EFESIOS 5:20-31
EFESIOS 5:20-31 La Palabra (versión española) (BLP)
dando gracias siempre y por todo a Dios Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Guardaos mutuamente respeto en atención a Cristo. Que las mujeres respeten a sus maridos, como si se tratara del Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza y salvador del cuerpo, que es la Iglesia. Si, pues, la Iglesia es dócil a Cristo, séanlo también, y sin reserva alguna, las mujeres a sus maridos. Vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia. Por ella entregó su vida a fin de consagrarla a Dios, purificándola por medio del agua y la palabra. Se preparó así una Iglesia radiante, sin mancha, ni arruga, ni nada semejante; una Iglesia santa e inmaculada. Este es el modelo según el cual los maridos deben amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; todo lo contrario, lo cuida y alimenta. Es lo que hace Cristo con su Iglesia, que es su cuerpo, del cual todos nosotros somos miembros. Por esta razón —dice la Escritura— dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y ambos llegarán a ser como una sola persona.
EFESIOS 5:20-31 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Dad siempre gracias a Dios Padre por todas las cosas, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos los unos a los otros por reverencia a Cristo. Mujeres, estad sujetas a vuestros maridos como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la iglesia. Cristo es también el Salvador de la iglesia, que es su cuerpo; y así como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las mujeres deben estar en todo sujetas a sus maridos. Maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la iglesia y dio su vida por ella. Esto lo hizo para santificarla, purificándola con el baño del agua acompañado de la palabra para presentársela a sí mismo como una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni nada parecido, sino santificada y perfecta. Así como el marido ama su propio cuerpo, así debe amar también a su mujer. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie odia su propio cuerpo, sino que lo alimenta y lo cuida, como Cristo hace con la iglesia, porque ella es su cuerpo. Y nosotros somos parte de ese cuerpo. Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos serán como una sola persona.
EFESIOS 5:20-31 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
dando siempre gracias a Dios el Padre por todo, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos unos a otros, por reverencia a Cristo. Esposas, someteos a vuestros propios esposos como al Señor. Porque el esposo es cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza y Salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo. Así como la iglesia se somete a Cristo, también las esposas deben someterse a sus esposos en todo. Esposos, amad a vuestras esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable. Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo».
EFESIOS 5:20-31 Reina Valera 2020 (RV2020)
Dad siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Someteos unos a otros, por respeto a Dios. Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Por tanto, como la Iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras mujeres, del mismo modo que Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella. Lo hizo para santificarla, después de haberla purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo como una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e intachable. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo, sino que lo sustenta y lo cuida, como también el Señor a su Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y los dos serán un solo ser.