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GÉNESIS 50:12-21

GÉNESIS 50:12-21 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Los hijos de Jacob hicieron con su padre lo que él les había pedido: lo llevaron a la tierra de Canaán y lo sepultaron en la cueva que está en el campo de Macpela, frente a Mamré, en el mismo campo que Abraham le había comprado a Efrón el hitita para sepultura de la familia. Después de haber sepultado a su padre, José regresó a Egipto junto con sus hermanos y con toda la gente que lo había acompañado. Al reflexionar sobre la muerte de su padre, los hermanos de José concluyeron: «Tal vez José nos guarde rencor, y ahora quiera vengarse de todo el mal que le hicimos». Por eso le mandaron a decir: «Antes de morir tu padre, dejó estas instrucciones: “Decidle a José que perdone, por favor, la terrible maldad que sus hermanos cometieron contra él”. Así que, por favor, perdona la maldad de los siervos del Dios de tu padre». Cuando José escuchó estas palabras, se echó a llorar. Luego sus hermanos se presentaron ante José, se inclinaron delante de él y le dijeron: ―Aquí nos tienes; somos tus esclavos. ―No tengáis miedo —les contestó José—. ¿Puedo acaso tomar el lugar de Dios? Es verdad que vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente. Así que, ¡no tengáis miedo! Yo cuidaré de vosotros y de vuestros hijos. Y así, con el corazón en la mano, José los reconfortó.

GÉNESIS 50:12-21 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Los hijos de Jacob hicieron con su padre todo lo que él les había pedido, pues lo llevaron a Canaán y lo enterraron en la cueva del terreno de Macpelá, que Abraham había comprado a Efrón el hitita para que fuera el sepulcro de la familia. Este terreno y la cueva están al oriente de Mamré. Después de haber sepultado a su padre, José regresó a Egipto junto con sus hermanos y con todos los que le habían acompañado. Como Jacob había muerto, los hermanos de José pensaron: “Tal vez José nos odia, y va a vengarse de todo el mal que le hicimos.” Entonces le mandaron a decir: “Antes de morir, tu padre nos ordenó que te dijéramos: ‘Por favor, te pido que perdones la maldad y pecado de tus hermanos, que tan mal te trataron.’ Por eso te rogamos que perdones nuestra maldad, pues somos siervos del Dios de tu padre.” Mientras los mensajeros le daban este mensaje, José lloraba. Entonces llegaron sus propios hermanos, se inclinaron delante de él hasta tocar el suelo con la frente, y le dijeron: –Aquí nos tienes. Somos tus esclavos. Pero José les contestó: –No tengáis miedo. Yo no puedo ponerme en lugar de Dios. Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios cambió ese mal en bien para hacer lo que hoy vemos: para salvar la vida de mucha gente. Así que no tengáis miedo. Yo os daré de comer a vosotros y a vuestros hijos. Así José los tranquilizó, pues les habló con mucho cariño.

GÉNESIS 50:12-21 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Los hijos de Jacob hicieron con su padre lo que él les había pedido: lo llevaron a la tierra de Canaán y lo sepultaron en la cueva que está en el campo de Macpela, frente a Mamré, en el mismo campo que Abraham le había comprado a Efrón el hitita para sepultura de la familia. Después de haber sepultado a su padre, José regresó a Egipto junto con sus hermanos y con toda la gente que lo había acompañado. Al reflexionar sobre la muerte de su padre, los hermanos de José concluyeron: «Tal vez José nos guarde rencor, y ahora quiera vengarse de todo el mal que le hicimos». Por eso le mandaron a decir: «Antes de morir tu padre, dejó estas instrucciones: “Decidle a José que perdone, por favor, la terrible maldad que sus hermanos cometieron contra él”. Así que, por favor, perdona la maldad de los siervos del Dios de tu padre». Cuando José escuchó estas palabras, se echó a llorar. Luego sus hermanos se presentaron ante José, se inclinaron delante de él y le dijeron: ―Aquí nos tienes; somos tus esclavos. ―No tengáis miedo —les contestó José—. ¿Puedo acaso tomar el lugar de Dios? Es verdad que vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente. Así que, ¡no tengáis miedo! Yo cuidaré de vosotros y de vuestros hijos. Y así, con el corazón en la mano, José los reconfortó.