MARCOS 10:35-52
MARCOS 10:35-52 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: –Maestro, queremos que nos hagas el favor que vamos a pedirte. Él les preguntó: –¿Qué queréis que haga por vosotros? Le dijeron: –Concédenos que en tu reino glorioso nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Jesús les contestó: –No sabéis lo que pedís. ¿Acaso podéis beber esa copa amarga que voy a beber yo, y recibir el bautismo que yo voy a recibir? Ellos contestaron: –Podemos. Jesús les dijo: –Vosotros beberéis esa copa amarga y recibiréis el bautismo que yo voy a recibir, pero el que os sentéis a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí darlo. Les será dado a aquellos para quienes está preparado. Cuando los otros diez discípulos oyeron todo esto, se enojaron con Santiago y Juan. Pero Jesús los llamó y les dijo: –Sabéis que entre los paganos hay jefes que creen tener el derecho de gobernar con tiranía a sus súbditos, y sobre estos descargan los grandes el peso de su autoridad. Pero entre vosotros no debe ser así. Al contrario, el que quiera ser grande entre vosotros, que sirva a los demás; y el que entre vosotros quiera ser el primero, que sea esclavo de todos. Porque tampoco el Hijo del hombre ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos. Llegaron a Jericó. Y cuando ya salía Jesús de la ciudad seguido de sus discípulos y de mucha gente, un mendigo ciego llamado Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. Al oir que era Jesús de Nazaret, el ciego comenzó a gritar: –¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Muchos le reprendían para que se callara, pero él gritaba más aún: –¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se detuvo y dijo: –Llamadle. Llamaron al ciego y le dijeron: –Ánimo, levántate. Te está llamando. El ciego arrojó su capa, y dando un salto se acercó a Jesús, que le preguntó: –¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: –Maestro, quiero recobrar la vista. Jesús le dijo: –Puedes irte. Por tu fe has sido sanado. En aquel mismo instante el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús.
MARCOS 10:35-52 Reina Valera 2020 (RV2020)
Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron y le dijeron: —Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte. Él les preguntó: —¿Qué queréis que haga por vosotros? Ellos dijeron: —Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Entonces Jesús les respondió: —No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el vaso que yo bebo o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos respondieron: —Podemos. Jesús les dijo: —El vaso que yo bebo beberéis y con el bautismo con que yo soy bautizado seréis bautizados, mas el sentaros a mi derecha y a mi izquierda no me corresponde dároslo, sino a aquellos para quienes está preparado. Cuando los otros diez oyeron esto, comenzaron a enojarse contra Jacobo y contra Juan. Entonces Jesús los llamó y les dijo: —Sabéis que quienes se tienen por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los poderosos ejercen sobre ellas su potestad. Pero no será así entre vosotros. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor; y el que de vosotros quiera ser el primero será siervo de todos, porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos. Llegaron a Jericó, y al salir de la ciudad iba acompañado de sus discípulos y una gran multitud. Sentado junto al camino estaba Bartimeo, un mendigo ciego, hijo de Timeo. Al oír Bartimeo que era Jesús el nazareno, comenzó a gritar: —¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! Y muchos le reprendían para que callara, pero él clamaba mucho más: —¡Hijo de David, ten misericordia de mí! Entonces Jesús se detuvo y mandó llamarle. Y llamaron al ciego diciéndole: —Ten confianza. Levántate, te llama. Bartimeo, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. Jesús le preguntó: —¿Qué quieres que haga por ti? El ciego respondió: —Maestro, que recobre la vista. Jesús le dijo: —Vete. Tu fe te ha salvado. Al instante recobró la vista y seguía a Jesús por el camino.
MARCOS 10:35-52 La Palabra (versión española) (BLP)
Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: —Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte. Jesús les preguntó: —¿Qué queréis que haga por vosotros? Le dijeron: —Concédenos que nos sentemos junto a ti en tu gloria: el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Jesús les respondió: —No sabéis lo que estáis pidiendo. ¿Podéis vosotros beber la misma copa de amargura que yo estoy bebiendo, o ser bautizados con el mismo bautismo con que yo estoy siendo bautizado? Ellos le contestaron: —¡Sí, podemos hacerlo! Jesús les dijo: —Pues bien, beberéis de la copa de amargura que yo estoy bebiendo y seréis bautizados con mi propio bautismo; pero que os sentéis el uno a mi derecha y el otro a mi izquierda, no es cosa mía concederlo; es para quienes ha sido reservado. Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se enfadaron con Santiago y Juan. Entonces Jesús los reunió y les dijo: —Como muy bien sabéis, los que se tienen por gobernantes de las naciones las someten a su dominio, y los que ejercen poder sobre ellas las rigen despóticamente. Pero entre vosotros no debe ser así. Antes bien, si alguno quiere ser grande, que se ponga al servicio de los demás; y si alguno quiere ser principal, que se haga servidor de todos. Porque así también el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos. En esto llegaron a Jericó. Y más tarde, cuando Jesús salía de allí acompañado de sus discípulos y de otra mucha gente, un ciego llamado Bartimeo (es decir, hijo de Timeo) estaba sentado junto al camino pidiendo limosna. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret quien pasaba, empezó a gritar: —¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí! Muchos le decían que se callara, pero él gritaba cada vez más: —¡Hijo de David, ten compasión de mí! Entonces Jesús se detuvo y dijo: —Llamadlo. Llamaron al ciego, diciéndole: —Ten confianza, levántate, él te llama. El ciego, arrojando su capa, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le preguntó: —¿Qué quieres que haga por ti? Contestó el ciego: —Maestro, que vuelva a ver. Jesús le dijo: —Puedes irte. Tu fe te ha sanado. Al punto recobró la vista y siguió a Jesús por el camino.
MARCOS 10:35-52 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: –Maestro, queremos que nos hagas el favor que vamos a pedirte. Él les preguntó: –¿Qué queréis que haga por vosotros? Le dijeron: –Concédenos que en tu reino glorioso nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Jesús les contestó: –No sabéis lo que pedís. ¿Acaso podéis beber esa copa amarga que voy a beber yo, y recibir el bautismo que yo voy a recibir? Ellos contestaron: –Podemos. Jesús les dijo: –Vosotros beberéis esa copa amarga y recibiréis el bautismo que yo voy a recibir, pero el que os sentéis a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí darlo. Les será dado a aquellos para quienes está preparado. Cuando los otros diez discípulos oyeron todo esto, se enojaron con Santiago y Juan. Pero Jesús los llamó y les dijo: –Sabéis que entre los paganos hay jefes que creen tener el derecho de gobernar con tiranía a sus súbditos, y sobre estos descargan los grandes el peso de su autoridad. Pero entre vosotros no debe ser así. Al contrario, el que quiera ser grande entre vosotros, que sirva a los demás; y el que entre vosotros quiera ser el primero, que sea esclavo de todos. Porque tampoco el Hijo del hombre ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos. Llegaron a Jericó. Y cuando ya salía Jesús de la ciudad seguido de sus discípulos y de mucha gente, un mendigo ciego llamado Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. Al oir que era Jesús de Nazaret, el ciego comenzó a gritar: –¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Muchos le reprendían para que se callara, pero él gritaba más aún: –¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se detuvo y dijo: –Llamadle. Llamaron al ciego y le dijeron: –Ánimo, levántate. Te está llamando. El ciego arrojó su capa, y dando un salto se acercó a Jesús, que le preguntó: –¿Qué quieres que haga por ti? El ciego le contestó: –Maestro, quiero recobrar la vista. Jesús le dijo: –Puedes irte. Por tu fe has sido sanado. En aquel mismo instante el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús.
MARCOS 10:35-52 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Se le acercaron Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo. ―Maestro —le dijeron—, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir. ―¿Qué queréis que haga por vosotros? ―Concédenos que en tu glorioso reino uno de nosotros se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda. ―No sabéis lo que estáis pidiendo —les replicó Jesús—. ¿Podéis acaso beber el trago amargo de la copa que yo bebo, o pasar por la prueba del bautismo con el que voy a ser probado? ―Sí, podemos. ―Beberéis de la copa que yo bebo —les respondió Jesús— y pasaréis por la prueba del bautismo con el que voy a ser probado, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí concederlo. Eso ya está decidido. Los otros diez, al oír la conversación, se indignaron contra Jacobo y Juan. Así que Jesús los llamó y les dijo: ―Como vosotros sabéis, los que se consideran jefes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre vosotros no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre vosotros deberá ser vuestro servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos. Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos. Después llegaron a Jericó. Más tarde, salió Jesús de la ciudad acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Un mendigo ciego llamado Bartimeo (el hijo de Timeo) estaba sentado junto al camino. Al oír que el que venía era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: ―¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Muchos lo reprendían para que se callara, pero él se puso a gritar aún más: ―¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se detuvo y dijo: ―Llamadlo. Así que llamaron al ciego. ―¡Ánimo! —le dijeron—. ¡Levántate! Te llama. Él, arrojando la capa, dio un salto y se acercó a Jesús. ―¿Qué quieres que haga por ti? —le preguntó. ―Rabí, quiero ver —respondió el ciego. ―Puedes irte —le dijo Jesús—; tu fe te ha sanado. Al momento recobró la vista y empezó a seguir a Jesús por el camino.