MARCOS 1:35-45
MARCOS 1:35-45 Reina Valera 2020 (RV2020)
Se levantó Jesús muy de mañana. Cuando aún no había amanecido, salió de la ciudad y se fue a un lugar desierto. Allí se puso a orar. Le buscaron Simón y los que con él estaban, y hallándole le dijeron: —Todos te buscan. Él respondió: —Vamos a los lugares vecinos para predicar también allí, porque para esto he venido. Predicaba en las sinagogas por toda Galilea y echaba fuera los demonios. Vino a él un leproso y le rogaba de rodillas diciendo: —Si quieres, puedes limpiarme. Jesús, profundamente conmovido, extendió la mano, le tocó y le dijo: —Quiero, sé limpio. Tan pronto terminó de hablar, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió en seguida y le dijo con severidad: —Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote y ofrece, por tu purificación, lo que Moisés mandó, para que a ellos les sirva de testimonio. Pero al salir, comenzó a publicar y a divulgar por todas partes el hecho. Así, pues, Jesús no podía ya entrar abiertamente en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera, en los lugares desiertos. Pese a todo, venían a él de todas partes.
MARCOS 1:35-45 La Palabra (versión española) (BLP)
De madrugada, antes de amanecer, Jesús se levantó, salió de la ciudad y se dirigió a un lugar apartado a orar. Simón y los que estaban con él fueron en su busca y, cuando lo encontraron, le dijeron: —Todos están buscándote. Jesús les contestó: —Vayamos a otra parte, a las aldeas cercanas, para proclamar también allí el mensaje, pues para eso he venido. Así recorrió toda Galilea proclamando el mensaje en las sinagogas y expulsando demonios. Se acercó entonces a Jesús un leproso y, poniéndose de rodillas, le suplicó: —Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad. Jesús, conmovido, extendió la mano, lo tocó y le dijo: —Quiero. Queda limpio. Al instante le desapareció la lepra y quedó limpio. Acto seguido Jesús lo despidió con tono severo y le encargó: —Mira, no le cuentes esto a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda prescrita al efecto por Moisés. Así todos tendrán evidencia de tu curación. Pero él, en cuanto se fue, comenzó a proclamar sin reservas lo ocurrido; y como la noticia se extendió con rapidez, Jesús ya no podía entrar libremente en ninguna población, sino que debía permanecer fuera, en lugares apartados. Sin embargo, la gente acudía a él de todas partes.
MARCOS 1:35-45 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
De madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó y salió de la ciudad para ir a orar a un lugar apartado. Simón y sus compañeros fueron en busca de Jesús, y cuando lo encontraron le dijeron: –Todos te están buscando. Él les contestó: –Vayamos a otros lugares cercanos a anunciar también allí el mensaje, porque para esto he salido. Así que Jesús andaba por toda Galilea anunciando el mensaje en las sinagogas de cada lugar y expulsando a los demonios. Un hombre enfermo de lepra se acercó a Jesús, y poniéndose de rodillas le dijo: –Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad. Jesús tuvo compasión de él, le tocó con la mano y dijo: –Quiero. ¡Queda limpio! Al momento se le quitó la lepra y quedó limpio. Jesús lo despidió en seguida, recomendándole mucho: –Mira, no se lo digas a nadie. Pero ve, preséntate al sacerdote y lleva por tu purificación la ofrenda ordenada por Moisés; así sabrán todos que ya estás limpio de tu enfermedad. Sin embargo, en cuanto se fue, comenzó a contar a todos lo que había pasado. Por eso, Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, sino que se quedaba fuera, en lugares donde no había nadie; pero de todas partes acudían a verle.
MARCOS 1:35-45 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, Jesús se levantó, salió de la casa y se fue a un lugar solitario, donde se puso a orar. Simón y sus compañeros salieron a buscarlo. Por fin lo encontraron y le dijeron: ―Todo el mundo te busca. Jesús respondió: ―Vámonos de aquí a otras aldeas cercanas donde también pueda predicar; para esto he venido. Así que recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando demonios. Un hombre que tenía lepra se le acercó y, de rodillas, le suplicó: ―Si quieres, puedes limpiarme. Movido a compasión, Jesús extendió la mano y tocó al hombre, diciéndole: ―Sí, quiero. ¡Queda limpio! Al instante se le quitó la lepra y quedó sano. Jesús lo despidió en seguida con una fuerte advertencia: ―Mira, no se lo digas a nadie; solo ve, preséntate al sacerdote y lleva por tu purificación lo que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio. Pero él salió y comenzó a hablar sin reserva, divulgando lo sucedido. Como resultado, Jesús ya no podía entrar en ningún pueblo abiertamente, sino que se quedaba afuera, en lugares solitarios. Aun así, gente de todas partes seguía acudiendo a él.