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ISAÍAS 42:1-25

ISAÍAS 42:1-25 Reina Valera 2020 (RV2020)

Este es mi siervo, yo lo sostendré; mi escogido, en quien me complazco. He puesto sobre él mi espíritu; él traerá justicia a las naciones. No gritará, no alzará su voz ni la hará oír en las calles. No quebrará la caña cascada ni apagará el pábilo que se extingue: por medio de la verdad traerá la justicia. No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra la justicia. Las costas esperarán su ley. Así dice el Señor Dios, Creador de los cielos, y el que los despliega; el que extiende la tierra y sus productos; el que da aliento al pueblo que mora en ella y espíritu a los que por ella caminan: Yo, el Señor, te he llamado en justicia y te sostendré por la mano; te guardaré y te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones, para que abras los ojos de los ciegos, para que saques de la cárcel a los presos y de casas de prisión a los que viven en tinieblas. ¡Yo, el Señor, este es mi nombre! A ningún otro daré mi gloria, ni a los ídolos mi alabanza. Ya se cumplieron las cosas primeras y yo anuncio cosas nuevas; antes de que ocurran, yo os las haré saber. Cantad al Señor un nuevo cántico, su alabanza desde el extremo de la tierra; los que descendéis al mar y cuanto hay en él, las costas y sus habitantes. Alcen la voz el desierto y sus ciudades, las aldeas donde habita Cedar; canten los habitantes de Sela; desde la cumbre de los montes den voces de júbilo. Den gloria al Señor y anuncien sus loores en las costas. El Señor saldrá como un gigante y como un guerrero mostrará su furor; clamará, dará su grito de guerra, prevalecerá sobre sus enemigos. Desde hace mucho tiempo he guardado silencio, he estado callado y me he contenido; pero ahora daré voces como la que está de parto, y a la vez asolaré y devoraré. Agostaré montes y collados, haré secar toda su vegetación; convertiré los ríos en islas y secaré los estanques. Guiaré a los ciegos por un camino que no conocían; los haré andar por sendas que no habían descubierto. Delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz y lo escabroso en llanura. Estas cosas les haré y no los desampararé. Retrocederán llenos de vergüenza los que confían en los ídolos y dicen a las imágenes de fundición: «Vosotros sois nuestros dioses». Sordos, oíd, y vosotros, ciegos, mirad para ver. ¿Quién es ciego, sino mi siervo? ¿Quién es tan sordo como mi mensajero que envié? ¿Quién es tan ciego como mi escogido, tan ciego como el siervo del Señor, que ve muchas cosas y no advierte, que abre los oídos y no oye? El Señor es justo, y por eso quiso exaltar y engrandecer su ley. Mas este es un pueblo saqueado y pisoteado, todos ellos atrapados en cavernas y escondidos en cárceles. Son puestos para despojo, y no hay quien los libre; son despojados, y no hay quien diga: «¡Restituid!». ¿Quién de vosotros oirá esto? ¿Quién atenderá y escuchará respecto al porvenir? ¿Quién dio a Jacob en botín y entregó a Israel a saqueadores? ¿No fue el Señor, contra quien pecamos? No quisieron andar en sus caminos ni escucharon su ley. Por tanto, derramó sobre él el ardor de su ira y la violencia de la guerra; le prendió fuego por todas partes, pero no entendió; lo incendió, mas no hizo caso.

ISAÍAS 42:1-25 La Palabra (versión española) (BLP)

Este es mi siervo, a quien sostengo, mi elegido, en quien me complazco. Lo he dotado de mi espíritu, para que lleve el derecho a las naciones. No gritará ni alzará la voz, ni se hará escuchar por las calles. No romperá la caña ya quebrada, ni apagará la llama que aún vacila; proclamará el derecho con verdad. No desfallecerá ni se quebrará, hasta que implante el derecho en la tierra, en las islas que esperan su enseñanza. Así dice Dios, el Señor, que ha creado y desplegado el cielo, que ha establecido la tierra y su vegetación, que ha dado aliento a la gente que hay en ella, vida a cuantos se mueven por ella: Yo, el Señor, te llamo con amor, te tengo asido por la mano, te formo y te convierto en alianza de un pueblo, en luz de las naciones; para que abras los ojos a los ciegos y saques a los presos de la cárcel, del calabozo a los que viven a oscuras. Yo soy el Señor, así me llamo, y no cedo a nadie esa gloria, ni ese honor a los ídolos. Como ya se ha cumplido lo antiguo, voy a anunciar cosas nuevas; antes de que germinen os lo digo. Cantad al Señor un cántico nuevo, llegue su alabanza a los confines de la tierra; lo ensalce el mar y cuanto hay en él, las islas y los que habitan en ellas. Exulten la estepa y sus poblados, las aldeas donde habita Quedar; griten alegres los que moran en Selá, aclamen desde las cimas de los montes; reconozcan la gloria del Señor, proclamen su alabanza en las islas. El Señor sale como un guerrero, excita su ardor como un soldado; lanza el grito, el alarido de guerra, se muestra valiente ante sus enemigos. Por mucho tiempo he callado, me contenía en silencio; pero, igual que parturienta, grito, resuello y jadeo. Secaré montes y cerros, agostaré su verdor; de sus ríos haré un yermo, secaré sus humedales. Guiaré a los ciegos por rutas que ignoran, los encaminaré por sendas desconocidas; convertiré a su paso la tiniebla en luz, transformaré lo escabroso en llanuras. Todo esto haré, sin dejar nada. Retrocederán llenos de vergüenza todos los que confían en los ídolos, los que dicen a simples estatuas: «Vosotros sois nuestros dioses». Vosotros, sordos, escuchad; ciegos, mirad con atención. ¿Quién es ciego, sino mi siervo?, ¿quién sordo, sino mi enviado? ¿Quién es ciego, sino mi elegido?, ¿quién sordo, sino el siervo del Señor? Mucho has visto, pero no has hecho caso; oías muy bien, pero no escuchabas. El Señor, por su justicia, se propuso engrandecer y exaltar su propósito; pero es un pueblo saqueado y despojado, atrapados todos en cuevas, detenidos todos en mazmorras, convertidos en botín, sin salvación, en despojo, sin que nadie lo reclame. ¿Quién de vosotros prestará oído, escuchará con atención el futuro? ¿Quién entregó a Jacob como botín y dio a Israel a los saqueadores? ¿Acaso no pecamos contra el Señor? Rehusaron caminar por sus sendas, no escucharon sus indicaciones; así que derramó sobre Israel su cólera, la violencia de la guerra; lo incendiaba y no comprendía, lo quemaba y no hacía caso.

ISAÍAS 42:1-25 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

“Aquí está mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me deleito. He puesto en él mi espíritu para que traiga la justicia a todas las naciones. No gritará, no levantará la voz, no hará oir su voz en las calles, no acabará de romper la caña quebrada ni apagará la mecha que arde débilmente. Verdaderamente traerá la justicia. No descansará ni su ánimo se quebrantará hasta que establezca la justicia en la tierra. Los países del mar estarán atentos a sus enseñanzas.” Dios, el Señor, que creó el cielo y lo extendió, que formó la tierra y lo que crece en ella, que da vida y aliento a los hombres que la habitan, dice a su siervo: “Yo, el Señor, te llamé y te tomé por la mano, para que seas instrumento de salvación; yo te formé, pues quiero que seas señal de mi pacto con el pueblo, luz de las naciones. Quiero que des vista a los ciegos y saques a los presos de la cárcel, del calabozo donde viven en la oscuridad. Yo soy el Señor. Este es mi nombre, y no permitiré que deis mi gloria a otro ni que honréis a los ídolos en vez de a mí. Mirad cómo se cumplió todo lo que antes anuncié, y ahora voy a anunciar cosas nuevas; os las hago saber antes que aparezcan.” Cantad al Señor un canto nuevo; desde lo más lejano de la tierra alábenle los que navegan por el mar, los animales que viven en él, y los países del mar y sus habitantes. Alégrense el desierto y sus ciudades, y los campamentos de la tribu de Quedar. Canten de gozo los habitantes de Selá; alcen la voz desde las cumbres de los montes. Den gloria al Señor y proclamen su alabanza en los países del mar. El Señor saldrá como un héroe, luchará con ardor como un guerrero, alzará la voz, dará el grito de batalla y derrotará a sus enemigos. El Señor dice: “Por mucho tiempo me quedé callado, guardé silencio y me contuve; pero ahora voy a gritar como mujer de parto, gimiendo y suspirando. Voy a destruir montañas y colinas, y a secar toda su vegetación; voy a convertir los ríos en desiertos y a desecar las lagunas. Llevaré a los ciegos por caminos y senderos que no conocían. Convertiré la oscuridad en luz delante de ellos, y en terreno llano los lugares quebrados. Estas cosas las haré sin falta. Los que confían en un ídolo, los que a unas estatuas dicen: ‘Vosotros sois nuestros dioses’, se alejarán avergonzados. “Sordos, escuchad; ciegos, mirad y ved. Nadie hay tan ciego ni tan sordo como mi siervo, mi enviado, nadie tan ciego ni tan sordo como mi mensajero, el siervo del Señor. Ha visto muchas cosas, pero no se fija en ellas; puede oir, pero no escucha. El Señor, por ser un Dios que salva, quiso hacer grande y gloriosa su enseñanza; pero a este pueblo lo roban y saquean, a todos los han apresado en cuevas, los han encerrado en calabozos. Se apoderan de ellos, y no hay quien los libre; los secuestran, y no hay quien los rescate.” ¿Pero quién de vosotros hace caso de esto? ¿Quién está dispuesto a escuchar lo que va a suceder? ¿Quién permitió que Israel, el pueblo de Jacob, fuera conquistado y secuestrado? ¿No es verdad que fue el Señor? Pero pecaron contra él y no quisieron seguir por el camino que les había señalado, ni obedecieron su enseñanza. Por eso se llenó de ira contra ellos y los castigó con una guerra violenta que los hizo arder en llamas; mas ni aun así quisieron entender.

ISAÍAS 42:1-25 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

»Este es mi siervo, a quien sostengo, mi escogido, en quien me deleito; sobre él he puesto mi Espíritu, y llevará justicia a las naciones. No clamará, ni gritará, ni alzará su voz por las calles. No acabará de romper la caña quebrada, ni apagará la mecha que apenas arde. Con fidelidad hará justicia; no vacilará ni se desanimará hasta implantar la justicia en la tierra. Las costas lejanas esperan su ley». Así dice Dios, el SEÑOR, el que creó y desplegó los cielos; el que extendió la tierra y todo lo que ella produce; el que da aliento al pueblo que la habita, y vida a los que en ella se mueven: «Yo, el SEÑOR, te he llamado en justicia; te he tomado de la mano. Yo te formé, yo te constituí como pacto para el pueblo, como luz para las naciones, para abrir los ojos de los ciegos, para librar de la cárcel a los presos, y del calabozo a los que habitan en tinieblas. »Yo soy el SEÑOR; ¡ese es mi nombre! No entrego a otros mi gloria, ni mi alabanza a los ídolos. Las cosas pasadas se han cumplido, y ahora anuncio cosas nuevas; ¡las anuncio antes que sucedan!» SEÑOR Cantad al SEÑOR un cántico nuevo, vosotros, que descendéis al mar, y todo lo que hay en él; Cantad vuestra alabanza desde los confines de la tierra, vosotras, costas lejanas y vuestros habitantes. Que alcen la voz el desierto y sus ciudades, y los poblados donde Cedar habita. Que canten de alegría los habitantes de Selá, y griten desde las cimas de las montañas. Den gloria al SEÑOR y proclamen su alabanza en las costas lejanas. El SEÑOR marchará como guerrero; como hombre de guerra despertará su celo. Con gritos y alaridos se lanzará al combate, y triunfará sobre sus enemigos. «Por mucho tiempo he guardado silencio, he estado callado y me he contenido. Pero ahora voy a gritar como parturienta, voy a resollar y jadear al mismo tiempo. Devastaré montañas y cerros, y secaré toda su vegetación; convertiré los ríos en tierra seca, y secaré los estanques; conduciré a los ciegos por caminos desconocidos, los guiaré por senderos inexplorados; ante ellos convertiré en luz las tinieblas, y allanaré los lugares escabrosos. Esto haré, y no los abandonaré. Pero retrocederán llenos de vergüenza los que confían en los ídolos, los que dicen a las imágenes: “Vosotros sois nuestros dioses”. »Sordos, ¡escuchad! Ciegos, ¡fijaos bien! ¿Quién es más ciego que mi siervo, y más sordo que mi mensajero? ¿Quién es más ciego que mi enviado, y más ciego que el siervo del SEÑOR? Tú has visto muchas cosas, pero no las has captado; tienes abiertos los oídos, pero no oyes nada». Le agradó al SEÑOR, por amor a su justicia, hacer su ley grande y gloriosa. Pero este es un pueblo saqueado y despojado, todos atrapados en cuevas o encerrados en cárceles. Son saqueados, y nadie los libra; son despojados, y nadie reclama. ¿Quién de vosotros escuchará esto y prestará atención en el futuro? ¿Quién entregó a Jacob para el despojo, a Israel para el saqueo? ¿No es acaso el SEÑOR, a quien su pueblo ha ofendido? No siguió sus caminos ni obedeció su ley. Por eso el SEÑOR derramó sobre él su ardiente ira y el furor de la guerra. Lo envolvió en llamas, pero no comprendió; lo consumió, pero no lo tomó en serio.