HEBREOS 11:1-40
HEBREOS 11:1-40 Reina Valera 2020 (RV2020)
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Por ella nuestros antepasados fueron aprobados. Por la fe comprendemos que el universo fue hecho por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio mejor que el de Caín, por lo cual fue reconocido como justo y Dios aceptó sus ofrendas. Y aunque está muerto, aún sigue hablando por medio de su fe. Por la fe Enoc fue traspuesto para que no viera la muerte, y no pudo ser encontrado, porque Dios lo traspuso; y antes de que fuera traspuesto, se testificó que él había agradado a Dios. Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca para que su casa se salvara. Por esa fe condenó al mundo y fue hecho heredero de la justicia que se obtiene por la fe. Por la fe Abrahán, cuando fue llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó en la tierra prometida como extranjero en tierra ajena, y habitó en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa. Porque Abrahán esperaba la ciudad que tiene fundamentos sólidos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Por la fe también la misma Sara, aunque era estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz, a pesar de que se le había pasado el tiempo por su avanzada edad, porque consideró que quien le había hecho la promesa era fiel. Por eso también, de un solo hombre, y ese ya cercano a la muerte, nació una descendencia tan numerosa como las estrellas del cielo, como la arena innumerable que está a la orilla del mar. Todos estos murieron con esa fe sin haber recibido lo prometido, pero, por fe, lo vieron de lejos, lo creyeron y lo saludaron, pues reconocían que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria, pues si hubieran estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de regresar a ella. Pero anhelaban una patria mejor, esto es, una patria celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse su Dios, y les ha preparado una ciudad. Por la fe Abrahán, cuando fue puesto a prueba, ofreció a Isaac: el que había recibido las promesas, ofrecía a su único hijo, aunque se le había dicho: A través de Isaac tendrás descendencia. Y es que Abrahán creía que Dios es poderoso para resucitar aun a los muertos. Por eso, en sentido figurado, puede decirse que Abrahán recuperó a su hijo de entre los muertos. Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú acerca de cosas venideras. Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado sobre la punta de su bastón. Por la fe José, al morir, se refirió a la salida de los hijos de Israel y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe, cuando nació Moisés, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño hermoso, y no tuvieron miedo del decreto del rey. Por la fe Moisés, siendo ya adulto, rehusó llamarse hijo de la hija del faraón, y prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios, antes que gozar de los deleites temporales del pecado. Pues consideró que sufrir el oprobio por causa de Cristo era una riqueza de más valor que los tesoros de los egipcios, porque tenía puesta la mirada en la recompensa. Por la fe se fue de Egipto sin temer la ira del rey, y persistió en su propósito como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y la aspersión de la sangre, para que el exterminador no tocara a los primogénitos de los israelitas. Por la fe pasaron el mar Rojo como por tierra seca; pero cuando los egipcios intentaron hacer lo mismo, se ahogaron. Por la fe cayeron los muros de Jericó después de que los israelitas dieron vueltas a su alrededor durante siete días. Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, porque recibió amistosamente a los espías. ¿Y qué más puedo decir? Porque el tiempo me faltaría para hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas. Todos ellos, por fe, conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, evitaron el filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que recobraron resucitados a sus muertos. Pero otros fueron torturados, y no aceptaron ser liberados, porque esperaban obtener una mejor resurrección. Otros experimentaron ultrajes, azotes, y hasta cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada. Anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados. Estos hombres, de los cuales el mundo no era digno, anduvieron errantes por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Pero ninguno de ellos, aunque fueron aprobados debido a su fe, recibió lo prometido. Y es que Dios tenía reservado algo mejor para nosotros, y no quiso que ellos alcanzaran la perfección sin nosotros.
HEBREOS 11:1-40 La Palabra (versión española) (BLP)
La fe es garantía de las cosas que esperamos y certeza de las realidades que no vemos. Por ella obtuvieron nuestros mayores la aprobación de Dios. Por la fe comprendemos que el universo ha sido modelado por la palabra de Dios, de modo que lo visible tiene su origen en lo invisible. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más valioso que el de Caín; por ella fue proclamado justo al dar Dios testimonio a favor de sus ofrendas. Y por su fe, aunque muerto, sigue hablando todavía. Por la fe Enoc fue trasladado, sin pasar por la muerte, y no pudo ser encontrado porque Dios lo trasladó. Pero la Escritura atestigua que antes de ser trasladado agradó a Dios; ahora bien, sin fe es imposible agradarle, porque para acercarse a Dios es preciso creer que existe y que no deja sin recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé tomó en serio la advertencia sobre algo que aún no se veía, y construyó un arca para salvar a su familia. Por su fe puso en evidencia al mundo y logró heredar la salvación que se obtiene por medio de la fe. Por la fe Abrahán obedeció la llamada de Dios y se puso en camino hacia la tierra que había de recibir en herencia. Y partió sin conocer cuál era su destino. Por la fe vivió como extraño en la tierra que Dios le prometió, habitando en cabañas. Y otro tanto hicieron Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa juntamente con él, que había puesto su esperanza en una ciudad de sólidos cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. Por la fe también, a pesar de que Sara era estéril y de que él mismo había rebasado la edad apropiada, recibió Abrahán fuerza para fundar un linaje; todo porque se fio de quien se lo había prometido. Así que de uno solo, y ya sin vigor, surgieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo, incontables como la arena de la playa. Todos estos murieron sin haber recibido lo prometido, pero lo vieron de lejos con los ojos de la fe y lo saludaron, reconociendo así que eran extranjeros y gente de paso sobre aquella tierra. Los que así se comportan demuestran claramente que están buscando una patria. Ahora bien, si lo que añoraban era la patria de la que salieron, a tiempo estaban de regresar a ella. Pero ahora suspiraban por una patria mejor, la patria celestial. Precisamente por eso, al haberles preparado una ciudad, no tiene Dios reparo en que lo llamen «su Dios». Por la fe Abrahán, puesto a prueba, se dispuso a ofrecer a Isaac en sacrificio; el depositario de las promesas debía sacrificar a su hijo único, aquel de quien Dios le había dicho: Isaac asegurará tu descendencia. Daba por supuesto Abrahán que Dios tiene poder incluso para resucitar a los muertos; por eso, el recuperar a su hijo fue para él como un símbolo. Por la fe bendijo también Isaac a Jacob y a Esaú con vistas al futuro. Por la fe bendijo Jacob, poco antes de morir, a cada uno de los hijos de José y adoró a Dios inclinándose sobre la empuñadura de su bastón. Por la fe José, ya en trance de muerte, aludió a la salida de los israelitas de Egipto y dispuso lo que habían de hacer con sus restos mortales. Por la fe los padres de Moisés, viéndolo tan hermoso, escondieron durante tres meses al niño recién nacido, sin miedo a las órdenes del rey. Por la fe Moisés, siendo ya mayor de edad, renunció a ser considerado hijo adoptivo de la hija del faraón, prefiriendo ser maltratado junto con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que compartir los sufrimientos de aquel pueblo mesiánico era mucho más valioso que todos los tesoros de Egipto, teniendo como tenía su mirada fija en la recompensa. Por la fe se marchó de Egipto sin temor a la ira del rey, y se mantuvo constante en su propósito como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y roció con sangre las casas de los israelitas para que el exterminador respetara a los primogénitos de Israel. Por la fe los israelitas atravesaron el mar Rojo como si fuera tierra firme, mientras que los egipcios, al intentar imitarlos, fueron tragados por las aguas. Por la fe se derrumbaron los muros de Jericó después que los israelitas dieron vueltas alrededor durante siete días. Por la fe Rajab, la prostituta que había dispensado una amistosa acogida a los exploradores israelitas, no pereció junto con los incrédulos. ¿Qué más diré? Me faltaría tiempo si quisiera hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los demás profetas. Todos ellos, por la fe, conquistaron reinos, gobernaron con justicia, vieron realizarse las promesas, cerraron bocas de leones, extinguieron fuegos violentos, se libraron de morir a filo de espada, superaron enfermedades, derrocharon valor en la guerra y aniquilaron ejércitos extranjeros. Hubo incluso mujeres que recobraron resucitados a sus muertos. Algunos se dejaron torturar hasta morir, renunciando a ser liberados ante la esperanza de alcanzar una resurrección más valiosa. Otros soportaron ultrajes, latigazos, cadenas y cárceles; fueron apedreados, partidos en dos por la sierra o muertos a filo de espada; anduvieron errantes de un lado para otro, vestidos con pieles de oveja o de cabra, faltos de todo, perseguidos y maltratados. Personas demasiado buenas para un mundo como este, que tuvieron que vagar por lugares desérticos, por los montes, las cuevas y las cavernas de la tierra. Pero a pesar de haber sido todos aprobados por Dios en virtud de la fe, ninguno alcanzó la promesa. Y es que Dios había reservado lo mejor para nosotros, de manera que ninguno alcanzara la perfección a no ser juntamente con nosotros.
HEBREOS 11:1-40 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Tener fe es tener la plena seguridad de recibir aquello que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos. Nuestros antepasados fueron aprobados por Dios porque tuvieron fe. Por fe sabemos que Dios formó el universo mediante su palabra, de modo que lo que ahora vemos fue hecho de cosas que no eran visibles. Por fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio mejor que el de Caín, y por eso Dios le declaró justo y aceptó sus ofrendas. Así que, aunque Abel está muerto, sigue hablando por medio de su fe. Por fe, Henoc fue llevado en vida para que no muriera, y ya no lo encontraron, porque Dios se lo había llevado. Y la Escritura dice que, antes de ser llevado, Henoc había agradado a Dios. Pero no es posible agradar a Dios sin tener fe, porque para acercarse a Dios es necesario creer que existe y que recompensa a quienes le buscan. Por fe, Noé, cuando Dios le advirtió que iban a suceder cosas que todavía no eran visibles, obedeció, y construyó la barca para salvar a su familia. Y por esa misma fe, Noé condenó a la gente del mundo y alcanzó la salvación que se obtiene por la fe. Por fe, Abraham, cuando Dios lo llamó, obedeció y salió para ir al lugar que le iba a dar como herencia. Salió de su tierra sin saber a dónde iba, y por la fe que tenía vivió como extranjero en la tierra que Dios le había prometido. Vivió en tiendas de campaña, lo mismo que Isaac y Jacob, que también recibieron esa promesa. Abraham esperaba aquella ciudad que tiene cimientos firmes, de la cual Dios es arquitecto y constructor. También por fe, Abraham recibió fuerzas para ser padre, porque creyó que Dios cumpliría sin falta su promesa, a pesar de que Sara no podía tener hijos y él ya era demasiado viejo. Así que Abraham, aunque próximo el fin de sus días, tuvo descendientes tan numerosos como las estrellas del cielo y como la arena de la orilla del mar, que no se puede contar. Todas estas personas murieron sin haber recibido las cosas que Dios había prometido; pero como tenían fe, las vieron de lejos y las saludaron reconociéndose a sí mismos extranjeros de paso por este mundo. Y los que así hablan, claramente dan a entender que todavía andan en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en la tierra de donde salieron, bien podrían haber regresado a ella; pero deseaban una patria mejor, es decir, la patria celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de que le llamen el Dios de ellos, pues les tiene preparada una ciudad. Por fe, Abraham, cuando Dios le puso a prueba, tomó a Isaac para ofrecerlo en sacrificio. Estaba dispuesto a ofrecer a su hijo único, a pesar de que Dios le había prometido: “Por medio de Isaac tendrás descendientes.” Y es que Abraham reconocía que Dios tiene poder incluso para resucitar a los muertos; por eso recobró a su hijo, y así vino a ser un símbolo. Por fe, Isaac prometió bendiciones futuras a Jacob y a Esaú. Por fe, Jacob, ya a punto de morir, prometió bendiciones a cada uno de los hijos de José, y adoró a Dios apoyándose sobre la punta de su bastón. Por fe, José, al morir, dijo que los israelitas saldrían más tarde de la tierra de Egipto, y dejó dispuesto lo que habían de hacer con sus restos mortales. Por fe, al nacer Moisés lo escondieron sus padres durante tres meses; porque vieron que era un niño hermoso y no tuvieron miedo de las órdenes que el rey había dado de matar a los niños. Y por fe, Moisés, ya adulto, no quiso llamarse hijo de la hija del rey de Egipto; prefirió ser maltratado junto con el pueblo de Dios, antes que gozar por un tiempo de los placeres del pecado. Consideró de más valor sufrir la deshonra del Mesías que gozar de la riqueza de Egipto, porque tenía la vista puesta en la recompensa que Dios le había de dar. Por fe, Moisés dejó la tierra de Egipto, sin miedo al enojo del rey; y se mantuvo firme en su propósito, como si viera al Dios invisible. Por fe, Moisés celebró la Pascua y mandó rociar las puertas con sangre, para que el ángel de la muerte no tocase al primogénito de ningún israelita. Por fe, los israelitas pasaron el mar Rojo como si fuera tierra firme; luego, cuando los egipcios quisieron hacer lo mismo, se ahogaron. Por fe cayeron los muros de la ciudad de Jericó al cabo de siete días de dar vueltas los israelitas alrededor de ellos. Y por fe, Rahab, la prostituta, no murió junto con los desobedientes, porque había recibido bien a los espías de Israel. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los profetas. Por la fe conquistaron países, hicieron justicia, recibieron lo que Dios había prometido, cerraron la boca de los leones, apagaron fuegos violentos, se libraron de morir a filo de espada, sacaron fuerzas de flaqueza y llegaron a ser poderosos en la guerra, venciendo a los ejércitos enemigos. Hubo mujeres que recobraron con vida a sus familiares muertos. Otros murieron en el tormento, sin aceptar ser liberados, a fin de resucitar a una vida mejor. Otros sufrieron burlas y azotes, y hasta cadenas y cárceles. Y otros fueron muertos a pedradas, aserrados por la mitad o muertos a filo de espada; anduvieron de un lado a otro vestidos solo con pieles de oveja o de cabra; faltos de todo, afligidos y maltratados. Estos hombres, que el mundo ni siquiera merecía, anduvieron sin rumbo fijo por los desiertos, por los montes y por las cuevas y cavernas de la tierra. Sin embargo, ninguno de ellos recibió lo que Dios había prometido, aunque fueron aprobados por la fe que tenían. Y es que Dios, teniéndonos en cuenta a nosotros, había dispuesto algo mejor, para que solamente en unión con nosotros alcanzaran la perfección.
HEBREOS 11:1-40 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos. Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve. Por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable que el de Caín, por lo cual recibió testimonio de ser justo, pues Dios aceptó su ofrenda. Y por la fe Abel, a pesar de estar muerto, habla todavía. Por la fe Enoc fue sacado de este mundo sin experimentar la muerte; no fue hallado porque Dios se lo llevó, pero antes de ser llevado recibió testimonio de haber agradado a Dios. En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan. Por la fe Noé, advertido sobre cosas que aún no se veían, con temor reverente construyó un arca para salvar a su familia. Por esa fe condenó al mundo y llegó a ser heredero de la justicia que viene por la fe. Por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir al lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe vivió como extranjero en la tierra prometida, y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor. Por la fe Abraham, a pesar de su avanzada edad y de que Sara misma era estéril, recibió fuerza para tener hijos, porque consideró fiel al que le había hecho la promesa. Así que de este solo hombre, ya en decadencia, nacieron descendientes numerosos como las estrellas del cielo e incontables como la arena a la orilla del mar. Todos ellos vivieron por la fe, y murieron sin haber recibido las cosas prometidas; más bien, las reconocieron a lo lejos, y confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra. Al expresarse así, claramente dieron a entender que andaban en busca de una patria. Si hubieran estado pensando en aquella patria de donde habían emigrado, habrían tenido oportunidad de regresar a ella. Antes bien, anhelaban una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad. Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: «Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac». Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos. Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú, previendo lo que les esperaba en el futuro. Por la fe Jacob, cuando estaba a punto de morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyándose en la punta de su bastón. Por la fe José, al fin de su vida, se refirió a la salida de los israelitas de Egipto y dio instrucciones acerca de sus restos mortales. Por la fe Moisés, recién nacido, fue escondido por sus padres durante tres meses, porque vieron que era un niño precioso, y no tuvieron miedo del edicto del rey. Por la fe Moisés, ya adulto, renunció a ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios a disfrutar de los efímeros placeres del pecado. Consideró que el oprobio por causa del Mesías era una mayor riqueza que los tesoros de Egipto, porque tenía la mirada puesta en la recompensa. Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible. Por la fe celebró la Pascua y el rociamiento de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocara a los de Israel. Por la fe el pueblo cruzó el Mar Rojo como por tierra seca; pero, cuando los egipcios intentaron cruzarlo, se ahogaron. Por la fe cayeron las murallas de Jericó, después de haber marchado el pueblo siete días a su alrededor. Por la fe la prostituta Rajab no murió junto con los desobedientes, pues había recibido en paz a los espías. ¿Qué más voy a decir? Me faltaría tiempo para hablar de Gedeón, Barac, Sansón, Jefté, David, Samuel y los profetas, los cuales por la fe conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Aunque todos obtuvieron un testimonio favorable mediante la fe, ninguno de ellos vio el cumplimiento de la promesa. Esto sucedió para que ellos no llegaran a la meta sin nosotros, pues Dios nos había preparado algo mejor.