HECHOS 2:43-47
HECHOS 2:43-47 Reina Valera 2020 (RV2020)
A todos les sobrevino temor ante las muchas maravillas y señales que los apóstoles realizaban. Quienes habían creído se mantenían unidos y lo compartían todo y tenían en común todas las cosas: vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Todos los días, con perseverancia y unánimes, se reunían en el templo, y partían el pan en las casas, y comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alababan a Dios y tenían el aprecio de todo el pueblo. Y cada día el Señor añadía a la iglesia a quienes habían de ser salvos.
HECHOS 2:43-47 La Palabra (versión española) (BLP)
Todo el mundo estaba impresionado a la vista de los numerosos prodigios y señales realizados por los apóstoles. En cuanto a los creyentes, vivían todos de mutuo acuerdo y todo lo compartían. Hasta vendían las propiedades y bienes, y repartían el dinero entre todos según la necesidad de cada cual. A diario acudían al Templo con constancia y en íntima armonía, en familia partían el pan y compartían juntos el alimento con sencillez y alegría sinceras. Alababan a Dios, y toda la gente los miraba con simpatía. Por su parte, el Señor aumentaba cada día el grupo de los que estaban en camino de salvación.
HECHOS 2:43-47 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Todos estaban asombrados a causa de los muchos milagros y señales hechos por medio de los apóstoles. Los que habían creído estaban muy unidos y compartían sus bienes entre sí; vendían sus propiedades, todo lo que tenían, y repartían el dinero según las necesidades de cada uno. Todos los días se reunían en el templo, y partían el pan en las casas y comían juntos con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y eran estimados por todos, y cada día añadía el Señor a la iglesia a los que iba llamando a la salvación.
HECHOS 2:43-47 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Todos estaban asombrados por los muchos prodigios y señales que realizaban los apóstoles. Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común: vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno. No dejaban de reunirse en el templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a Dios y disfrutando de la estimación general del pueblo. Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos.