JEREMÍAS 24:1-8
JEREMÍAS 24:1-8 Reina Valera 2020 (RV2020)
Después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó y llevó a Babilonia, a Jeconías hijo de Joacim, rey de Judá, a los príncipes de Judá, y a los artesanos y herreros de Jerusalén, me mostró el Señor dos cestas de higos puestas delante del templo del Señor. Una cesta tenía higos muy buenos, como brevas; y la otra cesta tenía higos muy malos, que de tan malos no se podían comer. Y me dijo el Señor: —¿Qué ves tú, Jeremías? Yo dije: —Higos; higos buenos, muy buenos; y malos, muy malos, que de tan malos no se pueden comer. Y vino a mí palabra del Señor: —Así ha dicho el Señor, Dios de Israel: Como a estos higos buenos, así miraré a los deportados de Judá, a los cuales eché de este lugar a la tierra de los caldeos, para su bien. Porque pondré mis ojos sobre ellos para bien, y los volveré a esta tierra. Los edificaré y no los destruiré; los plantaré y no los arrancaré. Les daré un corazón para que me conozcan que yo soy el Señor; y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, porque se volverán a mí de todo corazón. Y como a los higos malos, que de tan malos no se pueden comer, así ha dicho el Señor, pondré a Sedequías, rey de Judá, a sus príncipes y al resto de Jerusalén que quedó en esta tierra, y a los que habitan en la tierra de Egipto.
JEREMÍAS 24:1-8 La Palabra (versión española) (BLP)
El Señor me hizo ver dos cestas de higos que estaban delante del santuario del Señor. [El suceso tuvo lugar después de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportara de Jerusalén a Jeconías, hijo de Joaquín, rey de Judá, y a los dignatarios de Judá, juntamente con los artesanos y herreros de Jerusalén, llevándoselos a Babilonia.] Una de las cestas contenía higos excelentes, como las brevas; la otra cesta contenía higos que no se podían comer de puro malos. Me preguntó el Señor: —¿Qué ves, Jeremías? Respondí: —Veo higos. Los higos buenos son buenísimos; pero los malos son tan malos que no se pueden comer. Entonces recibí la palabra del Señor en estos términos: —Así dice el Señor, Dios de Israel: Como ocurre con estos higos buenos, también yo me fijaré con agrado en los desterrados de Judá que expulsé de este lugar al país de los caldeos. Los miraré con benevolencia y los haré volver a esta tierra; los construiré y no los destruiré; los plantaré y no los arrancaré. Les daré un corazón capaz de conocerme, de reconocer que yo soy el Señor; y serán mi pueblo y yo seré su Dios, cuando vuelvan a mí de todo corazón. En cambio, así dice el Señor: Como ocurre con los higos malos, que no se pueden comer de puro malos, así trataré a Sedecías, rey de Judá, a los dignatarios y al resto de Jerusalén que quede en esta tierra o que resida en el país de Egipto.
JEREMÍAS 24:1-8 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Después de que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó de Jerusalén a Jeconías hijo de Joacim, rey de Judá, junto con los jefes de Judá y con los artesanos y herreros, el SEÑOR me mostró dos canastas de higos colocadas frente al templo del SEÑOR. Una de ellas tenía higos muy buenos, como los que maduran primero; la otra tenía higos muy malos, tan malos que no se podían comer. Entonces el SEÑOR me preguntó: «¿Qué ves, Jeremías?» Yo respondí: «Veo higos. Unos están muy buenos, pero otros están tan malos que no se pueden comer». Y la palabra del SEÑOR vino a mí: «Así dice el SEÑOR, el Dios de Israel: “A los deportados de Judá, que envié de este lugar al país de los babilonios, los consideraré como a estos higos buenos. Los miraré favorablemente, y los haré volver a este país. Los edificaré y no los derribaré, los plantaré y no los arrancaré. Les daré un corazón que me conozca, porque yo soy el SEÑOR. Ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios, porque volverán a mí de todo corazón. »”Pero a Sedequías, rey de Judá, y a sus jefes y a los sobrevivientes de Jerusalén —lo mismo a los que se quedaron en este país como a los que viven en Egipto— los trataré como a los higos malos, que de tan malos no se pueden comer —afirma el SEÑOR—.
JEREMÍAS 24:1-8 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, se llevó desterrado a Jeconías, hijo de Joaquim, rey de Judá, junto con los jefes de Judá y los artesanos y los cerrajeros, el Señor me hizo ver dos canastas de higos colocadas delante del templo. Una de ellas tenía higos muy buenos, de los primeros en madurar, pero la otra tenía higos muy malos, tan malos que no se podían comer. El Señor me preguntó: “Jeremías, ¿qué ves?” Yo respondí: “Higos. Los buenos son muy buenos, pero los malos son tan malos que no se pueden comer.” Entonces me dijo el Señor: “Yo, el Señor, el Dios de Israel, digo: Como a higos buenos miraré al pueblo de Judá que mandé desterrado de aquí al país de los caldeos. Los miraré favorablemente, los tendré bajo mi protección y los haré regresar a este país. Aquí los haré prosperar, y no volveré a destruirlos; los plantaré, y no volveré a arrancarlos. Les daré entendimiento para que reconozcan que yo soy el Señor; y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, porque volverán a mí de todo corazón. “En cambio, a Sedequías, rey de Judá, y a los jefes y demás habitantes de Jerusalén que se quedaron en el país o se instalaron en Egipto, los trataré como a los higos malos, que de malos no se pueden comer.