MARCOS 15:24-47
MARCOS 15:24-47 La Palabra (versión española) (BLP)
A continuación lo crucificaron y los soldados se repartieron sus ropas echándolas a suertes, para ver con qué se quedaba cada uno. Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron. Y había un letrero en el que estaba escrito el motivo de la condena: «El rey de los judíos». Al mismo tiempo que a Jesús, crucificaron a dos ladrones, uno a su derecha y otro a su izquierda. [ Así se cumplió la Escritura que dice: Fue incluido entre los criminales]. Los que pasaban lo insultaban y, meneando la cabeza, decían: —¡Eh, tú que derribas el Templo y vuelves a edificarlo en tres días: sálvate a ti mismo bajando de la cruz! De igual manera los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley se burlaban de él diciéndose unos a otros: —Ha salvado a otros, pero no puede salvarse a sí mismo. ¡Que baje ahora mismo de la cruz ese mesías, ese rey de Israel, para que lo veamos y creamos en él! Los otros que estaban crucificados junto a él, también lo llenaban de insultos. Al llegar el mediodía, la tierra entera quedó sumida en oscuridad hasta las tres de la tarde. A esa hora Jesús gritó con fuerza: —¡Eloí, Eloí! ¿lemá sabaqtaní?, que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Lo oyeron algunos de los que estaban allí y comentaron: —Mirad, está llamando a Elías. Uno de ellos fue corriendo a empapar una esponja en vinagre, y con una caña se la acercó a Jesús para que bebiera, diciendo: —Dejad, a ver si viene Elías a librarlo. Pero Jesús, lanzando un fuerte grito, murió. Entonces la cortina del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El comandante de la guardia, que estaba frente a Jesús, al ver cómo había muerto, dijo: —¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios! Había también algunas mujeres contemplándolo todo desde lejos. Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé; eran las que, cuando Jesús estaba en Galilea, lo habían seguido y atendido. Y había también otras muchas que habían venido con él a Jerusalén. Ya al atardecer, como era el día de la preparación, esto es, la víspera del sábado, José de Arimatea, miembro distinguido del Consejo, que esperaba también el reino de Dios, se presentó valerosamente a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato, extrañado de que ya hubiera muerto, mandó llamar al comandante de la guardia para preguntarle si, en efecto, había muerto ya. Debidamente informado por el comandante, Pilato mandó entregar el cuerpo a José. Este lo bajó de la cruz, lo envolvió en una sábana que había comprado y lo puso en un sepulcro excavado en la roca. Después hizo rodar una piedra, cerrando con ella la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la madre de José miraban dónde lo ponía.
MARCOS 15:24-47 Reina Valera 2020 (RV2020)
Cuando le crucificaron, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno. Eran las nueve de la mañana cuando le crucificaron. Y el letrero con la causa de su condena decía: «El Rey de los Judíos». Crucificaron también con él a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los pecadores . Los que pasaban le insultaban y, meneando la cabeza, decían: —¡Ah! Tú, el que derribas el templo de Dios y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo y desciende de la cruz. De esta manera también los principales sacerdotes y los escribas participaban del escarnio y se decían unos a otros: —Salvó a otros, pero no se puede salvar a sí mismo. El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz para que veamos y creamos. También los que estaban crucificados con él le injuriaban. Cuando llegó el mediodía, toda la tierra se sumió en tinieblas hasta las tres de la tarde. Y a las tres de la tarde, Jesús clamó a gran voz: —¡Eloí, Eloí!, ¿lama sabactani?, que significa «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?». Algunos de los que estaban allí decían al oírlo: —Mirad, llama a Elías. Uno de ellos corrió a empapar una esponja en vinagre, la puso en una caña y le dio de beber diciendo: —Dejad, veamos si viene Elías a bajarlo. Mas Jesús, dando un fuerte grito, expiró. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Y el centurión que estaba frente a él, al ver que había expirado clamando así, dijo: —Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios. También había algunas mujeres mirando de lejos. Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé. Estas mujeres eran quienes, cuando Jesús estaba aún en Galilea, le seguían y le servían. También había otras muchas que habían subido con él a Jerusalén. Era el día de la preparación, es decir, la víspera del sábado y, cuando llegó la noche, José de Arimatea, miembro noble del Concilio y que, a su vez, esperaba el reino de Dios, se presentó con todo atrevimiento ante Pilato para pedir el cuerpo de Jesús. Pilato, sorprendido de que ya hubiera muerto, llamó al centurión para preguntarle si, efectivamente, estaba muerto. Confirmado el hecho por el centurión, Pilato dio el cuerpo a José. Después de bajarlo de la cruz, José, que había comprado una sábana de lino, lo envolvió en ella y lo puso en un sepulcro excavado en una roca e hizo rodar una piedra para cerrar la entrada. María Magdalena y María la madre de José miraban dónde se ponía el cuerpo.
MARCOS 15:24-47 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Entonces lo crucificaron. Y los soldados echaron suertes para repartirse la ropa de Jesús y ver qué tocaba a cada uno. Eran las nueve de la mañana cuando lo crucificaron. Y pusieron un letrero en el que estaba escrita la causa de su condena: “El Rey de los judíos.” Con él crucificaron también a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Los que pasaban le insultaban meneando la cabeza y diciendo: –¡Eh, tú, que derribas el templo y en tres días lo vuelves a levantar, sálvate a ti mismo bajando de la cruz! Del mismo modo se burlaban de él los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley. Decían: –Salvó a otros, pero él no se puede salvar. ¡Que baje de la cruz ese Mesías, Rey de Israel, para que veamos y creamos! Y hasta los que estaban crucificados con él le insultaban. Al llegar el mediodía, toda aquella tierra quedó en oscuridad hasta las tres de la tarde. A esa misma hora, Jesús gritó con fuerza: –Eloí, Eloí, ¿lemá sabactani? (que significa “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”). Algunos de los que allí se encontraban lo oyeron y dijeron: –Oíd, está llamando al profeta Elías. Entonces uno de ellos corrió, empapó una esponja en vino agrio, la ató a una caña y se la acercó a Jesús para que bebiera, diciendo: –Dejadle, a ver si viene Elías a bajarle de la cruz. Pero Jesús dio un fuerte grito y murió. Y el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba frente a Jesús, al ver que había muerto, dijo: –¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios! También había algunas mujeres mirando de lejos. Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Santiago el menor y de José, y Salomé. Estas mujeres habían seguido a Jesús y le habían ayudado cuando estaba en Galilea. También se encontraban allí muchas otras que habían ido con él a Jerusalén. Cuando anochecía el día de la preparación, es decir, la víspera del sábado, José, natural de Arimatea y miembro importante de la Junta Suprema, el cual también esperaba el reino de Dios, se dirigió con decisión a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato, sorprendido de que ya hubiera muerto, llamó al centurión para preguntarle cuánto hacía que había muerto. Cuando el centurión le hubo informado, Pilato entregó el cuerpo a José. Entonces José bajó el cuerpo y lo envolvió en una sábana de lino que había comprado. Luego lo puso en un sepulcro excavado en la roca, y tapó con una piedra la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la madre de José miraban dónde lo ponían.