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ISAÍAS 26:1-21

ISAÍAS 26:1-21 Reina Valera 2020 (RV2020)

En aquel día cantarán este cántico en tierra de Judá: «Fuerte es nuestra ciudad; salvación ha puesto Dios por muros y antemuro. Abrid las puertas y que entren los justos, los guardianes de la verdad. Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado. Confiad en el Señor perpetuamente, porque el Señor es la fortaleza eterna. Porque derribó a los que moraban en las alturas; humilló a la ciudad enaltecida, la humilló hasta la tierra, la derribó hasta el polvo. Será pisoteada por los pies del afligido, bajo los pasos del necesitado». El camino del justo es rectitud; tú, que eres recto, allanas el camino del justo. También en el camino de tus juicios, Señor, te hemos esperado; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra alma. Con mi alma te he deseado en la noche y mientras haya en mí un hálito de vida, madrugaré para buscarte; porque luego que hay juicios tuyos en la tierra, los habitantes del mundo aprenden justicia. Aunque se tenga compasión del malvado, nunca aprenderá justicia, sino que en tierra de rectitud hará iniquidad y no mirará a la majestad del Señor. Señor, tu mano está alzada, pero ellos no la ven. Cuando por fin vean, se avergonzarán los que envidian al pueblo; y a tus enemigos, fuego los consumirá. Señor, tú nos darás paz, porque tú realizas todas nuestras obras. Señor, Dios nuestro, otros señores fuera de ti se han enseñoreado de nosotros; pero nosotros nos acordaremos de tu nombre, solamente del tuyo. Muertos son, no vivirán; han fallecido, no resucitarán; porque los castigaste, los destruiste y desvaneciste todo su recuerdo. Has aumentado el pueblo, Señor, has aumentado el pueblo; te has hecho glorioso; has ensanchado todos los confines del país. Señor, en la tribulación te han buscado; derramaron su oración cuando los castigaste. Como la mujer embarazada cuando se acerca el alumbramiento gime y da gritos en sus dolores, así hemos sido delante de ti, Señor. Concebimos, tuvimos dolores de parto, pero dimos a luz solo viento; ninguna liberación logramos en la tierra ni cayeron los habitantes del mundo. Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán. ¡Despertad y cantad, los que habitáis en el polvo!, porque tu rocío es rocío de luz, y la tierra dará a luz a sus muertos. Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra detrás de ti tus puertas; escóndete un poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación. Porque el Señor sale de su lugar para castigar a los que habitan la tierra por su maldad contra él; y la tierra descubrirá la sangre derramada en ella, y no encubrirá ya más a sus muertos.

ISAÍAS 26:1-21 La Palabra (versión española) (BLP)

Aquel día entonarán este canto en tierra de Judá: «Nuestra ciudad es una fortaleza, murallas y baluartes la protegen. Abrid los portones, que pase el pueblo fiel, el pueblo que guarda lealtad. Su propósito es firme, va atesorando bienestar, pues confía en ti. Confiad siempre en el Señor, él es nuestra Roca eterna: humilló a los habitantes de la altura, doblegó a la ciudad encumbrada, la aplastó, la aplastó por tierra, la hizo morder el polvo. La pisotean los pies del humilde, los pobres al caminar». El camino del justo es derecho, tú allanas la senda del justo. Echamos de menos, Señor, tu forma de hacer justicia; anhelamos tu nombre y tu recuerdo. Mi ser te ansía de noche, mi espíritu madruga en tu busca, pues de tu forma de juzgar en la tierra aprenden justicia sus habitantes. Aunque el malvado sea perdonado, nunca aprenderá justicia: pervierte el derecho en el país, no se fija en la grandeza del Señor. Señor, tu mano está alzada, pero no se fijan en ella. Que vean avergonzados tu celo por el pueblo, que un fuego devore a tus adversarios. Señor, de seguro nos darás bienestar, pues tú realizas todas nuestras obras. Señor, Dios nuestro, nos dominaron otros señores, mas solo reconocemos tu nombre. Los que han muerto ya no viven, no se levantan las sombras, por eso los castigas y destruyes, y acabas así con su recuerdo. Pero tú multiplicas el pueblo, lo multiplicas y demuestras tu poder, ensanchas las fronteras del país. Señor, en el peligro acudíamos a ti, cuando más nos afligía tu castigo: como embarazada a punto de parir, que se retuerce y grita entre dolores, eso parecíamos, Señor, ante ti. Parimos, nos retorcimos, pero dimos a luz viento: no supimos socorrer al país, no parimos habitantes al mundo. Tus muertos revivirán y se alzarán sus despojos, despertarán clamorosos los que habitan en el polvo. Pues tu rocío es rocío de luz y el país de las sombras parirá. Pueblo mío, entra en tu casa, cierra las puertas tras de ti, escóndete solo un momento hasta que pase la cólera. Que el Señor sale de su morada y piensa castigar la culpa de todo el que habita en el país: la tierra, empapada de sangre, ya no ocultará a sus muertos.

ISAÍAS 26:1-21 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Aquel día se cantará este canto en la tierra de Judá: “Tenemos una ciudad fuerte. Para salvarnos levantó el Señor murallas y fortificaciones. Abrid las puertas para que pase una nación justa que se mantiene fiel. Señor, tú conservas en paz a los de carácter firme, porque confían en ti. Confiad siempre en el Señor, porque él es refugio eterno. Él hace caer a los orgullosos y humilla a la ciudad soberbia derribándola hasta el suelo, para que los humildes y los pobres la pisoteen con sus pies.” El camino de los justos es recto; tú, Señor, allanas su camino. Nosotros también nos sentimos seguros en el camino señalado por tus leyes, Señor. Lo que nuestro corazón desea es pensar en ti. De todo corazón suspiro por ti en la noche; desde lo profundo de mi ser te busco. Cuando tú juzgues la tierra, los hombres aprenderán lo que es justicia. Aunque tengas compasión de los malos, ellos no aprenderán a ser rectos; son perversos en tierra de gente honrada y no tienen en cuenta la grandeza del Señor. Señor, tienes el castigo preparado, pero no quieren darse cuenta; cuando vean tu ardiente amor por tu pueblo, quedarán en ridículo. ¡Ojalá que el fuego de tu ira los devore! Señor, tú nos concedes bienestar; eres tú, en verdad, quien realizas todas nuestras obras. Señor y Dios nuestro, otros señores han sido nuestros amos, pero tan solo a ti reconocemos por Señor. Ellos están muertos y no volverán a vivir; no son sino sombras que no volverán a levantarse; pues los has castigado, los has destruido, has acabado con todo recuerdo de ellos. Tú hiciste crecer la nación, Señor; la hiciste crecer para gloria tuya, extendiste todas las fronteras del país. En la aflicción te buscamos, Señor, cuando nos corriges con un simple murmullo. Delante de ti estábamos, Señor, como cuando a una mujer encinta se le acerca el momento del parto y se retuerce y grita de dolor. Concebimos, sentimos los dolores del parto y dimos a luz, pero no era más que viento. No hemos traído la salvación al país ni va a nacer más gente que pueble el mundo. Pero tus muertos sí volverán a vivir; sus cadáveres resucitarán. Los que duermen en la tierra se despertarán y darán gritos de alegría. Porque tú envías tu luz como rocío, y los muertos volverán a nacer de la tierra. Ve, pueblo mío, entra en tu casa y cierra las puertas detrás de ti. Escóndete un poco, hasta que pase la ira del Señor. Porque el Señor va a salir de su palacio para castigar por sus pecados a los habitantes de la tierra; y la tierra no ocultará más a sus víctimas, sino que dejará ver los crímenes cometidos en ella.

ISAÍAS 26:1-21 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

En aquel día se entonará esta canción en la tierra de Judá: «Tenemos una ciudad fuerte. Como un muro, como un baluarte, Dios ha puesto su salvación. Abrid las puertas, para que entre la nación justa que se mantiene fiel. Al de carácter firme lo guardarás en perfecta paz, porque en ti confía. Confiad en el SEÑOR para siempre, porque el SEÑOR es una Roca eterna. Él hace caer a los que habitan en lo alto y abate a la ciudad enaltecida: la abate hasta dejarla por el suelo, la derriba hasta hacerla morder el polvo. ¡Los débiles y los desvalidos la pisotean con sus propios pies!» La senda del justo es llana; tú, que eres recto, allanas su camino. Sí, en ti esperamos, SEÑOR, y en la senda de tus juicios; tu nombre y tu memoria son el deseo de nuestra vida. Todo mi ser te desea por las noches; por la mañana mi espíritu te busca. Pues, cuando tus juicios llegan a la tierra, los habitantes del mundo aprenden lo que es justicia. Aunque al malvado se le tenga compasión, no aprende lo que es justicia; en tierra de rectitud actúa con iniquidad, y no reconoce la majestad del SEÑOR. Levantada está, SEÑOR, tu mano, pero ellos no la ven. ¡Que vean tu celo por el pueblo, y sean avergonzados; que sean consumidos por el fuego destinado a tus enemigos! SEÑOR, tú estableces la paz en favor nuestro, porque tú eres quien realiza todas nuestras obras. SEÑOR y Dios nuestro, otros señores nos han gobernado, pero solo a tu nombre damos honra. Ya están muertos, y no revivirán; ya son sombras, y no se levantarán. Tú los has castigado y destruido; has hecho que perezca su memoria. Tú, SEÑOR, has engrandecido la nación; la has engrandecido y te has glorificado; has extendido las fronteras de todo el país. SEÑOR, en la angustia te buscaron; apenas si lograban susurrar una oración cuando tú ya los corregías. SEÑOR, nosotros estuvimos ante ti como cuando una mujer embarazada se retuerce y grita de dolor al momento de dar a luz. Concebimos, nos retorcimos, pero dimos a luz tan solo viento. No trajimos salvación a la tierra, ni nacieron los habitantes del mundo. Pero tus muertos vivirán, sus cadáveres volverán a la vida. ¡Despertad y gritad de alegría, moradores del polvo! Porque tu rocío es como el rocío de la mañana, y la tierra devolverá sus muertos. ¡Anda, pueblo mío, entra en tus habitaciones y cierra tus puertas tras de ti; escóndete por un momento, hasta que pase la ira! ¡Estad alerta!, que el SEÑOR va a salir de su morada para castigar la maldad de los habitantes del país. La tierra pondrá al descubierto la sangre derramada; ¡ya no ocultará a los masacrados en ella!