1 TESALONICENSES 2:11-20
1 TESALONICENSES 2:11-20 Reina Valera 2020 (RV2020)
También sabéis cómo os hemos exhortado y consolado a cada uno de vosotros, tal como lo hace el padre con sus hijos; y os hemos reclamado vivir como es digno de Dios, que os llamó a su Reino y gloria. Por todo ello también nosotros damos gracias a Dios sin cesar, porque cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, no la recibisteis como palabra humana, sino como lo que es en verdad, la palabra de Dios, que actúa en vosotros los creyentes. Vosotros, hermanos, vinisteis a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea, pues habéis sufrido de parte de vuestros compatriotas las mismas cosas que ellas sufrieron de parte de los judíos. Estos mataron al Señor Jesús y a sus propios profetas, y a nosotros nos han perseguido. No agradan a Dios y están en contra de todo el mundo, impidiéndonos a nosotros hablar a los gentiles para que se salven. De esta manera siempre llenan al límite la medida de sus pecados, pero la ira de Dios los ha alcanzado definitivamente. En cuanto a nosotros, hermanos, aunque separados de vosotros por un poco de tiempo, separados físicamente pero no de corazón, teníamos mucho deseo de ir a veros e hicimos todo lo posible. Por eso quisimos ir a vosotros, yo, Pablo, ciertamente lo intenté una y otra vez, pero Satanás nos lo impidió. Pues ¿cuál es nuestra esperanza, o alegría o corona de la cual sentirme orgulloso? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, cuando él venga? Vosotros sois nuestra gloria y alegría.
1 TESALONICENSES 2:11-20 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
También sabéis que os hemos animado y consolado a cada uno de vosotros, como hace un padre con sus hijos. Os hemos encargado que os portéis como deben hacerlo quienes pertenecen a Dios, el cual os ha llamado a tener parte en su propio reino y gloria. Por esto damos siempre gracias a Dios, pues cuando escuchasteis el mensaje de Dios que os predicamos, lo recibisteis realmente como mensaje de Dios y no como mensaje de hombres. Y en verdad es el mensaje de Dios, que actúa con eficacia en vosotros los creyentes. Hermanos, cuando sufristeis persecución a manos de vuestros paisanos, os sucedió lo mismo que a las iglesias de Dios que están en Judea y que son de Cristo Jesús, pues también ellos fueron perseguidos por sus paisanos los judíos. Estos judíos mataron al Señor Jesús, como antes habían matado a los profetas, y nos echaron fuera a nosotros. No agradan a Dios y están en contra de todos, pues cuando queremos hablar a los que no son judíos, para que también se salven, nos lo impiden. De esta manera han llenado la medida de sus pecados. Pero ahora, por fin, el terrible castigo de Dios ha venido sobre ellos. Hermanos, durante este corto tiempo que hemos estado separados, aunque no os veíamos os teníamos siempre presentes en nuestro corazón y deseábamos ir a veros. Intentamos ir; por lo menos yo, Pablo, quise hacerlo en varias ocasiones, pero Satanás nos lo impidió. Pues ¿cuál es nuestra esperanza, nuestra alegría y la razón de que nos sintamos orgullosos? ¡Vosotros mismos lo seréis cuando regrese nuestro Señor Jesucristo! Sí, vosotros sois nuestra gloria y nuestra alegría.
1 TESALONICENSES 2:11-20 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Sabéis también que a cada uno de vosotros lo hemos tratado como trata un padre a sus propios hijos. Os hemos animado, consolado y exhortado a llevar una vida digna de Dios, que os llama a su reino y a su gloria. Así que no dejamos de dar gracias a Dios, porque al oír vosotros la palabra de Dios que os predicamos, la aceptasteis no como palabra humana, sino como lo que realmente es, palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes. Vosotros, hermanos, seguisteis el ejemplo de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea, ya que sufristeis a manos de vuestros compatriotas lo mismo que sufrieron aquellas iglesias a manos de los judíos. Estos mataron al Señor Jesús y a los profetas, y a nosotros nos expulsaron. No agradan a Dios y son hostiles a todos, pues procuran impedir que prediquemos a los gentiles para que sean salvos. Así en todo lo que hacen llegan al colmo de su pecado. Pero el castigo de Dios vendrá sobre ellos con toda severidad. Nosotros, hermanos, después de estar separados de vosotros por algún tiempo, en lo físico, pero no en lo espiritual, con ferviente anhelo hicimos todo lo humanamente posible por ir a veros. Sí, deseábamos visitaros —yo mismo, Pablo, más de una vez intenté ir—, pero Satanás nos lo impidió. En resumidas cuentas, ¿cuál es nuestra esperanza, alegría o motivo de orgullo delante de nuestro Señor Jesús para cuando él venga? ¿Quién más sino vosotros? Sí, vosotros sois nuestro orgullo y alegría.
1 TESALONICENSES 2:11-20 La Palabra (versión española) (BLP)
Tratamos a cada uno —¡bien lo sabéis!— como un padre trata a sus hijos: exhortándoos, animándoos y amonestándoos para que os comportéis de una manera digna del Dios que os ha llamado a su reino glorioso. Damos por ello gracias a Dios constantemente, pues al acoger el evangelio de Dios que os proclamamos, no fue un mensaje humano el que acogisteis sino, como es en verdad, un mensaje divino que sigue actuando en vosotros los creyentes. En efecto, hermanos, también vosotros habéis compartido la suerte de las iglesias de Dios que se hallan en Judea congregadas en nombre de Jesús: a vosotros os han hecho sufrir vuestros compatriotas; y a ellos, los judíos, que fueron los que mataron a Jesús, el Señor, y a los profetas. Los mismos que ahora nos persiguen a nosotros, desagradan a Dios y se hacen enemigos de todo ser humano, al impedirnos predicar a los paganos a fin de que se salven. Están así llenando permanentemente la medida de sus pecados; pero el castigo de Dios se ha abatido sobre ellos de forma definitiva. Por lo que respecta a nosotros, hermanos, separados momentáneamente de vosotros en cuanto a la presencia física, que no por el cariño, hemos procurado con todo empeño visitaros personalmente. Lo hemos intentado, en concreto yo, Pablo, una y otra vez, pero Satanás nos lo ha impedido. Y es que ¿quién, sino vosotros, será nuestra esperanza, nuestra alegría y nuestra corona de gloria ante Jesús nuestro Señor, el día de su manifestación? ¡Vosotros, ciertamente, sois nuestra gloria y nuestra alegría!