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HECHOS 15:1-25

HECHOS 15:1-25 Reina Valera 2020 (RV2020)

Algunos que venían de Judea enseñaban esto a los hermanos: —Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos. Habiéndose producido un altercado y una discusión no pequeña de Pablo y Bernabé con ellos, se dispuso que Pablo, Bernabé y algunos otros fueran a Jerusalén para tratar esta cuestión con los apóstoles y los ancianos. Ellos, pues, enviados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria, y contaron con detalle la conversión de los gentiles, lo cual causaba gran alegría a todos los hermanos. Llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia, por los apóstoles y los ancianos, a quienes contaron todas las cosas que Dios había hecho con ellos. Pero algunos de la secta de los fariseos que habían creído se levantaron y dijeron: —Es necesario circuncidar a los gentiles que se convierten y mandarles que guarden la ley de Moisés. Los apóstoles y los ancianos se reunieron para tratar este asunto. Después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: —Hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo Dios me escogió entre vosotros para que los gentiles oyeran por mi boca la palabra del evangelio y creyeran. Y Dios, que conoce los corazones, dio testimonio de que los aceptaba otorgándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros Ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos. Purificó, por la fe, sus corazones. Así pues, ¿por qué ponéis a prueba a Dios imponiendo sobre los discípulos una carga que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Lo que creemos es que, por la gracia del Señor Jesús, seremos salvos lo mismo que ellos. Toda la multitud calló y escuchaba a Bernabé y a Pablo contando las grandes señales y maravillas que Dios ha hecho por medio de ellos entre los gentiles. Al finalizar su relato, intervino Jacobo para decir: —Atendedme, hermanos: Simón ha contado cómo Dios visitó a los gentiles por primera vez, para formar con ellos un pueblo que cree en su nombre. Esto concuerda con las palabras de los profetas, pues la Escritura dice: Después de esto volveré y reedificaré el tabernáculo caído de David. Repararé sus ruinas y lo volveré a levantar para que el resto de la humanidad busque al Señor , y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre. Así dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos. Mi consejo es que no se importune a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se indique por escrito que se aparten de la idolatría, de la inmoralidad sexual, del comer carne de animales ahogados, y de comer sangre. Porque en esas mismas ciudades hay, desde hace ya mucho tiempo, quienes leen y proclaman la ley de Moisés en las sinagogas todos los sábados. A los apóstoles, a los ancianos y a toda la iglesia, les pareció buena idea elegir de entre ellos a algunos hombres y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas, que tenía por sobrenombre Barsabás, y a Silas, dos hombres muy respetados entre los hermanos a quienes encomendaron entregar esta carta: «Los apóstoles, los ancianos y los hermanos envían saludos a sus hermanos gentiles de Antioquía, Siria y Cilicia: Hemos tenido conocimiento de que algunos de aquí, sin autorización por nuestra parte, os han inquietado e importunado con sus enseñanzas acerca de la circuncisión y el cumplimiento de la ley. Por eso nos ha parecido bien, tras haber llegado a un acuerdo unánime, elegir a unos hombres y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo

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HECHOS 15:1-25 La Palabra (versión española) (BLP)

Por aquel entonces llegaron algunos de Judea que trataban de imponer a los hermanos esta enseñanza: —Si no os circuncidáis conforme a la prescripción de Moisés, no podréis salvaros. Esto originó graves conflictos y discusiones al oponérseles Pablo y Bernabé. Se decidió entonces que Pablo, Bernabé y algunos otros fueran a Jerusalén para consultar con los apóstoles y demás dirigentes acerca de este asunto. Provistos, pues, de lo necesario por la iglesia de Antioquía, atravesaron Fenicia y Samaría, refiriendo cómo también los no judíos se convertían, noticia esta que causó gran alegría a todos los hermanos. Llegados a Jerusalén, fueron recibidos por la iglesia, los apóstoles y demás dirigentes, a quienes comunicaron todo lo que el Señor había hecho por medio de ellos. Pero algunos miembros del partido fariseo que habían abrazado la fe intervinieron para decir: —A los no judíos debe imponerse como obligatoria la circuncisión, así como la observancia de la ley de Moisés. Los apóstoles y los demás dirigentes se reunieron en asamblea para examinar esta cuestión. Después de un largo debate, tomó Pedro la palabra y les dijo: —Sabéis, hermanos, que hace tiempo me escogió Dios entre vosotros para que anuncie también el mensaje de la buena nueva a los no judíos, de modo que puedan abrazar la fe. Y Dios, que conoce el corazón humano, ha mostrado que los acepta al concederles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros. No ha hecho ninguna diferencia entre ellos y nosotros y ha purificado sus corazones por la fe. Así pues, ¿por qué queréis ahora poner a prueba a Dios, imponiendo a los creyentes una carga que ni vuestros antepasados ni nosotros mismos hemos podido soportar? No ha de ser así, pues estamos seguros de que es la gracia de Jesús, el Señor, la que nos salva tanto a nosotros como a ellos. Toda la asamblea guardó silencio y se dispuso a escuchar la narración que Bernabé y Pablo hicieron de los prodigios y milagros que Dios había realizado por su conducto entre los no judíos. Al finalizar su relato, intervino Santiago para decir: —Atendedme, hermanos: Simón ha contado cómo, desde el principio, Dios se ha preocupado de los no judíos, escogiendo entre ellos un pueblo para sí. Esto concuerda con las declaraciones de los profetas, pues la Escritura dice: Después de esto volveré y reconstruiré la derruida casa de David. Reconstruiré sus ruinas y la pondré de nuevo en pie. Buscarán así al Señor los que hayan quedado, junto con las naciones todas que han sido consagradas a mí . Así lo dice el Señor que realiza todas estas cosas, por él conocidas desde tiempo inmemorial. Por esta razón —continuó Santiago—, estimo que no deben imponerse restricciones innecesarias a los que, no siendo judíos, se convierten a Dios. Pero ha de indicárseles por escrito que se abstengan de contaminarse con los ídolos, así como de toda clase de inmoralidad sexual, de alimentarse de sangre y de comer carne de animales ahogados. Porque en esas mismas ciudades hay desde hace ya mucho tiempo quienes leen y proclaman la ley de Moisés en las sinagogas todos los sábados. Entonces los apóstoles y los demás dirigentes, con la aprobación de toda la Iglesia, decidieron escoger algunos de entre ellos y enviarlos a Antioquía junto con Pablo y Bernabé. Eligieron a dos hombres de prestigio entre los hermanos: Judas Barsabás y Silas, a quienes encomendaron entregar esta carta: «Los apóstoles y los demás hermanos dirigentes envían saludos a sus hermanos no judíos de Antioquía, Siria y Cilicia. Hemos tenido conocimiento de que algunos de aquí, sin autorización por nuestra parte, os han inquietado y preocupado con sus enseñanzas. Por tal motivo hemos resuelto por unanimidad escoger unos delegados y enviároslos junto con nuestros queridos Bernabé y Pablo

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HECHOS 15:1-25 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Por aquel tiempo, algunos que habían ido de Judea a Antioquía comenzaron a enseñar a los hermanos que no podían ser salvos si no se sometían al rito de la circuncisión, conforme a la práctica establecida por Moisés. Pablo y Bernabé tuvieron por esto una fuerte discusión con ellos. Luego se decidió que Pablo, Bernabé y algunos otros fueran a Jerusalén, a tratar este asunto con los apóstoles y ancianos de la iglesia de aquella ciudad. Enviados, pues, por los de la iglesia de Antioquía, al pasar por las regiones de Fenicia y Samaria contaron cómo los no judíos habían dejado sus antiguas creencias para seguir a Dios. Y todos los hermanos se alegraron mucho de estas noticias. Al llegar a Jerusalén, Pablo y Bernabé fueron recibidos por la iglesia, y por los apóstoles y ancianos, y contaron todo lo que Dios había hecho con ellos. Pero algunos fariseos que habían creído se levantaron y dijeron: –Es preciso circuncidar a los creyentes que no son judíos, y mandarles que cumplan la ley de Moisés. Se reunieron entonces los apóstoles y los ancianos para estudiar este asunto. Después de mucho discutir, Pedro se levantó y dijo: –Hermanos, ya sabéis que hace tiempo Dios me escogió entre vosotros para comunicar la buena noticia de la salvación a los no judíos, para que también ellos crean. Y Dios, que conoce los corazones, mostró que los aceptaba, pues les dio el Espíritu Santo a ellos lo mismo que a nosotros. Dios no ha hecho ninguna diferencia entre ellos y nosotros, ya que también ha purificado sus corazones por medio de la fe. Así pues, ¿por qué desafiáis a Dios imponiendo sobre estos creyentes una carga que ni nosotros ni nuestros antepasados hemos podido soportar? En realidad, nosotros creemos que somos salvados gratuitamente por la bondad del Señor Jesús, lo mismo que ellos. Todos escucharon en silencio lo que Bernabé y Pablo decían acerca de las señales y milagros que Dios había hecho por medio de ellos entre los no judíos. Cuando terminaron de hablar, Santiago dijo: –Hermanos, oídme: Simón nos ha contado cómo Dios favoreció por primera vez a los no judíos, escogiendo también de entre ellos un pueblo para sí mismo. Esto está de acuerdo con lo que escribieron los profetas, como dice la Escritura: ‘Después de esto volveré y reconstruiré la casa caída de David; reconstruiré sus ruinas y la volveré a levantar, para que los demás busquen al Señor junto con todas las naciones que han sido consagradas a mi nombre. El Señor, que dio a conocer estas cosas desde tiempos antiguos, ha dado su palabra.’ “Por lo tanto, considero que no se debe imponer la carga de la ley a aquellos que, no siendo judíos, dejan sus antiguas creencias para seguir a Dios. Basta con escribirles que se aparten de todo lo que haya sido contaminado por los ídolos, que eviten toda inmoralidad sexual y que no coman carne de animales estrangulados o ahogados, ni tampoco sangre. Porque desde los tiempos antiguos hay en cada pueblo quienes predican la ley de Moisés, que se lee en las sinagogas todos los sábados.” Los apóstoles y los ancianos, con toda la iglesia, decidieron enviar a algunos de ellos con Pablo y Bernabé a Antioquía. Escogieron a Judas, también llamado Barsabás, y a Silas, que eran hombres de importancia entre los hermanos, y con ellos mandaron la siguiente carta: “Nosotros, los apóstoles y ancianos, hermanos vuestros, saludamos a los hermanos no judíos que viven en Antioquía, Siria y Cilicia. Hemos sabido que algunas personas han ido de aquí sin nuestra autorización, y que os han molestado con sus palabras y os han confundido. Por eso, de común acuerdo, nos ha parecido bien escoger a algunos de entre nosotros para que vayan a veros junto con nuestros muy queridos hermanos Bernabé y Pablo

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HECHOS 15:1-25 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Algunos que habían llegado de Judea a Antioquía se pusieron a enseñar a los hermanos: «A menos que os circuncidéis, conforme a la tradición de Moisés, no podéis ser salvos». Esto provocó un altercado y un serio debate de Pablo y Bernabé con ellos. Entonces se decidió que Pablo y Bernabé, y algunos otros creyentes, subieran a Jerusalén para tratar este asunto con los apóstoles y los ancianos. Enviados por la iglesia, al pasar por Fenicia y Samaria contaron cómo se habían convertido los gentiles. Estas noticias llenaron de alegría a todos los creyentes. Al llegar a Jerusalén, fueron muy bien recibidos tanto por la iglesia como por los apóstoles y los ancianos, a quienes informaron de todo lo que Dios había hecho por medio de ellos. Entonces intervinieron algunos creyentes que pertenecían a la secta de los fariseos y afirmaron: ―Es necesario circuncidar a los gentiles y exigirles que obedezcan la ley de Moisés. Los apóstoles y los ancianos se reunieron para examinar este asunto. Después de una larga discusión, Pedro tomó la palabra: ―Hermanos, sabéis que desde un principio Dios me escogió de entre vosotros para que por mi boca los gentiles oyeran el mensaje del evangelio y creyeran. Dios, que conoce el corazón humano, mostró que los aceptaba dándoles el Espíritu Santo, lo mismo que a nosotros. Sin hacer distinción alguna entre nosotros y ellos, purificó sus corazones por la fe. Entonces, ¿por qué tratáis ahora de provocar a Dios poniendo sobre el cuello de esos discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros antepasados hemos podido soportar? ¡No puede ser! Más bien, como ellos, creemos que somos salvos por la gracia de nuestro Señor Jesús. Toda la asamblea guardó silencio para escuchar a Bernabé y a Pablo, que les contaron las señales y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles. Cuando terminaron, Jacobo tomó la palabra y dijo: ―Hermanos, escuchadme. Simón nos ha expuesto cómo Dios desde el principio tuvo a bien escoger de entre los gentiles un pueblo para honra de su nombre. Con esto concuerdan las palabras de los profetas, tal como está escrito: »“Después de esto volveré y reedificaré la choza caída de David. Reedificaré sus ruinas, y la restauraré, para que busque al Señor el resto de la humanidad, todas las naciones que llevan mi nombre. Así dice el Señor, que hace estas cosas” conocidas desde tiempos antiguos. »Por lo tanto, yo considero que debemos dejar de ponerles trabas a los gentiles que se convierten a Dios. Más bien debemos escribirles que se abstengan de lo contaminado por los ídolos, de la inmoralidad sexual, de la carne de animales estrangulados y de sangre. En efecto, desde tiempos antiguos Moisés siempre ha tenido en cada ciudad quien lo predique y lo lea en las sinagogas todos los sábados». Entonces los apóstoles y los ancianos, de común acuerdo con toda la iglesia, decidieron escoger a algunos de ellos y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Escogieron a Judas, llamado Barsabás, y a Silas, que tenían buena reputación entre los hermanos. Con ellos mandaron la siguiente carta: Los apóstoles y los ancianos, a nuestros hermanos gentiles en Antioquía, Siria y Cilicia: Saludos. Nos hemos enterado de que algunos de los nuestros, sin nuestra autorización, os han inquietado, alarmándoos con lo que os han dicho. Así que de común acuerdo hemos decidido escoger a algunos hombres y enviarlos a vosotros con nuestros queridos hermanos Pablo y Bernabé

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