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2 REYES 2:8-23

2 REYES 2:8-23 La Palabra (versión española) (BLP)

Entonces Elías agarró el manto, lo enrolló y golpeó con él las aguas, que se partieron por la mitad y ellos atravesaron por lo seco. Cuando cruzaron, Elías dijo a Eliseo: —Pídeme lo que quieras, antes de que sea arrebatado de junto a ti. Eliseo le dijo: —Déjame recibir dos tercios de tu espíritu. Elías respondió: —¡Me pides demasiado! Pero si logras verme cuando sea arrebatado de tu lado, lo tendrás. Si no me ves, no lo tendrás. Mientras ellos seguían caminando y hablando, un carro de fuego tirado por caballos de fuego los separó y Elías subió al cielo en el torbellino. Eliseo lo miraba y gritaba: —¡Padre mío, padre mío, carro y caballería de Israel! Cuando dejó de verlo, rompió en dos su vestido, recogió el manto que se le había caído a Elías, se volvió y se detuvo a orillas del Jordán. Golpeó entonces las aguas con el manto que se le había caído a Elías y exclamó: —¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías? ¿Dónde está? Volvió a golpear las aguas, que se partieron por la mitad, y Eliseo las atravesó. Cuando lo vieron los profetas de Jericó que estaban enfrente, exclamaron: —¡Eliseo lleva el espíritu de Elías! Entonces fueron a su encuentro y se inclinaron ante él. Luego le dijeron: —Mira, entre tus servidores hay cincuenta valientes. Deja que vayan a buscar a tu maestro, no sea que el espíritu del Señor lo haya arrebatado y arrojado en algún monte o valle. Pero Eliseo respondió: —No los mandéis. Pero le insistieron tanto que no tuvo más remedio que permitírselo. Enviaron a los cincuenta hombres que estuvieron buscándolo durante tres días, aunque no lo encontraron. Cuando regresaron a Jericó, donde se había quedado Eliseo, este les dijo: —¿No os dije que no fuerais? Los habitantes de Jericó dijeron a Eliseo: —Mira, la situación de la ciudad es buena, como puedes ver. Pero el agua es mala y la tierra, estéril. Eliseo les dijo: —Traedme un plato nuevo con sal. Cuando se lo llevaron, Eliseo fue al manantial y echó en él la sal, diciendo: —Así dice el Señor: He purificado estas aguas y no volverán a causar muerte ni esterilidad. Y las aguas quedaron purificadas hasta el presente, conforme al oráculo pronunciado por Eliseo. Eliseo marchó de allí a Betel y cuando iba subiendo por el camino, salieron de la ciudad unos chiquillos, que empezaron a burlarse de él, gritando: —¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!

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2 REYES 2:8-23 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Entonces Elías tomó su capa, la enrolló y golpeó el agua, y el agua se hizo a uno y otro lado, y los dos cruzaron el río como por tierra seca. En cuanto cruzaron, dijo Elías a Eliseo: –Dime qué quieres que haga por ti antes que sea yo separado de tu lado. Eliseo respondió: –Quiero recibir una doble porción de tu espíritu. –No es poco lo que pides –dijo Elías–. Pero si logras verme cuando sea yo separado de ti, te será concedido. De lo contrario, no se te concederá. Y de pronto, mientras ellos iban caminando y hablando, apareció un carro de fuego, con caballos también de fuego, que los separó, y Elías subió al cielo en un torbellino. Al ver esto, Eliseo gritó: “¡Padre mío, padre mío, que has sido para Israel como un poderoso ejército!” Después de esto no volvió a ver a Elías. Entonces Eliseo tomó su ropa y la rasgó en dos. Luego recogió la capa que se le había caído a Elías, y regresó al Jordán y se detuvo en la orilla. Después golpeó el agua con la capa, y exclamó: “¿Dónde está el Señor, el Dios de Elías?” Apenas hubo golpeado el agua, cuando esta se hizo a uno y otro lado, y Eliseo volvió a cruzar el río. Los profetas de Jericó, que estaban enfrente, dijeron al verlo: “¡El espíritu de Elías reposa ahora en Eliseo!” Fueron entonces a su encuentro, e inclinándose ante él le dijeron: –Mira, entre nosotros, tus servidores, hay cincuenta valientes. Deja que vayan en busca de tu maestro, no sea que el espíritu de Dios lo haya alzado y arrojado en alguna montaña o algún valle. Pero él dijo: –No, no mandéis a nadie. Sin embargo, fue tanta la insistencia de ellos que al fin los dejó que mandaran a aquellos cincuenta hombres, que buscaron a Elías durante tres días, pero no lo encontraron. Entonces regresaron a Jericó, donde se había quedado Eliseo, y este les dijo: –Ya os advertí que no fuerais. Los habitantes de la ciudad dijeron entonces a Eliseo: –Mira, la ciudad tiene una buena situación, como puedes ver, pero el agua es mala y la tierra estéril. –Traedme un tazón nuevo, con sal –respondió Eliseo. En cuanto le llevaron el tazón, Eliseo fue al manantial y arrojó allí la sal, diciendo: –Así dice el Señor: ‘Yo he purificado esta agua y nunca más causará muerte ni hará estéril a la tierra.’ Desde entonces el agua quedó purificada, tal como lo había dicho Eliseo. Después Eliseo se fue de allí a Betel. Cuando subía por el camino, un grupo de muchachos de la ciudad salió y comenzó a burlarse de él. Le gritaban: “¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!”

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2 REYES 2:8-23 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Elías tomó su manto y, enrollándolo, golpeó el agua. El río se partió en dos, de modo que ambos lo cruzaron en seco. Al cruzar, Elías le preguntó a Eliseo: ―¿Qué quieres que haga por ti antes de que me separen de tu lado? ―Te pido que sea yo el heredero de tu espíritu por partida doble —respondió Eliseo. ―Has pedido algo difícil —le dijo Elías—, pero, si logras verme cuando me separen de tu lado, te será concedido; de lo contrario, no. Iban caminando y conversando cuando, de pronto, los separó un carro de fuego con caballos de fuego, y Elías subió al cielo en medio de un torbellino. Eliseo, viendo lo que pasaba, se puso a gritar: «¡Padre mío, padre mío, carro y fuerza conductora de Israel!» Pero no volvió a verlo. Entonces agarró su ropa y la rasgó en dos. Luego recogió el manto que se le había caído a Elías y, regresando a la orilla del Jordán, golpeó el agua con el manto y exclamó: «¿Dónde está el SEÑOR, el Dios de Elías?» En cuanto golpeó el agua, el río se partió en dos, y Eliseo cruzó. Los profetas de Jericó, al verlo, exclamaron: «¡El espíritu de Elías se ha posado sobre Eliseo!» Entonces fueron a su encuentro y se postraron ante él, rostro en tierra. ―Mira —le dijeron—, aquí se encuentran, entre nosotros tus siervos, cincuenta hombres muy capaces, que pueden ir a buscar a tu maestro. Quizás el Espíritu del SEÑOR lo tomó y lo arrojó en algún monte o en algún valle. ―No —respondió Eliseo—, no los mandéis. Pero ellos insistieron tanto que él se sintió incómodo y por fin les dijo: ―Está bien, mandadlos. Así que enviaron a los cincuenta hombres, los cuales buscaron a Elías durante tres días, pero no lo encontraron. Cuando regresaron a Jericó, donde se había quedado Eliseo, él les reprendió diciendo: ―¿No os advertí que no fuerais? Luego, los habitantes de la ciudad le dijeron a Eliseo: ―Señor, como tú puedes ver, nuestra ciudad está bien ubicada, pero el agua es mala, y por eso la tierra ha quedado estéril. ―Traedme una vasija nueva, y echadle sal —les ordenó Eliseo. Cuando se la entregaron, Eliseo fue al manantial y, arrojando allí la sal, exclamó: ―Así dice el SEÑOR: “¡Yo purifico esta agua para que nunca más cause muerte ni esterilidad!” A partir de ese momento, y hasta el día de hoy, el agua quedó purificada, según la palabra de Eliseo. De Jericó, Eliseo se dirigió a Betel. Iba subiendo por el camino cuando unos muchachos salieron de la ciudad y empezaron a burlarse de él. «¡Anda, viejo calvo! —le gritaban—. ¡Anda, viejo calvo!»

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