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JEREMÍAS 14:4-22

JEREMÍAS 14:4-22 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

También defraudados, los campesinos se cubren la cabeza, porque falta la lluvia y la tierra está seca. Aun las ciervas, en el campo, abandonan a sus crías recién nacidas, porque no hay hierba que comer. Los asnos salvajes, parados en las lomas desiertas, toman aire como los chacales; y la vista se les nubla porque no hay hierba que comer.” ¡Señor, aunque nuestros pecados nos acusan, actúa por el honor de tu nombre! Muchas veces te hemos sido infieles, hemos pecado contra ti. Esperanza de Israel, salvador nuestro en tiempos difíciles, ¿por qué te portas como un extraño en el país, como un viajero que solamente se queda a pernoctar? ¿Por qué estás como un hombre aturdido, como un guerrero que no puede ayudar? Sin embargo, Señor, tú estás en medio de nosotros y todos saben que somos tu pueblo. ¡No nos abandones! El Señor dice esto acerca del pueblo de Israel: “A este pueblo le encanta andar siempre de un lado a otro. Por eso no lo miro con agrado. Ahora voy a acordarme de sus pecados y a pedirle cuenta de ellos.” El Señor me dijo: “No me ruegues por el bienestar de este pueblo. Por mucho que ayune, no escucharé sus súplicas; por muchos holocaustos y ofrendas de cereales que me traiga, no lo miraré con agrado. Voy a destruirlo con guerra, hambre y peste.” Y yo le contesté: “Pero, Señor; los profetas le están diciendo al pueblo que no va a haber guerra ni hambre, y que tú le vas a conceder una paz duradera en este lugar.” Entonces el Señor me respondió: “Si eso dicen en mi nombre los profetas, es que están mintiendo. Yo no los he enviado ni les he dado ninguna orden, y ni siquiera les he hablado. Son revelaciones falsas, visiones engañosas, inventos de su propia fantasía. Esto es lo que os anuncian esos profetas. Pues yo, el Señor, digo de esos profetas que pretenden hablar en mi nombre sin que yo los haya enviado, y que dicen que no va a haber guerra ni hambre en este país: ¡esos profetas morirán por la guerra y el hambre! Y el pueblo al que ellos se dirigen morirá también por la guerra y el hambre, con sus mujeres, sus hijos y sus hijas. Los cadáveres serán arrojados a las calles de Jerusalén, y no habrá quien los entierre. Así les haré pagar su maldad. Dile al pueblo: ‘Broten lágrimas de mis ojos día y noche, sin cesar, por la terrible desgracia de mi pueblo, por la gravedad de su herida. Salgo al campo y veo los cadáveres de los muertos en batalla; entro en la ciudad y veo gente que se está muriendo de hambre. Aun los profetas y los sacerdotes se van a un país desconocido.’ ” Señor, ¿has rechazado del todo a Judá? ¿Te has cansado de la ciudad de Sión? ¿Por qué nos heriste irremediablemente? Esperábamos prosperidad, pero nada bueno nos ha llegado. Esperábamos salud, pero solo hay espanto. Reconocemos, Señor, nuestra maldad y la culpa de nuestros antepasados; hemos pecado contra ti. ¡Por el honor de tu nombre no nos rechaces, no trates con desprecio a la ciudad donde está tu glorioso trono! ¡Recuerda el pacto que hiciste con nosotros! ¡No faltes a él! ¿Hay acaso entre los ídolos paganos alguno que pueda hacer llover? ¿Acaso el cielo envía los aguaceros por sí mismo? ¡No, Señor y Dios nuestro! Tú eres quien los envía, tú eres quien hace todas estas cosas; ¡por eso esperamos en ti!

JEREMÍAS 14:4-22 Reina Valera 2020 (RV2020)

Se ha resquebrajado la tierra porque no ha llovido en el país; los labradores, confundidos, también se cubren la cabeza. Aun las ciervas en los campos paren y abandonan la cría, porque no hay hierba. Los asnos monteses se ponen en las alturas y aspiran el viento como los chacales, pero sus ojos se ofuscan porque no hay pasto. Aunque nuestras iniquidades testifican contra nosotros, Señor, ¡actúa por amor de tu nombre!, porque nuestras rebeliones se han multiplicado; contra ti hemos pecado. Tú, la esperanza de Israel, su Salvador en el tiempo de la aflicción, ¿por qué te has hecho como forastero en la tierra, como caminante que solo se hospeda una noche? ¿Por qué eres como un hombre atónito, como un valiente incapaz de librar? Sin embargo, tú estás entre nosotros, Señor, y sobre nosotros es invocado tu nombre; no nos desampares. Así ha dicho el Señor acerca de este pueblo: «Se deleitaron en vagar, y no dieron descanso a sus pies»; por tanto, el Señor no se agrada de ellos; se acordará ahora de su maldad y castigará sus pecados. Y me dijo el Señor: —No ruegues por el bien de este pueblo. Cuando ayunen, yo no escucharé su clamor, y cuando ofrezcan holocausto y ofrenda, no los aceptaré, sino que los consumiré con espada, con hambre y con pestilencia. Yo dije: —¡Ah, ah, Señor!, mira que los profetas les dicen: «No veréis espada ni habrá hambre entre vosotros, sino que en este lugar os daré paz verdadera». Me dijo entonces el Señor: —Falsamente profetizan los profetas en mi nombre. Yo no los he enviado, ni les he mandado ni les he hablado; visión mentirosa, adivinación, vanidad y engaño de su corazón es lo que os profetizan. Por tanto, así ha dicho el Señor sobre los profetas que profetizan en mi nombre, los cuales yo no he enviado, y que dicen: «Ni espada ni hambre habrá en esta tierra». ¡Con espada y con hambre serán consumidos esos profetas! Y el pueblo a quien profetizan quedará tirado por las calles de Jerusalén a causa del hambre y la espada, y no habrá quien los entierre, ni a ellos ni a sus mujeres, ni a sus hijos ni a sus hijas. Y sobre ellos derramaré su propia maldad. Les dirás, pues, esta palabra: Derramen mis ojos lágrimas noche y día, y no cesen, porque la virgen hija de mi pueblo ha sufrido una terrible desgracia, porque su llaga es muy dolorosa. Si salgo al campo, veo muertos a espada; si entro en la ciudad, veo enfermos de hambre, y tanto el profeta como el sacerdote andan vagando por el país, y nada entienden. ¿Has desechado del todo a Judá? ¿Ha aborrecido tu alma a Sion? ¿Por qué hiciste que nos hirieran sin remedio? Esperamos paz, pero no hubo tal bien; esperamos sanidad, y he aquí turbación. Reconocemos, Señor, nuestra impiedad y la iniquidad de nuestros padres, porque contra ti hemos pecado. Por amor de tu nombre, no nos deseches ni deshonres tu glorioso trono; haz memoria, no invalides tu pacto con nosotros. ¿Hay entre los ídolos de las naciones alguno capaz de hacer llover? ¿Acaso darán lluvias los cielos? ¿No eres tú, Señor, nuestro Dios? En ti, pues, esperamos, pues tú has hecho todas estas cosas.

JEREMÍAS 14:4-22 La Palabra (versión española) (BLP)

La tierra está extenuada, pues no hay lluvia en el país; los labradores están decepcionados, van con la cabeza cubierta. Hasta la cierva en el campo abandona a la cría tras parir: está la tierra sin pastos. Los asnos salvajes están junto a las dunas, ventean lo mismo que chacales; tienen los ojos mortecinos: está la tierra sin hierba. Aunque nos acusen nuestras culpas, haz algo, Señor, para honrar tu nombre. Sí, son muchas nuestras rebeldías, hemos pecado contra ti. Esperanza de Israel, salvador en la desgracia, ¿por qué te estás portando como un forastero en el país, lo mismo que un transeúnte que solo se queda a pernoctar? ¿Por qué te estás portando como quien está adormecido, como guerrero incapaz de salvar? Pero tú, Señor, estás entre nosotros, somos reconocidos por tu nombre. ¡No nos abandones! Así piensa el Señor de este pueblo: Cierto, les gusta moverse y no ponen freno a sus pies. Pero el Señor no se complace en ellos: ahora se acuerda de sus culpas y va a castigar sus pecados. Me dijo el Señor: —No intercedas por el bien de este pueblo. Aunque ayunen, no pienso escuchar sus gritos; y, aunque ofrezcan holocaustos y sacrificios, no voy a complacerme en ellos. Los pienso aniquilar mediante la espada, el hambre y la peste. Yo respondí: —¡Ay, Señor mi Dios! La culpa es de los profetas que les dicen: «No veréis la espada ni pasaréis hambre; os concederé permanente seguridad en este lugar». Me contestó el Señor: —Los profetas anuncian mentiras en mi nombre. No los envié ni les ordené tales cosas; no les dirigí la palabra. Os profetizan visiones y oráculos falsos, necedades y fantasías de su mente. Por eso, así dice el Señor a los profetas que profetizan en mi nombre sin que yo los haya enviado, a esos que dicen que este país no experimentará la espada ni pasará hambre: Esos profetas serán consumidos por la espada y por el hambre. Y el pueblo a quien profetizan yacerá tirado por las calles de Jerusalén, víctima del hambre y de la espada. Y nadie los enterrará: ni a ellos, ni a sus mujeres, ni a sus hijos ni a sus hijas. Haré que recaigan sobre ellos sus maldades. Les comunicarás esta palabra: Mis ojos se deshacen en lágrimas, de noche y de día, sin descanso, por el terrible quebranto sufrido por la doncella, capital de mi pueblo, herida de un golpe fatal. Si salgo a descampado, víctimas de la espada; si entro en la ciudad, extenuados por el hambre. Incluso sacerdotes y profetas recorren el país desorientados. ¿De verdad has rechazado a Judá y te has hartado de Sion? ¿Por qué nos hieres sin nadie que nos cure? Esperábamos bienestar y nada va bien, un tiempo para sanar, y llega el terror. Señor, reconocemos nuestra maldad, también la culpa de nuestros antepasados. ¡Hemos pecado contra ti! Por amor a tu nombre, no nos rechaces; no deshonres tu trono glorioso; acuérdate y no rompas tu alianza con nosotros. ¿Hay entre los paganos dioses de la lluvia, o es el cielo el que descarga los chubascos? ¿No eres tú, Señor, Dios nuestro, en quien ponemos nuestra esperanza? ¡Sí, tú eres quien hace todo eso!

JEREMÍAS 14:4-22 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

El suelo está agrietado, porque no llueve en el país. Avergonzados están los campesinos, cubriéndose la cabeza. Aun las ciervas en el campo abandonan a sus crías por falta de pastos. Parados sobre las lomas desiertas, y con los ojos desfallecientes, los asnos salvajes jadean como chacales porque ya no tienen hierba». Aunque nuestras iniquidades nos acusan, tú, SEÑOR, actúas por causa de tu nombre; muchas son nuestras infidelidades; ¡contra ti hemos pecado! Tú, esperanza y salvación de Israel en momentos de angustia, ¿por qué actúas en el país como un peregrino, como un viajero que solo pasa la noche? ¿Por qué te encuentras confundido, como un guerrero impotente para salvar? SEÑOR, tú estás en medio de nosotros, y se nos llama por tu nombre; ¡no nos abandones! Así dice el SEÑOR acerca de este pueblo: «Les encanta vagabundear; no refrenan sus pies. Por eso yo no los acepto, sino que voy a recordar sus iniquidades y a castigar sus pecados». Entonces el SEÑOR me dijo: «No ruegues por el bienestar de este pueblo. Aunque ayunen, no escucharé sus clamores; aunque me ofrezcan holocaustos y ofrendas de cereal, no los aceptaré. En verdad, voy a exterminarlos con la espada, el hambre y la peste». Pero yo respondí: «¡Ah, SEÑOR mi Dios! Los profetas les dicen que no se enfrentarán con la espada ni pasarán hambre, sino que tú les concederás una paz duradera en este lugar». El SEÑOR me contestó: «Lo que están profetizando en mi nombre esos profetas es mentira. Yo no los he enviado, ni les he dado ninguna orden, y ni siquiera les he hablado. Lo que os están profetizando son visiones engañosas, adivinaciones vanas y delirios de su propia imaginación. Por eso, así dice el SEÑOR: “En cuanto a los profetas que profetizan en mi nombre sin que yo los haya enviado, y que además dicen que no habrá espada ni hambre en este país, ellos mismos morirán de hambre y a filo de espada. Y el pueblo al que profetizan será arrojado a las calles de Jerusalén a causa del hambre y de la espada, y no habrá quien los entierre, ni a ellos ni a sus esposas, ni a sus hijos, ni a sus hijas; también les echaré encima su propia maldad”. »Tú les dirás lo siguiente: »“Que corran lágrimas de mis ojos día y noche, sin cesar, porque la virginal hija de mi pueblo ha sufrido una herida terrible, ¡un golpe muy duro! Si salgo al campo, veo los cuerpos de los muertos a filo de espada; si entro en la ciudad, veo los estragos que el hambre ha producido. Tanto el profeta como el sacerdote andan errantes en el país sin saber lo que hacen”». ¿Has rechazado por completo a Judá? ¿Detestas a Sión? ¿Por qué nos has herido de tal modo que ya no tenemos remedio? Esperábamos tiempos de paz, pero nada bueno recibimos. Esperábamos tiempos de salud, pero solo nos llegó el terror. Reconocemos, SEÑOR, nuestra maldad, y la iniquidad de nuestros padres; ¡hemos pecado contra ti! Por causa de tu nombre, no nos desprecies; no deshonres tu trono glorioso. ¡Acuérdate de tu pacto con nosotros! ¡No lo quebrantes! ¿Acaso hay entre los ídolos falsos alguno que pueda hacer llover? SEÑOR y Dios nuestro, ¿acaso no eres tú, y no el cielo mismo, el que manda los aguaceros? Tú has hecho todas estas cosas; por eso esperamos en ti.