SANTIAGO 3:4-12
SANTIAGO 3:4-12 Reina Valera 2020 (RV2020)
Mirad también los barcos: aunque tan grandes e impulsados por impetuosos vientos, los pilotos los guían por medio de un timón muy pequeño, y los llevan por donde ellos quieren. Lo mismo sucede con la lengua. Aunque es un miembro pequeño, se jacta de grandes cosas. ¡Fijaos cómo tan solo se requiere de un pequeño fuego para quemar un inmenso bosque! Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo; y al ser encendida por el mismo infierno, es capaz de destruir toda nuestra existencia. El ser humano es capaz de domar y, de hecho, ha domado toda clase de bestias, de aves, de serpientes y de animales marinos. Sin embargo, nadie ha podido domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal. Con ella bendecimos al Dios y Padre y con ella maldecimos a los seres humanos, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Acaso de una misma fuente puede brotar agua dulce y agua amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid dar higos? Del mismo modo, ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.
SANTIAGO 3:4-12 La Palabra (versión española) (BLP)
Lo mismo los barcos: incluso los más grandes y en momentos de recio temporal son gobernados a voluntad del piloto por un timón muy pequeño. Así es la lengua: un miembro pequeño, pero de insospechable potencia. ¿No veis también cómo una chispa insignificante es capaz de incendiar un bosque inmenso? Pues bien, la lengua es fuego con una fuerza inmensa para el mal: instalada en medio de nuestros miembros, puede contaminar a la persona entera y, atizada por los poderes del infierno, es capaz de arrasar el curso entero de la existencia. El ser humano ha domado y sigue domando toda clase de fieras, aves, reptiles y animales marinos. Sin embargo, es incapaz de domeñar su lengua, que es incontrolable, dañina y está repleta de veneno mortal. Con ella bendecimos a nuestro Padre y Señor, y con ella maldecimos a los seres humanos a quienes Dios creó a su propia imagen. De la misma boca salen bendición y maldición. Pero esto no puede ser así, hermanos míos. ¿Acaso en la fuente sale agua dulce y salobre por el mismo caño? Hermanos míos, ¿puede la higuera dar aceitunas o higos la vid? Pues tampoco lo que es salado puede producir agua dulce.
SANTIAGO 3:4-12 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Y fijaos también en los barcos: aunque son tan grandes y los vientos que los empujan son fuertes, los pilotos, con un pequeño timón, los guían por donde quieren. Lo mismo pasa con la lengua: es una parte muy pequeña del cuerpo, pero se cree capaz de grandes cosas. ¡Qué bosque tan grande puede quemarse por causa de un pequeño fuego! Y la lengua es un fuego. Es un mundo de maldad puesto en nuestro cuerpo, que contamina a toda la persona. Está encendido por el propio infierno, y a su vez hace arder todo el curso de la vida. El hombre es capaz de dominar toda clase de fieras, aves, serpientes y animales del mar, y los ha dominado; pero nadie ha podido dominar la lengua. Es un mal que no se deja dominar y que está lleno de veneno mortal. Con la lengua, lo mismo bendecimos al que es Señor y Padre, que maldecimos a los hombres creados por Dios a su propia imagen. De la misma boca salen bendiciones y maldiciones. Hermanos míos, esto no debe ser así. De un mismo manantial no puede brotar a la vez agua dulce y agua amarga. Así como una higuera no puede dar aceitunas ni una vid puede dar higos, tampoco, hermanos míos, puede dar agua dulce un manantial de agua salada.
SANTIAGO 3:4-12 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Fijaos también en los barcos. A pesar de ser tan grandes y de ser impulsados por fuertes vientos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto. Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imaginaos qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa! También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida. El ser humano sabe domar y, en efecto, ha domado toda clase de fieras, de aves, de reptiles y de bestias marinas; pero nadie puede domar la lengua. Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal. Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o higos una vid? Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar agua dulce.