GÉNESIS 50:1-26
GÉNESIS 50:1-26 Reina Valera 2020 (RV2020)
Entonces se echó José sobre el rostro de su padre, lloró sobre él y lo besó. Después mandó José a los médicos que estaban a su servicio que embalsamaran a su padre, y los médicos embalsamaron a Israel. Cumplieron así cuarenta días, que era el plazo requerido para embalsamar. Y los egipcios lo lloraron setenta días. Pasados los días de su luto, habló José a los de la casa de Faraón: —Si me he ganado vuestro favor, os ruego que transmitáis este mensaje a Faraón: «Mi padre me hizo jurar: “Yo voy a morir; en el sepulcro que cavé para mí en la tierra de Canaán, allí me sepultarás”. Permite, pues, que yo vaya ahora a sepultar a mi padre, y después volveré». Faraón dijo: —Ve y sepulta a tu padre, como él te hizo jurar. Entonces José subió para sepultar a su padre; y subieron con él todos los siervos de Faraón, los ancianos de su casa y todos los ancianos de la tierra de Egipto, toda la casa de José, sus hermanos y la casa de su padre; solamente dejaron en la tierra de Gosén sus niños, sus ovejas y sus vacas. Subieron también con él carros y gente de a caballo, y se hizo un escuadrón muy grande. Cuando llegaron a la era de Atad, que está al otro lado del Jordán, sus lamentos y expresiones de tristeza fueron muy grandes. Allí José hizo duelo por su padre durante siete días. Al ver los habitantes de la tierra, los cananeos, el llanto en la era de Atad, dijeron: «Grande es el llanto de los egipcios». Por eso, a aquel lugar que está al otro lado del Jordán se le llamó Abel-mizraim. Sus hijos, pues, hicieron con él según les había mandado, pues lo llevaron a la tierra de Canaán y lo sepultaron en la cueva del campo de Macpela, al oriente de Mamre, la que había comprado Abrahán a Efrón, el heteo, junto con el mismo campo, como sepultura en propiedad. Después que lo hubo sepultado, regresó José a Egipto, él, sus hermanos y todos los que habían subido con él a sepultar a su padre. Al ver los hermanos de José que su padre había muerto, dijeron: —Quizá ahora nos aborrecerá José, y nos devuelva con creces todo el mal que le hicimos. Entonces enviaron a decir a José: —Tu padre mandó antes de su muerte: «Así diréis a José: “Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque te trataron mal”; por eso, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre». Y José lloró mientras hablaban. Llegaron también sus hermanos, se postraron delante de él y dijeron: —Aquí nos tienes. Somos tus esclavos. Pero José les respondió: —No temáis, pues ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener con vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al corazón. Habitó José en Egipto, él y la casa de su padre; y vivió José ciento diez años. Vio José los hijos de Efraín hasta la tercera generación; y también los hijos de Maquir hijo de Manasés fueron criados sobre las rodillas de José. Y José dijo a sus hermanos: —Yo voy a morir, pero Dios ciertamente os visitará y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abrahán, a Isaac y a Jacob. E hizo jurar José a los hijos de Israel: —Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos. Murió José a la edad de ciento diez años; lo embalsamaron, y lo pusieron en un ataúd en Egipto.
GÉNESIS 50:1-26 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Entonces José se abrazó al cuerpo de su padre, y le besó llorando. Después ordenó a los médicos que tenía a su servicio que embalsamaran el cuerpo de su padre Israel, y así lo hicieron. Tardaron cuarenta días en embalsamarlo, porque ese es el tiempo necesario para hacerlo. Los egipcios guardaron luto por Israel durante setenta días, y después de los días de luto, José habló con los del palacio del faraón y les dijo: –Si me he ganado vuestro aprecio, hacedme el favor de decir al faraón que mi padre, cuando estaba a punto de morir, me hizo jurarle que yo lo enterraría en el sepulcro que él mismo se preparó, y que está en la tierra de Canaán. Por esto, yo ruego que se me permita ir a enterrar a mi padre; una vez que lo haya enterrado, regresaré. El faraón contestó: –Ve a enterrar a tu padre, tal como él te lo pidió. José fue a enterrar a su padre, y le acompañaron todos los funcionarios que tenían autoridad en el palacio del faraón y en Egipto, la propia familia de Jacob, la de José y sus hermanos. En la tierra de Gosen dejaron solamente a los niños y a los animales. También gente con carretas y a caballo acompañó a José, así que se juntó mucha gente. Cuando llegaron a Goren-ha-atad, que está al oriente del río Jordán, celebraron una solemne ceremonia fúnebre. Allí José guardó luto por su padre durante siete días. Cuando los cananeos que vivían en aquella región vieron la ceremonia, dijeron: “Los egipcios tienen un entierro muy solemne.” Por eso llamaron Abel-misraim a aquel lugar que está al oriente del Jordán. Los hijos de Jacob hicieron con su padre todo lo que él les había pedido, pues lo llevaron a Canaán y lo enterraron en la cueva del terreno de Macpelá, que Abraham había comprado a Efrón el hitita para que fuera el sepulcro de la familia. Este terreno y la cueva están al oriente de Mamré. Después de haber sepultado a su padre, José regresó a Egipto junto con sus hermanos y con todos los que le habían acompañado. Como Jacob había muerto, los hermanos de José pensaron: “Tal vez José nos odia, y va a vengarse de todo el mal que le hicimos.” Entonces le mandaron a decir: “Antes de morir, tu padre nos ordenó que te dijéramos: ‘Por favor, te pido que perdones la maldad y pecado de tus hermanos, que tan mal te trataron.’ Por eso te rogamos que perdones nuestra maldad, pues somos siervos del Dios de tu padre.” Mientras los mensajeros le daban este mensaje, José lloraba. Entonces llegaron sus propios hermanos, se inclinaron delante de él hasta tocar el suelo con la frente, y le dijeron: –Aquí nos tienes. Somos tus esclavos. Pero José les contestó: –No tengáis miedo. Yo no puedo ponerme en lugar de Dios. Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios cambió ese mal en bien para hacer lo que hoy vemos: para salvar la vida de mucha gente. Así que no tengáis miedo. Yo os daré de comer a vosotros y a vuestros hijos. Así José los tranquilizó, pues les habló con mucho cariño. José y la familia de su padre siguieron viviendo en Egipto. José vivió ciento diez años, y llegó a ver a los bisnietos de Efraín. También alcanzó a recibir como miembros de la familia a los hijos de su nieto Maquir, que era hijo de Manasés. Un día, José dijo a sus hermanos: “Me falta poco para morir, pero Dios vendrá a ayudaros y os sacará de este país para llevaros a la tierra que prometió a Abraham, Isaac y Jacob.” Entonces hizo que los hijos de Israel le juraran, y les dijo: “En verdad, Dios vendrá a ayudaros. Cuando eso suceda, haréis llevar de aquí mis restos.” José murió en Egipto a la edad de ciento diez años, y su cuerpo fue embalsamado y puesto en un ataúd.
GÉNESIS 50:1-26 La Palabra (versión española) (BLP)
Entonces José se inclinó sobre el rostro de su padre y lo besó llorando. Después ordenó a los médicos que tenía a su servicio que embalsamaran el cuerpo de su padre Israel, y así lo hicieron. Emplearon en ello cuarenta días, pues ese es el tiempo que lleva embalsamar. Los egipcios guardaron luto durante setenta días. Pasados los días de duelo, José habló con los cortesanos del faraón y les dijo: —Si de verdad me he ganado el respeto de la corte, os ruego que transmitáis este mensaje al faraón: Mi padre, antes de morir, me hizo jurarle que lo sepultaría en la tumba que él mismo preparó en la tierra de Canaán. Ahora ruego me permitas ir a sepultar a mi padre, y luego volveré. El faraón respondió: —Vete y sepulta a tu padre como él te hizo jurar. José, pues, fue a sepultar a su padre; lo acompañaron todos los cortesanos del faraón, los ancianos de su corte, todos los ancianos de Egipto, y toda la familia de José junto con sus hermanos y la familia de su padre. En la región de Gosen solamente dejaron a sus niños, sus ovejas y sus vacas. Subieron también con él carros y jinetes, de modo que el cortejo era impresionante. Al llegar a la era de Hatad, al otro lado del Jordán, celebraron una solemne ceremonia fúnebre. Allí José guardó luto por su padre durante siete días. Cuando los cananeos que vivían en aquella región vieron en la era de Hatad aquellas manifestaciones de duelo, dijeron: «El funeral de los egipcios es muy solemne». Por eso llamaron Abel Misráin a aquel lugar que está al otro lado del Jordán. Los hijos de Jacob hicieron con su padre lo que él les había pedido: lo llevaron a la tierra de Canaán y lo sepultaron en la cueva del campo de Macpelá, frente a Mambré, la cueva que Abrahán había comprado a Efrón el hitita, como sepultura en propiedad. Después José volvió a Egipto con sus hermanos y con todos los que lo habían acompañado a enterrar a su padre. Al ver los hermanos de José que su padre había muerto, se dijeron: —Tal vez José nos odia, y ahora nos devuelva con creces todo el mal que le hicimos. Por eso enviaron a José este mensaje: —Tu padre, antes de morir, nos mandó que te dijéramos: «Perdona a tus hermanos su crimen y su pecado, perdónales el mal que te hicieron». Te rogamos, pues, que perdones nuestro crimen, ya que somos servidores del Dios de tu padre. José, al oírlo, se echó a llorar. Entonces vinieron sus hermanos, se inclinaron delante de él y le dijeron: —Aquí nos tienes, somos tus siervos. Pero José les respondió: —No temáis. ¿Acaso pensáis que yo ocupo el puesto de Dios? Es verdad que vosotros os portasteis mal conmigo, pero Dios lo cambió en bien para hacer lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente. Por tanto, no temáis. Yo cuidaré de vosotros y de vuestros hijos. De ese modo los consoló, llegándoles al corazón. José y la familia de su padre siguieron viviendo en Egipto. José vivió ciento diez años y llegó a conocer a los biznietos de Efraín. Además, cuando nacieron los hijos de su nieto Maquir, que era hijo de Manasés, José los recibió sobre sus rodillas. Un día, José dijo a sus hermanos: —Mi fin está cerca, pero Dios vendrá a ayudaros y os llevará de este país a la tierra que prometió a Abrahán, Isaac y Jacob. Y José hizo jurar a los hijos de Israel diciendo: —Sin duda Dios vendrá a ayudaros. Cuando esto ocurra, os llevaréis de aquí mis huesos. José murió a los ciento diez años; lo embalsamaron y lo depositaron en un sarcófago en Egipto.
GÉNESIS 50:1-26 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Entonces José se abrazó al cuerpo de su padre y, llorando, lo besó. Luego ordenó a los médicos a su servicio que embalsamaran el cuerpo, y así lo hicieron. El proceso para embalsamarlo tardó unos cuarenta días, que es el tiempo requerido. Los egipcios, por su parte, guardaron luto por Israel durante setenta días. Pasados los días de duelo, José se dirigió así a los miembros de la corte del faraón: ―Si me he ganado el respeto de la corte, decidle por favor al faraón que mi padre, antes de morirse, me hizo jurar que yo lo sepultaría en la tumba que él mismo se preparó en la tierra de Canaán. Por eso le ruego encarecidamente que me permita ir a sepultar a mi padre, y luego volveré. El faraón le respondió: ―Ve a sepultar a tu padre, conforme a la promesa que te pidió hacerle. José fue a sepultar a su padre, y lo acompañaron los servidores del faraón, es decir, los ancianos de su corte y todos los ancianos de Egipto. A estos se sumaron todos los familiares de José, es decir, sus hermanos y los de la casa de Jacob. En la región de Gosén dejaron únicamente a los niños y a los animales. También salieron con él carros y jinetes, formando así un cortejo muy grande. Al llegar a la era de Hatad, que está cerca del río Jordán, hicieron grandes y solemnes lamentaciones. Allí José guardó luto por su padre durante siete días. Cuando los cananeos que vivían en esa región vieron en la era de Hatad aquellas manifestaciones de duelo, dijeron: «Los egipcios están haciendo un duelo muy solemne». Por eso al lugar, que está cerca del Jordán, lo llamaron Abel Misrayin. Los hijos de Jacob hicieron con su padre lo que él les había pedido: lo llevaron a la tierra de Canaán y lo sepultaron en la cueva que está en el campo de Macpela, frente a Mamré, en el mismo campo que Abraham le había comprado a Efrón el hitita para sepultura de la familia. Después de haber sepultado a su padre, José regresó a Egipto junto con sus hermanos y con toda la gente que lo había acompañado. Al reflexionar sobre la muerte de su padre, los hermanos de José concluyeron: «Tal vez José nos guarde rencor, y ahora quiera vengarse de todo el mal que le hicimos». Por eso le mandaron a decir: «Antes de morir tu padre, dejó estas instrucciones: “Decidle a José que perdone, por favor, la terrible maldad que sus hermanos cometieron contra él”. Así que, por favor, perdona la maldad de los siervos del Dios de tu padre». Cuando José escuchó estas palabras, se echó a llorar. Luego sus hermanos se presentaron ante José, se inclinaron delante de él y le dijeron: ―Aquí nos tienes; somos tus esclavos. ―No tengáis miedo —les contestó José—. ¿Puedo acaso tomar el lugar de Dios? Es verdad que vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente. Así que, ¡no tengáis miedo! Yo cuidaré de vosotros y de vuestros hijos. Y así, con el corazón en la mano, José los reconfortó. José y la familia de su padre permanecieron en Egipto. Alcanzó la edad de ciento diez años, y llegó a ver nacer a los hijos de Efraín hasta la tercera generación. Además, cuando nacieron los hijos de Maquir, hijo de Manasés, él los recibió sobre sus rodillas. Tiempo después, José dijo a sus hermanos: «Yo estoy a punto de morir, pero sin duda Dios vendrá a ayudaros, y os llevará de este país a la tierra que prometió a Abraham, Isaac y Jacob». Entonces José hizo que sus hijos le prestaran juramento. Les dijo: «Sin duda Dios vendrá a ayudaros. Cuando esto ocurra, vosotros deberéis llevaros de aquí mis huesos». José murió en Egipto a los ciento diez años de edad. Una vez que lo embalsamaron, lo pusieron en un ataúd.