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HECHOS 4:23-37

HECHOS 4:23-37 Reina Valera 2020 (RV2020)

Al ser puestos en libertad, fueron con los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Ellos, al oírlo, elevaron todos juntos sus voces a Dios y dijeron: —Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; tú, por medio del Espíritu Santo, y por boca de nuestro padre David tu siervo dijiste estas palabras: ¿Por qué se amotinan las gentes y los pueblos piensan cosas vanas? Se reunieron los reyes de la tierra y los príncipes conspiraron contra el Señor y contra su Cristo. Y realmente es cierto que, en esta ciudad, Herodes y Pilato se confabularon con los gentiles y también con el pueblo de Israel contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían determinado antes de que sucediera. Y ahora, Señor, mira cómo nos amenazan y concede a tus siervos anunciar con valentía tu palabra, mientras extiendes tu mano para que se hagan sanaciones, señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús. Cuando terminaron de orar, el lugar en que estaban congregados tembló y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con valentía la palabra de Dios. La multitud de los que habían creído pensaban y sentían de forma unánime. Ninguno consideraba como propio nada de lo que poseía, sino que todas las cosas las tenían en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús y gracia abundante se derramaba sobre todos ellos. No había entre ellos ningún necesitado, porque quienes poseían heredades o casas las vendían, llevaban el producto de lo vendido y lo ponían a disposición de los apóstoles para que estos lo distribuyeran conforme a la necesidad de cada uno. Así José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que significa «hijo de consolación»), levita, natural de Chipre, vendió un terreno que tenía, llevó el producto de la venta y lo puso a disposición de los apóstoles.

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HECHOS 4:23-37 La Palabra (versión española) (BLP)

En cuanto fueron puestos en libertad, Pedro y Juan se reunieron con los suyos y les contaron lo que los jefes de los sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Al enterarse, todos elevaron unánimes esta oración a Dios: —Señor nuestro, tú has creado el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos; tú, por medio del Espíritu Santo, pusiste en boca de David, tu servidor y nuestro antepasado, estas palabras: ¿Por qué se alborotan las naciones y hacen planes inútiles los pueblos? Los reyes de la tierra se han aliado y los poderosos se han confabulado en contra del Señor y de su ungido . Y realmente es cierto que, en esta ciudad, Pilato y Herodes se confabularon con los extranjeros y el pueblo israelita en contra de Jesús, tu santo servidor y Mesías. Llevaron así a cabo todo lo que tu poder y tu voluntad habían decidido de antemano que sucediese. Ahora, Señor, mira cómo nos amenazan y concede a tus servidores anunciar tu mensaje con plena libertad. Pon en juego tu poder, para que en el nombre de Jesús, tu santo servidor, se produzcan curaciones, señales milagrosas y prodigios. Apenas terminaron de orar, tembló el lugar donde estaban reunidos y todos quedaron llenos del Espíritu Santo. Así pudieron luego proclamar el mensaje de Dios con plena libertad. El grupo de los creyentes estaba totalmente compenetrado en un mismo sentir y pensar, y ninguno consideraba de su exclusiva propiedad los bienes que poseía, sino que todos los disfrutaban en común. Los apóstoles, por su parte, daban testimonio de la resurrección de Jesús, el Señor, con toda firmeza, y se los miraba con gran simpatía. Nadie entre los creyentes carecía de nada, pues los que eran dueños de haciendas o casas las vendían y entregaban el producto de la venta, poniéndolo a disposición de los apóstoles para que estos lo distribuyeran conforme a la necesidad de cada uno. Tal fue el caso de José, un chipriota de la tribu de Leví, a quien los apóstoles llamaban Bernabé, que significa «el que trae consuelo»: vendió un terreno de su propiedad, trajo el importe y lo puso a disposición de los apóstoles.

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HECHOS 4:23-37 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Una vez en libertad, Pedro y Juan fueron a reunirse con sus compañeros y les contaron todo lo que los jefes de los sacerdotes y los ancianos les habían dicho. Habiéndolo oído, oraron todos juntos a Dios diciendo: “Señor, tú, que hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos, dijiste por medio del Espíritu Santo y por boca de tu siervo David: ‘¿Por qué se alborotan las naciones? ¿Por qué los pueblos hacen planes sin sentido? Los reyes y gobernantes de la tierra se rebelan, y juntos conspiran contra el Señor y contra su escogido, el Mesías.’ “Es un hecho que aquí, en esta ciudad, Herodes y Poncio Pilato se unieron a los extranjeros y a los israelitas en contra de tu santo siervo Jesús, a quien escogiste como Mesías. De esta manera, ellos hicieron todo cuanto tú, en tus planes, ya habías dispuesto que sucediera. Ahora, Señor, fíjate en sus amenazas y concede a tus siervos que anuncien sin miedo tu mensaje, que por tu poder sanen a los enfermos y que hagan señales y milagros en el nombre de tu santo siervo Jesús.” Cuando acabaron de orar, tembló el lugar donde estaban reunidos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y anunciaban abiertamente el mensaje de Dios. Todos los creyentes, que ya eran muchos, pensaban y sentían de la misma manera. Ninguno decía que sus cosas fueran solo suyas, sino que eran de todos. Los apóstoles seguían dando un poderoso testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y Dios los bendecía mucho a todos. No había entre ellos ningún necesitado, porque quienes poseían terrenos o casas los vendían, y el dinero lo ponían a disposición de los apóstoles para repartirlo entre todos según las necesidades de cada uno. Tal fue el caso de un levita llamado José, natural de la isla de Chipre, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que significa: “Hijo de consolación”). Este hombre vendió un terreno de su propiedad y puso el dinero a disposición de los apóstoles.

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HECHOS 4:23-37 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Al quedar libres, Pedro y Juan volvieron a los suyos y les relataron todo lo que les habían dicho los jefes de los sacerdotes y los ancianos. Cuando lo oyeron, alzaron unánimes la voz en oración a Dios: «Soberano Señor, creador del cielo y de la tierra, del mar y de todo lo que hay en ellos, tú, por medio del Espíritu Santo, dijiste por boca de nuestro padre David, tu siervo: »“¿Por qué se sublevan las naciones y en vano conspiran los pueblos? Los reyes de la tierra se rebelan y los gobernantes se confabulan contra el Señor y contra su ungido”. En efecto, en esta ciudad se reunieron Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y con el pueblo de Israel, contra tu santo siervo Jesús, a quien ungiste para hacer lo que de antemano tu poder y tu voluntad habían determinado que sucediera. Ahora, Señor, toma en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos el proclamar tu palabra sin temor alguno. Por eso, extiende tu mano para sanar y hacer señales y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús». Después de haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos; todos fueron llenos del Espíritu Santo, y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno. Todos los creyentes eran de un solo sentir y pensar. Nadie consideraba suya ninguna de sus posesiones, sino que las compartían. Los apóstoles, a su vez, con gran poder seguían dando testimonio de la resurrección del Señor Jesús. La gracia de Dios se derramaba abundantemente sobre todos ellos, pues no había ningún necesitado en la comunidad. Quienes poseían casas o terrenos los vendían, llevaban el dinero de las ventas y lo entregaban a los apóstoles para que se distribuyera a cada uno según su necesidad. José, un levita natural de Chipre, a quien los apóstoles llamaban Bernabé (que significa: Consolador), vendió un terreno que poseía, llevó el dinero y lo puso a disposición de los apóstoles.

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