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LAMENTACIONES 5:1-22

LAMENTACIONES 5:1-22 Reina Valera 2020 (RV2020)

Acuérdate, Señor, de lo que nos ha sucedido; mira, y ve nuestro oprobio. Nuestra heredad ha pasado a extraños, nuestras casas a forasteros. Huérfanos somos, sin padre; nuestras madres son como viudas. Por dinero bebemos el agua; por la leña pagamos un precio. Padecemos persecución, caen sobre nosotros, nos fatigamos y no hay para nosotros reposo. Al egipcio y al asirio extendimos la mano para saciarnos de pan. Nuestros padres pecaron y han muerto, pero nosotros llevamos su castigo. Los siervos dominan sobre nosotros, y nadie nos libra de sus manos. Traemos nuestro pan con grave peligro de nuestra vida ante la espada del desierto. Nuestra piel se ha ennegrecido como un horno a causa del ardor del hambre. Violaron a las mujeres en Sion, a las vírgenes en las ciudades de Judá. A los príncipes colgaron de las manos; no respetaron el rostro de los ancianos. Llevaron a los jóvenes a mover el molino, y los muchachos desfallecían bajo el peso de la leña. Ya no se ven los ancianos en la puerta, y los jóvenes han dejado sus canciones. Cesó el gozo de nuestro corazón, y nuestra danza se cambió en luto. La corona ha caído de nuestra cabeza. ¡Ay ahora de nosotros, porque hemos pecado! Por esto tenemos entristecido el corazón y se nos nublan los ojos: por el monte de Sion, que está asolado y las zorras andan por él. Mas tú, Señor, permanecerás para siempre; tu trono, de generación en generación. ¿Por qué te olvidas completamente de nosotros y nos abandonas por tan largo tiempo? Haznos volver a ti, Señor, y nos volveremos; renueva nuestros días como al principio. ¿O acaso es que ya nos has desechado y estás airado del todo contra nosotros?

LAMENTACIONES 5:1-22 La Palabra (versión española) (BLP)

Recuerda, Señor, lo que hemos pasado; contempla y mira nuestra desgracia. Nuestra herencia es de extranjeros, nuestras casas son de extraños. Somos huérfanos de padre y son viudas nuestras madres. Pagamos hasta el agua que bebemos, compramos nuestra leña con dinero. Con el yugo al cuello, aún nos acosan; agotados, no nos dan respiro. Suplicamos a Egipto ayuda, a Asiria pedimos alimentos. Nuestros padres pecaron y no viven, nosotros sufrimos su castigo. Somos dominados por esclavos y no hay quien nos libre de su mano. Nos jugamos la vida por el pan, afrontamos los peligros del desierto. Nuestra piel abrasa como un horno por los ardores que causa el hambre. Violaron a mujeres en Sion, a doncellas en ciudades de Judá. Colgaron de sus manos a los nobles, los ancianos no fueron respetados. Muchachos empujaban el molino, niños tropezaban bajo el peso de la leña. Los ancianos no acudían a la plaza ni los jóvenes cantaban sus canciones. Quedó sin alegría el corazón, nuestros bailes acabaron en duelo. Se nos ha caído la corona. ¡Ay de nosotros, que hemos pecado! Por eso nos duele el corazón, por eso se nos nublan los ojos: porque el monte Sion está asolado y por él merodean las raposas. Pero tú, Señor, reinas por siempre, tu trono permanece eternamente. ¿Por qué has de olvidarnos para siempre y nos vas a abandonar por tanto tiempo? Haznos volver a ti, Señor, y volveremos; haz que nuestros días sean como antaño. ¿O nos has rechazado por completo, enojado del todo con nosotros?

LAMENTACIONES 5:1-22 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Recuerda, Señor, lo que nos ha ocurrido. Míranos, y ve cómo nos ofenden. Todo lo nuestro está ahora en manos de extranjeros; ahora nuestras casas son de gente extraña. Estamos huérfanos, sin padre; nuestras madres han quedado como viudas. ¡Nuestra propia agua tenemos que comprarla; nuestra propia leña tenemos que pagarla! Nos han puesto un yugo al cuello; nos cansamos, y no nos dejan descansar. Por llenarnos de pan, tendemos la mano a los egipcios y a los asirios. Nuestros padres pecaron y ya no existen, mas nosotros cargamos con sus culpas. Ahora somos dominados por esclavos y no hay quien nos libre de sus manos. El pan lo conseguimos con riesgo de la vida y a pesar de los guerreros del desierto. La piel nos arde como un horno por la fiebre que el hambre nos causa. En Sión y en las ciudades de Judá, mujeres y niñas han sido deshonradas. Nuestros jefes fueron colgados de las manos; los ancianos no fueron respetados. A los hombres más fuertes los pusieron a moler, y los jóvenes cayeron bajo el peso de la leña. Ya no hay ancianos a las puertas de la ciudad; ya no se escuchan canciones juveniles. Ya no tenemos alegría en el corazón; nuestras danzas de alegría acabaron en tristeza. Se nos cayó de la cabeza la corona. ¡Ay de nosotros, que hemos pecado! Por eso tenemos enfermo el corazón; por eso se nos nubla la vista. El monte Sión es un montón de escombros; por él van y vienen las zorras. Pero tú, Señor reinarás por siempre: ¡siempre estarás en tu trono! ¿Por qué has de olvidarnos para siempre? ¿Por qué has de abandonarnos tanto tiempo? ¡Haznos volver a ti, Señor, y volveremos! ¡Haz que sea nuestra vida lo mismo que antes fue! Pero tú nos has rechazado por completo; grande ha sido tu enojo con nosotros.

LAMENTACIONES 5:1-22 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Recuerda, SEÑOR, lo que nos ha sucedido; ten en cuenta nuestro oprobio. Nuestra heredad ha caído en manos extrañas; nuestro hogar, en manos de extranjeros. No tenemos padre, hemos quedado huérfanos; nuestras madres se han quedado viudas. El agua que bebemos, tenemos que pagarla; la leña, tenemos que comprarla. Los que nos persiguen nos pisan los talones; estamos fatigados y no hallamos descanso. Hicimos tratos con Egipto y con Asiria para conseguir alimentos. Nuestros padres pecaron y murieron, pero a nosotros nos tocó el castigo. Ahora nos gobiernan los esclavos, y no hay quien nos libre de sus manos. Exponiéndonos a los peligros del desierto, nos jugamos la vida para obtener alimentos. La piel nos arde como un horno; ¡de hambre nos da fiebre! En Sión y en los pueblos de Judá fueron violadas casadas y solteras. A nuestros jefes los colgaron de las manos, y ni siquiera respetaron a nuestros ancianos. A nuestros mejores jóvenes los pusieron a moler; los niños tropezaban bajo el peso de la leña. Ya no se sientan los ancianos a las puertas de la ciudad; no se escucha ya la música de los jóvenes. En nuestro corazón ya no hay gozo; la alegría de nuestras danzas se convirtió en tristeza. Nuestra cabeza se ha quedado sin corona. ¡Ay de nosotros; hemos pecado! Desfallece nuestro corazón; se apagan nuestros ojos, porque el monte Sión se halla desolado, y sobre él rondan los chacales. Pero tú, SEÑOR, reinas por siempre; tu trono permanece eternamente. ¿Por qué siempre nos olvidas? ¿Por qué nos abandonas tanto tiempo? Permítenos volver a ti, SEÑOR, y volveremos; devuélvenos la gloria de antaño. La verdad es que nos has rechazado y te has excedido en tu enojo contra nosotros.