HECHOS 22:6-16
HECHOS 22:6-16 Reina Valera 2020 (RV2020)
Sucedió que haciendo ese camino y estando ya cerca de Damasco, como a mediodía, me envolvió de repente mucha luz del cielo. Caí al suelo y oí una voz que me decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». Yo pregunté: «¿Quién eres, Señor?». Me respondió: «Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues». Los que estaban conmigo vieron también la luz y se espantaron, pero no oyeron la voz del que hablaba conmigo. Yo pregunté: «¿Qué haré, Señor?». Y el Señor me dijo: «Levántate y ve a Damasco. Allí te dirán todo lo que se ha decidido que hagas». Como yo no veía a causa de aquella luz resplandeciente, quienes me acompañaban me llevaron de la mano a Damasco. Estando en esa ciudad, un hombre llamado Ananías, cumplidor de la ley y que era muy apreciado por todos los judíos que vivían allí, vino a mi encuentro y cuando estaba cerca me dijo: «Hermano Saulo, recibe la vista». En ese mismo momento recobré la vista y pude verle. Él dijo: «El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad y veas al Justo y oigas la voz de sus labios. Porque vas a ser testigo suyo ante todo el mundo de lo que has visto y oído. Ahora, pues, no pierdas tiempo, bautízate inmediatamente, e invoca su nombre, para que quedes limpio de tus pecados».
HECHOS 22:6-16 La Palabra (versión española) (BLP)
Iba, pues, de camino cuando, cerca ya de Damasco, hacia el mediodía, me envolvió de repente una luz deslumbrante que procedía del cielo. Caí al suelo y escuché una voz que me decía: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?». «¿Quién eres, Señor?», pregunté. «Soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues», me contestó. Mis acompañantes vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. Yo pregunté: «¿Qué debo hacer, Señor?». El Señor me dijo: «Levántate y vete a Damasco. Allí te dirán lo que se te ha encargado realizar». Como el fulgor de aquella luz me había dejado ciego, mis acompañantes me condujeron de la mano hasta Damasco. Había allí un hombre llamado Ananías, fiel cumplidor de la ley y muy estimado por todos los residentes judíos. Este vino a mi encuentro y, poniéndose a mi lado, me dijo: «Hermano Saúl, recobra la vista». Al instante recobré la vista y pude verlo. Ananías, por su parte, añadió: «El Dios de nuestros antepasados te ha escogido para manifestarte su voluntad, para que vieras al Justo y oyeras su propia voz. Porque debes ser su testigo ante todos de cuanto has oído y presenciado. No pierdas tiempo ahora; anda, bautízate y libérate de tus pecados invocando el nombre del Señor».
HECHOS 22:6-16 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
“Pero mientras iba de camino, estando ya cerca de Damasco, a eso del mediodía me envolvió de repente una fuerte luz del cielo y caí al suelo. Oí una voz que me decía: ‘Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?’ Yo pregunté: ‘¿Quién eres, Señor?’, y la voz me contestó: ‘Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues.’ Los que iban conmigo vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. Pregunté: ‘¿Qué debo hacer, Señor?’, y el Señor me dijo: ‘Levántate y sigue tu viaje a Damasco. Allí se te dirá todo lo que debes hacer.’ Como la luz me había dejado ciego, mis compañeros me llevaron de la mano a Damasco. “Había en Damasco un hombre llamado Ananías, que era muy piadoso y cumplidor de la ley de Moisés. Todos los judíos que vivían allí hablaban muy bien de él. Ananías vino a verme y me dijo al llegar: ‘Hermano Saulo, recibe de nuevo la vista.’ En aquel mismo momento recobré la vista y pude verle. Luego añadió: ‘El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad y para que veas al que es justo y oigas su voz de sus propios labios. Pues vas a ser testigo suyo ante todo el mundo, y vas a contar lo que has visto y oído. Ahora no esperes más. Levántate y bautízate invocando el nombre del Señor, para limpiarte de tus pecados.’
HECHOS 22:6-16 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
»Sucedió que a eso del mediodía, cuando me acercaba a Damasco, una intensa luz del cielo resplandeció de repente a mi alrededor. Caí al suelo y oí una voz que me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” “¿Quién eres, Señor?”, pregunté. “Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues”, me contestó él. Los que me acompañaban vieron la luz, pero no percibieron la voz del que me hablaba. “¿Qué debo hacer, Señor?”, le pregunté. “Levántate —dijo el Señor—, y entra en Damasco. Allí se te dirá todo lo que se ha dispuesto que hagas”. Mis compañeros me llevaron de la mano hasta Damasco porque el resplandor de aquella luz me había dejado ciego. »Vino a verme un tal Ananías, hombre devoto que observaba la ley y a quien respetaban mucho los judíos que allí vivían. Se puso a mi lado y me dijo: “Hermano Saulo, ¡recibe la vista!” Y en aquel mismo instante recobré la vista y pude verlo. Luego dijo: “El Dios de nuestros antepasados te ha escogido para que conozcas su voluntad, y para que veas al Justo y oigas las palabras de su boca. Tú le serás testigo ante toda persona de lo que has visto y oído. Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, bautízate y lávate de tus pecados, invocando su nombre”.