HEBREOS 7:1-22
HEBREOS 7:1-22 La Palabra (versión española) (BLP)
Este Melquisedec era rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo. Cuando Abrahán volvía victorioso de su batalla contra los reyes, le salió al encuentro y lo bendijo. Abrahán, a su vez, le dio la décima parte del botín. Melquisedec, que significa en primer lugar «rey de justicia», era también «rey de Salem», es decir, «rey de paz». Aparece sin padre, sin madre, sin antepasados; no se conoce el comienzo ni el término de su vida, y así, a semejanza del Hijo de Dios, su sacerdocio dura por siempre. Considerad qué excelso tenía que ser Melquisedec para que el patriarca Abrahán le diera la décima parte del botín. Sabido es que, según la ley, los sacerdotes pertenecientes a la tribu de Leví tienen derecho a percibir la décima parte de los bienes del pueblo, es decir, de sus propios hermanos que son también ellos descendientes de Abrahán. Melquisedec, en cambio, que no pertenecía a la tribu de Leví, recibió de Abrahán la décima parte del botín y bendijo a quien Dios había hecho portador de las promesas. Ahora bien, está fuera de duda que es el superior quien bendice al inferior. Además, en el caso de los levitas, son seres mortales los que reciben la décima parte de los bienes, mientras que de Melquisedec se asegura que vive. Y, finalmente, puede decirse que los mismos levitas que ahora reciben esa décima parte de los bienes del pueblo, se la pagaron entonces a Melquisedec por medio de Abrahán, pues cuando Melquisedec se encontró con Abrahán, ya estaba Leví en las entrañas de su antepasado. El pueblo israelita recibió la ley con la colaboración del sacerdocio levítico. Ahora bien, si alcanzar la perfección estuviera en manos de ese sacerdocio, ¿qué necesidad habría de que surgiese un sacerdote distinto según el rango de Melquisedec? Bastaba con un sacerdote según el rango de Aarón. Porque un sacerdocio distinto lleva necesariamente consigo una ley distinta. Y aquel de quien se dice todo esto, es decir, Jesús, pertenece a una tribu dentro de la cual nadie estuvo al servicio del altar, pues todos saben que nuestro Señor desciende de Judá, y de esa tribu nada dijo Moisés en relación con los sacerdotes. La cosa es aún más clara si surge otro sacerdote que, como Melquisedec, no lo es en virtud de un sistema de leyes terrenas, sino es en virtud de una vida indestructible. Así lo testifica la Escritura: Tú eres sacerdote para siempre según el rango de Melquisedec. Queda así abolido el viejo orden de cosas por ser endeble e ineficaz; la ley, efectivamente, no logró hacer nada perfecto, siendo solo la puerta de una esperanza mejor, por medio de la cual nos acercamos a Dios. Y esto no se realizó sin juramento; pues mientras ningún juramento medió a la hora de constituir sacerdotes a los descendientes de Leví, en el caso de Jesús sí ha mediado el juramento de quien le dijo: El Señor lo ha jurado y no se arrepentirá: tú eres sacerdote para siempre. Por eso, Jesús ha salido mediador de una alianza más valiosa.
HEBREOS 7:1-22 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Este Melquisedec fue rey de Salem y sacerdote del Dios altísimo. Cuando Abraham regresaba de la batalla en la que había derrotado a los reyes, Melquisedec salió a su encuentro y lo bendijo; entonces Abraham le entregó la décima parte de todo lo que había ganado en la batalla. El nombre Melquisedec quiere decir, en primer lugar, “rey de justicia”; y como era de Salem, que quiere decir “paz”, significa también “rey de paz”. Nada se sabe de su padre, de su madre o de sus antepasados; ni tampoco se habla de su nacimiento o de su muerte; y así, a semejanza del Hijo de Dios, es sacerdote para siempre. Ahora bien, fijaos en lo importante que sería Melquisedec, que nuestro propio antepasado Abraham le entregó la décima parte del botín arrebatado a los reyes en la batalla. Según la ley de Moisés, los sacerdotes, descendientes de Leví, tienen el derecho de recibir del pueblo el diezmo de todo, a pesar de tratarse de sus parientes y descender de Abraham lo mismo que ellos. Pero Melquisedec, aun sin ser descendiente de Leví, le tomó aquella décima parte a Abraham, que había recibido las promesas de Dios. Y Melquisedec bendijo a Abraham; y nadie puede negar que el que bendice es superior al bendecido. Aquí, en esta vida, los que reciben la décima parte son hombres mortales; pero la Escritura habla de Melquisedec como de uno que todavía vive. Y se puede decir que los sacerdotes, que descienden de Leví y que ahora reciben el diezmo, dieron también el diezmo a Melquisedec al dárselo Abraham. Porque, en cierto sentido, cuando Melquisedec salió al encuentro de Abraham, este ya llevaba en su cuerpo a sus descendientes, que aún no habían nacido. El pueblo de Israel recibió la ley por medio de los sacerdotes levitas, descendientes de Aarón. Ahora bien, si en verdad estos hubieran podido hacer perfectos a los que seguían la ley, no habría sido necesario que apareciera otro sacerdote, ya no de la clase de Aarón sino de la clase de Melquisedec. Porque al cambiar el sacerdocio se tiene que cambiar también la ley; y nuestro Señor, de quien la Escritura dice esto, pertenece a otra tribu de Israel, de la que no ha salido ningún sacerdote. Porque es bien sabido que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, y Moisés no dijo nada de esa tribu cuando habló del sacerdocio. Esto es aún más claro si el nuevo sacerdote que aparece es uno como Melquisedec. Este no fue sacerdote según una ley que establece de qué familia debe venir, sino según el poder de una vida indestructible. Porque esto es lo que Dios dice de él: “Tú eres sacerdote para siempre, de la misma clase que Melquisedec.” Así que el mandato anterior quedó cancelado porque era débil e inútil, pues la ley de Moisés no perfeccionó nada; y en su lugar tenemos una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios. Dios garantizó esto con un juramento. Los otros sacerdotes fueron nombrados sin juramento alguno, pero en el caso del Señor sí que hubo un juramento, pues en la Escritura le dice: “El Señor hizo un juramento y no va a desdecirse: ‘Tú eres sacerdote para siempre.’ ” De este modo, Jesús es quien garantiza un pacto mejor que el primero.
HEBREOS 7:1-22 Reina Valera 2020 (RV2020)
Este Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de Abrahán cuando este regresaba de derrotar a los reyes, y lo bendijo. Entonces, Abrahán le entregó a Melquisedec el diezmo de todo el botín. Melquisedec significa en primer lugar «Rey de justicia», y también «Rey de Salem», es decir, «Rey de paz». Aparece sin padre, sin madre, sin antepasados; no se conoce nada del comienzo ni del fin de su vida; y así, a semejanza del Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre. Considerad la grandeza de ese hombre, a quien aun Abrahán el patriarca le dio el diezmo del botín. De hecho, los descendientes de Leví que reciben el sacerdocio, tienen, por ley, el mandato de exigir el diezmo al pueblo, es decir, a sus propios hermanos, aunque estos también sean descendientes de Abrahán. Pero Melquisedec, que no era descendiente de Leví, tomó de Abrahán el diezmo y bendijo al que tenía las promesas. Sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor. Y en este caso quienes reciben los diezmos son hombres mortales; pero, en aquel caso los recibe Melquisedec, de quien se da testimonio de que vive. Y más aún, se puede decir que Leví que ahora recibe los diezmos, en la persona de Abrahán pagó el diezmo, pues cuando Melquisedec se encontró con Abrahán, Leví ya estaba en las entrañas de su antepasado. Pues bien, si la perfección se alcanzara por medio del sacerdocio levítico —bajo el cual el pueblo recibió la ley—, ¿qué necesidad habría aún de que se levantara otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuera llamado según el orden de Aarón? Porque un cambio de sacerdocio también demanda necesariamente un cambio de ley. Y aquel, de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. Porque es bien sabido que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual Moisés nada dijo con relación al sacerdocio. Y esto es aún más evidente, si se levanta un nuevo sacerdote semejante a Melquisedec, que no es nombrado de acuerdo con una ley meramente humana, sino según el poder de una vida indestructible, pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. Así que el mandamiento anterior queda derogado por ser endeble e ineficaz, pues la ley nada perfeccionó, y en su lugar se introduce una mejor esperanza, por medio de la cual nos acercamos a Dios. Y esto no fue hecho sin juramento; porque los otros sacerdotes fueron nombrados sin juramento; pero este fue nombrado con el juramento del que le dijo: Juró el Señor y no se arrepentirá: tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec . Por tanto, Jesús es hecho garante de un mejor pacto.
HEBREOS 7:1-22 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Este Melquisedec, rey de Salén y sacerdote del Dios Altísimo, salió al encuentro de Abraham, que regresaba de derrotar a los reyes, y lo bendijo. Abraham, a su vez, le dio la décima parte de todo. El nombre Melquisedec significa, en primer lugar, «rey de justicia» y, además, «rey de Salén», esto es, «rey de paz». No tiene padre ni madre ni genealogía; no tiene comienzo ni fin, pero, a semejanza del Hijo de Dios, permanece como sacerdote para siempre. Considerad la grandeza de ese hombre, a quien nada menos que el patriarca Abraham dio la décima parte del botín. Ahora bien, los descendientes de Leví que reciben el sacerdocio tienen, por ley, el mandato de cobrar los diezmos del pueblo, es decir, de sus hermanos, aunque estos también son descendientes de Abraham. En cambio, Melquisedec, que no era descendiente de Leví, recibió los diezmos de Abraham y bendijo al que tenía las promesas. Es indiscutible que la persona que bendice es superior a la que recibe la bendición. En el caso de los levitas, los diezmos los reciben hombres mortales; en el otro caso, los recibe Melquisedec, de quien se da testimonio de que vive. Hasta podría decirse que Leví, quien ahora recibe los diezmos, los pagó por medio de Abraham, ya que Leví estaba presente en su antepasado Abraham cuando Melquisedec le salió al encuentro. Si hubiera sido posible alcanzar la perfección mediante el sacerdocio levítico (pues bajo este se le dio la ley al pueblo), ¿qué necesidad había de que más adelante surgiera otro sacerdote, según el orden de Melquisedec y no según el de Aarón? Porque cuando cambia el sacerdocio, también tiene que cambiarse la ley. En efecto, Jesús, de quien se dicen estas cosas, era de otra tribu, de la cual nadie se ha dedicado al servicio del altar. Es evidente que nuestro Señor procedía de la tribu de Judá, respecto a la cual nada dijo Moisés con relación al sacerdocio. Y lo que hemos dicho resulta aún más evidente si, a semejanza de Melquisedec, surge otro sacerdote que ha llegado a serlo no conforme a un requisito legal respecto a linaje humano, sino conforme al poder de una vida indestructible. Pues de él se da testimonio: «Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec». Por una parte, la ley anterior queda anulada por ser inútil e ineficaz, ya que no perfeccionó nada. Y, por la otra, se introduce una esperanza mejor, mediante la cual nos acercamos a Dios. ¡Y no fue sin juramento! Los otros sacerdotes llegaron a serlo sin juramento, mientras que este llegó a serlo con el juramento de aquel que le dijo: «El Señor ha jurado, y no cambiará de parecer: “Tú eres sacerdote para siempre”». Por tanto, Jesús ha llegado a ser el que garantiza un pacto superior.