HECHOS 23:1-11
HECHOS 23:1-11 Reina Valera 2020 (RV2020)
Entonces Pablo con la mirada fija en los miembros del Concilio, dijo: —Hermanos, yo con toda buena conciencia he vivido delante de Dios hasta el día de hoy. El sumo sacerdote Ananías ordenó a quienes estaban junto a él que le golpearan en la boca. Entonces Pablo le dijo: —¡Dios te golpeará a ti, hipócrita! Estás sentado ahí para juzgarme conforme a la ley, ¿y violas la ley mandando que me golpeen? Los que estaban presentes preguntaron: —¿Cómo te atreves a insultar al sumo sacerdote de Dios? Pablo respondió: —No sabía, hermanos, que fuera el sumo sacerdote, pues escrito está: No maldecirás a un príncipe de tu pueblo. Pablo, dándose cuenta de que unos eran saduceos y otros fariseos, alzó la voz en el Concilio para decir: —Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseo y se me juzga por la esperanza de la resurrección de los muertos. Al decir esto se suscitó una discusión entre los fariseos y los saduceos y la asamblea se dividió. (Los saduceos dicen que no hay resurrección ni ángel ni espíritu, mas los fariseos confiesan ambas cosas). Entonces se produjo un gran vocerío y los escribas pertenecientes a los fariseos se levantaron y protestaron diciendo: —Ningún mal hallamos en este hombre. ¡Quién sabe si le ha hablado un ángel o un espíritu! No resistamos a Dios. Como la discusión se agravaba, el comandante temió que Pablo fuera despedazado por ellos y mandó venir a un grupo de soldados para que le sacasen de allí y le llevaran a la fortaleza. A la noche siguiente se le presentó el Señor a Pablo y le dijo: —Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén es necesario que testifiques también en Roma.
HECHOS 23:1-11 La Palabra (versión española) (BLP)
Con la mirada fija en los miembros del Consejo, dijo Pablo: —Hermanos: hasta el presente me he comportado siempre ante Dios con conciencia enteramente limpia. A esto, Ananías, el sumo sacerdote, ordenó a los asistentes que golpearan a Pablo en la boca. Pero este le dijo: —¡Dios es quien te golpeará a ti, grandísimo hipócrita! Estás sentado ahí para juzgarme conforme a la ley, ¿y conculcas la ley mandando que me golpeen? —¿Te atreves a insultar al sumo sacerdote de Dios? —preguntaron los asistentes. —Hermanos —respondió Pablo—, ignoraba que fuera el sumo sacerdote; efectivamente, la Escritura ordena: No maldecirás al jefe de tu pueblo. Como Pablo sabía que entre los presentes unos eran fariseos y otros saduceos, proclamó en medio del Consejo: —Hermanos, soy fariseo, nacido y educado como fariseo. Y ahora se me juzga porque espero la resurrección de los muertos. Esta afirmación provocó un conflicto entre fariseos y saduceos, y se dividió la asamblea. (Téngase en cuenta que los saduceos niegan que haya resurrección, ángeles y espíritus, mientras que los fariseos creen en todo eso). La controversia tomó grandes proporciones, hasta que algunos maestros de la ley, miembros del partido fariseo, afirmaron rotundamente: —No hallamos culpa en este hombre. Puede que un espíritu o un ángel le haya hablado. Como el conflicto se agravaba, el comandante empezó a temer que descuartizaran a Pablo; ordenó, pues, a los soldados que bajaran a sacarlo de allí y que lo llevaran a la fortaleza. Durante la noche siguiente, el Señor se apareció a Pablo y le dijo: —Ten buen ánimo; has sido mi testigo en Jerusalén y habrás de serlo también en Roma.
HECHOS 23:1-11 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Pablo miró a los de la Junta Suprema y les dijo: –Hermanos, yo he vivido hasta hoy con la conciencia tranquila delante de Dios. Entonces el sumo sacerdote Ananías mandó a los que estaban cerca de Pablo que le pegaran en la boca. Pablo le dijo: –¡Dios te pegará a ti, hipócrita! Si estás ahí sentado para juzgarme de acuerdo con la ley, ¿por qué, en contra de la ley, mandas que me peguen? Los presentes le dijeron: –¿Así insultas al sumo sacerdote de Dios? –Hermanos –contestó Pablo–, yo no sabía que fuera el sumo sacerdote, pues, en efecto, la Escritura dice: ‘No maldigas al que gobierna a tu pueblo.’ Luego, dándose cuenta de que algunos de la Junta eran del partido saduceo y otros del partido fariseo, añadió Pablo en voz alta: –¡Hermanos, yo soy fariseo, de familia de fariseos, y se me está juzgando porque creo en la resurrección de los muertos! Apenas dijo esto, los fariseos y los saduceos comenzaron a discutir entre sí, y la reunión se dividió. Porque los saduceos dicen que los muertos no resucitan y que no hay ángeles ni espíritus. Los fariseos, en cambio, creen en todas estas cosas. Todos gritaban, y algunos maestros de la ley que eran del partido fariseo se levantaron y dijeron: –Este hombre no ha hecho nada malo. Tal vez le ha hablado un espíritu o un ángel. Como el alboroto era cada vez mayor, el comandante tuvo miedo de que hicieran pedazos a Pablo, por lo cual mandó llamar a unos soldados para sacarlo de allí y llevarle otra vez al cuartel. A la noche siguiente, el Señor se apareció a Pablo y le dijo: “Ánimo, Pablo, porque así como has dado testimonio de mí aquí en Jerusalén, así tendrás que darlo también en Roma.”
HECHOS 23:1-11 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Pablo se quedó mirando fijamente al Consejo y dijo: ―Hermanos, hasta hoy yo he actuado delante de Dios con toda buena conciencia. Ante esto, el sumo sacerdote Ananías ordenó a los que estaban cerca de Pablo que lo golpearan en la boca. ―¡Hipócrita, a ti también te va a golpear Dios! —reaccionó Pablo—. ¡Ahí estás sentado para juzgarme según la ley!, ¿y tú mismo violas la ley al mandar que me golpeen? Los que estaban junto a Pablo le interpelaron: ―¿Cómo te atreves a insultar al sumo sacerdote de Dios? ―Hermanos, no me había dado cuenta de que es el sumo sacerdote —respondió Pablo—; de hecho, está escrito: “No hables mal del jefe de tu pueblo”. Pablo, sabiendo que unos de ellos eran saduceos y los demás fariseos, exclamó en el Consejo: ―Hermanos, yo soy fariseo de pura cepa. Se me está juzgando porque he puesto mi esperanza en la resurrección de los muertos. Apenas dijo esto, surgió un altercado entre los fariseos y los saduceos, y la asamblea quedó dividida. (Los saduceos sostienen que no hay resurrección, ni ángeles ni espíritus; los fariseos, en cambio, reconocen todo esto). Se produjo un gran alboroto, y algunos de los maestros de la ley que eran fariseos se pusieron de pie y protestaron. «No encontramos ningún delito en este hombre —dijeron—. ¿Acaso no podría haberle hablado un espíritu o un ángel?» Se tornó tan violento el altercado que el comandante tuvo miedo de que hicieran pedazos a Pablo. Así que ordenó a los soldados que bajaran para sacarlo de allí por la fuerza y llevárselo al cuartel. A la noche siguiente, el Señor se apareció a Pablo y le dijo: «¡Ánimo! Así como has dado testimonio de mí en Jerusalén, es necesario que lo des también en Roma».