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HECHOS 26:9-23

HECHOS 26:9-23 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

»Pues bien, yo mismo estaba convencido de que debía hacer todo lo posible por combatir el nombre de Jesús de Nazaret. Eso es precisamente lo que hice en Jerusalén. Con la autoridad de los jefes de los sacerdotes metí en la cárcel a muchos de los santos y, cuando los mataban, yo manifestaba mi aprobación. Muchas veces anduve de sinagoga en sinagoga castigándolos para obligarlos a blasfemar. Mi obsesión contra ellos me llevaba al extremo de perseguirlos incluso en ciudades del extranjero. »En uno de esos viajes iba yo hacia Damasco con la autoridad y la comisión de los jefes de los sacerdotes. A eso del mediodía, oh rey, mientras iba por el camino, vi una luz del cielo, más refulgente que el sol, que con su resplandor nos envolvió a mí y a mis acompañantes. Todos caímos al suelo, y yo oí una voz que me decía en arameo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ¿Qué sacas con darte cabezazos contra la pared?” Entonces pregunté: “¿Quién eres, Señor?” “Yo soy Jesús, a quien tú persigues —me contestó el Señor—. Ahora, ponte en pie y escúchame. Me he aparecido a ti con el fin de designarte siervo y testigo de lo que has visto de mí y de lo que te voy a revelar. Te libraré de tu propio pueblo y de los gentiles. Te envío a estos para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, a fin de que, por la fe en mí, reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados”. »Así que, rey Agripa, no fui desobediente a esa visión celestial. Al contrario, comenzando con los que estaban en Damasco, siguiendo con los que estaban en Jerusalén y en toda Judea, y luego con los gentiles, a todos les prediqué que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, y que demostraran su arrepentimiento con sus buenas obras. Solo por eso los judíos me prendieron en el templo y trataron de matarme. Pero Dios me ha ayudado hasta hoy, y así me mantengo firme, testificando a grandes y pequeños. No he dicho sino lo que los profetas y Moisés ya dijeron que sucedería: que el Cristo padecería y que, siendo el primero en resucitar, proclamaría la luz a su propio pueblo y a los gentiles».

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HECHOS 26:9-23 La Palabra (versión española) (BLP)

Es cierto que yo mismo creí mi deber combatir por todos los medios lo referente a Jesús de Nazaret. Así actué en Jerusalén, donde, autorizado por los jefes de los sacerdotes, encarcelé a muchos fieles y di mi voto para que los condenaran a muerte. Recorría también a menudo todas las sinagogas, e intentaba hacerlos abjurar a fuerza de torturas. Mi saña contra ellos llegó a tal extremo, que los perseguí hasta en las ciudades extranjeras. Esta es la razón por la que fui comisionado por los jefes de los sacerdotes para ir con plenos poderes a Damasco. Me hallaba en camino, majestad, cuando a eso del mediodía vi una luz del cielo más brillante que el sol, cuyo resplandor nos envolvió a mí y a mis compañeros de viaje. Todos caímos al suelo, y yo escuché una voz que me decía en arameo: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues? Te va a resultar duro dar coces contra el aguijón». Entonces pregunté: «¿Quién eres, Señor?». Y el Señor respondió: «Soy Jesús, a quien tú persigues. Anda, levántate y ponte en pie; me he aparecido a ti para hacerte mi servidor y para que des testimonio de haberme visto y de lo que aún tengo que mostrarte. Yo te libraré del pueblo judío y también de las naciones extranjeras, a las que he de enviarte para que les abras los ojos del entendimiento, les hagas pasar de las tinieblas a la luz y del imperio de Satanás a Dios. De este modo, por medio de la fe en mí, alcanzarán el perdón de los pecados y la herencia que corresponde a los que Dios ha consagrado para sí». Yo, pues, rey Agripa, no desobedecí aquella visión celestial, sino que me dirigí en primer lugar a los habitantes de Damasco, y luego a los de Jerusalén, a los de todo el país judío y a los de las naciones extranjeras, proclamando la necesidad de convertirse, de volver a Dios y de observar una conducta propia de gente convertida. Por esta razón me detuvieron los judíos, cuando estaba yo en el Templo, y trataron luego de asesinarme. Pero he contado con la protección de Dios hasta el presente, y no ceso de dar testimonio a pequeños y grandes, afirmando únicamente lo que tanto los profetas como Moisés predijeron que había de ocurrir: a saber, que el Mesías tenía que padecer, pero que sería el primero en resucitar de la muerte para anunciar la luz tanto al pueblo judío como a las demás naciones.

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HECHOS 26:9-23 Reina Valera 2020 (RV2020)

Es cierto que yo pensaba que era mi deber combatir por todos los medios el nombre de Jesús de Nazaret. Así lo hice en Jerusalén. Encerré en cárceles a muchos de los fieles, tras recibir la autorización de los principales sacerdotes. Incluso di mi voto contra ellos para que fuesen condenados a muerte. En las sinagogas, muchas veces los castigué y los forcé a blasfemar. Mi animadversión hacia ellos llegó a tal extremo, que los perseguí hasta en las ciudades extranjeras. Esta es la razón por la que fui comisionado por los principales sacerdotes para ir con plenos poderes a Damasco. Y me sucedió que, a mediodía, oh rey, yendo de camino vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol. Me rodeó a mí y a los que iban conmigo. Caímos todos al suelo, y yo escuché una voz que me decía en hebreo: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón». Yo entonces pregunté: «¿Quién eres, Señor?». Y el Señor respondió: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Levántate, ponte en pie. Me he aparecido a ti porque tú vas a ser ministro y testigo de lo que has visto, y de lo que aún te voy a mostrar. Te libraré de tu pueblo y de los gentiles, a los que he de enviarte para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios y para que reciban perdón de pecados y la herencia que corresponde a los santificados por medio de la fe en mí». Por eso, rey Agripa, no desobedecí esa visión celestial, sino que, primeramente a los que están en Damasco, luego a los de Jerusalén y por toda la tierra de Judea y a los gentiles, les anuncié que debían arrepentirse y convertirse a Dios, y demostrar con sus hechos que realmente se habían arrepentido. Por esto los judíos me apresaron en el templo e intentaron matarme. Pero he contado con la protección de Dios hasta el presente, por eso hasta hoy no dejo de dar mi testimonio a pequeños y grandes, sin decir nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: Que el Cristo había de padecer y ser el primero en resucitar de la muerte para anunciar la luz tanto al pueblo judío como a los gentiles.

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HECHOS 26:9-23 La Palabra (versión española) (BLP)

Es cierto que yo mismo creí mi deber combatir por todos los medios lo referente a Jesús de Nazaret. Así actué en Jerusalén, donde, autorizado por los jefes de los sacerdotes, encarcelé a muchos fieles y di mi voto para que los condenaran a muerte. Recorría también a menudo todas las sinagogas, e intentaba hacerlos abjurar a fuerza de torturas. Mi saña contra ellos llegó a tal extremo, que los perseguí hasta en las ciudades extranjeras. Esta es la razón por la que fui comisionado por los jefes de los sacerdotes para ir con plenos poderes a Damasco. Me hallaba en camino, majestad, cuando a eso del mediodía vi una luz del cielo más brillante que el sol, cuyo resplandor nos envolvió a mí y a mis compañeros de viaje. Todos caímos al suelo, y yo escuché una voz que me decía en arameo: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues? Te va a resultar duro dar coces contra el aguijón». Entonces pregunté: «¿Quién eres, Señor?». Y el Señor respondió: «Soy Jesús, a quien tú persigues. Anda, levántate y ponte en pie; me he aparecido a ti para hacerte mi servidor y para que des testimonio de haberme visto y de lo que aún tengo que mostrarte. Yo te libraré del pueblo judío y también de las naciones extranjeras, a las que he de enviarte para que les abras los ojos del entendimiento, les hagas pasar de las tinieblas a la luz y del imperio de Satanás a Dios. De este modo, por medio de la fe en mí, alcanzarán el perdón de los pecados y la herencia que corresponde a los que Dios ha consagrado para sí». Yo, pues, rey Agripa, no desobedecí aquella visión celestial, sino que me dirigí en primer lugar a los habitantes de Damasco, y luego a los de Jerusalén, a los de todo el país judío y a los de las naciones extranjeras, proclamando la necesidad de convertirse, de volver a Dios y de observar una conducta propia de gente convertida. Por esta razón me detuvieron los judíos, cuando estaba yo en el Templo, y trataron luego de asesinarme. Pero he contado con la protección de Dios hasta el presente, y no ceso de dar testimonio a pequeños y grandes, afirmando únicamente lo que tanto los profetas como Moisés predijeron que había de ocurrir: a saber, que el Mesías tenía que padecer, pero que sería el primero en resucitar de la muerte para anunciar la luz tanto al pueblo judío como a las demás naciones.

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HECHOS 26:9-23 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

“Yo mismo pensaba antes que debía hacer muchas cosas en contra del nombre de Jesús de Nazaret, y así lo hice en Jerusalén. Con la autorización de los jefes de los sacerdotes, metí en la cárcel a muchos de los creyentes; y cuando los mataban, yo estaba de acuerdo. Muchas veces los castigaba para obligarlos a negar su fe. Y esto lo hacía en todas las sinagogas, y estaba tan furioso contra ellos que los perseguía hasta en ciudades extranjeras. “Con ese propósito me dirigía a la ciudad de Damasco, autorizado y comisionado por los jefes de los sacerdotes. Pero en el camino, oh rey, vi a mediodía una luz del cielo, más fuerte que la luz del sol, que nos envolvió a mí y a los que iban conmigo. Todos caímos al suelo, y oí una voz que me decía en hebreo: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Te estás haciendo daño a ti mismo, igual que si dieras coces contra el aguijón.’ Entonces dije: ‘¿Quién eres, Señor?’ El Señor me contestó: ‘Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, ponte en pie, porque me he aparecido a ti para que me sirvas y para que seas testigo de lo que ahora has visto, y de lo que aún te mostraré. Te voy a librar de los judíos y de los paganos; a estos te envío ahora. Y te mando a ellos para que les abras los ojos y no anden más en la oscuridad, sino en la luz; para que no sigan bajo el poder de Satanás, sino que sigan a Dios; y para que, creyendo en mí, reciban el perdón de los pecados y una herencia entre el pueblo santo de Dios.’ “Así que, rey Agripa, no desobedecí a la visión del cielo, sino que primero anuncié el mensaje a los que estaban en Damasco, luego a los de Jerusalén y a los de toda la región de Judea, y también a los no judíos, invitándolos a convertirse y volverse a Dios y a hacer obras que demuestren esa conversión. Por este motivo, los judíos me apresaron en el templo y quisieron matarme. Pero con la ayuda de Dios sigo firme hasta ahora, hablando de Dios a todos, pequeños y grandes. Nunca les digo nada fuera de lo que los profetas y Moisés dijeron que había de suceder: que el Mesías tenía que morir, pero que sería el primero en resucitar de la muerte y que anunciaría la luz de la salvación tanto a nuestro pueblo como a las demás naciones.

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HECHOS 26:9-23 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

»Pues bien, yo mismo estaba convencido de que debía hacer todo lo posible por combatir el nombre de Jesús de Nazaret. Eso es precisamente lo que hice en Jerusalén. Con la autoridad de los jefes de los sacerdotes metí en la cárcel a muchos de los santos y, cuando los mataban, yo manifestaba mi aprobación. Muchas veces anduve de sinagoga en sinagoga castigándolos para obligarlos a blasfemar. Mi obsesión contra ellos me llevaba al extremo de perseguirlos incluso en ciudades del extranjero. »En uno de esos viajes iba yo hacia Damasco con la autoridad y la comisión de los jefes de los sacerdotes. A eso del mediodía, oh rey, mientras iba por el camino, vi una luz del cielo, más refulgente que el sol, que con su resplandor nos envolvió a mí y a mis acompañantes. Todos caímos al suelo, y yo oí una voz que me decía en arameo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? ¿Qué sacas con darte cabezazos contra la pared?” Entonces pregunté: “¿Quién eres, Señor?” “Yo soy Jesús, a quien tú persigues —me contestó el Señor—. Ahora, ponte en pie y escúchame. Me he aparecido a ti con el fin de designarte siervo y testigo de lo que has visto de mí y de lo que te voy a revelar. Te libraré de tu propio pueblo y de los gentiles. Te envío a estos para que les abras los ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, a fin de que, por la fe en mí, reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados”. »Así que, rey Agripa, no fui desobediente a esa visión celestial. Al contrario, comenzando con los que estaban en Damasco, siguiendo con los que estaban en Jerusalén y en toda Judea, y luego con los gentiles, a todos les prediqué que se arrepintieran y se convirtieran a Dios, y que demostraran su arrepentimiento con sus buenas obras. Solo por eso los judíos me prendieron en el templo y trataron de matarme. Pero Dios me ha ayudado hasta hoy, y así me mantengo firme, testificando a grandes y pequeños. No he dicho sino lo que los profetas y Moisés ya dijeron que sucedería: que el Cristo padecería y que, siendo el primero en resucitar, proclamaría la luz a su propio pueblo y a los gentiles».

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