decían: “¡Ojalá hubiéramos muerto en Egipto, o aquí en el desierto! ¿Para qué nos trajo el Señor a este país? ¿Para morir en la guerra, y que nuestras mujeres y nuestros hijos caigan en poder del enemigo? ¡Más nos valdría regresar a Egipto!” Y empezaron a decirse unos a otros: “¡Pongamos a uno como jefe y volvamos a Egipto!” Moisés y Aarón se inclinaron hasta tocar el suelo con la frente delante de todo el pueblo, y Josué y Caleb, que habían estado explorando el país, se rasgaron la ropa en señal de dolor y dijeron a todos los israelitas: –¡La tierra que fuimos a explorar es excelente! Si el Señor nos favorece, nos ayudará a entrar en esa tierra y nos la dará. Es un país donde la leche y la miel corren como el agua. Pero no os rebeléis contra el Señor ni tengáis miedo a la gente de ese país, porque ellos van a ser pan comido para nosotros; a ellos no hay quien los proteja, mientras que nosotros tenemos de nuestra parte al Señor. ¡No tengáis miedo! A pesar de todo, la gente quería apedrearlos. Entonces la gloria del Señor se apareció en la tienda del encuentro, a la vista de todos los israelitas, y el Señor dijo a Moisés: –¿Hasta cuándo va a seguir menospreciándome este pueblo? ¿Hasta cuándo van a seguir dudando de mí, a pesar de los milagros que he hecho entre ellos? Les voy a enviar una epidemia mortal que les impida tomar posesión de esa tierra; en cambio, de ti haré un pueblo más grande y más fuerte que ellos. Pero Moisés respondió al Señor: –Tú, con tu poder, sacaste de Egipto a este pueblo. Cuando los egipcios sepan lo que vas a hacer, se lo contarán a los habitantes del país de Canaán. Ellos también han oído decir que tú, Señor, estás en medio de este pueblo, que te dejas ver cara a cara, que tu nube está sobre ellos, y que de día vas delante de ellos en una columna de nubes y de noche en una columna de fuego. Si matas a este pueblo de un solo golpe, las naciones que saben de tu fama dirán: ‘El Señor no pudo hacer que este pueblo entrara en la tierra que había jurado darles, y por eso los mató en el desierto.’ Por eso, Señor, muestra ahora tu gran poder, tal como lo has prometido. Tú has dicho que no te irritas fácilmente, que es muy grande tu amor y que perdonas la maldad y la rebeldía, aunque no dejas sin castigo al culpable, sino que castigas la maldad de los padres en los hijos, los nietos, los bisnietos y los tataranietos. Puesto que tu amor es tan grande, perdónale a este pueblo su maldad, ya que has tenido paciencia con ellos desde Egipto hasta este lugar. El Señor respondió: –Bien, yo los perdono, tal como me lo pides. Pero, eso sí, tan cierto como que yo vivo y que mi gloria llena toda la tierra, ninguno de los que han visto mi gloria y los milagros que hice en Egipto y en el desierto, y que me han puesto a prueba una y otra vez en el desierto y no han querido obedecer mis órdenes, ninguno de ellos verá la tierra que prometí a sus antepasados. Ninguno de los que me han menospreciado la verá.
NÚMEROS 14:1-23 Reina Valera 2020 (RV2020)
Entonces toda la congregación gritó y dio voces, y el pueblo lloró aquella noche. Todos los hijos de Israel se quejaron contra Moisés y contra Aarón, y toda la multitud les dijo: —¡Ojalá hubiéramos muerto en la tierra de Egipto! ¡Ojalá estuviésemos muertos en este desierto! ¿Por qué nos trae el Señor a esta tierra para morir a espada, y para que nuestras mujeres y nuestros niños se conviertan en botín de guerra? ¿No nos sería mejor regresar a Egipto? Y se decían unos a otros: —Designemos un jefe y volvamos a Egipto. Moisés y Aarón se postraron sobre sus rostros delante de toda la multitud de la congregación de los hijos de Israel. Y Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, que eran de los que habían reconocido la tierra, rompieron sus vestidos y dijeron a toda la congregación de los hijos de Israel: —La tierra que recorrimos y exploramos es tierra muy buena. Si el Señor se agrada de nosotros, él nos llevará a esta tierra y nos la entregará; es una tierra que fluye leche y miel. Por tanto, no seáis rebeldes contra el Señor ni temáis al pueblo de esta tierra, pues vosotros los comeréis como pan. Su amparo se ha apartado de ellos y el Señor está con nosotros: no los temáis. Entonces toda la multitud propuso apedrearlos. Pero la gloria del Señor se mostró en el tabernáculo de reunión a todos los hijos de Israel. Y el Señor dijo a Moisés: —¿Hasta cuándo me ha de irritar este pueblo? ¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos? Voy a herirlos de muerte y los voy a destruir, y a ti te pondré sobre gente más grande y más fuerte que ellos. Pero Moisés respondió al Señor: —Lo oirán luego los egipcios, de en medio de los cuales sacaste a este pueblo con tu poder, y se lo dirán a los habitantes de esta tierra, quienes han oído que tú, Señor, estabas en medio de este pueblo, que cara a cara le aparecías tú, Señor, y que tu nube estaba sobre ellos, que de día ibas delante de ellos en una columna de nube, y de noche en una columna de fuego. Si haces morir a este pueblo como a un solo hombre, las gentes que hayan oído tu fama dirán: «El Señor no pudo introducir a este pueblo en la tierra que había jurado darle; por eso los ha matado en el desierto». Ahora, pues, yo te ruego que sea magnificado el poder del Señor, como lo prometiste al decir: «El Señor es tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la maldad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable, pues castiga el pecado de los padres sobre los hijos hasta la tercera y la cuarta generación». Perdona ahora la maldad de este pueblo según la grandeza de tu misericordia, como lo has venido perdonando desde Egipto hasta aquí. Entonces el Señor dijo: —Yo lo he perdonado, conforme a tu dicho. Pero tan ciertamente como que yo vivo, y que mi gloria llena toda la tierra, que ninguno de los que vieron mi gloria y las señales que hice en Egipto y he hecho en el desierto, los que me han tentado ya diez veces y no han oído mi voz, verá la tierra que juré dar a sus padres; no, ninguno de los que me han irritado la verá.
NÚMEROS 14:1-23 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Aquella noche toda la comunidad israelita se puso a gritar y a llorar. En sus murmuraciones contra Moisés y Aarón, la comunidad decía: «¡Cómo quisiéramos haber muerto en Egipto! ¡Más nos valdría morir en este desierto! ¿Para qué nos ha traído el SEÑOR a esta tierra? ¿Para morir atravesados por la espada, y que nuestras esposas y nuestros niños se conviertan en botín de guerra? ¿No sería mejor que volviéramos a Egipto?» Y unos a otros se decían: «¡Escojamos un cabecilla que nos lleve a Egipto!» Entonces Moisés y Aarón cayeron rostro en tierra ante toda la comunidad israelita. Allí estaban también Josué hijo de Nun y Caleb hijo de Jefone, los cuales habían participado en la exploración de la tierra. Ambos se rasgaron las vestiduras en señal de duelo y le dijeron a toda la comunidad israelita: ―La tierra que recorrimos y exploramos es increíblemente buena. Si el SEÑOR se agrada de nosotros, nos hará entrar en ella. ¡Nos va a dar una tierra donde abundan la leche y la miel! Así que no os rebeléis contra el SEÑOR ni tengáis miedo de la gente que habita en esa tierra. ¡Ya son pan comido! No tienen quién los proteja, porque el SEÑOR está de parte nuestra. Así que, ¡no les tengáis miedo! Pero como toda la comunidad hablaba de apedrearlos, la gloria del SEÑOR se manifestó en la Tienda, frente a todos los israelitas. Entonces el SEÑOR le dijo a Moisés: ―¿Hasta cuándo esta gente me seguirá menospreciando? ¿Hasta cuándo se negarán a creer en mí, a pesar de todas las maravillas que he hecho entre ellos? Voy a enviarles una plaga que los destruya, pero de ti haré un pueblo más grande y fuerte que ellos. Moisés le argumentó al SEÑOR: ―¡Recuerda que fuiste tú quien con tu poder sacaste de Egipto a este pueblo! Cuando los egipcios se enteren de lo ocurrido, se lo contarán a los habitantes de este país, quienes ya saben que tú, SEÑOR, estás en medio de este pueblo. También saben que a ti, SEÑOR, se te ha visto cara a cara; que tu nube reposa sobre tu pueblo, y que eres tú quien lo guía, de día con la columna de nube y de noche con la columna de fuego. De manera que, si matas a todo este pueblo, las naciones que han oído hablar de tu fama dirán: “El SEÑOR no fue capaz de llevar a este pueblo a la tierra que juró darles, ¡y acabó matándolos en el desierto!” »Ahora, Señor, ¡deja sentir tu poder! Tú mismo has dicho que eres lento para la ira y grande en amor y que, aunque perdonas la maldad y la rebeldía, jamás dejas impune al culpable, sino que castigas la maldad de los padres en sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos. Por tu gran amor, te suplico que perdones la maldad de este pueblo, tal como lo has venido perdonando desde que salió de Egipto». El SEÑOR le respondió: ―Me pides que los perdone, y los perdono. Pero juro por mí mismo, y por mi gloria que llena toda la tierra, que, aunque vieron mi gloria y las maravillas que hice en Egipto y en el desierto, ninguno de los que me desobedecieron y me pusieron a prueba repetidas veces verá jamás la tierra que, bajo juramento, prometí dar a sus padres. ¡Ninguno de los que me despreciaron la verá jamás!