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JUAN 1:29-51

JUAN 1:29-51 Reina Valera 2020 (RV2020)

Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: —¡Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! A él me refería yo cuando dije: «Viene después de mí uno, que es superior a mí; porque ya existía antes que yo». Ni yo mismo lo conocía, pero por eso vine bautizando con agua: para que él tenga ocasión de darse a conocer a Israel. Juan continuó dando testimonio: —Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma y permaneció sobre él. Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «El que bautiza con el Espíritu Santo es aquel sobre quien veas que desciende el Espíritu y que sobre él permanece». Yo lo he visto y testifico que este es el Hijo de Dios. Al día siguiente, Juan estaba de nuevo allí con dos de sus discípulos y, mirando fijamente a Jesús que pasaba por allí, dijo: «¡Mirad el Cordero de Dios!». Los dos discípulos, que se lo oyeron decir, siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús y ver que le seguían, les preguntó: —¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: —Rabí (que traducido significa «maestro»), ¿dónde vives? Les dijo: —Venid a verlo. Ellos fueron, y vieron dónde vivía, y se quedaron con él aquel día, porque ya eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos discípulos que habían oído a Juan y que habían seguido a Jesús. Andrés encontró primero a su hermano Simón, y le dijo: —Hemos hallado al Mesías (que traducido significa «el Ungido »). Andrés le llevó a donde estaba Jesús y Jesús le miró y dijo: —Tú eres Simón, hijo de Jonás. En adelante te llamarás Cefas (que traducido significa «piedra»). Al día siguiente Jesús quiso ir a Galilea y encontró a Felipe y le dijo: —Sígueme. Felipe, que era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro, se encontró a Natanael y le dijo: —Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley y del que también hablaron los profetas: a Jesús, hijo de José y natural de Nazaret. Natanael le preguntó: —¿De Nazaret puede salir algo bueno? Respondió Felipe: —Ven y ve. Cuando Jesús vio acercarse a Natanael, dijo de él: —¡Aquí tenéis a un verdadero israelita en quien no hay engaño! Le dijo Natanael: —¿De dónde me conoces? Jesús le respondió: —Te vi antes de que Felipe te llamara: cuando estabas debajo de la higuera. Natanael exclamó: —¡Rabí, tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! Le respondió Jesús: —¿Crees porque te dije: «Te vi debajo de la higuera»? Cosas mayores que estas verás. Y agregó: —Os aseguro que de aquí en adelante veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre.

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JUAN 1:29-51 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Al día siguiente Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: «¡Aquí tenéis al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! De este hablaba yo cuando dije: “Detrás de mí viene un hombre que es superior a mí, porque existía antes que yo”. Yo ni siquiera lo conocía, pero, para que él se revelara al pueblo de Israel, vine bautizando con agua». Juan declaró: «Vi al Espíritu descender del cielo como una paloma y permanecer sobre él. Yo mismo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas que el Espíritu desciende y permanece es el que bautiza con el Espíritu Santo”. Yo lo he visto y por eso testifico que este es el Hijo de Dios». Al día siguiente Juan estaba de nuevo allí, con dos de sus discípulos. Al ver a Jesús que pasaba por ahí, dijo: ―¡Aquí tenéis al Cordero de Dios! Cuando los dos discípulos le oyeron decir esto, siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó: ―¿Qué buscáis? ―Rabí, ¿dónde te hospedas? (Rabí significa: Maestro). ―Venid a ver —les contestó Jesús. Ellos fueron, pues, y vieron dónde se hospedaba, y aquel mismo día se quedaron con él. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que, al oír a Juan, habían seguido a Jesús. Andrés encontró primero a su hermano Simón, y le dijo: ―Hemos encontrado al Mesías (es decir, el Cristo). Luego lo llevó a Jesús, quien, mirándolo fijamente, le dijo: ―Tú eres Simón, hijo de Juan. Serás llamado Cefas (es decir, Pedro). Al día siguiente, Jesús decidió salir hacia Galilea. Se encontró con Felipe, y lo llamó: ―Sígueme. Felipe era del pueblo de Betsaida, lo mismo que Andrés y Pedro. Felipe buscó a Natanael y le dijo: ―Hemos encontrado a Jesús de Nazaret, el hijo de José, aquel de quien escribió Moisés en la ley, y de quien escribieron los profetas. ―¡De Nazaret! —replicó Natanael—. ¿Acaso de allí puede salir algo bueno? ―Ven a ver —le contestó Felipe. Cuando Jesús vio que Natanael se le acercaba, comentó: ―Aquí tenéis un verdadero israelita, en quien no hay falsedad. ―¿De qué me conoces? —le preguntó Natanael. ―Antes de que Felipe te llamara, cuando aún estabas bajo la higuera, ya te había visto. ―Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! —declaró Natanael. ―¿Lo crees porque te dije que te vi cuando estabas debajo de la higuera? ¡Vas a ver aun cosas más grandes que estas! Y añadió: ―Ciertamente os aseguro que veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.

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JUAN 1:29-51 La Palabra (versión española) (BLP)

Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: —Ahí tenéis al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. A él me refería yo cuando dije: «Después de mí viene uno que es superior a mí, porque él ya existía antes que yo». Ni yo mismo sabía quién era, pero Dios me encomendó bautizar con agua precisamente para que él tenga ocasión de darse a conocer a Israel. Y Juan prosiguió su testimonio diciendo: —He visto que el Espíritu bajaba del cielo como una paloma y permanecía sobre él. Ni yo mismo sabía quién era, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y permanece sobre él, ese es quien ha de bautizar con Espíritu Santo». Y, puesto que yo lo he visto, testifico que este es el Hijo de Dios. Al día siguiente, de nuevo estaba Juan con dos de sus discípulos y, al ver a Jesús que pasaba por allí, dijo: —Ahí tenéis al Cordero de Dios. Los dos discípulos, que se lo oyeron decir, fueron en pos de Jesús, quien al ver que lo seguían, les preguntó: —¿Qué buscáis? Ellos contestaron: —Rabí (que significa «Maestro»), ¿dónde vives? Él les respondió: —Venid a verlo. Se fueron, pues, con él, vieron dónde vivía y pasaron con él el resto de aquel día. Eran como las cuatro de la tarde. Uno de los dos que habían escuchado a Juan y habían seguido a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Lo primero que hizo Andrés fue ir en busca de su hermano Simón para decirle: —Hemos hallado al Mesías (palabra que quiere decir «Cristo»). Y se lo presentó a Jesús, quien, fijando en él la mirada, le dijo: —Tú eres Simón, hijo de Juan; en adelante te llamarás Cefas (es decir, Pedro). Al día siguiente, Jesús decidió partir para Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: —Sígueme. Felipe, que era de Betsaida, el pueblo de Andrés y Pedro, se encontró con Natanael y le dijo: —Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en el Libro de la Ley y del que hablaron también los profetas: Jesús, hijo de José y natural de Nazaret. Natanael exclamó: —¿Es que puede salir algo bueno de Nazaret? Felipe le contestó: —Ven y verás. Al ver Jesús que Natanael venía a su encuentro, comentó: —Ahí tenéis a un verdadero israelita en quien no cabe falsedad. Natanael le preguntó: —¿De qué me conoces? Jesús respondió: —Antes que Felipe te llamara, ya te había visto yo cuando estabas debajo de la higuera. Natanael exclamó: —Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel. Jesús le dijo: —¿Te basta para creer el haberte dicho que te vi debajo de la higuera? ¡Cosas mucho más grandes has de ver! Y añadió: —Os aseguro que veréis cómo se abren los cielos y los ángeles de Dios suben y bajan sobre el Hijo del hombre.

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JUAN 1:29-51 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: “¡Mirad, ese es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! A él me refería yo cuando dije: ‘Después de mí viene uno que es más importante que yo, porque existía antes que yo.’ Yo mismo no sabía quién era él, pero he venido bautizando con agua precisamente para que el pueblo de Israel le conozca.” Juan también declaró: “He visto al Espíritu Santo bajar del cielo como una paloma, y reposar sobre él. Yo aún no sabía quién era él, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y reposa, es el que bautiza con Espíritu Santo.’ Yo ya le he visto, y soy testigo de que es el Hijo de Dios.” Al día siguiente, Juan estaba allí otra vez con dos de sus seguidores. Cuando vio pasar a Jesús dijo: –¡Mirad, ese es el Cordero de Dios! Los dos seguidores de Juan le oyeron decir esto y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que le seguían, les preguntó: –¿Qué estáis buscando? Ellos dijeron: –Maestro, ¿dónde vives? Jesús les contestó: –Venid a verlo. Fueron, pues, y vieron dónde vivía; y pasaron con él el resto del día, porque ya eran como las cuatro de la tarde. Uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús, era Andrés, hermano de Simón Pedro. Lo primero que hizo Andrés fue buscar a su hermano Simón. Le dijo: –Hemos encontrado al Mesías (que significa: Cristo). Luego Andrés llevó a Simón a donde estaba Jesús, y cuando Jesús le vio, dijo: –Tú eres Simón, hijo de Juan, pero serás llamado Cefas (que significa: Pedro). Al día siguiente, Jesús decidió ir a la región de Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: –Sígueme. Felipe era del pueblo de Betsaida, de donde también eran Andrés y Pedro. Felipe fue a buscar a Natanael y le dijo: –Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en los libros de la ley, y de quien también escribieron los profetas. Es Jesús, el hijo de José, el de Nazaret. Preguntó Natanael: –¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? Felipe le contestó: –Ven y compruébalo. Cuando Jesús vio acercarse a Natanael, dijo: –Aquí viene un verdadero israelita, en quien no hay engaño. Natanael le preguntó: –¿De qué me conoces? Jesús le respondió: –Te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera. Natanael le dijo: –Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel! Jesús le contestó: –¿Me crees solamente por haberte dicho que te vi debajo de la higuera? ¡Pues cosas más grandes que estas verás! Y añadió: –Os aseguro que veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.

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