LUCAS 4:31-44
LUCAS 4:31-44 Reina Valera 2020 (RV2020)
Desde allí descendió Jesús a Capernaún, ciudad de Galilea. Allí se dedicaba los sábados a enseñar a la gente, que se admiraba de sus enseñanzas porque les hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo que exclamó a gran voz: —¡Déjanos en paz, Jesús nazareno! ¿Has venido para destruirnos? ¡Te conozco bien: tú eres el Santo de Dios! Jesús le reprendió diciendo: —¡Cállate y sal de él! Entonces el demonio derribó al endemoniado y salió de él sin hacerle daño alguno. Todos estaban perplejos y comentaban: —¡Qué poderosa es la palabra de este hombre! ¡Con qué autoridad da órdenes a los espíritus inmundos y estos salen! Y la fama de Jesús se difundía por toda la región. Jesús salió de la sinagoga y fue a casa de Simón, cuya suegra tenía una fiebre muy alta. Rogaron a Jesús que la curase. Él, inclinándose, reprendió a la fiebre y la fiebre la dejó. Ella, levantándose al instante, les servía. A la puesta del sol, llevaron ante Jesús a toda clase de enfermos, y él los curaba poniendo sus manos sobre cada uno de ellos. También de muchos de ellos salían demonios que decían a voces: —Tú eres el Hijo de Dios. Pero Jesús los reprendía y no los dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo. Cuando amaneció, Jesús salió de Capernaún y se retiró a un lugar desierto. La gente le buscaba y cuando le encontraron, trataron de retenerle para que no los abandonase. Pero él les dijo: —También es necesario que anuncie el evangelio del reino de Dios a otras ciudades, porque para esto he sido enviado. Y predicaba en las sinagogas de Galilea.
LUCAS 4:31-44 La Palabra (versión española) (BLP)
Desde allí se dirigió a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y pasaba los sábados enseñando. Todos quedaban impresionados por sus enseñanzas, porque les hablaba con autoridad. Estaba allí, en la sinagoga, un hombre poseído por un demonio impuro que gritaba a grandes voces: —¡Jesús de Nazaret, déjanos en paz! ¿Has venido a destruirnos? ¡Te conozco bien: tú eres el Santo de Dios! Jesús lo increpó, diciéndole: —¡Cállate y sal de él! Y el demonio, tirándolo al suelo delante de todos, salió de él sin hacerle ningún daño. Todos quedaron asombrados y se decían unos a otros: —¡Qué poderosa es la palabra de este hombre! ¡Con qué autoridad da órdenes a los espíritus impuros y estos salen! Y la fama de Jesús se extendía por toda la comarca. Al salir de la sinagoga, Jesús fue a casa de Simón. La suegra de Simón estaba enferma, con fiebre muy alta, y rogaron a Jesús que la curase. Jesús, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, y la fiebre desapareció. La enferma se levantó inmediatamente y se puso a atenderlos. A la puesta del sol, llevaron ante Jesús toda clase de enfermos, y él los curaba poniendo las manos sobre cada uno. Muchos estaban poseídos por demonios, que salían de ellos gritando: —¡Tú eres el Hijo de Dios! Pero Jesús los increpaba y no les permitía que hablaran de él, porque sabían que era el Mesías. Al hacerse de día, Jesús salió de la ciudad y se retiró a un lugar solitario. La gente estaba buscándolo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para impedir que se fuera de allí. Pero Jesús les dijo: —Tengo que ir también a otras ciudades, a llevarles la buena noticia del reino de Dios, pues para eso he sido enviado. Y andaba proclamando el mensaje por las sinagogas de Judea.
LUCAS 4:31-44 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Llegó Jesús a Cafarnaún, un pueblo de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente; y se admiraban de cómo les enseñaba, porque hablaba con plena autoridad. En la sinagoga había un hombre que tenía un demonio o espíritu impuro que gritaba con fuerza: –¡Déjanos! ¿Por qué te metes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo te conozco: ¡Sé que eres el Santo de Dios! Jesús reprendió a aquel demonio diciéndole: –¡Cállate y deja a ese hombre! Entonces el demonio arrojó al hombre al suelo delante de todos y salió de él sin hacerle ningún daño. Todos se asustaron y se decían unos a otros: –¿Qué palabras son esas? ¡Este hombre da órdenes con plena autoridad y poder a los espíritus impuros y los hace salir! La fama de Jesús se extendía por todos los lugares de la región. Jesús salió de la sinagoga y entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba enferma, con mucha fiebre, y rogaron a Jesús que la sanase. Jesús se inclinó sobre ella y reprendió a la fiebre, y la fiebre la dejó. Al momento, ella se levantó y se puso a atenderlos. Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diferentes enfermedades los llevaron a Jesús; él puso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó. De muchos enfermos salieron también demonios que gritaban: –¡Tú eres el Hijo de Dios! Pero Jesús reprendía a los demonios y no los dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. Al amanecer, Jesús salió de la ciudad y se dirigió a un lugar apartado. Pero la gente le buscó hasta encontrarle. Querían retenerlo para que no se marchase, pero Jesús les dijo: –También tengo que anunciar las buenas noticias del reino de Dios a los otros pueblos, porque para esto he sido enviado. Así iba Jesús anunciando el mensaje en las sinagogas de Judea.
LUCAS 4:31-44 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Jesús pasó a Capernaún, un pueblo de Galilea, y el sábado enseñaba a la gente. Estaban asombrados de su enseñanza, porque les hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que estaba poseído por un espíritu maligno, quien gritó con todas sus fuerzas: ―¡Ah! ¿Por qué te entrometes, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé quién eres tú: ¡el Santo de Dios! ―¡Cállate! —lo reprendió Jesús—. ¡Sal de ese hombre! Entonces el demonio derribó al hombre en medio de la gente y salió de él sin hacerle ningún daño. Todos se asustaron y se decían unos a otros: «¿Qué clase de palabra es esta? ¡Con autoridad y poder da órdenes a los espíritus malignos, y salen!» Y se extendió su fama por todo aquel lugar. Cuando Jesús salió de la sinagoga, se fue a casa de Simón, cuya suegra estaba enferma con una fiebre muy alta. Le pidieron a Jesús que la ayudara, así que se inclinó sobre ella y reprendió a la fiebre, la cual se le fue. Ella se levantó en seguida y se puso a servirles. Al ponerse el sol, la gente llevó a Jesús todos los que padecían de diversas enfermedades; él puso las manos sobre cada uno de ellos y los sanó. Además, de muchas personas salían demonios que gritaban: «¡Tú eres el Hijo de Dios!» Pero él los reprendía y no los dejaba hablar porque sabían que él era el Cristo. Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar solitario. La gente andaba buscándolo y, cuando llegaron adonde él estaba, procuraban detenerlo para que no se fuera. Pero él les dijo: «Es preciso que anuncie también a los demás pueblos las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto fui enviado». Y siguió predicando en las sinagogas de los judíos.