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2 CRÓNICAS 36:11-21

2 CRÓNICAS 36:11-21 Reina Valera 2020 (RV2020)

Sedequías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Hizo lo malo ante los ojos del Señor, su Dios, y no se humilló delante del profeta Jeremías, que le hablaba de parte del Señor. Se rebeló asimismo contra Nabucodonosor, al cual había jurado fidelidad delante de Dios. Fue obstinado y se empeñó en no volverse al Señor, el Dios de Israel. También todos los principales sacerdotes y el pueblo aumentaron la iniquidad, pues siguieron todas las abominaciones de las naciones y contaminaron la casa del Señor, la cual él había santificado en Jerusalén. El Señor, el Dios de sus padres, les envió constantemente avisos por medio de sus mensajeros, porque él tenía misericordia de su pueblo y de su morada. Pero ellos se mofaban de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, hacían burla de sus profetas, hasta que subió la ira del Señor contra su pueblo, y no hubo ya remedio. Por lo cual, trajo contra ellos al rey de los caldeos, que mató a espada a sus jóvenes en la casa de su santuario, sin perdonar joven ni virgen, anciano ni decrépito; todos los entregó en sus manos. Asimismo, se llevó a Babilonia todos los utensilios de la casa de Dios, grandes y chicos, los tesoros de la casa del Señor, y los tesoros de la casa del rey y de sus príncipes. Quemaron la casa de Dios y derribaron el muro de Jerusalén, prendieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos de valor. A los que escaparon de la espada los llevó cautivos a Babilonia, donde fueron siervos de él y de sus hijos hasta que vino el reino de los persas, para que se cumpliera la palabra del Señor, dada por boca de Jeremías, hasta que la tierra hubo gozado de reposo; porque todo el tiempo de su asolamiento reposó la tierra, hasta que los setenta años fueron cumplidos.

2 CRÓNICAS 36:11-21 La Palabra (versión española) (BLP)

Sedecías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante once años. Sedecías ofendió al Señor y no hizo caso a Jeremías, el profeta inspirado por Dios. Se rebeló contra el rey Nabucodonosor, al que había jurado vasallaje en nombre de Dios, y se negó por completo a convertirse al Señor, Dios de Israel. Igualmente, todos los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando las perversiones de otras naciones, y profanaron el Templo que el Señor había santificado en Jerusalén. El Señor, Dios de sus antepasados, les advirtió continuamente por medio de sus mensajeros, pues sentía compasión de su pueblo y de su morada; pero ellos se reían de los mensajeros divinos, despreciaban sus palabras y se burlaban de sus profetas, hasta que estalló la cólera del Señor y no hubo remedio. Entonces envió contra ellos al rey de los caldeos que mató a filo de espada a sus jóvenes en su santuario, sin tener compasión de jóvenes o doncellas, de mayores o ancianos; a todos los entregó en sus manos. Nabucodonosor se llevó a Babilonia todos los objetos del Templo, grandes y pequeños, y los tesoros del Templo, los del palacio real y los de las autoridades. Incendiaron el Templo, derribaron las murallas de Jerusalén, prendieron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos de valor. Luego desterró a Babilonia a los supervivientes de la matanza, donde se convirtieron en esclavos suyos y de sus descendientes, hasta la llegada del imperio persa. Así se cumplió la palabra del Señor pronunciada por medio de Jeremías: «Hasta que haya recuperado sus descansos sabáticos, el país descansará durante el tiempo de la desolación que durará setenta años».

2 CRÓNICAS 36:11-21 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Sedequías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Pero sus hechos fueron malos a los ojos de su Dios. No se humilló ante el profeta Jeremías, que le hablaba de parte del Señor. Además se rebeló contra el rey Nabucodonosor, quien le había hecho jurar por Dios que sería su aliado, y se empeñó tercamente en no volverse al Señor, Dios de Israel. También todos los jefes de Judá, los sacerdotes y el pueblo extremaron su infidelidad, siguiendo las prácticas infames de las naciones paganas y profanando el templo del Señor, que él había escogido como su santuario en Jerusalén. El Señor, Dios de sus antepasados, les envió constantes advertencias por medio de sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su lugar de residencia. Pero ellos se rieron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus avisos y se burlaron de sus profetas, hasta que la ira del Señor estalló contra su pueblo de modo que ya no hubo remedio. Entonces el Señor hizo marchar contra ellos al rey de los caldeos, que pasó a cuchillo a sus jóvenes en el propio edificio del templo, y que no tuvo piedad de jóvenes, ni de muchachas, ni de ancianos, ni de inválidos. A todos los entregó el Señor en sus manos. Todos los utensilios del templo de Dios, grandes y pequeños, y los tesoros del templo, del rey y de sus funcionarios, todo se lo llevó el rey de los caldeos a Babilonia. Además quemaron el templo de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, prendieron fuego a sus palacios y destruyeron cuanto había de valor. Después desterró a Babilonia a los supervivientes de la matanza, y allí se convirtieron en esclavos suyos y de sus hijos hasta que se estableció el imperio persa, para que se cumpliera lo que Dios había dicho por medio del profeta Jeremías. Así el país disfrutó de su reposo, porque descansó todo el tiempo que estuvo en ruinas hasta pasados setenta años.

2 CRÓNICAS 36:11-21 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Sedequías tenía veintiún años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén once años, pero hizo lo que ofende al SEÑOR su Dios. No se humilló ante el profeta Jeremías, que hablaba en nombre del SEÑOR, y además se rebeló contra el rey Nabucodonosor, a quien había jurado lealtad. Sedequías fue terco y, en su obstinación, no quiso volverse al SEÑOR, Dios de Israel. También los jefes de los sacerdotes y el pueblo aumentaron su maldad, pues siguieron las prácticas detestables de los países vecinos y contaminaron el templo que el SEÑOR había consagrado para sí en Jerusalén. Por amor a su pueblo y al lugar donde habita, el SEÑOR, Dios de sus antepasados, con frecuencia les enviaba advertencias por medio de sus mensajeros. Pero ellos se burlaban de los mensajeros de Dios, tenían en poco sus palabras, y se mofaban de sus profetas. Por fin, el SEÑOR desató su ira contra el pueblo, y ya no hubo remedio. Entonces el SEÑOR envió contra ellos al rey de los babilonios, quien dentro del mismo templo mató a espada a los jóvenes, y no tuvo compasión de jóvenes ni de doncellas, ni de adultos ni de ancianos. A todos se los entregó Dios en sus manos. Todos los utensilios del templo de Dios, grandes y pequeños, más los tesoros del templo y los del rey y de sus oficiales, fueron llevados a Babilonia. Incendiaron el templo de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, prendieron fuego a sus palacios y destruyeron todos los objetos de valor que allí había. A los que se salvaron de la muerte, el rey se los llevó a Babilonia, y fueron esclavos suyos y de sus hijos hasta el establecimiento del reino persa. De este modo se cumplió la palabra que el SEÑOR había pronunciado por medio de Jeremías. La tierra disfrutó de su descanso sabático todo el tiempo que estuvo desolada, hasta que se cumplieron setenta años.