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MARCOS 15:1-21

MARCOS 15:1-21 La Palabra (versión española) (BLP)

Al amanecer, habiéndose reunido a deliberar los jefes de los sacerdotes, junto con los ancianos, los maestros de la ley y el Consejo Supremo en pleno, llevaron atado a Jesús y se lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó: —¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le contestó: —Tú lo dices. Los jefes de los sacerdotes no dejaban de acusarlo; así que Pilato le preguntó otra vez: —¿No respondes nada? ¡Mira cómo te están acusando! Pero Jesús no contestó, de manera que Pilato se quedó extrañado. En la fiesta de la Pascua, Pilato concedía la libertad a un preso, el que le pidieran. Había entonces un preso llamado Barrabás que, junto con otros sediciosos, había cometido un asesinato en un motín. Cuando llegó la gente y se pusieron a pedir a Pilato que hiciera como tenía por costumbre, Pilato les contestó: —¿Queréis que os ponga en libertad al rey de los judíos? Pues se daba cuenta de que los jefes de los sacerdotes se lo habían entregado por envidia. Pero estos incitaron a la gente para que les soltara a Barrabás. Pilato les preguntó de nuevo: —¿Y qué queréis que haga con el que llamáis rey de los judíos? Ellos gritaron: —¡Crucifícalo! Pilato preguntó: —Pues ¿cuál es su delito? Pero ellos gritaban más y más: —¡Crucifícalo! Entonces Pilato, queriendo contentar a la gente, ordenó que pusieran en libertad a Barrabás y les entregó a Jesús para que lo azotaran y lo crucificaran. Los soldados llevaron a Jesús al interior del palacio, es decir, al pretorio. Reunieron allí a toda la tropa, le pusieron un manto de púrpura y una corona de espinas en la cabeza, y empezaron a saludarlo: —¡Viva el rey de los judíos! Le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, poniéndose de rodillas ante él, le hacían reverencias. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto de púrpura, lo vistieron con su propia ropa y lo sacaron de allí para crucificarlo. Y a uno que pasaba por allí al volver del campo, a un tal Simón, natural de Cirene, padre de Alejandro y Rufo, lo obligaron a cargar con la cruz de Jesús.

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MARCOS 15:1-21 Reina Valera 2020 (RV2020)

Muy de mañana, después de haberse reunido en consejo para deliberar los principales sacerdotes, los ancianos, los escribas y todo el Concilio, llevaron a Jesús atado y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó: —¿Eres tú el Rey de los judíos? Jesús le respondió: —Tú lo dices. Los principales sacerdotes le acusaban de muchas cosas. Entonces Pilato le preguntó otra vez: —¿Nada respondes? Mira de cuántas cosas te acusan. Pero Jesús ni aun así respondió, motivo por el que Pilato quedó extrañado. En el día de la fiesta Pilato, a petición del pueblo, solía poner en libertad a un preso. Y había uno, llamado Barrabás que, con sus compañeros de motín, estaba preso pues en una revuelta habían cometido un homicidio. La multitud comenzó a pedir a Pilato que hiciera como acostumbraba, y Pilato les respondió: —¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos? Pilato sabía que los principales sacerdotes lo habían entregado por envidia. Pero estos incitaron a la multitud para que Pilato soltara más bien a Barrabás. Pilato les respondió otra vez: —¿Qué queréis que haga con el que llamáis Rey de los judíos? Y ellos volvieron a gritar: —¡Crucifícale! Pilato entonces preguntó: —¿Pues qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aun más: —¡Crucifícale! Y Pilato, queriendo satisfacer al pueblo, les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarlo, para que fuera crucificado. Entonces los soldados lo llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y reunieron a toda la compañía. Le vistieron de púrpura, le pusieron una corona tejida de espinas y comenzaron a saludarle: —¡Salve, rey de los judíos! Le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, puestos de rodillas, le hacían reverencias. Después de haberse burlado de él, le quitaron la púrpura, le pusieron sus propios vestidos y le sacaron para crucificarle. Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, venía del campo y al pasar le obligaron a cargar la cruz.

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MARCOS 15:1-21 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Muy temprano, los jefes de los sacerdotes se reunieron con los ancianos, los maestros de la ley y toda la Junta Suprema. Condujeron a Jesús atado y lo entregaron a Pilato. Pilato le preguntó: –¿Eres tú el Rey de los judíos? –Tú lo dices –contestó Jesús. Como los jefes de los sacerdotes le acusaban de muchas cosas, Pilato volvió a preguntarle: –¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te están acusando. Pero Jesús no le contestó, de manera que Pilato se quedó muy extrañado. Durante la fiesta, Pilato ponía en libertad a un preso, el que la gente pedía. Uno llamado Barrabás estaba entonces en la cárcel, junto con otros que habían cometido un asesinato en una revuelta. La gente llegó y empezó a pedirle a Pilato que hiciera lo que tenía por costumbre. Pilato les contestó: –¿Queréis que os ponga en libertad al Rey de los judíos? Porque comprendía que los jefes de los sacerdotes lo habían entregado por envidia. Pero los jefes de los sacerdotes alborotaron a la gente para que pidiesen la libertad de Barrabás. Pilato les preguntó: –¿Y qué queréis que haga con el que llamáis el Rey de los judíos? –¡Crucifícalo! –contestaron a gritos. Pilato les dijo: –Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos volvieron a gritar: –¡Crucifícalo! Entonces Pilato, como quería quedar bien con la gente, puso en libertad a Barrabás; y después de mandar que azotasen a Jesús, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados llevaron a Jesús al patio del palacio, llamado pretorio, y reunieron a toda la tropa. Le pusieron una capa de color rojo oscuro, y en la cabeza una corona hecha de espinas. Luego comenzaron a gritar: –¡Viva el Rey de los judíos! Y le golpeaban la cabeza con una vara, le escupían y, doblando la rodilla, le hacían reverencias. Después de burlarse así de él, le quitaron la capa de color rojo oscuro, le pusieron su propia ropa y lo sacaron para crucificarlo. Un hombre de Cirene, llamado Simón, padre de Alejandro y Rufo, llegaba entonces del campo. Al pasar por allí le obligaron a cargar con la cruz de Jesús.

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MARCOS 15:1-21 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Tan pronto como amaneció, los jefes de los sacerdotes, con los ancianos, los maestros de la ley y el Consejo en pleno, llegaron a una decisión. Ataron a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato. ―¿Eres tú el rey de los judíos? —le preguntó Pilato. ―Tú mismo lo dices —respondió. Los jefes de los sacerdotes se pusieron a acusarlo de muchas cosas. ―¿No vas a contestar? —le preguntó de nuevo Pilato—. Mira de cuántas cosas te están acusando. Pero Jesús ni aun con eso contestó nada, de modo que Pilato se quedó asombrado. Ahora bien, durante la fiesta él acostumbraba soltarles un preso, el que la gente pidiera. Y resulta que un hombre llamado Barrabás estaba encarcelado con los rebeldes condenados por haber cometido homicidio en una insurrección. Subió la multitud y pidió a Pilato que le concediera lo que acostumbraba. ―¿Queréis que os suelte al rey de los judíos? —replicó Pilato, porque se daba cuenta de que los jefes de los sacerdotes habían entregado a Jesús por envidia. Pero los jefes de los sacerdotes incitaron a la multitud para que Pilato les soltara más bien a Barrabás. ―¿Y qué voy a hacer con el que llamáis el rey de los judíos? —les preguntó Pilato. ―¡Crucifícalo! —gritaron. ―¿Por qué? ¿Qué crimen ha cometido? Pero ellos gritaron aún más fuerte: ―¡Crucifícalo! Como quería satisfacer a la multitud, Pilato les soltó a Barrabás; a Jesús lo mandó azotar, y lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados llevaron a Jesús al interior del palacio (es decir, al pretorio) y reunieron a toda la tropa. Le pusieron un manto de color púrpura; luego trenzaron una corona de espinas y se la colocaron. ―¡Salve, rey de los judíos! —lo aclamaban. Lo golpeaban en la cabeza con una caña y le escupían. Doblando la rodilla, le rendían homenaje. Después de burlarse de él, le quitaron el manto y le pusieron su propia ropa. Por fin, lo sacaron para crucificarlo. A uno que pasaba por allí de vuelta del campo, un tal Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, lo obligaron a llevar la cruz.

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