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LUCAS 7:11-35

LUCAS 7:11-35 Reina Valera 2020 (RV2020)

Jesús fue después a una ciudad llamada Naín. Iban con él muchos de sus discípulos y una gran multitud. Cuando llegó cerca de la puerta de entrada a la ciudad, vio que llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, a quien acompañaba mucha gente. El Señor al verla se sintió profundamente conmovido y le dijo: —No llores. Se acercó y tocó el féretro. Quienes lo llevaban se detuvieron y dijo Jesús: —Joven, a ti te digo, levántate. El muerto se incorporó y comenzó a hablar y Jesús se lo entregó a su madre. El miedo se apoderó de todos, y alababan a Dios diciendo: —Un gran profeta ha surgido entre nosotros y Dios ha venido a ayudar a su pueblo. La fama de Jesús se extendió por Judea y sus inmediaciones. Los discípulos de Juan fueron a contarle todas estas cosas. Juan, entonces, llamó a dos de ellos y los envió a Jesús para que le preguntasen: —¿Eres tú el que había de venir o esperaremos a otro? Los dos discípulos fueron a ver a Jesús y le dijeron: —Juan el Bautista nos ha enviado para preguntarte si eres tú el que había de venir o esperaremos a otro. En ese mismo momento Jesús curó a muchos de sus enfermedades y dolencias y de espíritus malignos. También dio vista a muchos ciegos. A continuación respondió Jesús: —Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres les es anunciado el evangelio. Dichoso es cualquiera que no se escandalice de mí. Cuando los mensajeros de Juan se fueron, Jesús comenzó a hablar de Juan a la gente: —Cuando salisteis al desierto, ¿qué esperabais encontrar? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿O esperabais encontrar un hombre vestido elegantemente? Los que visten con lujo y se dan la buena vida viven en los palacios reales. ¿Qué esperabais, entonces, encontrar? ¿Un profeta? Pues sí, os digo, y más que profeta. De él está escrito: Yo envío mi mensajero para que prepare el camino delante de ti. Porque os digo que no ha nacido nadie mayor que Juan. Sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él. Todo el pueblo, incluso los recaudadores de impuestos, después de escuchar a Juan, reconocieron la justicia de Dios haciéndose bautizar por él. Mas los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron, para su mal, el propósito de Dios para ellos y no quisieron ser bautizados por Juan. Jesús siguió diciendo: —¿Con qué compararé a esta gente de hoy? ¿A quién es comparable? Son semejantes a los muchachos que, sentados en la plaza, dan voces los unos a los otros y dicen: «Tocamos la flauta para vosotros y no bailasteis; os entonamos cantos de duelo y no llorasteis». Porque ha venido Juan el Bautista y por no comer pan ni beber vino decís: «Lleva un demonio dentro». Ha venido el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: «Ahí tenéis a un glotón y borracho, amigo de andar con recaudadores de impuestos y con gente de mala reputación». Pero la sabiduría es conocida como tal por quienes la reciben de corazón.

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LUCAS 7:11-35 La Palabra (versión española) (BLP)

Algún tiempo después, Jesús, en compañía de sus discípulos y de otra mucha gente, se dirigió a un pueblo llamado Naín. Cerca ya de la entrada del pueblo, una nutrida comitiva fúnebre del mismo pueblo llevaba a enterrar al hijo único de una madre que era viuda. El Señor, al verla, se sintió profundamente conmovido y le dijo: —No llores. Y acercándose, tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces Jesús exclamó: —¡Muchacho, te ordeno que te levantes! El muerto se levantó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos los presentes se llenaron de temor y daban gloria a Dios diciendo: —Un gran profeta ha salido de entre nosotros. Dios ha venido a salvar a su pueblo. La noticia de lo sucedido se extendió por todo el territorio judío y las regiones de alrededor. Enterado Juan de todo esto por medio de sus discípulos, llamó a dos de ellos y los envió a preguntar al Señor: —¿Eres tú el que tenía que venir o debemos esperar a otro? Los enviados se presentaron a Jesús y le dijeron: —Juan el Bautista nos envía a preguntarte si eres tú el que tenía que venir o hemos de esperar a otro. En aquel mismo momento, Jesús curó a muchos que tenían enfermedades, dolencias y espíritus malignos, y devolvió la vista a muchos ciegos. Respondió, pues, a los enviados: —Volved a Juan y contadle lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el evangelio. ¡Y felices aquellos para quienes yo no soy causa de tropiezo! Cuando se fueron los enviados de Juan, Jesús se puso a hablar de él a la gente. Decía: —Cuando salisteis al desierto, ¿qué esperabais encontrar? ¿Una caña agitada por el viento? ¿O esperabais encontrar un hombre espléndidamente vestido? Los que visten con lujo y se dan la buena vida viven en los palacios reales. ¿Qué esperabais, entonces, encontrar? ¿Un profeta? Pues sí, os digo, y más que profeta. Precisamente a él se refieren las Escrituras cuando dicen: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Os digo que no ha nacido nadie mayor que Juan; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él. El pueblo entero, que escuchaba a Juan, y aun los mismos recaudadores de impuestos, reconocían que su mensaje procedía de Dios, y recibieron su bautismo. En cambio, los fariseos y los doctores de la ley, rechazaron el designio de Dios para ellos, negándose a que Juan los bautizara. Jesús siguió diciendo: —¿Con qué compararé a esta gente de hoy? ¿A quién es comparable? Puede compararse a esos niños que se sientan en la plaza y se interpelan unos a otros: «¡Hemos tocado la flauta para vosotros, y no habéis bailado; os hemos cantado tonadas tristes, y no habéis llorado!». Porque vino Juan el Bautista, que ni comía ni bebía, y dijisteis de él: «Tiene un demonio dentro». Pero después ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: «Ahí tenéis a un glotón y borracho, amigo de andar con recaudadores de impuestos y con gente de mala reputación». Pero la sabiduría se acredita en los que verdaderamente la poseen.

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LUCAS 7:11-35 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Después de esto se dirigió Jesús a un pueblo llamado Naín. Iba acompañado de sus discípulos y de mucha otra gente. Al acercarse al pueblo vio que llevaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda. Mucha gente del pueblo la acompañaba. Al verla, el Señor tuvo compasión de ella y le dijo: –No llores. En seguida se acercó y tocó la camilla, y los que la llevaban se detuvieron. Jesús dijo al muerto: –Muchacho, a ti te digo, ¡levántate! Entonces el muerto se sentó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a la madre. Al ver esto, todos tuvieron miedo y comenzaron a alabar a Dios diciendo: –Un gran profeta ha aparecido entre nosotros. También decían: –Dios ha venido a ayudar a su pueblo. Y por toda Judea y sus alrededores corrió la noticia de lo que había hecho Jesús. Juan se enteró de todas estas cosas, porque sus seguidores se las contaron. Llamó a dos de ellos y los envió a Jesús, a preguntarle si él era el que había de venir o si debían esperar a otro. Los enviados de Juan se acercaron, pues, a Jesús y le dijeron: –Juan el Bautista nos ha mandado a preguntarte si tú eres el que había de venir o si debemos esperar a otro. En aquel mismo momento sanó Jesús a muchas personas de sus enfermedades y sufrimientos, y de los espíritus malignos, y dio la vista a muchos ciegos. Luego les contestó: –Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de su enfermedad, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso el que no pierde su confianza en mí! Cuando los enviados de Juan se fueron, Jesús comenzó a hablar a la gente acerca de Juan, diciendo: –¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Y si no, ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre lujosamente vestido? Los que se visten con lujo y viven entre placeres están en los palacios de los reyes. En fin, ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, verdaderamente: y a uno que es mucho más que profeta. Juan es aquel de quien dice la Escritura: ‘Yo envío mi mensajero delante de ti, para que te prepare el camino.’ Os digo que ninguno entre todos los hombres ha sido más grande que Juan; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él. Todos los que oyeron a Juan, incluso los que cobraban impuestos para Roma, se hicieron bautizar por él, reconociendo así que Dios es justo; pero los fariseos y los maestros de la ley no se hicieron bautizar por Juan, y de ese modo despreciaron lo que Dios había querido hacer en favor de ellos. “¿A qué compararé la gente de este tiempo? ¿A qué se parece? Se parece a los niños que se sientan a jugar en la plaza y gritan a sus compañeros: ‘Tocamos la flauta y no bailasteis; cantamos canciones tristes y no llorasteis.’ Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís que tiene un demonio. Luego ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís que es un glotón y bebedor, amigo de gente de mala fama y de los que cobran los impuestos para Roma. Pero la sabiduría de Dios se demuestra por todos sus resultados.”

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LUCAS 7:11-35 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Poco después, Jesús, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud, se dirigió a un pueblo llamado Naín. Cuando ya se acercaba a las puertas del pueblo, vio que sacaban de allí a un muerto, hijo único de madre viuda. La acompañaba un grupo grande de la población. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: ―No llores. Entonces se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron, y Jesús dijo: ―Joven, ¡te ordeno que te levantes! El muerto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre. Todos se llenaron de temor y alababan a Dios. ―Ha surgido entre nosotros un gran profeta —decían—. Dios ha venido en ayuda de su pueblo. Así que esta noticia acerca de Jesús se divulgó por toda Judea y por todas las regiones vecinas. Los discípulos de Juan le contaron todo esto. Él llamó a dos de ellos y los envió al Señor a preguntarle: ―¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro? Cuando se acercaron a Jesús, ellos le dijeron: ―Juan el Bautista nos ha enviado a preguntarte: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” En ese mismo momento Jesús sanó a muchos que tenían enfermedades, dolencias y espíritus malignos, y dio la vista a muchos ciegos. Entonces respondió a los enviados: ―Id y contadle a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas. Dichoso el que no tropieza por causa mía. Cuando se fueron los enviados, Jesús comenzó a hablarle a la multitud acerca de Juan: «¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Si no, ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre vestido con ropa fina? Claro que no, pues los que se visten ostentosamente y llevan una vida de lujo están en los palacios reales. Entonces, ¿qué fuisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: »“Yo estoy por enviar a mi mensajero delante de ti, el cual preparará el camino”. Os digo que entre los mortales no ha habido nadie más grande que Juan; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es más grande que él». Al oír esto, todo el pueblo, y hasta los recaudadores de impuestos, reconocieron que el camino de Dios era justo, y fueron bautizados por Juan. Pero los fariseos y los expertos en la ley no se hicieron bautizar por Juan, rechazando así el propósito de Dios respecto a ellos. «Entonces, ¿con qué puedo comparar a la gente de esta generación? ¿A quién se parecen ellos? Se parecen a niños sentados en la plaza que se gritan unos a otros: »“Tocamos la flauta, y no bailasteis; entonamos un canto fúnebre, y no llorasteis”. Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: “Tiene un demonio”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Este es un glotón y un borracho, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores”. Pero la sabiduría queda demostrada por los que la siguen».

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