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JOB 33:1-33

JOB 33:1-33 Reina Valera 2020 (RV2020)

Por tanto, Job, oye ahora mis razones, escucha todas mis palabras. Yo abriré ahora mi boca y mi lengua hablará en mi garganta. Mis razones declararán la rectitud de mi corazón, y lo que saben mis labios, lo dirán con sinceridad. El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida. Respóndeme, si puedes; ordena tus palabras, ponte en pie. Aquí estoy, en presencia de Dios, lo mismo que tú: del barro fui yo también formado. Por eso, mi terror no te espantará ni mi mano pesará sobre ti. Ciertamente, tú has dicho a oídos míos, y yo oí la voz de tus palabras que decían: «Yo soy puro y sin defecto; soy inocente y no hay maldad en mí. Dios ha buscado reproches contra mí y me tiene por su enemigo. Ha puesto mis pies en el cepo y vigila todas mis sendas». Pues bien, en esto no has hablado con razón, y yo te respondo que Dios es mayor que el ser humano. ¿Por qué contiendes contra él, si él no da cuenta de ninguna de sus razones? Aunque lo cierto es que de una u otra manera habla Dios, pero el mortal no lo entiende. Por sueños, en visión nocturna, cuando el sueño cae sobre nosotros, cuando se duermen en el lecho; entonces se revela él al oído del ser humano y le confirma su instrucción, para separar al hombre de su obra y apartar del ser humano la soberbia, para librar su alma del sepulcro y su vida de perecer a espada. También en su cama es castigado el ser humano con fuerte dolor en sus huesos. Entonces, su vida aborrece el pan y su alma la comida suave. Su carne desfallece y desaparece de la vista, y sus huesos, que antes no se veían, se hacen ostensibles. Su alma se acerca al sepulcro y su vida a los que causan la muerte. Pero si el ser humano tiene un ángel a su lado, un mediador entre mil, para anunciarle su deber y decirle que Dios tiene de él misericordia, que lo libra de descender al sepulcro, que hay redención para él, entonces su carne será más tierna que la de un niño y volverá a los días de su juventud. Entonces, orará a Dios y recibirá su favor; Dios le permitirá ver su rostro con alegría, pues le ha devuelto su integridad. Porque él mira sobre los hombres, y si uno dice: «He pecado y he pervertido lo recto, pero de nada me ha aprovechado», Dios redimirá su alma para que no pase al sepulcro, y su vida se verá en luz. Todas estas cosas hace Dios, dos y tres veces con el ser humano, para apartar su alma del sepulcro y para iluminarlo con la luz de los vivientes. Escucha, Job, óyeme; calla, y yo hablaré. Si tienes razones, respóndeme; habla, porque yo te quiero justificar. Y si no, escúchame tú a mí; calla, y te enseñaré sabiduría.

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JOB 33:1-33 La Palabra (versión española) (BLP)

Escucha, Job, mis palabras; presta oído a lo que digo: Ya comienzo a abrir la boca; mi lengua y mi paladar empiezan a formar palabras. Hablaré con corazón sincero, mis labios dirán la pura verdad. El soplo de Dios me formó, el Todopoderoso me hizo vivir. Contéstame, si eres capaz; permanece firme frente a mí. Para Dios, yo soy como tú; modelado también con arcilla. No te voy a llenar de terror, ni pienso ensañarme contigo. Tú declaraste ante mí (yo mismo oí tus palabras): «Soy puro, sin un delito; soy inocente, sin culpa. Es Dios quien busca excusas, quien me tiene por enemigo y pone cepos a mis pies controlando todos mis pasos». Pues te digo que no tienes razón: si es más grande Dios que el ser humano, ¿por qué te atreves a acusarlo de no responder a tus razones? Dios habla de muchas formas, aunque no sepamos verlo: en sueños o visiones nocturnas, cuando cae el sopor sobre nosotros y el sueño nos invade en la cama. Abre entonces el oído a las personas e inculca en ellas sus advertencias: para impedir que cometan maldad y protegerlas del orgullo humano; para impedirles que caigan en la fosa, que su vida atraviese el Canal. Prueba al ser humano en el dolor con la agonía incesante de sus miembros, hasta que acaba detestando la comida y le repugna su manjar favorito. Puedes ver cómo su cuerpo se consume, sus huesos, antes ocultos, aparecen; su existencia se acerca a la tumba, su vida al lugar de los muertos. Pero si tiene un ángel junto a él, un mediador entre mil, que pueda defender su honradez, suplicará piedad en su favor: «Líbralo de bajar a la fosa, he encontrado quien rescate su vida». Entonces su cuerpo retoñará, volverá a sus años lozanos. Dios escuchará sus plegarias, podrá ver su rostro con alegría, pues le ha devuelto su integridad. Luego proclamará delante de todos: «Me equivoqué y pervertí el derecho, pero no me ha pagado como merecía. Me ha librado de bajar a la fosa, mi existencia está abierta a la luz». Dios suele hacer todo esto una y mil veces al ser humano, para librar su vida de la fosa e inundarlo de la luz de la vida. Escucha, Job, presta atención; calla mientras estoy hablando. Si tienes argumentos, contéstame; habla, que deseo darte la razón. Pero, si no los tienes, atiende; calla y te enseñaré sabiduría.

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JOB 33:1-33 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Por lo tanto, Job, escucha mis palabras; pon atención a lo que voy a decirte. Ya tengo en mis labios la respuesta: voy a hablar con sinceridad y a decir francamente lo que pienso. Dios, el Todopoderoso, me hizo, e infundió en mí su aliento. Respóndeme, si puedes; prepárate a hacerme frente. Tú y yo somos iguales ante Dios; yo también fui formado del barro. Así que no tienes por qué asustarte de mí, pues no te voy a imponer mi autoridad. Me parece que te he oído decir (tales son las palabras que escuché): “Yo soy puro e inocente, y no tengo falta ni pecado; pero Dios busca de qué acusarme y me trata como a su enemigo, me ha puesto cadenas en los pies y vigila cada uno de mis pasos.” Pero tal afirmación es incorrecta, pues Dios es más grande que los hombres. ¿Por qué le echas en cara que no conteste a ninguno de tus argumentos? Dios habla de muchas maneras, pero no nos damos cuenta. A veces lo hace de noche, en un sueño o una visión, cuando los hombres duermen, cuando el sueño los domina. Dios habla al oído de los hombres; los reprende y los llena de miedo, para apartarlos de sus malas obras y prevenirles contra el orgullo. Así los libra de la tumba, los salva de la muerte. Otras veces Dios corrige al hombre con enfermedades, con fuertes dolores en todo el cuerpo. Todo alimento, aun el más delicioso, le resulta entonces insoportable. La carne se le va desgastando y se le pueden ver los huesos. Su vida está al borde del sepulcro, a las puertas de la muerte. Pero si hay cerca de él un ángel, uno entre mil que hable en su favor y dé testimonio de su rectitud, que tenga compasión de él y diga a Dios: “Líbrale de la muerte, pues he encontrado su rescate”, entonces su cuerpo recobrará la salud y volverá a ser como en su juventud. Hará súplicas a Dios, y él le atenderá; con alegría verá a Dios cara a cara, y cantará a los hombres la bondad de Dios. Dirá: “Pequé, cometí injusticias, pero Dios no quiso castigarme; por el contrario, me salvó de la muerte y todavía puedo ver la luz.” Así trata Dios al hombre una y otra vez: le salva de la muerte, le deja seguir viendo la luz. Escúchame, Job, con atención; guarda silencio mientras hablo. Si tienes algo que decir, respóndeme; si tienes razón, lo admitiré con gusto; pero si no, escúchame en silencio y yo te enseñaré a ser sabio.

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JOB 33:1-33 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

»Te ruego, Job, que escuches mis palabras, que prestes atención a todo lo que digo. Estoy a punto de abrir la boca, y voy a hablar hasta por los codos. Mis palabras salen de un corazón honrado; mis labios dan su opinión sincera. El Espíritu de Dios me ha creado; me infunde vida el hálito del Todopoderoso. Contéstame si puedes; prepárate y hazme frente. Ante Dios, tú y yo somos iguales; también yo fui tomado de la tierra. No debieras alarmarte ni temerme, ni debiera pesar mi mano sobre ti. »Pero me parece haber oído que decías (al menos, eso fue lo que escuché): “Soy inocente. No tengo pecado. Estoy limpio y libre de culpa. Sin embargo, Dios me ha encontrado faltas; me considera su enemigo. Me ha sujetado los pies con cadenas y vigila todos mis pasos”. »Pero déjame decirte que estás equivocado, pues Dios es más grande que los mortales. ¿Por qué le echas en cara que no responda a todas tus preguntas? Dios nos habla una y otra vez, aunque no lo percibamos. Algunas veces en sueños, otras veces en visiones nocturnas, cuando caemos en un sopor profundo, o cuando dormitamos en el lecho, él nos habla al oído y nos aterra con sus advertencias, para apartarnos de hacer lo malo y alejarnos de la soberbia; para librarnos de caer en el sepulcro y de cruzar el umbral de la muerte. A veces nos castiga con el lecho del dolor, con frecuentes dolencias en los huesos. Nuestro ser encuentra repugnante la comida; el mejor manjar nos parece aborrecible. Nuestra carne va perdiéndose en la nada, hasta se nos pueden contar los huesos. Nuestra vida va acercándose al sepulcro, se acerca a los heraldos de la muerte. »Mas si un ángel, uno entre mil, aboga por el hombre y sale en su favor, y da constancia de su rectitud; si tiene compasión de él y le ruega a Dios: “Sálvalo de caer en la tumba, que ya tengo su rescate”, entonces el hombre rejuvenece; ¡vuelve a ser como cuando era niño! Orará a Dios, y él recibirá su favor; verá su rostro y gritará de alegría, y Dios lo hará volver a su estado de inocencia. El hombre reconocerá públicamente: “He pecado, he pervertido la justicia, pero no recibí mi merecido. Dios me libró de caer en la tumba; ¡estoy vivo y disfruto de la luz!” »Todo esto Dios lo hace una, dos y hasta tres veces, para salvarnos de la muerte, para que la luz de la vida nos alumbre. »Préstame atención, Job, escúchame; guarda silencio, que quiero hablar. Si tienes algo que decir, respóndeme; habla, pues quisiera darte la razón. De lo contrario, escúchame en silencio y yo te impartiré sabiduría».

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