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HECHOS 11:9-30

HECHOS 11:9-30 Reina Valera 2020 (RV2020)

Entonces la voz me respondió del cielo por segunda vez: «Lo que Dios limpió, no lo llames tú impuro». Esto sucedió tres veces y después volvió todo a ser elevado al cielo. En aquel instante llegaron tres hombres a la casa donde yo estaba. Venían a buscarme desde Cesarea, y el Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudarlo. Conmigo fueron también estos seis hermanos y entramos en casa de un hombre que nos contó cómo había visto en su casa a un ángel que, puesto en pie, le dijo: «Envía a alguien a Jope y haz venir a Simón, a quien también se conoce como Pedro. Él te dirá cómo tú y todos los de tu casa podéis ser salvos». Cuando comencé a hablar, descendió el Espíritu Santo sobre ellos, como también lo hizo sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor: «Juan ciertamente bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo». Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para oponerme a Dios? Los creyentes provenientes del judaísmo, oídas estas cosas, se calmaron y alabaron a Dios diciendo: —¡De manera que Dios también les ha concedido a los gentiles la oportunidad de arrepentirse para que tengan vida! Ahora bien, los que habían sido dispersados por la persecución que se desató por causa de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía anunciando la palabra únicamente a los judíos. Pero algunos creyentes de Chipre y de Cirene, cuando entraron en Antioquía, hablaron a los griegos anunciando el evangelio del Señor Jesús. La mano del Señor estaba con ellos y un gran número creyó y se convirtió al Señor. Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén y enviaron a Bernabé a Antioquía. Cuando Bernabé llegó y vio el resultado de la gracia de Dios, se llenó de alegría y animaba a todos a permanecer fieles al Señor, con todo el fervor de su corazón. Era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe, así que muchos se unieron al Señor. Bernabé fue después a Tarso en busca de Saulo. Cuando le halló, le llevó a Antioquía. Y a lo largo de todo un año se congregaron en la iglesia e instruyeron a muchas personas. Y fue allí en Antioquía en donde a los discípulos de Jesús se les llamó cristianos por primera vez. En aquellos días, llegaron a Antioquía unos profetas procedentes de Jerusalén. Uno de ellos llamado Agabo, impulsado por el Espíritu, anunció que estaba a punto de sobrevenir una gran hambruna en el mundo entero (la cual, en efecto, tuvo lugar durante el reinado de Claudio). Entonces los discípulos, cada uno conforme a lo que tenía, acordaron socorrer a los hermanos que vivían en Judea y por medio de Bernabé y de Saulo enviaron ayuda a los dirigentes de la comunidad.

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HECHOS 11:9-30 La Palabra (versión española) (BLP)

La voz replicó por segunda vez desde el cielo: «No consideres tú profano lo que Dios ha purificado». Esto ocurrió por tres veces, y después todo volvió al cielo. En ese mismo momento llegaron tres hombres a la casa donde me encontraba. Venían a buscarme desde Cesarea, y el Espíritu me había dicho que los acompañara sin ningún reparo. Mis seis acompañantes, aquí presentes, entraron conmigo en casa de aquel hombre, que nos refirió cómo en su propia casa se le había aparecido un ángel para decirle: «Envía a alguien a Jope y haz venir a Simón, a quien también se conoce como Pedro. Él te hablará de algo que puede ser tu salvación y la de tu familia». Apenas comencé a hablarles, descendió sobre ellos el Espíritu Santo, como lo hizo sobre nosotros al principio. Recordé entonces que el Señor había dicho: «Juan bautizaba con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo». Por consiguiente, si Dios les concedió el mismo don que a nosotros que hemos creído en Jesucristo, el Señor, ¿quién era yo para oponerme a Dios? Estas razones hicieron callar a los oyentes, que alabaron a Dios y comentaron: —¡Así que Dios ha concedido también a los no judíos la oportunidad de convertirse para alcanzar la vida eterna! Los creyentes que se habían dispersado a raíz de la persecución desencadenada en el caso de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, anunciando el mensaje únicamente a los judíos. Pero algunos creyentes de Chipre y Cirene viajaron a Antioquía y anunciaron también a los griegos la buena nueva de Jesús, el Señor. El Señor estaba con ellos, y un buen número de personas abrazaron la fe y se convirtieron al Señor. Cuando esta noticia llegó a oídos de la iglesia de Jerusalén, enviaron a Bernabé a Antioquía. Al llegar este y ver el resultado de la gracia de Dios, se llenó de alegría, y animaba a todos a permanecer en constante fidelidad al Señor. No en vano Bernabé era hombre cabal, de fe acendrada y lleno del Espíritu Santo. Y fueron muchos los que allí se unieron al Señor. Bernabé marchó después a Tarso en busca de Saulo. Cuando lo encontró, lo llevó consigo a Antioquía. Y a lo largo de todo un año trabajaron los dos juntos en aquella iglesia, instruyendo en la fe a un buen número de personas. Fue precisamente en Antioquía donde por primera vez se llamó «cristianos» a los discípulos [de Jesús]. Por aquellos días llegaron a Antioquía unos hermanos de Jerusalén que tenían el don de profecía. Uno de ellos, llamado Agabo, impulsado por el Espíritu, anunció que iba a sobrevenir una gran escasez en el mundo entero (la cual, en efecto, tuvo lugar durante el reinado de Claudio). Decidieron, pues, los fieles, conforme a las posibilidades de cada uno, enviar ayuda para atender a las necesidades de los hermanos residentes en Judea. Y así lo hicieron, y remitieron dicha ayuda a los dirigentes por conducto de Bernabé y Saulo.

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HECHOS 11:9-30 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Entonces la voz del cielo me habló de nuevo diciendo: ‘Lo que Dios ha purificado no lo llames tú profano.’ Esto sucedió tres veces y luego todo volvió a subir al cielo. En aquel momento, tres hombres enviados desde Cesarea a buscarme llegaron a la casa donde estábamos. El Espíritu me mandó que, sin dudarlo, fuera con ellos. Y también fueron conmigo estos seis hermanos. Todos entramos en casa de cierto hombre que nos contó cómo en su casa había visto a un ángel que, puesto en pie, le había dicho: ‘Manda a alguien a la ciudad de Jope para hacer venir a Simón, a quien también se conoce como Pedro. Él te dirá cómo puedes salvarte tú y toda tu familia.’ Cuando comencé a hablarles, el Espíritu Santo vino sobre ellos, de igual manera que al principio había venido sobre nosotros. Entonces me acordé de lo que había dicho el Señor: ‘Es cierto que Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo.’ Pues bien, si Dios les da también a ellos el mismo don que nos ha dado a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién soy yo para oponerme a Dios? Cuando los hermanos de Jerusalén oyeron estas cosas, se calmaron y alabaron a Dios diciendo: –¡De manera que también a los que no son judíos les ha dado Dios la oportunidad de volverse a él y alcanzar la vida eterna! Después de la muerte de Esteban comenzaron a ser perseguidos los creyentes, por lo que algunos tuvieron que huir a Fenicia, Chipre o Antioquía. Allí anunciaron a los judíos el mensaje del evangelio, pero no a los demás. Sin embargo, algunos creyentes de Chipre y de Cirene llegaron a la ciudad de Antioquía y hablaron también a los no judíos, anunciándoles la buena noticia acerca de Jesús, el Señor. El poder del Señor estaba con ellos, y muchos, dejando sus antiguas creencias, creyeron en el Señor. Cuando los de la iglesia de Jerusalén conocieron esta noticia, mandaron a Bernabé a Antioquía. Al llegar, Bernabé vio cómo Dios los había bendecido, y se alegró mucho. Animó a todos a que con corazón firme siguieran fieles al Señor. Porque Bernabé era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe. Y así mucha gente se unió al Señor. Después de esto, Bernabé fue a Tarso en busca de Saulo, y cuando lo encontró lo llevó a Antioquía. Allí estuvieron con la iglesia un año entero, enseñando a mucha gente; y allí, en Antioquía, fue donde por primera vez se dio a los discípulos el nombre de cristianos. Por aquel tiempo, unos profetas fueron de Jerusalén a Antioquía. Uno de ellos llamado Agabo, puesto en pie, anunció por inspiración del Espíritu que iba a haber una gran hambre en todo el país, la cual, en efecto, sobrevino en tiempos del emperador Claudio. Entonces los creyentes de Antioquía decidieron enviar alguna ayuda a los hermanos que vivían en Judea, según lo que cada uno pudiera dar. Así lo hicieron, y por medio de Bernabé y Saulo mandaron una ofrenda a los ancianos de Judea.

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HECHOS 11:9-30 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Por segunda vez insistió la voz del cielo: “Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro”. Esto sucedió tres veces, y luego todo volvió a ser llevado al cielo. »En aquel momento se presentaron en la casa donde yo estaba tres hombres que desde Cesarea habían sido enviados a verme. El Espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar. También fueron conmigo estos seis hermanos, y entramos en la casa de aquel hombre. Él nos contó cómo en su casa se le había aparecido un ángel que le dijo: “Manda a alguien a Jope para hacer venir a Simón, apodado Pedro. Él te traerá un mensaje mediante el cual seréis salvos tú y toda tu familia”. »Cuando comencé a hablarles, el Espíritu Santo descendió sobre ellos tal como al principio descendió sobre nosotros. Entonces recordé lo que había dicho el Señor: “Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo”. Por tanto, si Dios les ha dado a ellos el mismo don que a nosotros al creer en el Señor Jesucristo, ¿quién soy yo para pretender estorbar a Dios?» Al oír esto, se apaciguaron y alabaron a Dios diciendo: ―¡Así que también a los gentiles les ha concedido Dios el arrepentimiento para vida! Los que se habían dispersado a causa de la persecución que se desató por el caso de Esteban llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, sin anunciar a nadie el mensaje excepto a los judíos. Sin embargo, había entre ellos algunas personas de Chipre y de Cirene que, al llegar a Antioquía, comenzaron a hablarles también a los de habla griega, anunciándoles las buenas nuevas acerca del Señor Jesús. El poder del Señor estaba con ellos, y un gran número creyó y se convirtió al Señor. La noticia de estos sucesos llegó a oídos de la iglesia de Jerusalén, y mandaron a Bernabé a Antioquía. Cuando él llegó y vio las evidencias de la gracia de Dios, se alegró y animó a todos a hacerse el firme propósito de permanecer fieles al Señor, pues era un hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe. Un gran número de personas aceptó al Señor. Después partió Bernabé para Tarso en busca de Saulo y, cuando lo encontró, lo llevó a Antioquía. Durante todo un año se reunieron los dos con la iglesia y enseñaron a mucha gente. Fue en Antioquía donde a los discípulos se les llamó «cristianos» por primera vez. Por aquel tiempo unos profetas bajaron de Jerusalén a Antioquía. Uno de ellos, llamado Ágabo, se puso de pie y predijo por medio del Espíritu que iba a haber una gran hambre en todo el mundo, lo cual sucedió durante el reinado de Claudio. Entonces decidieron que cada uno de los discípulos, según los recursos de cada cual, enviaría ayuda a los hermanos que vivían en Judea. Así lo hicieron, mandando su ofrenda a los ancianos por medio de Bernabé y de Saulo.

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