JUAN 1:19-36
JUAN 1:19-36 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Este es el testimonio de Juan cuando los judíos de Jerusalén enviaron sacerdotes y levitas a preguntarle quién era. No se negó a declararlo, sino que confesó con franqueza: ―Yo no soy el Cristo. ―¿Quién eres entonces? —le preguntaron—. ¿Acaso eres Elías? ―No lo soy. ―¿Eres el profeta? ―No lo soy. ―¿Entonces quién eres? ¡Tenemos que llevar una respuesta a los que nos enviaron! ¿Qué dices de ti mismo? ―Yo soy la voz del que grita en el desierto: “Enderezad el camino del Señor” —respondió Juan, con las palabras del profeta Isaías. Algunos que habían sido enviados por los fariseos lo interrogaron: ―Pues, si no eres el Cristo ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas? ―Yo bautizo con agua, pero entre vosotros hay alguien a quien no conocéis, y que viene detrás de mí, al cual yo no soy digno ni siquiera de desatarle la correa de las sandalias. Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del río Jordán, donde Juan estaba bautizando. Al día siguiente Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: «¡Aquí tenéis al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! De este hablaba yo cuando dije: “Detrás de mí viene un hombre que es superior a mí, porque existía antes que yo”. Yo ni siquiera lo conocía, pero, para que él se revelara al pueblo de Israel, vine bautizando con agua». Juan declaró: «Vi al Espíritu descender del cielo como una paloma y permanecer sobre él. Yo mismo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas que el Espíritu desciende y permanece es el que bautiza con el Espíritu Santo”. Yo lo he visto y por eso testifico que este es el Hijo de Dios». Al día siguiente Juan estaba de nuevo allí, con dos de sus discípulos. Al ver a Jesús que pasaba por ahí, dijo: ―¡Aquí tenéis al Cordero de Dios!
JUAN 1:19-36 La Palabra (versión española) (BLP)
Los judíos de Jerusalén enviaron una comisión de sacerdotes y levitas para preguntar a Juan quién era él. Y este fue su testimonio, un testimonio tajante y sin reservas: —Yo no soy el Mesías. Ellos le preguntaron: —Entonces, ¿qué? ¿Eres acaso Elías? Juan respondió: —Tampoco soy Elías. —¿Eres, entonces, el profeta que esperamos? Contestó: —No. Ellos le insistieron: —Pues, ¿quién eres? Debemos dar una respuesta a los que nos han enviado. Dinos algo sobre ti. Juan, aplicándose las palabras del profeta Isaías, contestó: —Yo soy la voz del que proclama en el desierto: «¡Allanad el camino del Señor!». Los miembros de la comisión, que eran fariseos, lo interpelaron diciendo: —Si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta esperado, ¿qué títulos tienes para bautizar? Juan les respondió: —Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros hay uno a quien no conocéis; uno que viene después de mí, aunque yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de su calzado. Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando. Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: —Ahí tenéis al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. A él me refería yo cuando dije: «Después de mí viene uno que es superior a mí, porque él ya existía antes que yo». Ni yo mismo sabía quién era, pero Dios me encomendó bautizar con agua precisamente para que él tenga ocasión de darse a conocer a Israel. Y Juan prosiguió su testimonio diciendo: —He visto que el Espíritu bajaba del cielo como una paloma y permanecía sobre él. Ni yo mismo sabía quién era, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y permanece sobre él, ese es quien ha de bautizar con Espíritu Santo». Y, puesto que yo lo he visto, testifico que este es el Hijo de Dios. Al día siguiente, de nuevo estaba Juan con dos de sus discípulos y, al ver a Jesús que pasaba por allí, dijo: —Ahí tenéis al Cordero de Dios.
JUAN 1:19-36 Reina Valera 2020 (RV2020)
Este es el testimonio de Juan, manifestado cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle quién era. Él confesó y no negó. Confesó: —Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: —¿Entonces quién eres? ¿Eres Elías? Respondió: —No lo soy. —¿Eres el profeta? —No. Ellos insistieron: —¿Entonces quién eres? Tenemos que dar respuesta a quienes nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Respondió: —Yo soy, como dijo el profeta Isaías, la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor . Los enviados pertenecían a los fariseos y le preguntaron: —¿Por qué, pues, bautizas si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta? Juan les respondió: —Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis, el que viene después de mí y que es antes de mí, del cual no soy digno de desatar la correa de su calzado. Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando. Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: —¡Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! A él me refería yo cuando dije: «Viene después de mí uno, que es superior a mí; porque ya existía antes que yo». Ni yo mismo lo conocía, pero por eso vine bautizando con agua: para que él tenga ocasión de darse a conocer a Israel. Juan continuó dando testimonio: —Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma y permaneció sobre él. Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «El que bautiza con el Espíritu Santo es aquel sobre quien veas que desciende el Espíritu y que sobre él permanece». Yo lo he visto y testifico que este es el Hijo de Dios. Al día siguiente, Juan estaba de nuevo allí con dos de sus discípulos y, mirando fijamente a Jesús que pasaba por allí, dijo: «¡Mirad el Cordero de Dios!».
JUAN 1:19-36 La Palabra (versión española) (BLP)
Los judíos de Jerusalén enviaron una comisión de sacerdotes y levitas para preguntar a Juan quién era él. Y este fue su testimonio, un testimonio tajante y sin reservas: —Yo no soy el Mesías. Ellos le preguntaron: —Entonces, ¿qué? ¿Eres acaso Elías? Juan respondió: —Tampoco soy Elías. —¿Eres, entonces, el profeta que esperamos? Contestó: —No. Ellos le insistieron: —Pues, ¿quién eres? Debemos dar una respuesta a los que nos han enviado. Dinos algo sobre ti. Juan, aplicándose las palabras del profeta Isaías, contestó: —Yo soy la voz del que proclama en el desierto: «¡Allanad el camino del Señor!». Los miembros de la comisión, que eran fariseos, lo interpelaron diciendo: —Si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta esperado, ¿qué títulos tienes para bautizar? Juan les respondió: —Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros hay uno a quien no conocéis; uno que viene después de mí, aunque yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de su calzado. Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando. Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: —Ahí tenéis al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. A él me refería yo cuando dije: «Después de mí viene uno que es superior a mí, porque él ya existía antes que yo». Ni yo mismo sabía quién era, pero Dios me encomendó bautizar con agua precisamente para que él tenga ocasión de darse a conocer a Israel. Y Juan prosiguió su testimonio diciendo: —He visto que el Espíritu bajaba del cielo como una paloma y permanecía sobre él. Ni yo mismo sabía quién era, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y permanece sobre él, ese es quien ha de bautizar con Espíritu Santo». Y, puesto que yo lo he visto, testifico que este es el Hijo de Dios. Al día siguiente, de nuevo estaba Juan con dos de sus discípulos y, al ver a Jesús que pasaba por allí, dijo: —Ahí tenéis al Cordero de Dios.
JUAN 1:19-36 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Los judíos de Jerusalén enviaron sacerdotes y levitas a Juan, a preguntarle quién era. Y él confesó claramente: –Yo no soy el Mesías. Le volvieron a preguntar: –¿Quién eres, pues? ¿El profeta Elías? Juan dijo: –No lo soy. Ellos insistieron: –Entonces, ¿eres el profeta que había de venir? Contestó: –No. Le dijeron: –¿Quién eres, pues? Tenemos que llevar una respuesta a los que nos han enviado. ¿Qué puedes decirnos acerca de ti mismo? Juan les contestó: –Yo soy, como dijo el profeta Isaías, ‘Una voz que grita en el desierto: ¡Abrid un camino recto para el Señor!’ Los que habían sido enviados por los fariseos a hablar con Juan, le preguntaron: –Pues si no eres el Mesías ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas? Juan les contestó: –Yo bautizo con agua, pero entre vosotros hay uno que no conocéis: ese es el que viene después de mí. Yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias. Todo esto sucedió en el lugar llamado Betania, al oriente del río Jordán, donde Juan estaba bautizando. Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: “¡Mirad, ese es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! A él me refería yo cuando dije: ‘Después de mí viene uno que es más importante que yo, porque existía antes que yo.’ Yo mismo no sabía quién era él, pero he venido bautizando con agua precisamente para que el pueblo de Israel le conozca.” Juan también declaró: “He visto al Espíritu Santo bajar del cielo como una paloma, y reposar sobre él. Yo aún no sabía quién era él, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y reposa, es el que bautiza con Espíritu Santo.’ Yo ya le he visto, y soy testigo de que es el Hijo de Dios.” Al día siguiente, Juan estaba allí otra vez con dos de sus seguidores. Cuando vio pasar a Jesús dijo: –¡Mirad, ese es el Cordero de Dios!
JUAN 1:19-36 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Este es el testimonio de Juan cuando los judíos de Jerusalén enviaron sacerdotes y levitas a preguntarle quién era. No se negó a declararlo, sino que confesó con franqueza: ―Yo no soy el Cristo. ―¿Quién eres entonces? —le preguntaron—. ¿Acaso eres Elías? ―No lo soy. ―¿Eres el profeta? ―No lo soy. ―¿Entonces quién eres? ¡Tenemos que llevar una respuesta a los que nos enviaron! ¿Qué dices de ti mismo? ―Yo soy la voz del que grita en el desierto: “Enderezad el camino del Señor” —respondió Juan, con las palabras del profeta Isaías. Algunos que habían sido enviados por los fariseos lo interrogaron: ―Pues, si no eres el Cristo ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas? ―Yo bautizo con agua, pero entre vosotros hay alguien a quien no conocéis, y que viene detrás de mí, al cual yo no soy digno ni siquiera de desatarle la correa de las sandalias. Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del río Jordán, donde Juan estaba bautizando. Al día siguiente Juan vio a Jesús que se acercaba a él, y dijo: «¡Aquí tenéis al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! De este hablaba yo cuando dije: “Detrás de mí viene un hombre que es superior a mí, porque existía antes que yo”. Yo ni siquiera lo conocía, pero, para que él se revelara al pueblo de Israel, vine bautizando con agua». Juan declaró: «Vi al Espíritu descender del cielo como una paloma y permanecer sobre él. Yo mismo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas que el Espíritu desciende y permanece es el que bautiza con el Espíritu Santo”. Yo lo he visto y por eso testifico que este es el Hijo de Dios». Al día siguiente Juan estaba de nuevo allí, con dos de sus discípulos. Al ver a Jesús que pasaba por ahí, dijo: ―¡Aquí tenéis al Cordero de Dios!