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MATEO 4:1-25

MATEO 4:1-25 Reina Valera 2020 (RV2020)

Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, sintió hambre. Se le acercó el tentador y le dijo: —Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Él respondió: —Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Entonces el diablo lo llevó a la santa ciudad, lo puso sobre el pináculo del templo y le dijo: —Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, pues escrito está: A sus ángeles mandará alrededor de ti, y En sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra . Jesús le dijo: —Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios. Otra vez lo llevó el diablo a un monte muy alto y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: —Todo esto te daré, si te postras y me adoras. Entonces Jesús respondió: —Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás . El diablo entonces lo dejó y vinieron ángeles y le servían. Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea; pero no se quedó en Nazaret, sino que estableció su residencia en Capernaún, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí, para que se cumpliera lo que dijo el profeta Isaías: ¡Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles! El pueblo que habitaba en tinieblas vio gran luz, y a los que habitaban en región de sombra de muerte, luz les resplandeció . Desde entonces comenzó Jesús a predicar y decía: —¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado! Al pasar Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, que estaban echando la red en el mar, porque eran pescadores. Y les dijo: —Seguidme y os haré pescadores de hombres. Ellos dejaron al instante las redes y le siguieron. Más adelante vio a otros dos hermanos, Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo. Estaban en la barca con su padre remendando las redes y los llamó. Ellos dejaron al instante la barca y a su padre y le siguieron. Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Se difundió su fama por toda Siria y le llevaban a todos los que tenían dolencias, a los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, a los endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los sanó. Le siguió mucha gente de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán.

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MATEO 4:1-25 La Palabra (versión española) (BLP)

Después de esto, el Espíritu llevó a Jesús al desierto para que el diablo lo pusiera a prueba. Jesús ayunó cuarenta días y cuarenta noches, y al final sintió hambre. Entonces se le acercó el diablo y le dijo: —Si de veras eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Jesús le contestó: —Las Escrituras dicen: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra pronunciada por Dios . El diablo lo llevó luego a la ciudad santa, lo subió al alero del Templo y le dijo: —Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque dicen las Escrituras: Dios ordenará a sus ángeles que cuiden de ti y te tomen en sus manos para que tu pie no tropiece con ninguna piedra. Jesús le contestó: —También dicen las Escrituras: No pondrás a prueba al Señor tu Dios. De nuevo el diablo lo llevó a un monte muy alto y, mostrándole todas las naciones del mundo y su esplendor, le dijo: —Yo te daré todo esto si te arrodillas ante mí y me adoras. Pero Jesús le replicó: —Vete de aquí, Satanás, pues dicen las Escrituras: Al Señor tu Dios adorarás y solo a él darás culto . El diablo se apartó entonces de Jesús, y llegaron los ángeles para servirle. Al enterarse Jesús de que Juan había sido encarcelado, se retiró a Galilea. Pero no fue a Nazaret sino que fijó su residencia en Cafarnaún, junto al lago, en los términos de Zabulón y Neftalí, en cumplimiento de lo dicho por medio del profeta Isaías: ¡Tierra de Zabulón y Neftalí, camino del mar, al oriente del Jordán, Galilea de los paganos! El pueblo sumido en las tinieblas vio una luz resplandeciente; a los que vivían en país de sombra de muerte, una luz los alumbró. A partir de aquel momento, Jesús comenzó a predicar diciendo: —Convertíos, porque ya está cerca el reino de los cielos. Iba Jesús paseando por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a dos hermanos: Simón, también llamado Pedro, y su hermano Andrés. Eran pescadores, y estaban echando la red en el lago. Jesús les dijo: —Venid conmigo y os haré pescadores de hombres. Ellos dejaron de inmediato sus redes y se fueron con él. Más adelante vio a otros dos hermanos: Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, que estaban en la barca con su padre, reparando las redes. Los llamó, y ellos, dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron. Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas judías. Anunciaba el evangelio del Reino y curaba toda clase de enfermedades y dolencias de la gente. Su fama se extendió por toda Siria, y le traían a todos los que padecían algún mal: a los que sufrían diferentes enfermedades y dolores, y también a endemoniados, lunáticos y paralíticos. Y Jesús los curaba. Así que lo seguía mucha gente procedente de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la orilla oriental del Jordán.

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MATEO 4:1-25 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto para que el diablo le pusiera a prueba. Pasó cuarenta días y cuarenta noches sin comer, y después sintió hambre. Se acercó el diablo a Jesús para ponerle a prueba, y le dijo: –Si de veras eres Hijo de Dios, ordena que estas piedras se conviertan en panes. Pero Jesús le contestó: –La Escritura dice: ‘No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que salga de los labios de Dios.’ Luego el diablo lo llevó a la santa ciudad de Jerusalén, lo subió al alero del templo y le dijo: –Si de veras eres Hijo de Dios, échate abajo, porque la Escritura dice: ‘Dios mandará a sus ángeles que te cuiden. Te levantarán con sus manos para que no tropieces con ninguna piedra.’ Jesús le contestó: –También dice la Escritura: ‘No pongas a prueba al Señor tu Dios.’ Finalmente el diablo le llevó a un monte muy alto, y mostrándole todos los países del mundo y su grandeza le dijo: –Yo te daré todo esto, si te arrodillas y me adoras. Jesús le contestó: –Vete, Satanás, porque la Escritura dice: ‘Adora al Señor tu Dios y sírvele solo a él.’ Entonces el diablo se apartó, y unos ángeles acudieron a servirle. Cuando Jesús oyó que Juan estaba en la cárcel, se dirigió a Galilea. Pero no se quedó en Nazaret, sino que se fue a vivir a Cafarnaún, a orillas del lago, en los territorios de Zabulón y de Neftalí. Esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el profeta Isaías: “Tierras de Zabulón y de Neftalí, más allá del Jordán, a la orilla del mar: Galilea de los paganos. El pueblo que andaba en oscuridad vio una gran luz; una luz iluminó a los que vivían en sombras de muerte.” Desde estonces comenzó Jesús a proclamar: “¡Volveos a Dios, porque el reino de los cielos está cerca!” Jesús paseaba por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a dos hermanos: a Simón, también llamado Pedro, y a Andrés. Eran pescadores, y estaban echando la red al agua. Jesús les dijo: –Seguidme, y yo os haré pescadores de hombres. Al momento dejaron sus redes y se fueron con él. Un poco más adelante vio Jesús a otros dos hermanos: Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en una barca reparando las redes. Jesús los llamó, y al punto, dejando ellos la barca y a su padre, le siguieron. Recorría Jesús toda Galilea enseñando en la sinagoga de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del reino y curaba a la gente de toda clase de enfermedades y dolencias. Con ello, la fama de Jesús se extendió por toda la región de Siria; así que le traían a cuantos sufrían de diferentes males, enfermedades y dolores, y a los endemoniados, a los epilépticos y a los paralíticos. Y Jesús los curaba. Mucha gente de Galilea, de los pueblos de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la región al oriente del Jordán, seguía a Jesús.

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MATEO 4:1-25 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Luego el Espíritu llevó a Jesús al desierto para que el diablo lo sometiera a tentación. Después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. El tentador se le acercó y le propuso: ―Si eres el Hijo de Dios, ordena a estas piedras que se conviertan en pan. Jesús le respondió: ―Escrito está: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Luego el diablo lo llevó a la ciudad santa e hizo que se pusiera de pie sobre la parte más alta del templo, y le dijo: ―Si eres el Hijo de Dios, tírate abajo. Porque escrito está: »“Ordenará que sus ángeles te sostengan en sus manos, para que no tropieces con piedra alguna”». ―También está escrito: “No pongas a prueba al Señor tu Dios” —le contestó Jesús. De nuevo lo tentó el diablo, llevándolo a una montaña muy alta, y le mostró todos los reinos del mundo y su esplendor. ―Todo esto te daré si te postras y me adoras. ―¡Vete, Satanás! —le dijo Jesús—. Porque escrito está: “Adora al Señor tu Dios y sírvele solamente a él”. Entonces el diablo lo dejó, y unos ángeles acudieron a servirle. Cuando Jesús oyó que habían encarcelado a Juan, regresó a Galilea. Partió de Nazaret y se fue a vivir a Capernaún, que está junto al lago en la región de Zabulón y de Neftalí, para cumplir lo dicho por el profeta Isaías: «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; el pueblo que habitaba en la oscuridad ha visto una gran luz; sobre los que vivían en densas tinieblas la luz ha resplandecido». Desde entonces comenzó Jesús a predicar: «Arrepentíos, porque el reino de los cielos está cerca». Mientras caminaba junto al mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: uno era Simón, llamado Pedro, y el otro, Andrés. Estaban echando la red al lago, pues eran pescadores. «Venid, seguidme —les dijo Jesús—, y os haré pescadores de hombres». Al instante dejaron las redes y lo siguieron. Más adelante vio a otros dos hermanos: Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en una barca remendando las redes. Jesús los llamó, y dejaron en seguida la barca y a su padre, y lo siguieron. Jesús recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino, y sanando toda enfermedad y dolencia entre la gente. Su fama se extendió por toda Siria, y le llevaban todos los que padecían de diversas enfermedades, los que sufrían de dolores graves, los endemoniados, los epilépticos y los paralíticos, y él los sanaba. Lo seguían grandes multitudes de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y de la región al otro lado del Jordán.

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