JONÁS 4:4-11
JONÁS 4:4-11 Reina Valera 2020 (RV2020)
Pero el Señor le respondió: —¿Haces bien en enojarte tanto? Jonás salió de la ciudad y acampó hacia el oriente de ella; allí se hizo una enramada y se sentó a su sombra, para ver qué sucedería en la ciudad. Entonces Dios el Señor dispuso que una calabacera creciera sobre Jonás para que su sombra le cubriera la cabeza y lo librara de su malestar. Jonás se alegró mucho por la calabacera. Pero, al amanecer del día siguiente, Dios dispuso que un gusano dañara la calabacera, y esta se secó. Y aconteció que, al salir el sol, envió Dios un fuerte viento del este. El sol hirió a Jonás en la cabeza, y sintió que se desmayaba. Entonces, deseaba la muerte y decía: —Mejor sería para mí la muerte que la vida. Pero Dios preguntó a Jonás: —¿Tanto te enojas por la calabacera? —Mucho me enojo, hasta la muerte —respondió él. Entonces el Señor le dijo: —Tú tienes lástima de una calabacera en la que no trabajaste, ni a la cual has hecho crecer, que en el espacio de una noche ha nacido y en el espacio de otra ha perecido, ¿y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben distinguir cuál es su mano derecha y cuál su mano izquierda, y muchos animales?
JONÁS 4:4-11 La Palabra (versión española) (BLP)
El Señor contestó a Jonás: —¿Piensas que haces bien en enojarte de esta manera? Jonás, por su parte, salió de la ciudad y se instaló al oriente de la misma; hizo allí una cabaña y se sentó bajo su sombra esperando a ver qué sucedía en la ciudad. Entonces, el Señor Dios hizo crecer un ricino por encima de Jonás para dar sombra a su cabeza y librarlo de su enojo. Una gran alegría invadió a Jonás a causa del ricino. Pero al apuntar la aurora del día siguiente, Dios hizo aparecer un gusano que dañó el ricino hasta secarlo. Luego Dios hizo soplar un viento tórrido del oriente al tiempo que el sol, desde lo alto, abrasaba la cabeza de Jonás; este se sintió desfallecer y se deseó la muerte diciéndose a sí mismo: —¡Mejor me es morir que vivir! A lo que Dios replicó: —¿Piensas que haces bien en enojarte por lo sucedido con el ricino? —¡Claro que hago bien en enojarme hasta desear la muerte! —respondió Jonás. Le dijo entonces el Señor: —Tú te lamentas por un ricino en cuyo crecimiento no has intervenido, que en una noche creció y en la siguiente se secó. ¿No voy yo a compadecerme de Nínive, esa gran ciudad en la que viven más de ciento veinte mil niños y en la que hay mucho ganado?
JONÁS 4:4-11 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Pero el Señor le contestó: –¿Te parece bien enojarte así? Jonás salió de la ciudad y acampó al oriente de ella; allí se hizo una enramada y se sentó a su sombra, esperando a ver qué iba a pasarle a la ciudad. Dios el Señor dispuso entonces que una mata de ricino creciera por encima de Jonás, y que su sombra le cubriera la cabeza para que se sintiera mejor. Jonás estaba muy contento con aquella mata de ricino. Pero, al amanecer del día siguiente, Dios dispuso que un gusano picara al ricino, y este se secó. Cuando salió el sol, Dios dispuso que soplara un ardiente y fuerte viento del este, y Jonás, como el sol le quemaba la cabeza, se sintió desmayar y quería morirse. –¡Más me valdrá morir que seguir viviendo! –decía. Pero Dios le contestó: –¿Te parece bien enojarte así porque se haya secado la mata de ricino? –¡Claro que me parece bien! –respondió Jonás–. ¡Estoy que me muero de rabia! Entonces el Señor le dijo: –Tú no plantaste la mata de ricino ni la hiciste crecer; en una noche nació y a la noche siguiente se murió. Sin embargo, tienes compasión de ella. Pues con mayor razón debo yo tener compasión de Nínive, esa gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil niños inocentes y muchos animales.
JONÁS 4:4-11 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
―¿Tienes razón de enfurecerte tanto? —le respondió el SEÑOR. Jonás salió y acampó al este de la ciudad. Allí hizo una enramada y se sentó bajo su sombra para ver qué iba a suceder con la ciudad. Para aliviarlo de su malestar, Dios el SEÑOR dispuso una planta, la cual creció hasta cubrirle a Jonás la cabeza con su sombra. Jonás se alegró muchísimo por la planta. Pero al amanecer del día siguiente Dios dispuso que un gusano la hiriera, y la planta se marchitó. Al salir el sol, Dios dispuso un viento oriental abrasador. Además, el sol hería a Jonás en la cabeza, de modo que este desfallecía. Con deseos de morirse, exclamó: «¡Prefiero morir que seguir viviendo!» Pero Dios le dijo a Jonás: ―¿Tienes razón de enfurecerte tanto por la planta? ―¡Claro que la tengo! —le respondió—. ¡Me muero de rabia! El SEÑOR le dijo: ―Tú te compadeces de una planta que, sin ningún esfuerzo de tu parte, creció en una noche y en la otra pereció. Y de Nínive, una gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no distinguen su derecha de su izquierda, y tanto ganado, ¿no habría yo de compadecerme?