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JEREMÍAS 36:1-26

JEREMÍAS 36:1-26 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Esta palabra del SEÑOR vino a Jeremías en el año cuarto del rey Joacim hijo de Josías: «Toma un rollo y escribe en él todas las palabras que desde los tiempos de Josías, desde que comencé a hablarte hasta ahora, te he dicho acerca de Israel, de Judá y de las otras naciones. Cuando los de Judá se enteren de todas las calamidades que pienso enviar contra ellos, tal vez abandonen su mal camino y pueda yo perdonarles su iniquidad y su pecado». Jeremías llamó a Baruc hijo de Nerías y, mientras le dictaba, Baruc escribía en el rollo todo lo que el SEÑOR había dicho al profeta. Luego Jeremías le dio esta orden a Baruc: «Estoy detenido y no puedo ir a la casa del SEÑOR. Por tanto, ve a la casa del SEÑOR en el día de ayuno, y lee en voz alta ante el pueblo de Jerusalén las palabras del SEÑOR que te he dictado y que escribiste en el rollo. Léeselas también a toda la gente de Judá que haya venido de sus ciudades. ¡A lo mejor su oración llega a la presencia del SEÑOR y cada uno se convierte de su mal camino! ¡Ciertamente son terribles la ira y el furor con que el SEÑOR ha amenazado a este pueblo!» Baruc hijo de Nerías hizo tal y como le había ordenado el profeta Jeremías: Leyó en la casa del SEÑOR las palabras contenidas en el rollo. En el mes noveno del año quinto de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, todo el pueblo de Jerusalén y todos los que habían venido de las otras ciudades de Judá fueron convocados a ayunar en honor del SEÑOR. Baruc se dirigió al atrio superior de la casa del SEÑOR, a la entrada de la Puerta Nueva, y desde la sala de Guemarías hijo de Safán, el cronista, leyó ante todo el pueblo el rollo que contenía las palabras de Jeremías. Micaías hijo de Guemarías, nieto de Safán, escuchó todas las palabras del SEÑOR que estaban escritas en el rollo. Entonces bajó al palacio del rey, a la sala del cronista, donde estaban reunidos todos los jefes, es decir, el cronista Elisama, Delaías hijo de Semaías, Elnatán hijo de Acbor, Guemarías hijo de Safán, Sedequías hijo de Ananías, y todos los demás jefes. Micaías les contó todo lo que había escuchado de lo que Baruc había leído ante el pueblo. Entonces todos los jefes enviaron a Yehudi hijo de Netanías, nieto de Selemías y bisnieto de Cusí, para que le dijera a Baruc: «Toma el rollo que has leído ante el pueblo, y ven». Baruc hijo de Nerías lo tomó y se presentó ante ellos. Los jefes le dijeron: ―Siéntate y léenos lo que está en el rollo. Baruc lo leyó ante ellos. Terminada la lectura, se miraron temerosos unos a otros y le dijeron: ―Tenemos que informar de todo esto al rey. Luego le preguntaron a Baruc: ―Dinos, ¿por qué escribiste todo esto? ¿Te lo dictó Jeremías? ―Sí —les respondió Baruc—, él me lo dictó, y yo lo escribí con tinta, en el rollo. Entonces los jefes le dijeron a Baruc: ―Tú y Jeremías, id a esconderos. ¡Que nadie sepa donde estáis! Después de dejar el rollo en la sala del cronista Elisama, los jefes se presentaron en el atrio, delante del rey, y lo pusieron al tanto de todo lo ocurrido. El rey envió a Yehudi a buscar el rollo, y Yehudi lo tomó de la sala de Elisama y lo leyó en presencia del rey y de todos los jefes que estaban con él. Era el mes noveno, y por eso el rey estaba en su casa de invierno, sentado junto a un brasero encendido. A medida que Yehudi terminaba de leer tres o cuatro columnas, el rey las cortaba con un estilete de escriba y las echaba al fuego del brasero. Así lo hizo con todo el rollo, hasta que este se consumió en el fuego. Ni el rey ni los jefes que escucharon todas estas palabras tuvieron temor ni se rasgaron las vestiduras. Esto sucedió a pesar de que Elnatán, Delaías y Guemarías le habían suplicado al rey que no quemara el rollo; pero el rey no les hizo caso. Por el contrario, mandó a Jeramel, su hijo, a Seraías hijo de Azriel, y a Selemías hijo de Abdel que arrestaran al escriba Baruc y al profeta Jeremías. Pero el SEÑOR los había escondido.

JEREMÍAS 36:1-26 Reina Valera 2020 (RV2020)

Aconteció en el cuarto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, que vino esta palabra del Señor a Jeremías: —Toma un rollo en blanco y escribe en él todas las palabras que te he hablado contra Israel, contra Judá y contra todas las naciones, desde el día en que comencé a hablarte, desde los días de Josías hasta hoy. Quizá oiga la casa de Judá todo el mal que yo pienso hacerles, para que se arrepienta cada uno de su mal camino. Entonces, yo perdonaré su maldad y su pecado. Llamó Jeremías a Baruc hijo de Nerías, y escribió Baruc en un rollo en blanco, dictadas por Jeremías, todas las palabras que el Señor le había hablado. Después, mandó Jeremías a Baruc: —A mí se me ha prohibido entrar en la casa del Señor. Entra tú, pues, y de este rollo que escribiste dictado por mí, lee las palabras del Señor a los oídos del pueblo en la casa del Señor, el día del ayuno. Y las leerás también a oídos de todos los de Judá que vienen de sus ciudades. Quizá llegue la oración de ellos a la presencia del Señor, y se vuelva cada uno de su mal camino; porque grande es el furor y la ira que ha expresado el Señor contra este pueblo. Y Baruc hijo de Nerías hizo conforme a todas las cosas que le mandó el profeta Jeremías, pues leyó del libro las palabras del Señor en la casa del Señor. Aconteció en el año quinto de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, en el mes noveno, que en la presencia del Señor promulgaron ayuno a todo el pueblo de Jerusalén y a todo el pueblo que venía de las ciudades de Judá a Jerusalén. Y Baruc leyó del libro las palabras de Jeremías en la casa del Señor, en el aposento de Gemarías hijo de Safán, escriba, en el atrio de arriba, a la entrada de la puerta nueva de la casa del Señor, a oídos del pueblo. Micaías hijo de Gemarías hijo de Safán, después de haber oído del libro todas las palabras del Señor, descendió al palacio real, al aposento del secretario, y encontró que todos los jefes estaban allí sentados: Elisama, el secretario, Delaía hijo de Semaías, Elnatán hijo de Acbor, Gemarías hijo de Safán, Sedequías hijo de Ananías, y todos los demás jefes. Y les contó Micaías todas las palabras que había oído cuando Baruc leyó del libro a oídos del pueblo. Entonces, enviaron todos los jefes a Jehudí hijo de Netanías hijo de Selemías, hijo de Cusi, a decirle a Baruc: «Toma el rollo en el que leíste a oídos del pueblo, y ven». Y Baruc hijo de Nerías tomó el rollo en su mano y fue a ellos. Le dijeron: —Siéntate ahora y léenoslo a nosotros. Y Baruc se lo leyó. Cuando oyeron todas aquellas palabras, cada uno se volvió espantado a su compañero, y dijeron a Baruc: —¡Sin duda, le contaremos al rey todas estas palabras! Preguntaron luego a Baruc: —Cuéntanos ahora cómo escribiste de boca de Jeremías todas estas palabras. Baruc les dijo: —Él me dictaba en voz alta todas estas palabras y yo las escribía con tinta en el libro. Entonces, dijeron los príncipes a Baruc: —Vete, y escondeos tú y Jeremías, y que nadie sepa dónde estáis. Entraron luego a donde estaba el rey, al atrio, una vez que depositaron el rollo en el aposento de Elisama, el secretario; y contaron a oídos del rey todas estas palabras. Envió el rey a Jehudí a que tomara el rollo, y él lo tomó del aposento de Elisama, el secretario. Y leyó Jehudí del rollo a oídos del rey y a oídos de todos los jefes que se hallaban junto al rey. Estaba entonces el rey en la casa de invierno, en el mes noveno, y había un brasero encendido delante de él. Y cuando Jehudí había leído tres o cuatro planas, el rey las rasgaba con un cortaplumas de escriba y las arrojaba al fuego que había en el brasero. Así hasta que todo el rollo se consumió en el fuego del brasero. No tuvieron temor ni rasgaron sus vestidos, ni el rey ni ninguno de sus siervos que oyeron todas estas palabras. Y aunque Elnatán, Delaía y Gemarías rogaron al rey que no quemara aquel rollo, no los quiso escuchar. También mandó el rey a Jerameel hijo de Hamelec, a Seraías hijo de Azriel y a Selemías hijo de Abdeel, que apresaran a Baruc, el escriba, y al profeta Jeremías. Pero el Señor los escondió.

JEREMÍAS 36:1-26 La Palabra (versión española) (BLP)

El año cuarto de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, recibió Jeremías la palabra de parte del Señor en estos términos: —Toma un rollo y escribe en él todo lo que te he dicho relativo a Israel, a Judá y a todas las naciones, desde que empecé a hablarte en tiempos de Josías hasta hoy. Quizá escuche Judá todas las desgracias que he pensado enviarles, de modo que cada cual abandone su mala conducta y yo les perdone sus culpas y pecados. Jeremías llamó a Baruc, hijo de Nerías, quien escribió en el rollo todas las palabras del Señor que le dictaba Jeremías. Después Jeremías le ordenó a Baruc: —Como estoy preso, no puedo ir al Templo del Señor. Así que vete tú y lee en el rollo las palabras del Señor que te he dictado. Las lees en presencia de la gente que esté celebrando una jornada de ayuno en el Templo del Señor y de la que haya venido de las ciudades de Judá. Tal vez así lleguen sus súplicas ante el Señor y abandone cada cual su mala conducta, porque son enormes la ira y la cólera con las que ha hablado el Señor a este pueblo. Baruc, hijo de Nerías, hizo lo que el profeta Jeremías le había mandado: leyó en el Templo del Señor las palabras escritas en el libro. El año quinto de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, el noveno mes, se proclamó un ayuno ante el Señor para la población de Jerusalén y la gente que había acudido a la capital desde las ciudades de Judá. Una vez en el Templo, Baruc leyó en el libro las palabras de Jeremías, desde la sala de Guemarías, hijo del canciller Safán, en el patio superior, a la entrada de la Puerta Nueva del Templo, en presencia de toda la gente. Miqueas, hijo de Guemarías y nieto de Safán, oyó todas las palabras del Señor que habían sido leídas. Entonces bajó al palacio real, a la sala del canciller, y encontró allí reunidos a los dignatarios: al canciller Elisamá, a Delaías, hijo de Semaías; a Elnatán, hijo de Acbor; a Guemarías, hijo de Safán; a Sedecías, hijo de Jananías, y al resto de dignatarios. Miqueas les transmitió todas las palabras que había oído leer a Baruc en presencia del pueblo. Entonces los dignatarios enviaron donde Baruc a Jehudí, hijo de Netanías, y a Selemías, hijo de Cusí, con este mensaje para Baruc: «Toma el rollo que has leído en presencia del pueblo y tráenoslo personalmente». Baruc, hijo de Nerías, les llevó el rollo. Ellos le dijeron: —Siéntate y léelo ante nosotros. Y Baruc lo leyó ante ellos. Cuando oyeron el texto que contenía, se asustaron y decidieron que tenían que comunicar todo aquello al rey. Le preguntaron a Baruc: —Dinos cómo has escrito este texto. Baruc les respondió: —Él me suele dictar todo y yo lo escribo en el libro. Dijeron los dignatarios a Baruc: —Vete y ocúltate junto con Jeremías, y que nadie sepa dónde estáis. Después acudieron al rey, por el patio interior, tras haber guardado el rollo en la sala de Elisamá, el canciller, y contaron al rey todo lo sucedido. El rey mandó a Jehudí en busca del rollo. Lo trajo de la sala del canciller Elisamá y lo leyó ante el rey y todos los dignatarios que se ponían junto al rey. Como era el mes noveno, el rey estaba en la residencia de invierno, y tenía delante un brasero encendido. Cada vez que Jehudí leía tres o cuatro columnas del rollo, el rey hacía un corte con el cortaplumas del canciller y tiraba al brasero la parte ya leída, hasta que todo el rollo acabó en el fuego del brasero. Pero el rey y los ministros que escuchaban aquel texto ni se asustaron ni rasgaron sus vestiduras. Elnatán, Delaías y Guemarías habían insistido al rey pidiéndole que no quemara el rollo, pero no les había hecho caso. Después el rey mandó a Jerajmeel, príncipe real, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdeel, con la orden de arrestar al secretario Baruc y al profeta Jeremías. Pero el Señor los ocultó.

JEREMÍAS 36:1-26 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

El año cuarto del gobierno de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, el Señor se dirigió a Jeremías y le dijo: “Toma un rollo de escribir y escribe en él todo lo que te he dicho acerca de Israel, de Judá y de las demás naciones, desde que comencé a hablarte en tiempos de Josías hasta ahora. Quizá cuando los de Judá sepan de todas las calamidades que pienso enviarles, dejarán su mala conducta y yo les perdonaré sus maldades y pecados.” Jeremías llamó a Baruc, hijo de Nerías, y le dictó todo lo que el Señor le había dicho, y Baruc lo escribió en un rollo. Luego Jeremías dio a Baruc las siguientes instrucciones: “Mira, la situación en que me encuentro me impide ir al templo del Señor. Por lo tanto, ve tú el próximo día de ayuno y lee el rollo que yo te dicté y que tú escribiste, para que el pueblo y todos los habitantes de las ciudades de Judá que hayan venido aquí, oigan el mensaje del Señor. Quizá dirijan al Señor sus ruegos y dejen todos su mala conducta, porque la ira y el furor con que el Señor ha amenazado a este pueblo son terribles.” Baruc hizo todo lo que el profeta Jeremías le había ordenado: fue al templo y leyó en el rollo el mensaje del Señor. El noveno mes del año quinto del gobierno de Joaquim, hijo de Josías, rey de Judá, se dispuso que, tanto los habitantes de Jerusalén como los que habían venido de otras ciudades de Judá, ayunaran ante el Señor. Baruc fue al atrio superior del templo, a la entrada de la puerta Nueva, y desde la cámara de Guemarías, hijo de Safán el cronista, leyó a todo el pueblo el rollo donde estaban las palabras de Jeremías. Micaías, hijo de Guemarías y nieto de Safán, oyó todo el mensaje del Señor que Baruc leyó en el rollo, y fue al palacio real, a la cámara del cronista, donde estaban reunidos todos los altos funcionarios: Elisamá, el cronista; Delaías, hijo de Semaías; Elnatán, hijo de Acbor; Guemarías, hijo de Safán; Sedequías, hijo de Hananías, y otros funcionarios. Micaías les contó todo lo que había oído cuando Baruc leyó en el rollo delante del pueblo. Los funcionarios enviaron a Jehudí, que era hijo de Netanías, nieto de Selemías y bisnieto de Cusí, a decirle a Baruc que les llevara el rollo que había leído delante del pueblo. Baruc tomó entonces el rollo y se presentó ante ellos, y ellos le dijeron: –Siéntate y léenos el rollo. Baruc se lo leyó, y tan pronto como lo oyeron, llenos de miedo se volvieron unos a otros y dijeron: –Tenemos que informar de todo esto al rey. Luego dijeron a Baruc: –Cuéntanos cómo escribiste todo esto. Baruc respondió: –Jeremías personalmente me lo dictó todo, y yo lo escribí con tinta en el rollo. Entonces dijeron a Baruc: –¡Pues tú y Jeremías id a esconderos, y que nadie sepa dónde estáis! Los altos funcionarios dejaron el rollo en la cámara de Elisamá, el cronista, y fueron al palacio a informar de todo esto al rey. El rey mandó a Jehudí traer el rollo de la cámara de Elisamá, el cronista, y cuando Jehudí lo trajo, lo leyó delante del rey y de todos los altos funcionarios que le rodeaban. Como era el mes noveno, el rey se encontraba en su cámara de invierno, ante un brasero encendido. En cuanto Jehudí terminaba de leer tres o cuatro columnas, el rey las cortaba con un cuchillo y las echaba al fuego del brasero. Así lo hizo hasta quemar todo el rollo. Ni el rey ni los altos funcionarios que oyeron toda la lectura sintieron miedo ni dieron señales de dolor. Elnatán, Delaías y Guemarías rogaron al rey que no quemara el rollo, pero él no les hizo caso, sino que ordenó a Jerahmeel, príncipe de sangre real, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdeel, que apresaran al profeta Jeremías y a su secretario Baruc. Pero el Señor los ocultó.