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LUCAS 24:25-53

LUCAS 24:25-53 Reina Valera 2020 (RV2020)

Jesús, entonces, les dijo: —¡Ay, insensatos! ¡Qué lentos sois para creer todo lo que los profetas anunciaron! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas antes de entrar en su gloria? Y, empezando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les fue explicando cada uno de los pasajes de las Escrituras que se referían a él mismo. Llegaron a la aldea adonde se dirigían y él hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le rogaron insistentemente: —Quédate con nosotros. Ya es tarde y la noche se está echando encima. Jesús entró y se quedó con ellos. Y estando sentados a la mesa, Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro: —¿No estaba ardiendo nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? En ese mismo instante emprendieron el camino de regreso a Jerusalén, y allí encontraron reunidos a los once y a otros que estaban con ellos, y les dijeron: —Es cierto que el Señor ha resucitado, y se ha aparecido a Simón. Ellos, a su vez, contaron lo que les había sucedido en el camino de Emaús y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Aún estaban hablando de estas cosas cuando Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: —¡Paz a vosotros! Ellos, sobresaltados y asustados creían estar viendo un espíritu. Pero él les dijo: —¿Por qué os asustáis? ¿Por qué albergáis tantas dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: ¡soy yo! Palpad y ved: un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo. Diciendo esto, les mostró las manos y los pies. Pero como ellos, por el gozo y la sorpresa que tenían, no se lo acababan de creer, les dijo: —¿Tenéis aquí algo de comer? Le dieron un trozo de pescado asado y un panal de miel. Él lo tomó y comió delante de ellos. Luego les dijo: —Cuando aún estaba con vosotros ya os dije que era necesario que se cumpliera todo lo que acerca de mí está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras. Y añadió: —Así está escrito y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día, y que se predicara en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Sabed que yo os enviaré la promesa de mi Padre, pero quedaos en Jerusalén hasta que seáis investidos del poder que viene desde lo alto. Después los llevó fuera de la ciudad hasta Betania y alzando sus manos los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de haberlo adorado, volvieron a Jerusalén llenos de alegría y siempre estaban en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén.

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LUCAS 24:25-53 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Jesús les dijo entonces: –¡Qué faltos de comprensión sois y cuánto os cuesta creer todo lo que dijeron los profetas! ¿Acaso no tenía que sufrir el Mesías estas cosas antes de ser glorificado? Luego se puso a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él, comenzando por los libros de Moisés y siguiendo por todos los libros de los profetas. Al llegar al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como si fuera a seguir adelante; pero ellos le obligaron a quedarse, diciendo: –Quédate con nosotros, porque ya es tarde y se está haciendo de noche. Entró, pues, Jesús, y se quedó con ellos. Cuando estaban sentados a la mesa, tomó en sus manos el pan, y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús; pero él desapareció. Se dijeron el uno al otro: –¿No es cierto que el corazón nos ardía en el pecho mientras nos venía hablando por el camino y nos explicaba las Escrituras? Sin esperar a más, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los once apóstoles y a los que estaban con ellos. Estos les dijeron: –Verdaderamente ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón. Entonces ellos contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús al partir el pan. Todavía estaban hablando de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y los saludó diciendo: –Paz a vosotros. Ellos, sobresaltados y muy asustados, pensaron que estaban viendo un espíritu. Pero Jesús les dijo: –¿Por qué estáis tan asustados y por qué tenéis esas dudas en vuestro corazón? Ved mis manos y mis pies: ¡soy yo mismo! Tocadme y mirad: un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo. Al decirles esto, les mostró las manos y los pies. Pero como ellos no acababan de creerlo, a causa de la alegría y el asombro que sentían, Jesús les preguntó: –¿Tenéis aquí algo de comer? Le dieron un trozo de pescado asado, y él lo tomó y lo comió en su presencia. Luego les dijo: –A esto me refería cuando, estando aún con vosotros, os anuncié que todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos, tenía que cumplirse. Entonces les abrió la mente para que comprendieran las Escrituras, y les dijo: –Está escrito que el Mesías tenía que morir y que resucitaría al tercer día; y que en su nombre, y comenzando desde Jerusalén, hay que anunciar a todas las naciones que se vuelvan a Dios, para que él les perdone sus pecados. Vosotros sois testigos de estas cosas. Y yo enviaré sobre vosotros lo que mi Padre prometió. Pero vosotros quedaos aquí, en Jerusalén, hasta que recibáis el poder que viene de Dios. Luego Jesús los llevó fuera de la ciudad, hasta Betania, y alzando las manos los bendijo. Y mientras los bendecía se apartó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de adorarle, volvieron muy contentos a Jerusalén. Y estaban siempre en el templo, alabando a Dios.

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LUCAS 24:25-53 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

―¡Qué torpes sois —les dijo—, y qué tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas! ¿Acaso no tenía que sufrir el Cristo estas cosas antes de entrar en su gloria? Entonces, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras. Al acercarse al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como que iba más lejos. Pero ellos insistieron: ―Quédate con nosotros, que está atardeciendo; ya es casi de noche. Así que entró para quedarse con ellos. Luego, estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. Se decían el uno al otro: ―¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino y nos explicaba las Escrituras? Al instante se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron a los once y a los que estaban reunidos con ellos. «¡Es cierto! —decían—. El Señor ha resucitado y se le ha aparecido a Simón». Los dos, por su parte, contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo habían reconocido a Jesús cuando partió el pan. Todavía estaban ellos hablando acerca de esto, cuando Jesús mismo se puso en medio de ellos y les dijo: ―Paz a vosotros. Aterrorizados, creyeron que veían a un espíritu. ―¿Por qué os asustáis tanto? —les preguntó—. ¿Por qué dudáis? Mirad mis manos y mis pies. ¡Soy yo mismo! Tocadme y ved; un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que tengo yo. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Como ellos no acababan de creerlo a causa de la alegría y del asombro, les preguntó: ―¿Tenéis aquí algo de comer? Le dieron un pedazo de pescado asado, así que lo tomó y se lo comió delante de ellos. Luego les dijo: ―Cuando todavía estaba yo con vosotros, os decía que tenía que cumplirse todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras. ―Esto es lo que está escrito —les explicó—: que el Cristo padecerá y resucitará al tercer día, y en su nombre se predicarán el arrepentimiento y el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Ahora voy a enviaros lo que ha prometido mi Padre; pero quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos del poder de lo alto. Después los llevó Jesús hasta Betania; allí alzó las manos y los bendijo. Sucedió que, mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, entonces, lo adoraron y luego regresaron a Jerusalén con gran alegría. Y estaban continuamente en el templo, alabando a Dios.

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LUCAS 24:25-53 La Palabra (versión española) (BLP)

Jesús, entonces, les dijo: —¡Qué lentos sois para comprender y cuánto os cuesta creer lo dicho por los profetas! ¿No tenía que sufrir el Mesías todo esto antes de ser glorificado? Y, empezando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó cada uno de los pasajes de las Escrituras que se referían a él mismo. Cuando llegaron a la aldea adonde se dirigían, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le dijeron, insistiendo mucho: —Quédate con nosotros, porque atardece ya y la noche se echa encima. Él entró y se quedó con ellos. Luego, cuando se sentaron juntos a la mesa, Jesús tomó el pan, dio gracias a Dios, lo partió y se lo dio. En aquel momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron; pero él desapareció de su vista. Entonces se dijeron el uno al otro: —¿No nos ardía ya el corazón cuando conversábamos con él por el camino y nos explicaba las Escrituras? En el mismo instante emprendieron el camino de regreso a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y a todos los demás, que les dijeron: —Es cierto que el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón. Ellos, por su parte, contaron también lo que les había sucedido en el camino y cómo habían reconocido a Jesús cuando partía el pan. Todavía estaban hablando de estas cosas, cuando Jesús se puso en medio de ellos y les dijo: —¡La paz sea con vosotros! Sorprendidos y muy asustados, creían estar viendo un fantasma. Pero Jesús les dijo: —¿Por qué os asustáis y por qué dudáis tanto en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo mismo. Tocadme y miradme. Los fantasmas no tienen carne ni huesos, como veis que yo tengo. Al decir esto, les mostró las manos y los pies. Pero aunque estaban llenos de alegría, no se lo acababan de creer a causa del asombro. Así que Jesús les preguntó: —¿Tenéis aquí algo de comer? Le ofrecieron un trozo de pescado asado, que él tomó y comió en presencia de todos. Luego les dijo: —Cuando aún estaba con vosotros, ya os advertí que tenía que cumplirse todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los libros de los profetas y en los salmos. Entonces abrió su mente para que comprendieran el sentido de las Escrituras. Y añadió: —Estaba escrito que el Mesías tenía que morir y que resucitaría al tercer día; y también que en su nombre se ha de proclamar a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén, un mensaje de conversión y de perdón de los pecados. Vosotros sois testigos de todas estas cosas. Mirad, yo voy a enviaros el don prometido por mi Padre. Quedaos aquí, en Jerusalén, hasta que recibáis la fuerza que viene de Dios. Más tarde, Jesús los llevó fuera de la ciudad, hasta las cercanías de Betania. Allí, levantando las manos, los bendijo. Y, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén llenos de alegría. Y estaban constantemente en el Templo bendiciendo a Dios.

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