JUECES 4:4-24
JUECES 4:4-24 Reina Valera 2020 (RV2020)
Gobernaba en aquel tiempo a Israel una mujer, Débora, profetisa, esposa de Lapidot, la cual acostumbraba a sentarse bajo una palmera (conocida como la palmera de Débora), entre Ramá y Bet-el, en los montes de Efraín; y los hijos de Israel acudían a ella en busca de justicia. Un día, Débora envió a llamar a Barac hijo de Abinoam, de Cedes de Neftalí, y le dijo: —El Señor, Dios de Israel, te ha ordenado: «Ve, junta a tu gente en el monte Tabor y toma contigo diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón. Yo atraeré hacia ti, hasta el arroyo Cisón, a Sísara, capitán del ejército de Jabín, con sus carros y su ejército, y lo entregaré en tus manos». Barac le respondió: —Si tú vas conmigo, yo iré; pero si no vas conmigo, no iré. Ella dijo: —Iré contigo; pero no será tuya la gloria de la jornada que emprendes, porque en manos de mujer entregará el Señor a Sísara. Y se levantó Débora y fue a Cedes con Barac. Allí juntó Barac a las tribus de Zabulón y Neftalí. Subió con diez mil hombres a su mando, y Débora subió con él. Heber, el ceneo, de los hijos de Hobab, suegro de Moisés, se había apartado de los ceneos y había plantado sus tiendas en el valle de Zaanaim, que está junto a Cedes. Llegaron, pues, a Sísara las noticias de que Barac hijo de Abinoam había subido al monte Tabor. Y reunió Sísara todos sus carros, novecientos carros de hierro, y a todo el pueblo que con él estaba, desde Haroset-goim hasta el arroyo Cisón. Entonces Débora dijo a Barac: —Levántate, porque este es el día en que el Señor ha entregado a Sísara en tus manos: ¿Acaso no ha salido el Señor delante de ti? Barac descendió del monte Tabor, junto a los diez mil hombres que lo seguían, y el Señor quebrantó a Sísara, de modo que dispersó delante de Barac, a filo de espada, todos sus carros y a todo su ejército. El mismo Sísara descendió del carro y huyó a pie, pero Barac siguió a los carros y al ejército hasta Haroset-goim. Aquel día, todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada, hasta no quedar ni uno. Sísara huyó a pie a la tienda de Jael, esposa de Heber, el ceneo, porque había paz entre Jabín, rey de Hazor, y la casa de Heber, el ceneo. Cuando Jael salió a recibir a Sísara, le dijo: —Ven, señor mío, ven a mí, no tengas miedo. Él vino a la tienda y ella lo cubrió con una manta. Sísara le dijo: —Te ruego que me des de beber un poco de agua, pues tengo sed. Jael abrió un odre de leche, le dio de beber y lo volvió a cubrir. Entonces él dijo: —Quédate a la puerta de la tienda; si alguien viene y te pregunta: «¿Hay alguien aquí?», tú responderás que no. Pero Jael, esposa de Heber, tomó una estaca de la tienda, y con un mazo en la mano, se le acercó calladamente y le clavó la estaca por las sienes, contra la tierra, pues él estaba cansado y profundamente dormido. Y así murió. Cuando llegó Barac en busca de Sísara, Jael salió a recibirlo y le dijo: —Ven, te mostraré al hombre que tú buscas. Entró Barac donde ella estaba y encontró a Sísara, que yacía muerto con la estaca en la sien. Así abatió Dios aquel día a Jabín, rey de Canaán, delante de los hijos de Israel. Y la mano de los hijos de Israel fue endureciéndose más y más contra Jabín, rey de Canaán, hasta que lo destruyeron.
JUECES 4:4-24 La Palabra (versión española) (BLP)
Por aquel tiempo, Débora, una profetisa, mujer de Lapidot, era juez en Israel. Se sentaba a juzgar bajo la Palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la montaña de Efraín; y los israelitas acudían a ella en busca de justicia. Débora mandó llamar a Barac, hijo de Abinoán, de Cadés de Neftalí, y le dijo: —El Señor, Dios de Israel, te ordena: «Vete, recluta gente y reúne contigo en el monte Tabor a diez mil hombres de los hijos de Neftalí y de los hijos de Zabulón. Yo atraeré hacia ti al torrente Quisón a Sísara, jefe del ejército de Jabín, con sus carros y sus tropas, y lo pondré en tus manos». Barac le respondió: —Si tú vienes conmigo, yo también iré. Pero si tú no vienes conmigo, tampoco yo iré. Respondió ella: —Iré contigo, pero ya no será tuya la gloria de la campaña que vas a emprender, porque el Señor entregará a Sísara en manos de una mujer. Débora se levantó y marchó con Barac a Cadés. Y Barac convocó en Cadés a Zabulón y Neftalí. Subieron tras él diez mil hombres y Débora subió con él. Jéber, el quenita, se había separado de la tribu de Caín y del clan de los hijos de Jobab, el suegro de Moisés, y había plantado su tienda cerca de la Encina de Sananín, en Cadés. Avisaron a Sísara que Barac, el hijo de Abinoán, había subido al monte Tabor. Y Sísara reunió todos sus carros, novecientos carros de hierro, y todas sus tropas, llevándolas desde Jaróset Goyín al torrente Quisón. Débora dijo a Barac: —¡Ánimo!, que este es el día en que el Señor te va a entregar a Sísara. ¿Acaso no va el Señor delante de ti? Barac bajó del monte Tabor seguido de sus diez mil hombres. El Señor sembró el pánico en Sísara, en todos sus carros y en todo su ejército ante Barac. Sísara se bajó del carro y huyó a pie. Barac persiguió a los carros y al ejército hasta Jaróset Goyín. Todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada: no quedó ni uno. Pero Sísara huyó a pie hacia la tienda de Jael, mujer de Jéber, el quenita, porque reinaba la paz entre Jabín, rey de Jasor, y la familia de Jéber, el quenita. Jael salió al encuentro de Sísara y le dijo: —Entra, señor mío, entra en mi casa. No temas. Sísara entró en la tienda y ella lo cubrió con una manta. Él le pidió: —Por favor, dame de beber un poco de agua, que tengo sed. Ella abrió el odre de la leche, le dio de beber y lo volvió a tapar. Sísara le dijo: —Quédate a la entrada de la tienda y si alguien viene y te pregunta: «¿Hay alguien aquí?», respóndele que no. Pero Jael, mujer de Jéber, cogió una clavija de la tienda, tomó el martillo en la mano, se le acercó silenciosamente y le hincó la clavija en la sien hasta clavarla en tierra. Y Sísara que, agotado de cansancio, estaba profundamente dormido, murió. Cuando llegó Barac persiguiendo a Sísara, Jael le salió al encuentro y le dijo: —Ven, que te voy a mostrar al hombre que buscas. Barac entró en la tienda donde Sísara yacía muerto con la clavija clavada en la sien. Así humilló Dios aquel día a Jabín, rey cananeo, ante los israelitas que cada vez fueron acosando más duramente a Jabín, rey cananeo, hasta que terminaron con él.
JUECES 4:4-24 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
En aquel tiempo los israelitas eran gobernados por una profetisa llamada Débora, esposa de Lapidot. Débora acostumbraba sentarse bajo una palmera (conocida como “la palmera de Débora”), que había en los montes de Efraín, entre Ramá y Betel, y los israelitas acudían a ella para resolver sus pleitos. Un día, Débora mandó llamar a un hombre llamado Barac, hijo de Abinóam, que vivía en Quedes, un pueblo de la tribu de Neftalí, y le dijo: –El Señor, el Dios de Israel, te ordena lo siguiente: ‘Ve al monte Tabor y reúne allí a diez mil hombres de las tribus de Neftalí y Zabulón. Yo voy a hacer que Sísara, jefe del ejército de Jabín, venga al arroyo Quisón para atacarte con sus carros y su ejército. Pero voy a entregarlos en tus manos.’ –Solo iré si tú vienes conmigo –contestó Barac–. Pero si no vienes, yo tampoco iré. –Pues iré contigo –respondió Débora–. Solo que la gloria de esta campaña que vas a emprender no será para ti, porque el Señor entregará a Sísara en manos de una mujer. Entonces Débora fue con Barac a Quedes. Allí Barac llamó a las tribus de Zabulón y Neftalí, y reunió bajo su mando un ejército de diez mil hombres. Débora iba con él. Cerca de Quedes, junto a la encina de Saanaim, estaba el campamento de Héber el quenita, quien se había separado de los demás quenitas que, como él, descendían de Hobab, el suegro de Moisés. Cuando Sísara supo que Barac había subido al monte Tabor, reunió sus novecientos carros de hierro y a todos sus soldados, y marchó con ellos desde Haróset-goím hasta el arroyo Quisón. Entonces Débora dijo a Barac: –¡Adelante, que ahora es cuando el Señor va a entregar en tus manos a Sísara! ¡Ya el Señor va al frente de tus soldados! Barac bajó del monte Tabor con sus diez mil soldados, y el Señor sembró el pánico entre los carros y los soldados de Sísara en el momento de enfrentarse con la espada de Barac; hasta el mismo Sísara bajó de su carro y huyó a pie. Mientras tanto, Barac persiguió a los soldados y los carros hasta Haróset-goím. Aquel día no quedó con vida ni un solo soldado del ejército de Sísara: todos murieron. Como Jabín, el rey de Hasor, estaba en paz con la familia de Héber el quenita, Sísara llegó a pie, en su huida, hasta la tienda de Jael, la esposa de Héber, la cual salió a recibirle y le dijo: –Por aquí, mi señor, por aquí. No tengas miedo. Sísara entró, y Jael lo escondió tapándolo con una manta; entonces Sísara le pidió agua, pues tenía mucha sed. Jael destapó el odre donde guardaba la leche y le dio de beber; después volvió a taparlo. Sísara le dijo: –Quédate a la entrada de la tienda, y si alguno viene y te pregunta si hay alguien aquí dentro, dile que no. Pero Sísara estaba tan cansado que se quedó profundamente dormido. Entonces Jael tomó un martillo y una estaca de las que usaban para sujetar la tienda de campaña, y acercándose sin hacer ruido hasta donde estaba Sísara, le clavó la estaca en la sien, contra la tierra. Así murió Sísara. Y cuando Barac llegó en busca de Sísara, Jael salió a recibirle y le dijo: –Ven, que te voy a mostrar al que andas buscando. Barac entró en la tienda y encontró a Sísara tendido en el suelo, ya muerto y con la estaca clavada en la cabeza. Así humilló el Señor aquel día a Jabín, el rey cananeo, delante de los israelitas. Y desde entonces los israelitas trataron a Jabín cada vez con mayor dureza, hasta que lo destruyeron.
JUECES 4:4-24 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
En aquel tiempo gobernaba a Israel una profetisa llamada Débora, que era esposa de Lapidot. Ella tenía su tribunal bajo la Palmera de Débora, entre Ramá y Betel, en la región montañosa de Efraín, y los israelitas acudían a ella para resolver sus disputas. Débora mandó llamar a Barac hijo de Abinoán, que vivía en Cedes de Neftalí, y le dijo: ―El SEÑOR, el Dios de Israel, ordena: “Ve y reúne en el monte Tabor a diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón. Yo atraeré a Sísara, jefe del ejército de Jabín, con sus carros y sus tropas, hasta el arroyo Quisón. Allí lo entregaré en tus manos”. Barac le dijo: ―Solo iré si tú me acompañas; de lo contrario, no iré. ―¡Está bien, iré contigo! —dijo Débora—. Pero, por la manera en que vas a encarar este asunto, la gloria no será tuya, ya que el SEÑOR entregará a Sísara en manos de una mujer. Así que Débora fue con Barac hasta Cedes, donde él convocó a las tribus de Zabulón y Neftalí. Diez mil hombres se pusieron a sus órdenes, y también Débora lo acompañó. Héber el quenita se había separado de los otros quenitas que descendían de Hobab, el suegro de Moisés, y armó su campamento junto a la encina que está en Zanayin, cerca de Cedes. Cuando informaron a Sísara de que Barac hijo de Abinoán había subido al monte Tabor, Sísara reunió sus novecientos carros de hierro, y a todos sus soldados, desde Jaroset Goyim hasta el arroyo Quisón. Entonces Débora le dijo a Barac: ―¡Adelante! Este es el día en que el SEÑOR entregará a Sísara en tus manos. ¿Acaso no marcha el SEÑOR al frente de tu ejército? Barac descendió del monte Tabor, seguido por los diez mil hombres. Ante el avance de Barac, el SEÑOR desbarató a Sísara a filo de espada, con todos sus carros y su ejército, hasta tal punto que Sísara saltó de su carro y huyó a pie. Barac persiguió a los carros y al ejército hasta Jaroset Goyim. Todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada; no quedó nadie con vida. Mientras tanto, Sísara había huido a pie hasta la tienda de Jael, la esposa de Héber el quenita, pues había buenas relaciones entre Jabín, rey de Jazor, y el clan de Héber el quenita. Jael salió al encuentro de Sísara, y le dijo: ―¡Adelante, mi señor! Entra por aquí. No tengas miedo. Sísara entró en la tienda, y ella lo cubrió con una manta. ―Tengo sed —dijo él—. ¿Podrías darme un poco de agua? Ella destapó un odre de leche, le dio de beber, y volvió a cubrirlo. ―Quédate a la entrada de la tienda —le dijo él—. Si alguien viene y te pregunta: “¿Hay alguien aquí?”, contéstale que no. Pero Jael, esposa de Héber, tomó una estaca de la tienda y un martillo, y con todo sigilo se acercó a Sísara, quien agotado por el cansancio dormía profundamente. Entonces le clavó la estaca en la sien y se la atravesó, hasta clavarla en la tierra. Así murió Sísara. Barac pasó por allí persiguiendo a Sísara, y Jael salió a su encuentro. «Ven —le dijo ella—, y te mostraré al hombre que buscas». Barac entró con ella, y allí estaba tendido Sísara, muerto y con la estaca atravesándole la sien. Aquel día Dios humilló en presencia de los israelitas a Jabín, el rey cananeo. Y el poder de los israelitas contra Jabín se consolidaba cada vez más, hasta que lo destruyeron.