HECHOS 8:1-12
HECHOS 8:1-12 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Y Saulo estaba allí, dando su aprobación a la muerte de Esteban. Aquel mismo día comenzó una gran persecución contra la iglesia de Jerusalén. Todos, menos los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria. Unos hombres piadosos enterraron a Esteban y le lloraron mucho. Mientras tanto, Saulo perseguía a la iglesia: entraba de casa en casa y sacaba a rastras a hombres y mujeres para mandarlos a la cárcel. Los creyentes que tuvieron que salir de Jerusalén anunciaban el mensaje de salvación por dondequiera que iban. Felipe, uno de ellos, se dirigió a la principal ciudad de Samaria y comenzó a hablarles de Cristo. La gente se reunía y escuchaba con atención lo que decía Felipe, viendo las señales milagrosas que hacía. De muchas personas salían gritando los espíritus impuros, y muchos paralíticos y cojos eran sanados. Por esta causa hubo gran alegría en aquella ciudad. Había allí un hombre llamado Simón, que ya de antes practicaba la brujería y engañaba a la gente de Samaria haciéndose pasar por alguien importante. Todos, del más pequeño al más grande, le escuchaban atentamente y decían: “Este es el que llaman ‘el gran poder de Dios’.” Y le hacían caso, porque con sus brujerías los había engañado durante mucho tiempo. Pero cuando creyeron en la buena noticia que Felipe les anunciaba acerca del reino de Dios y de Jesucristo, hombres y mujeres se bautizaron.
HECHOS 8:1-12 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Y Saulo estaba allí, dando su aprobación a la muerte de Esteban. Aquel día se desató una gran persecución contra la iglesia en Jerusalén, y todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria. Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. Saulo, por su parte, causaba estragos en la iglesia: entrando de casa en casa, arrastraba a hombres y mujeres y los metía en la cárcel. Los que se habían dispersado predicaban la palabra por dondequiera que iban. Felipe bajó a una ciudad de Samaria y les anunciaba al Mesías. Al oír a Felipe y ver las señales milagrosas que realizaba, mucha gente se reunía y todos prestaban atención a su mensaje. De muchos endemoniados los espíritus malignos salían dando alaridos, y un gran número de paralíticos y cojos quedaban sanos. Y aquella ciudad se llenó de alegría. Ya desde antes había en esa ciudad un hombre llamado Simón que, jactándose de ser un gran personaje, practicaba la hechicería y asombraba a la gente de Samaria. Todos, desde el más pequeño hasta el más grande, le prestaban atención y exclamaban: «¡Este hombre es al que llaman el Gran Poder de Dios!» Lo seguían porque por mucho tiempo los había tenido deslumbrados con sus artes mágicas. Pero, cuando creyeron a Felipe, que les anunciaba las buenas nuevas del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, tanto hombres como mujeres se bautizaron.
HECHOS 8:1-12 Reina Valera 2020 (RV2020)
Saulo estuvo de acuerdo con la muerte de Esteban, y ese día se desató una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén y todos, salvo los apóstoles, se dispersaron por las tierras de Judea y de Samaria. Unos hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban y lloraron sentidamente por él. Mientras tanto, Saulo asolaba la iglesia: entraba en las casas, apresaba violentamente a hombres y mujeres y los enviaba a la cárcel. Pero quienes fueron dispersados iban por todas partes anunciando el evangelio. Fue así como Felipe llegó a la ciudad de Samaria para predicar a Cristo. La gente escuchaba con atención lo que Felipe decía y todos juntos oían y veían las señales que hacía: hubo muchos casos de espíritus inmundos que salían de sus víctimas lanzando alaridos, y muchos paralíticos y cojos quedaban sanados. Así que hubo una gran alegría en aquella ciudad. Desde hacía tiempo se encontraba en la ciudad un hombre llamado Simón que practicaba la magia y tenía embelesado al pueblo de Samaria, haciéndose pasar por alguien importante. Todos le escuchaban atentamente, desde el más pequeño hasta el más grande, y decían: «Este es el gran poder de Dios». Le prestaban cuidadosa atención porque con sus artes mágicas los había asombrado durante mucho tiempo. Pero cuando Felipe les anunció el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, hombres y mujeres creyeron y se bautizaron.
HECHOS 8:1-12 La Palabra (versión española) (BLP)
Saulo estaba allí, dando su aprobación a la muerte de Esteban. Aquel mismo día se desató una violenta persecución contra la iglesia de Jerusalén. Todos los fieles, a excepción de los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría. Unos hombres piadosos enterraron el cuerpo de Esteban y lloraron sentidamente su muerte. Mientras tanto, Saulo asolaba la Iglesia: irrumpía en las casas, apresaba a hombres y mujeres y los metía en la cárcel. Los discípulos que tuvieron que dispersarse iban de pueblo en pueblo anunciando el mensaje. Felipe, en concreto, llegó a la ciudad de Samaría y les predicaba al Mesías. La gente en masa escuchaba con atención a Felipe, pues habían oído hablar de los milagros que realizaba y ahora los estaban viendo. Hubo muchos casos de espíritus malignos que abandonaron a sus víctimas lanzando alaridos; y numerosos paralíticos y cojos fueron también curados, de manera que la ciudad se llenó de alegría. Desde hacía tiempo, se encontraba en la ciudad un hombre llamado Simón, que practicaba la magia y tenía asombrada a toda la población de Samaría. Se las daba de persona importante y gozaba de una gran audiencia tanto entre los pequeños como entre los mayores. «Ese hombre —decían— es la personificación del poder divino: eso que se llama el Gran Poder». Y lo escuchaban encandilados, porque durante mucho tiempo los había tenido asombrados con su magia. Pero cuando Felipe les anunció el mensaje acerca del reino de Dios y de la persona de Jesucristo, hombres y mujeres abrazaron la fe y se bautizaron.