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EZEQUIEL 23:1-21

EZEQUIEL 23:1-21 Reina Valera 2020 (RV2020)

Vino a mí palabra del Señor: —Hijo de hombre, hubo dos mujeres, hijas de una misma madre, las cuales fornicaron en Egipto; en su juventud fornicaron. Allí fueron apretados sus pechos, allí fueron acariciados sus pechos virginales. La mayor se llamaba Ahola, y su hermana, Aholiba. Ambas fueron mías, y dieron a luz hijos e hijas. Ahola representa a Samaria y Aholiba, a Jerusalén. Y Ahola, aunque me pertenecía, cometió fornicación. Se enamoró de los asirios, vecinos suyos, vestidos de púrpura, gobernadores y capitanes, todos jóvenes y apuestos, jinetes que iban a caballo, para hacerlos sus amantes. Se prostituyó con ellos, con todos los más escogidos de los hijos de los asirios y con todos aquellos de quienes se enamoró; se contaminó con todos los ídolos de ellos. Y no dejó sus fornicaciones de Egipto, pues muchos se acostaron con ella en su juventud. Ellos acariciaron sus pechos virginales y derramaron sobre ella su lujuria. Por lo cual la entregué en manos de sus amantes, en manos de los hijos de los asirios, de quienes se había enamorado. Ellos descubrieron su desnudez, tomaron a sus hijos y a sus hijas, y a ella la mataron a espada. Y llegó a ser famosa entre las mujeres a causa del escarmiento que hicieron de ella. Esto lo vio su hermana Aholiba, y enloqueció de lujuria más que ella: sus fornicaciones fueron peores que las fornicaciones de su hermana. Se enamoró de los hijos de los asirios, sus vecinos, gobernadores y capitanes, vestidos de ropas y armas excelentes, jinetes que iban a caballo, todos ellos jóvenes apuestos. Y vi que se había contaminado, que un mismo camino era el de ambas. Y aumentó sus fornicaciones, pues cuando vio a hombres pintados en la pared, imágenes de caldeos pintadas de color, ceñidos por la cintura con talabartes y con turbantes de colores en la cabeza, todos ellos con apariencia de capitanes, a la manera de los hombres de Babilonia, de Caldea, tierra de su nacimiento, se enamoró de ellos a primera vista, y les envió mensajeros a la tierra de los caldeos. Así, pues, se unieron a ella los hombres de Babilonia en su lecho de amores, y la contaminaron. Y ella también se contaminó con ellos, pero luego su alma se hastió de ellos. Así hizo evidentes sus fornicaciones y descubrió sus desnudeces, por lo cual mi alma se hastió de ella, como se había ya hastiado de su hermana. Incluso multiplicó sus fornicaciones para recordar los días de su juventud, en los cuales había fornicado en la tierra de Egipto. Y se enamoró de sus rufianes, cuya lujuria es como el ardor carnal de los asnos y cuyo flujo es como el flujo de los caballos. Así recordaste de nuevo la lujuria de tu juventud, cuando los egipcios acariciaban tus pechos, los pechos de tu juventud.

EZEQUIEL 23:1-21 La Palabra (versión española) (BLP)

El Señor me dirigió la palabra: —Hijo de hombre: Había dos mujeres, hijas de la misma madre. Se prostituyeron en Egipto siendo jóvenes. Allí fueron manoseados sus pechos y acariciados sus senos de doncella. La mayor se llamaba Oholá y su hermana Oholibá. Llegaron a ser mías y tuvieron hijos e hijas. Oholá era Samaría y Oholibá Jerusalén. Oholá se prostituyó estando bajo mi autoridad; se prendó de los amantes que tenía cerca, los asirios, que llevaban vestidos de púrpura; eran gobernadores y magistrados, todos jóvenes apuestos, jinetes a lomos de caballos. Les concedió sus lascivos favores; eran la flor y nata de los asirios, y se contaminó con los ídolos de quienes se había prendado. No abandonó su talante de prostituta que había arrastrado desde Egipto, donde se habían acostado con ella cuando era joven, donde acariciaron sus senos de doncella y desahogaron con ella su lujuria. Por eso, la entregué en manos de sus amantes asirios, de quienes se había prendado. Ellos dejaron al descubierto su desnudez y le quitaron a sus hijos e hijas, y a ella misma la mataron a espada. Y así se convirtió en escarmiento de las mujeres, pues se había hecho justicia con ella. Vio todo esto su hermana Oholibá, pero se corrompió más que su hermana, a quien superó en pasión y en lascivia. Se prendó de sus vecinos los asirios, de sus gobernadores y magistrados, magníficamente vestidos, jinetes a lomos de caballos, todos ellos jóvenes apuestos. Me di cuenta de que se había contaminado (de hecho, la conducta de ambas era la misma). Pero esta superó a la otra en prostituciones. Vio en la pared relieves de figuras masculinas, representaciones grabadas de caldeos pintadas con bermellón, con las caderas ceñidas con cinturones, tocados con turbantes sueltos por detrás. Todos tenían aspecto de oficiales; eran imágenes de los babilonios, nativos de Caldea. Ella se prendó de lo que habían visto sus ojos y envió mensajeros a Caldea. Acudieron a ella los babilonios a compartir su lecho de amor; la mancillaron con su lascivia y, una vez mancillada, se hastió de ellos. Dejó así al descubierto sus prostituciones y su desnudez, y entonces yo me hastié de ella, como me había hastiado de su hermana. Pero multiplicó sus prostituciones, hasta el punto de recordar cuando, siendo joven, se prostituía en Egipto y se quedaba prendada de aquellos disolutos, que tenían unos miembros como los de los asnos y echaban tanto esperma como los caballos. Añorabas la lascivia de tu juventud, cuando manoseaban tus pechos en Egipto y acariciaban tus senos de doncella.

EZEQUIEL 23:1-21 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

El Señor se dirigió a mí y me dijo: “Había una vez dos mujeres, hijas de la misma madre. Desde jóvenes, ambas mujeres se entregaron a la prostitución; en Egipto dejaron que les manosearan los pechos y perdieron su virginidad. La mayor se llamaba Oholá (que representa a Samaria), y su hermana, Oholibá (que representa a Jerusalén). Yo las tomé por esposas, y me dieron hijos e hijas. Oholá me fue infiel y se apasionó por sus amantes, los guerreros asirios, con sus uniformes de púrpura, todos ellos jefes y gobernadores, jóvenes apuestos, jinetes montados en sus caballos, ¡lo más selecto de los asirios! Oholá se entregó a la prostitución con ellos, y hasta se apasionó por todos sus ídolos, y se rebajó adorándolos. Desde que estuvo en Egipto, se volvió una prostituta, y jamás dejó de serlo. Desde que era joven, muchos se acostaron con ella y le quitaron la virginidad, convirtiéndola en una prostituta. Por eso la entregué en manos de sus amantes, los asirios, por quienes se había apasionado, y ellos la deshonraron; luego le quitaron sus hijos e hijas, y la mataron a filo de espada ejecutando así la sentencia contra ella. Su caso se hizo famoso entre las mujeres. “Su hermana Oholibá vio esto, y sin embargo se entregó, más aún que su hermana, a la pasión y la prostitución. También ella se apasionó por los asirios, todos ellos jefes y gobernadores, guerreros espléndidamente vestidos, jinetes montados a caballo, jóvenes apuestos. Me di cuenta de que también ella se había manchado y había seguido el ejemplo de su hermana. Pero fue aún más lejos en sus prostituciones: vio en las paredes imágenes de babilonios, grabadas y pintadas de rojo; todos ellos tenían aspecto de oficiales, a juzgar por sus cinturones y turbantes. Al ver a los babilonios, se apasionó por ellos y envió mensajeros a Babilonia. Los babilonios vinieron y se acostaron con ella, y le hicieron el amor manchándola con sus prostituciones. Tanto la mancharon, que al fin sintió asco de ellos. Entonces se entregó públicamente a la prostitución, mostrando su cuerpo desnudo, hasta que yo sentí asco de ella como antes lo había sentido de su hermana. Pero se entregó más y más a la prostitución, recordando el tiempo de su juventud, cuando se prostituyó en Egipto y se apasionó por sus amantes egipcios, que en sus impulsos sexuales se parecen a los asnos y los caballos. “Tú, Oholibá, sentías nostalgia del libertinaje de tu juventud, cuando los egipcios te manoseaban los pechos.

EZEQUIEL 23:1-21 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

El SEÑOR me habló diciendo: «Hijo de hombre, hubo dos mujeres, hijas de una misma madre. Desde jóvenes se dejaron manosear los senos; en Egipto se prostituyeron y dejaron que les acariciaran sus pechos virginales. La mayor se llamaba Aholá, y la menor, Aholibá. Me uní a ellas, y me dieron hijos e hijas. (Aholá representa a Samaria, y su hermana Aholibá, a Jerusalén). Mientras Aholá me pertenecía, me fue infiel y se enamoró perdidamente de sus amantes los asirios, todos ellos guerreros vestidos de púrpura, gobernadores y oficiales, jóvenes apuestos y hábiles jinetes. Como una prostituta, se entregó a lo mejor de los asirios; se contaminó con todos los ídolos que pertenecían a sus amantes. Jamás abandonó la prostitución que había comenzado a practicar en Egipto. Desde su juventud, fueron muchos los que se acostaron con ella; fueron muchos los que acariciaron sus pechos virginales y se apasionaron con ella. Por eso la entregué en manos de sus amantes, los asirios, con quienes ella se apasionó. Y ellos la desnudaron, le quitaron a sus hijos y a sus hijas, y a ella la mataron a filo de espada. Fue tal el castigo que ella recibió que su caso se volvió una advertencia para las mujeres. »Aunque su hermana Aholibá vio esto, dio rienda suelta a sus pasiones y se prostituyó aún más que su hermana. Ella también se enamoró perdidamente de los asirios, todos ellos gobernadores y oficiales, guerreros vestidos con mucho lujo, hábiles jinetes, y jóvenes muy apuestos. Yo pude darme cuenta de que ella se había contaminado y seguido el ejemplo de su hermana. Pero Aholibá llevó más allá sus prostituciones. Vio en la pared figuras de caldeos pintadas de rojo, con cinturones y amplios turbantes en la cabeza. Todos ellos tenían aspecto de oficiales, y se parecían a los babilonios originarios de Caldea. Al verlos, se enamoró de ellos perdidamente y envió mensajeros a Caldea. Los babilonios vinieron y se acostaron con ella en el lecho de sus pasiones. A tal punto la contaminaron con sus prostituciones que se hastió de ellos. Pero, exhibiendo su desnudez, practicó con descaro la prostitución. Entonces me hastié de ella, como antes me había hastiado de su hermana. Pero ella multiplicó sus prostituciones, recordando los días de su juventud cuando en Egipto había sido una prostituta. Allí se había enamorado perdidamente de sus amantes, cuyos genitales eran como los de un asno y su semen como el de un caballo. Así echó de menos la lujuria de su juventud, cuando los egipcios le manoseaban los senos y le acariciaban sus pechos virginales.