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ÉXODO 10:1-29

ÉXODO 10:1-29 Reina Valera 2020 (RV2020)

El Señor dijo a Moisés: —Preséntate ante Faraón, porque yo he endurecido su corazón y el corazón de sus siervos, para mostrar entre ellos mis señales, para que cuentes a tus hijos y a tus nietos las cosas que yo hice en Egipto y las señales que hice entre ellos, y así sepáis que yo soy el Señor. Entonces fueron Moisés y Aarón ante Faraón, y le dijeron: —El Señor, el Dios de los hebreos, ha dicho así: «¿Hasta cuándo no querrás humillarte delante de mí? Deja ir a mi pueblo, para que me sirva. Y si aún rehúsas dejarlo ir, mañana yo traeré sobre tu territorio una plaga de langostas, las cuales cubrirán la superficie del país, de tal manera que no se podrá ver el suelo. Ellas se comerán todo lo que el granizo no haya dañado, lo mismo que todos los árboles frutales del campo. Llenarán tus casas, las casas de todos tus siervos y las casas de todos los egipcios, como nunca vieron tus padres ni tus abuelos desde que nacieron hasta el día de hoy». Se dio la vuelta y salió de la presencia de Faraón. Entonces los siervos de Faraón le dijeron: —¿Hasta cuándo será este hombre una amenaza para nosotros? Deja ir a esta gente para que sirvan al Señor, su Dios. ¿Acaso aún no sabes que Egipto está ya destruido? Llamaron, pues, de nuevo a Moisés y Aarón ante Faraón, el cual les dijo: —Andad, servid al Señor, vuestro Dios. ¿Quiénes son los que han de ir? Moisés respondió: —Hemos de ir con nuestros niños y con nuestros ancianos, con nuestros hijos y con nuestras hijas; con nuestras ovejas y con nuestras vacas hemos de ir, porque es nuestra fiesta solemne para el Señor. Él les dijo: —¡Así sea el Señor con vosotros! ¿Cómo os voy a dejar ir a vosotros y a vuestros niños? ¡A la vista están vuestras malas intenciones! No será así; id ahora vosotros los hombres y servid al Señor, pues esto es lo que vosotros habíais pedido. Y los echaron de la presencia de Faraón. Entonces el Señor dijo a Moisés: —Extiende tu mano sobre la tierra de Egipto, para traer la langosta, a fin de que suba sobre el país de Egipto y consuma todo lo que el granizo dejó. Extendió Moisés su vara sobre la tierra de Egipto, y el Señor trajo un viento del este sobre el país todo aquel día y toda aquella noche; y al venir la mañana, el viento del este trajo la langosta. La langosta subió sobre toda la tierra de Egipto y se asentó en todo el país de Egipto en tan gran cantidad como no la hubo antes ni la habrá después; cubrió la superficie de todo el país y oscureció la tierra; consumió toda la hierba de la tierra y todo el fruto de los árboles que había dejado el granizo; no quedó cosa verde en los árboles ni en la hierba del campo en toda la tierra de Egipto. Entonces Faraón se apresuró a llamar a Moisés y a Aarón, y dijo: —He pecado contra el Señor, vuestro Dios, y contra vosotros. Pero os ruego ahora que perdonéis mi pecado solamente esta vez, y que oréis al Señor, vuestro Dios, para que aparte de mí al menos esta plaga mortal. Salió Moisés de delante de Faraón, y oró al Señor. Entonces el Señor trajo un fortísimo viento del oeste que se llevó la langosta y la arrojó en el mar Rojo; ni una langosta quedó en todo el país de Egipto. Pero el Señor endureció el corazón de Faraón, y este no dejó ir a los hijos de Israel. El Señor dijo a Moisés: —Extiende tu mano hacia el cielo, para que haya tinieblas sobre la tierra de Egipto, tanto que cualquiera las palpe. Extendió Moisés su mano hacia el cielo, y por tres días hubo densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto. Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días; pero todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones. Entonces Faraón hizo llamar a Moisés, y dijo: —Id, servid al Señor; que solamente queden vuestras ovejas y vuestras vacas. Vayan también vuestros niños con vosotros. Moisés respondió: —Tú nos darás los animales para los sacrificios y holocaustos que ofreceremos al Señor, nuestro Dios. Y nuestro ganado irá también con nosotros. No quedará ni una pezuña, porque de él hemos de tomar para servir al Señor, nuestro Dios, y no sabemos con qué hemos de servir al Señor hasta que lleguemos allá. Pero el Señor endureció el corazón de Faraón, y este no quiso dejarlos ir. Y le dijo Faraón: —Retírate de mi presencia. Cuídate de no ver más mi rostro, pues el día en que lo veas, morirás. Y Moisés respondió: —¡Bien has dicho! No veré más tu rostro.

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ÉXODO 10:1-29 La Palabra (versión española) (BLP)

El Señor dijo a Moisés: —Preséntate ante el faraón, porque yo soy el que ha hecho que tanto él como sus cortesanos se muestren intransigentes, a fin de que se pongan de manifiesto en medio de ellos mis prodigios. Así podrás contar a tus hijos y a tus nietos cómo castigué a Egipto y qué prodigios realicé entre ellos; y reconoceréis que yo soy el Señor. Moisés y Aarón se presentaron ante el faraón y le dijeron: —Esto dice el Señor, Dios de los hebreos: ¿Hasta cuándo te negarás a humillarte ante mí y a dejar salir a mi pueblo para que me rinda culto? Si te niegas a dejarlo salir, mañana mismo voy a hacer que una plaga de langosta invada tu país. Cubrirán tu país de tal manera que no se podrá ver el suelo, devorando el resto de la cosecha que se salvó del granizo junto con todos los árboles que crecen en vuestros campos. Llenarán tus palacios, las casas de tus cortesanos y las del resto de los egipcios. ¡Será algo como nunca vieron tus padres ni tus abuelos desde que aparecieron sobre la tierra hasta el presente! Dicho esto, Moisés dio media vuelta y salió de la presencia del faraón. Los cortesanos del faraón le dijeron: —¿Hasta cuándo va a ser este hombre nuestra ruina? Deja marchar a esa gente y que rindan culto al Señor, su Dios. Entonces hicieron volver a Moisés y Aarón ante el faraón, el cual les dijo: —Id y rendid culto al Señor vuestro Dios. Pero ¿quiénes son los que van a ir? Moisés respondió: —Para celebrar la fiesta en honor del Señor, hemos de ir con nuestros niños y ancianos, con nuestros hijos e hijas, con nuestras ovejas y vacas. El faraón les replicó diciendo: —¡Estáis muy equivocados si pensáis que voy a dejar que os marchéis con vuestros niños! ¡Algo estáis tramando! No iréis como decís; solo iréis los varones adultos a rendir culto al Señor, ya que eso es lo que habéis pedido. Acto seguido, los echaron de la presencia del faraón. El Señor dijo a Moisés: —Extiende tu mano sobre Egipto, para que venga sobre el país una plaga de langostas y devore la vegetación que no destruyó el granizo. Moisés extendió su vara, apuntando hacia Egipto, y el Señor hizo soplar sobre el país el viento del este, desde la mañana hasta la noche. Al amanecer, el viento del este había traído una plaga de langostas que invadió todo el país, hasta el último rincón. ¡Nunca antes se había visto tal cantidad de langostas, ni se vio después algo parecido! Las langostas cubrieron el país de tal modo que se oscureció su superficie; devoraron todas las plantas del país y todos los frutos de los árboles que se habían salvado del granizo. No dejaron nada verde en ningún lugar de Egipto: ni en el campo, ni en los árboles. El faraón mandó llamar urgentemente a Moisés y Aarón para decirles: —Reconozco que he pecado contra el Señor, vuestro Dios, y contra vosotros. Os ruego que de nuevo me perdonéis y que roguéis al Señor, vuestro Dios, que aleje de aquí este desastroso castigo. Moisés salió de su presencia y oró al Señor. El Señor cambió la dirección del viento, y un viento fuerte del oeste barrió las langostas y las arrojó al mar de las Cañas. No quedó en todo Egipto una sola langosta. Pero el Señor mantuvo al faraón en su postura intransigente y no dejó salir a los israelitas. El Señor dijo a Moisés: —Alza tu mano hacia el cielo, para que aparezcan sobre todo Egipto unas tinieblas tan densas que se puedan palpar. Moisés así lo hizo, y se cernió sobre Egipto una espesa tiniebla que duró tres días. Durante ese tiempo nadie pudo moverse, pues no se veían unos a otros; pero sí hubo luz donde vivían los israelitas. Una vez más el faraón mandó llamar a Moisés y le dijo: —Id con vuestros hijos a rendir culto al Señor, vuestro Dios, pero dejad aquí vuestras ovejas y vacas. Moisés respondió: —Tienes que dejarnos llevar también las víctimas para los sacrificios y holocaustos en honor del Señor, nuestro Dios; también nuestro ganado ha de venir con nosotros. No dejaremos aquí ni una sola res, porque debemos rendir culto al Señor, nuestro Dios, con las cosas que nos pertenecen; y hasta que no lleguemos allí, no sabremos qué es lo adecuado para rendirle culto. El Señor hizo que el faraón se mantuviera intransigente y que no los dejara salir. Dijo además el faraón a Moisés: —¡Fuera de aquí! Y no vuelvas nunca más a presentarte ante mí, pues el día en que aparezcas nuevamente por aquí, morirás. A lo que Moisés respondió: —Será como dices, no me verás nunca más.

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ÉXODO 10:1-29 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

El Señor dijo a Moisés: –Ve a ver al faraón, pues yo he hecho que él y sus funcionarios se pongan tercos, para mostrarles las grandes maravillas que puedo hacer, y para que tú cuentes a tus hijos y nietos la forma en que me burlé de los egipcios y las grandes maravillas que hice entre ellos. Así sabréis que yo soy el Señor. Moisés y Aarón fueron a ver al faraón y le dijeron: –Así dice el Señor, el Dios de los hebreos: ‘¿Hasta cuándo te negarás a humillarte delante de mí? Deja ir a mi pueblo, para que me adore; porque si te sigues oponiendo a dejarlo ir, mañana haré que vengan langostas sobre tu país, las cuales cubrirán la tierra en tal cantidad que no se podrá ver el suelo. Se comerán lo poco que haya quedado después del granizo, y se comerán también todos los árboles del campo. Llenarán tus palacios, las casas de tus funcionarios y las casas de todos los egipcios. ¡Será algo como nunca vieron tus padres ni tus abuelos desde sus días hasta los nuestros!’ Al terminar de hablar, Moisés dio media vuelta y salió del palacio del faraón. Entonces los funcionarios del faraón dijeron: –¿Hasta cuándo nos va a causar problemas este hombre? Deje Su Majestad que esa gente vaya a adorar a su Dios, el Señor. ¿Todavía no se da cuenta Su Majestad de que Egipto está arruinado? El faraón mandó llamar otra vez a Moisés y Aarón, y les dijo: –Id a adorar al Señor vuestro Dios, pero antes decidme quiénes vais a ir. Moisés contestó: –Tenemos que ir con nuestros niños y ancianos, hijos e hijas, y con nuestras ovejas y vacas, pues para nosotros es una gran fiesta en honor del Señor. Pero el faraón les dijo: –¡Claramente se ven vuestras malas intenciones! ¿Cómo creéis que el Señor os va a acompañar, y que yo voy a dejar que os vayáis vosotros y vuestros niños? Pues no va a ser así. Id vosotros, los hombres adultos, a adorar al Señor, ya que eso es lo que queréis. Y el faraón ordenó que los echaran de su presencia. Pero el Señor dijo a Moisés: –Extiende tu brazo sobre Egipto, para que vengan las langostas y acaben con todas las plantas del país y con todo lo que quedó después del granizo. Moisés extendió su brazo sobre Egipto, y el Señor hizo venir un viento del este que sopló sobre el país todo el día y toda la noche. Al día siguiente, el viento del este había traído las langostas, que invadieron todo el país. Nunca antes hubo, ni habrá después, tantas langostas como aquel día, pues cubrieron la tierra en tal cantidad que no se podía ver el suelo, y se comieron todas las plantas y toda la fruta que había quedado en los árboles después del granizo. No quedó nada verde en ningún lugar de Egipto: ni en el campo ni en los árboles. El faraón mandó llamar inmediatamente a Moisés y Aarón, y les dijo: –He pecado contra el Señor vuestro Dios, y contra vosotros, pero os ruego que tan solo esta vez perdonéis mi pecado, y que oréis por mí al Señor vuestro Dios, para que por lo menos aleje de mí esta plaga mortal. En cuanto Moisés salió del palacio del faraón, oró al Señor. Entonces el Señor cambió el rumbo del viento, y lo convirtió en un fuerte viento del oeste que se llevó las langostas y las arrojó al mar Rojo. No quedó en todo Egipto una sola langosta. Pero el Señor hizo que el faraón se pusiera terco y que no dejara ir a los israelitas. Entonces el Señor dijo a Moisés: –Extiende tu brazo hacia el cielo, para que en todo Egipto haya una oscuridad tan espesa que hasta se pueda tocar. Moisés levantó su brazo hacia el cielo, y hubo una oscuridad tan grande en todo Egipto que, durante tres días, nadie podía ver a su vecino ni moverse de su lugar. En cambio, en todas las casas de los israelitas había luz. Entonces el faraón mandó llamar a Moisés, y le dijo: –Id a adorar al Señor, y llevaos también a vuestros hijos; pero dejad aquí vuestras ovejas y vuestras vacas. Pero Moisés contestó: –Al contrario, tú mismo nos vas a dar los animales que vamos a sacrificar y quemar en honor del Señor nuestro Dios. Además, nuestros ganados irán con nosotros. Ni un solo animal debe quedarse, porque tenemos que escoger algunos de ellos para rendir culto al Señor. Mientras no lleguemos allá, no sabremos qué vamos a necesitar para adorar al Señor. Pero el Señor hizo que el faraón se pusiera terco y que no los dejara ir. Además el faraón dijo a Moisés: –Vete de aquí, y cuidado con venir a verme otra vez, porque el día que vuelvas a presentarte ante mí, morirás. Moisés contestó: –Bien lo has dicho: no volveré a verte.

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ÉXODO 10:1-29 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

El SEÑOR le dijo a Moisés: «Ve a hablar con el faraón. En realidad, soy yo quien ha endurecido su corazón y el de sus funcionarios, para realizar entre ellos mis señales milagrosas. Lo hice para que puedas contarles a tus hijos y a tus nietos la dureza con que traté a los egipcios, y las señales que realicé entre ellos. Así sabréis que yo soy el SEÑOR». Moisés y Aarón se presentaron ante el faraón, y le advirtieron: «Así dice el SEÑOR y Dios de los hebreos: “¿Hasta cuándo te opondrás a humillarte en mi presencia? Deja ir a mi pueblo para que me rinda culto. Si te niegas a dejarlos ir, mañana mismo traeré langostas sobre tu país. De tal manera cubrirán la superficie de la tierra que no podrá verse el suelo. Se comerán lo poco que haya quedado después del granizo, y acabarán con todos los árboles que haya en los campos. Infestarán tus casas, y las de tus funcionarios y las de todos los egipcios. ¡Será algo que ni tus padres ni tus antepasados vieron jamás, desde el día en que se establecieron en este país hasta la fecha!”» Dicho esto, Moisés se dio media vuelta y se retiró de la presencia del faraón. Entonces los funcionarios le dijeron al faraón: ―¿Hasta cuándo este individuo será una trampa para nosotros? ¡Deja que el pueblo se vaya y que rinda culto al SEÑOR su Dios! ¿Acaso no sabes que Egipto está arruinado? El faraón mandó llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: ―Id y rendid culto al SEÑOR vuestro Dios. Tan solo decidme quiénes van a ir. ―Nos van a acompañar nuestros jóvenes y nuestros ancianos —respondió Moisés—. También nos acompañarán nuestros hijos y nuestras hijas, y nuestros rebaños y nuestros ganados, pues vamos a celebrar la fiesta del SEÑOR. ―Que el SEÑOR os acompañe —repuso el faraón—, ¡si es que yo dejo que os vayáis con vuestras mujeres y vuestros hijos! ¡Claramente se ven vuestras malas intenciones! ¡Pero no será como vosotros queréis! Si lo que queréis es rendirle culto al SEÑOR, ¡id solo vosotros los hombres! Y Moisés y Aarón fueron arrojados de la presencia del faraón. Entonces el SEÑOR le dijo a Moisés: «Extiende los brazos sobre todo Egipto, para que vengan langostas y cubran todo el país, y se coman todo lo que crece en los campos y todo lo que dejó el granizo». Moisés extendió su vara sobre Egipto, y el SEÑOR hizo que todo ese día y toda esa noche un viento del este soplara sobre el país. A la mañana siguiente, el viento del este había traído las langostas, las cuales invadieron todo Egipto y se asentaron en gran número por todos los rincones del país. ¡Nunca antes hubo semejante plaga de langostas, ni la habrá después! Eran tantas las langostas que cubrían la superficie de la tierra, que ni el suelo podía verse. Se comieron todas las plantas del campo y todos los frutos de los árboles que dejó el granizo. En todo Egipto no quedó nada verde, ni en los árboles ni en las plantas. A toda prisa mandó llamar el faraón a Moisés y a Aarón, y admitió: «He pecado contra el SEÑOR vuestro Dios y contra vosotros. Yo os pido que perdonéis mi pecado una vez más, y que roguéis por mí al SEÑOR vuestro Dios, para que por lo menos aleje de donde yo estoy esta plaga mortal». En cuanto Moisés salió de la presencia del faraón, rogó al SEÑOR por el faraón. El SEÑOR hizo entonces que el viento cambiara, y que un fuerte viento del oeste se llevara las langostas y las echara al Mar Rojo. En todo Egipto no quedó una sola langosta. Pero el SEÑOR endureció el corazón del faraón, y este no dejó que los israelitas se fueran. El SEÑOR le dijo a Moisés: «Levanta los brazos al cielo, para que todo Egipto se cubra de tinieblas, ¡tinieblas tan densas que se puedan palpar!» Moisés levantó los brazos al cielo, y durante tres días todo Egipto quedó envuelto en densas tinieblas. Durante ese tiempo, los egipcios no podían verse unos a otros, ni moverse de su sitio. Sin embargo, en todos los hogares israelitas había luz. Entonces el faraón mandó llamar a Moisés y le dijo: ―Id y rendid culto al SEÑOR. Llevaos también a vuestros hijos, pero dejad atrás vuestros rebaños y vuestros ganados. A esto replicó Moisés: ―¡Al contrario!, tú vas a darnos los sacrificios y holocaustos que hemos de presentar al SEÑOR nuestro Dios, y además nuestro ganado tiene que ir con nosotros. ¡No puede quedarse aquí ni una sola pezuña! Para rendirle culto al SEÑOR nuestro Dios tendremos que tomar algunos de nuestros animales, y no sabremos cuáles debemos presentar como ofrenda hasta que lleguemos allí. Pero el SEÑOR endureció el corazón del faraón, y este no quiso dejarlos ir, sino que le gritó a Moisés: ―¡Largo de aquí! ¡Y cuidado con volver a presentarte ante mí! El día que vuelvas a verme, puedes darte por muerto. ―¡Bien dicho! —le respondió Moisés—. ¡Jamás volveré a verte!

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