ÉXODO 1:1-22
ÉXODO 1:1-22 Reina Valera 2020 (RV2020)
Estos son los nombres de los hijos de Israel que entraron en Egipto con Jacob, cada uno con su familia: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser. Los descendientes de Jacob eran en total setenta personas. José ya estaba en Egipto. Y murió José, y también sus hermanos y toda aquella generación. Pero los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, llegaron a ser numerosos y fuertes en extremo, y se llenó de ellos el país. Subió por entonces al trono de Egipto un nuevo rey, que no había conocido a José, y dijo a su pueblo: —Mirad, el pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y fuerte que nosotros. Ahora, pues, actuemos con astucia para que no se multiplique y suceda que, en caso de guerra, él también se una a nuestros enemigos para pelear contra nosotros, y se vaya de esta tierra. Entonces pusieron sobre ellos comisarios de tributos para que los oprimieran con sus cargas. Así edificaron para Faraón las ciudades de almacenaje, Pitom y Ramesés. Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel. Los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, y amargaron su vida con dura esclavitud en la fabricación de barro y ladrillo, en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor. También habló el rey de Egipto a las parteras de las hebreas, una de ellas se llamaba Sifra y la otra Fúa, y les dijo: —Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, observad el sexo: si es niño, matadlo; si es niña, dejadla vivir. Pero las parteras temieron a Dios y no hicieron como les mandó el rey de Egipto, sino que preservaron la vida a los niños. Entonces el rey de Egipto hizo llamar a las parteras, y les dijo: —¿Por qué habéis hecho esto? ¿Por qué habéis preservado la vida a los niños? Las parteras respondieron a Faraón: —Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias; son robustas y dan a luz antes de que llegue la partera. Y Dios premió a las parteras; el pueblo se multiplicó y se fortaleció mucho. Y por haber las parteras temido a Dios, él prosperó sus familias. Entonces Faraón dio a todo su pueblo esta orden: —Echad al río a todo niño que nazca, y preservad la vida a toda niña.
ÉXODO 1:1-22 La Palabra (versión española) (BLP)
Estos son los nombres de los israelitas que llegaron a Egipto con Jacob, cada uno con su familia: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser. Los descendientes de Jacob eran en total setenta personas, incluyendo a José, que ya estaba en Egipto. José murió y también sus hermanos y toda aquella generación. Como los israelitas eran fecundos, se multiplicaron sobremanera, se hicieron fuertes y llenaron el país. Subió por entonces al trono de Egipto un nuevo rey, que no había conocido a José, y dijo a su pueblo: —¡Daos cuenta de que los israelitas se están multiplicando y haciéndose más fuertes que nosotros! Actuemos sabiamente respecto a ellos, no sea que sigan multiplicándose y, en caso de guerra, se pongan del lado de nuestros enemigos, luchen contra nosotros y se marchen del país. Entonces les impusieron capataces que los sometían a trabajos muy duros. Y así fue cómo construyeron para el faraón las ciudades de almacenamiento de Pitón y Ramsés. Pero cuanto más los oprimían, más crecían y se extendían, hasta el punto que los egipcios empezaron a considerarlos un serio problema. Por eso, los egipcios sometieron a los israelitas a una cruel esclavitud. Les hicieron la vida insoportable con trabajos rudos: hacer barro, fabricar adobes, y toda clase de labores del campo. Todos estos trabajos se los impusieron con malos tratos. Además, el rey de Egipto habló con Fuá y Sifrá, comadronas de las hebreas, y les dijo: —Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, prestad atención al sexo del recién nacido; si es niño, matadlo; si es niña, dejadla vivir. Pero las comadronas desatendieron, por respeto a Dios, la orden dada por el rey de Egipto, y dejaron vivir también a los niños. Entonces el rey de Egipto las mandó llamar y les preguntó: —¿Por qué habéis actuado así? ¿Por qué habéis dejado con vida a los niños? Ellas le respondieron: —Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias; son como animales salvajes y dan a luz antes de que llegue la comadrona. Por eso Dios premió a las comadronas. El pueblo siguió creciendo y haciéndose cada vez más poderoso; en cuanto a las comadronas que habían sido fieles a Dios, fueron agraciadas con una familia numerosa. Entonces el faraón ordenó a todo su pueblo: —Arrojad al río a todos los niños hebreos que nazcan; a las niñas dejadlas vivir.
ÉXODO 1:1-22 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Estos son los nombres de los hijos de Israel que, acompañados de sus familias, llegaron con Jacob a Egipto: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser. En total, los descendientes de Jacob eran setenta. José ya estaba en Egipto. Murieron José y sus hermanos y toda aquella generación. Sin embargo, los israelitas tuvieron muchos hijos, y hasta tal punto se multiplicaron que fueron haciéndose más y más poderosos. El país se fue llenando de ellos. Pero llegó al poder en Egipto otro rey que no había conocido a José, y le dijo a su pueblo: «¡Cuidado con los israelitas, que ya son más fuertes y numerosos que nosotros! Vamos a tener que manejarlos con mucha astucia; de lo contrario, seguirán aumentando y, si estalla una guerra, se unirán a nuestros enemigos, nos combatirán y se irán del país». Fue así como los egipcios pusieron capataces para que oprimieran a los israelitas. Les impusieron trabajos forzados, tales como los de edificar para el faraón las ciudades de almacenaje Pitón y Ramsés. Pero cuanto más los oprimían, más se multiplicaban y se extendían, de modo que los egipcios llegaron a tenerles miedo; por eso les imponían trabajos pesados y los trataban con crueldad. Les amargaban la vida obligándolos a hacer mezcla y ladrillos, y todas las labores del campo. En todos los trabajos de esclavos que los israelitas realizaban, los egipcios los trataban con crueldad. Había dos parteras de las hebreas, llamadas Sifrá y Fuvá, a las que el rey de Egipto ordenó: ―Cuando ayudéis a las hebreas en sus partos, fijaos en el sexo: si es niño, matadlo; pero, si es niña, dejadla con vida. Sin embargo, las parteras temían a Dios, así que no siguieron las órdenes del rey de Egipto, sino que dejaron con vida a los varones. Entonces el rey de Egipto mandó llamar a las parteras, y les preguntó: ―¿Por qué habéis hecho esto? ¿Por qué habéis dejado con vida a los varones? Las parteras respondieron: ―Resulta que las hebreas no son como las egipcias, sino que están llenas de vida y dan a luz antes de que lleguemos. De este modo los israelitas se hicieron más fuertes y más numerosos. Además, Dios trató muy bien a las parteras y, por haberse mostrado temerosas de Dios, les concedió tener muchos hijos. El faraón, por su parte, dio esta orden a todo su pueblo: ―¡Tirad al río a todos los niños hebreos que nazcan! A las niñas, dejadlas con vida.
ÉXODO 1:1-22 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Estos son los nombres de los israelitas que llegaron con Jacob a Egipto, cada uno con su familia: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser. Los descendientes de Jacob sumaban en total setenta personas. José ya estaba en Egipto. José y sus hermanos, y todos los de aquella generación, murieron; pero como los israelitas tenían muchos hijos, se multiplicaron de tal manera que llegaron a ser muy poderosos. El país estaba lleno de ellos. Más tarde hubo un nuevo rey en Egipto, que no había conocido a José y que dijo a su pueblo: “Mirad, el pueblo israelita es más numeroso y más poderoso que nosotros; así que debemos hacer algo para impedir que sigan aumentando, porque podría suceder que, en caso de guerra, se pusieran de parte de nuestros enemigos para pelear contra nosotros, y se fueran de este país.” Por eso los egipcios pusieron capataces encargados de someter a los israelitas a trabajos muy duros. Les hicieron construir las ciudades de Pitón y Ramsés, que el faraón, rey de Egipto, utilizaba para almacenar provisiones. Pero cuanto más los maltrataban, más aumentaban. Así que los egipcios les tenían mucho miedo. Los egipcios esclavizaron cruelmente a los israelitas. Les amargaron la vida sometiéndolos a rudos trabajos: preparar barro y hacer adobes, y atender a todos los trabajos del campo. En todo esto los israelitas eran tratados con crueldad. Además el rey de Egipto habló con Sifrá y Puá, que eran parteras de las hebreas, y les dijo: –Cuando atendáis a las hebreas en sus partos, fijaos en el sexo del recién nacido. Si es niña, dejadla vivir, pero si es niño, ¡matadlo! Sin embargo, las parteras tuvieron temor de Dios y no hicieron lo que el rey de Egipto les había ordenado, sino que dejaron vivir a los niños. Entonces el rey de Egipto las mandó llamar y les dijo: –¿Por qué habéis dejado vivir a los niños? –Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias –contestaron ellas–. Al contrario, son muy robustas y dan a luz antes de que nosotras lleguemos a atenderlas. De esta manera el pueblo israelita seguía creciendo en número, y cada vez se hacía más poderoso. Además, como las parteras tuvieron temor de Dios, él las favoreció y les concedió una familia numerosa. El faraón, por su parte, ordenó a todo su pueblo: “Echad al río a todos los niños hebreos que nazcan; solo a las niñas dejadlas vivir.”