1 SAMUEL 9:1-15
1 SAMUEL 9:1-15 Reina Valera 2020 (RV2020)
Había un habitante de Benjamín, hombre valeroso, el cual se llamaba Cis hijo de Abiel hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, hijo de un benjaminita. Tenía él un hijo que se llamaba Saúl, joven y hermoso. Entre los hijos de Israel no había otro más hermoso que él; de hombros arriba sobrepasaba a cualquiera del pueblo. Un día se perdieron las asnas de Cis, padre de Saúl; por lo que dijo Cis a su hijo Saúl: —Toma ahora contigo alguno de los criados, levántate y ve a buscar las asnas. Y él atravesó los montes de Efraín, y de allí pasó a la tierra de Salisa, y no las hallaron. Pasaron luego por la tierra de Saalim, y tampoco las hallaron. Después pasaron por la tierra de Benjamín, y no las encontraron. Cuando vinieron a la tierra de Zuf, Saúl dijo al criado que lo acompañaba: —Ven, volvámonos; porque quizá mi padre haya olvidado la preocupación por las asnas y esté intranquilo por nosotros. Él le respondió: —En esta ciudad hay un hombre de Dios; es un hombre muy respetado: todo lo que él dice acontece sin falta. Vamos, pues, allá; quizá nos dará algún indicio acerca del objeto por el cual emprendimos nuestro camino. Respondió Saúl a su criado: —Vamos ahora; pero ¿qué llevaremos a ese hombre? Porque el pan de nuestras alforjas se ha acabado, y no tenemos qué ofrecerle al hombre de Dios. ¿Qué le podemos dar? Entonces replicó el criado y dijo a Saúl: —Mira, tengo aquí en mi mano un poco de plata; se lo daré al hombre de Dios, para que nos indique el camino. (Antiguamente en Israel, cualquiera que iba a consultar a Dios, decía: «Venid y vamos al vidente»; porque al que hoy se llama profeta, entonces se le llamaba vidente.) Dijo entonces Saúl a su criado: —Dices bien; anda, vamos. Y se fueron a la ciudad donde estaba el hombre de Dios. Cuando subían por la cuesta de la ciudad, hallaron unas jóvenes que salían por agua, a las que dijeron: —¿Está en este lugar el vidente? Ellas les respondieron: —Sí; aquí está. Daos prisa, pues precisamente ha venido a la ciudad en atención a que el pueblo tiene hoy un sacrificio en el lugar alto. En cuanto entréis en la ciudad, buscadlo, antes que suba al lugar alto a comer; pues el pueblo no comerá hasta que él haya llegado, por cuanto él es el que bendice el sacrificio; después de esto, comen los convidados. Subid, pues, ya, porque es ahora cuando lo hallaréis. Ellos subieron entonces a la ciudad; y cuando estaban en medio de ella, vieron a Samuel que venía hacía ellos para subir al lugar alto. Un día antes de la llegada de Saúl, el Señor había hecho a Samuel esta revelación
1 SAMUEL 9:1-15 La Palabra (versión española) (BLP)
En la tribu de Benjamín había un hombre de buena posición llamado Quis, hijo de Abiel y descendiente de Seror, Becorat y Afiaj, el benjaminita. Quis tenía un hijo, llamado Saúl, un joven atractivo y el más esbelto entre los israelitas, pues les sacaba la cabeza a todos los demás. A su padre, Quis, se le habían extraviado las asnas; así que le dijo a su hijo Saúl: —Llévate a uno de los criados y vete a buscar las asnas. Recorrió la serranía de Efraín y el término de Salisá, pero no encontró las asnas. Recorrió el término de Saalín, y nada. Recorrió también el término de Benjamín y tampoco las encontró. Cuando llegaron al término de Suf, Saúl dijo al criado que lo acompañaba: —Vamos a regresar, no sea que mi padre empiece a preocuparse más por nosotros que por las asnas. Pero el criado le respondió: —Mira, en esta ciudad vive un hombre de Dios muy respetado, pues todo lo que dice se cumple puntualmente. Acudamos a él y quizá nos indique el camino que debemos seguir. Saúl le contestó: —Pero, si vamos, ¿qué podemos llevar a ese hombre? Porque ya no nos queda pan en las alforjas y no tenemos nada que ofrecerle. ¿Qué nos queda? Y el criado le dijo: —Mira, tengo a mano una pequeña moneda de plata. Se la daré al hombre de Dios para que nos indique el camino. (En Israel antiguamente, cuando alguien iba a consultar a Dios, decía: «Vamos a ver al vidente»; pues al que actualmente llamamos «profeta» antes se le llamaba «vidente»). Y Saúl respondió: —De acuerdo, vamos. Y se dirigieron a la aldea donde vivía el hombre de Dios. Cuando subían la cuesta de la aldea, encontraron a unas muchachas que iban en busca de agua y les preguntaron: —¿Está aquí el vidente? Ellas les contestaron: —Sí, ahí un poco más adelante. Pero daos prisa, pues ha llegado hoy a la aldea, porque el pueblo celebra un sacrificio en el santuario. Al llegar a la aldea lo encontraréis, antes de que suba a comer al santuario. La gente no comerá hasta que él llegue, pues debe bendecir la ofrenda. Después podrán comer los invitados. Así que subid ahora, porque lo encontraréis inmediatamente. Ellos subieron hacia la aldea y cuando entraban en ella, se toparon con Samuel que salía para subir al santuario local. El día anterior de la llegada de Saúl, el Señor había revelado directamente a Samuel lo siguiente
1 SAMUEL 9:1-15 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
En la tribu de Benjamín había un hombre llamado Quis, que era hijo de Abiel y nieto de Seror; su bisabuelo había sido Becorat, hijo de Afíah. Quis, hombre muy respetado, tenía un hijo, joven y bien parecido, que se llamaba Saúl. No había otro israelita tan bien parecido como él, y en estatura ninguno le pasaba del hombro. Un día, a Quis se le perdieron sus asnas. Entonces dijo a su hijo Saúl: –Prepárate y ve a buscar las asnas. Llévate a uno de los criados. Saúl se fue, atravesó la región montañosa de Efraín y pasó por la región de Salisá; pero no encontró las asnas. Pasó también por la región de Saalim y por la de Benjamín, y tampoco las halló. Al llegar a la región de Suf, dijo Saúl al criado que le acompañaba: –Vamos a regresar, pues mi padre debe de estar ya más preocupado por nosotros que por las asnas. El criado le contestó: –En esta ciudad hay un profeta a quien todos respetan, porque todo lo que anuncia sucede sin falta. Vamos allá, y quizá él nos indique el camino que debemos seguir. –Vamos, pues –contestó Saúl–. Pero, ¿qué le llevaremos a ese hombre? Ya ni siquiera nos queda pan en las alforjas. No tenemos nada que ofrecer al profeta. El criado respondió: –Tengo en mi poder una pequeña moneda de plata. Se la daremos al profeta para que nos indique el camino. (Antiguamente, cuando algún israelita quería consultar a Dios, decía: “Vamos a ver al vidente”; pues al que ahora se llama “profeta”, antes se le llamaba “vidente”.) –De acuerdo –dijo Saúl–. Vamos allá. Los dos se dirigieron a la ciudad donde vivía el profeta, Cuando subían la cuesta en dirección a la ciudad, se encontraron con unas muchachas que iban a sacar agua, y les preguntaron: –¿Es aquí donde podemos encontrar al vidente? Ellas les respondieron: –Sí, pero él está más adelante. Daos prisa, pues ha venido a la ciudad porque hoy se celebra el sacrificio en el santuario. En cuanto lleguéis allí, buscadle, antes de que se vaya al santuario para la comida. La gente no comerá hasta que él llegue, pues él tiene que bendecir el sacrificio, después de lo cual comerán los invitados. Por eso, id ahora, porque en este momento le encontraréis. Ellos continuaron subiendo, camino de la ciudad. Y precisamente cuando iban llegando a ella, Samuel salía en dirección contraria, para ir al santuario. El día anterior a la llegada de Saúl, el Señor había revelado esto a Samuel
1 SAMUEL 9:1-15 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Había un hombre de la tribu de Benjamín, muy respetado, cuyo nombre era Quis hijo de Abiel, hijo de Zeror, hijo de Becorat, hijo de Afía, también benjaminita. Quis tenía un hijo llamado Saúl, que era buen mozo y apuesto como ningún otro israelita, tan alto que los demás apenas le llegaban al hombro. En cierta ocasión se extraviaron las burras de su padre Quis, y este le dijo a Saúl: «Toma a uno de los criados y ve a buscar las burras». Saúl y el criado se fueron y cruzaron la sierra de Efraín, hasta pasar por la región de Salisá, pero no las encontraron. Pasaron también por la región de Salín, y después por el territorio de Benjamín, pero tampoco allí las encontraron. Cuando llegaron al territorio de Zuf, Saúl le dijo al criado que lo acompañaba: ―Vámonos. Debemos regresar, no sea que mi padre comience a preocuparse más por nosotros que por las burras. El criado le contestó: ―En este pueblo vive un hombre de Dios que es muy famoso. Todo lo que dice se cumple sin falta. ¿Por qué no vamos allí? A lo mejor nos indica el camino que debemos seguir. ―Pero, si vamos, ¿qué le podemos llevar? —preguntó Saúl—. En las alforjas no nos queda nada de comer, ni tenemos ningún regalo que ofrecerle al hombre de Dios. ¡Qué tenemos! ―Aquí tengo casi tres gramos de plata —respondió el criado—. Se los puedo dar al hombre de Dios para que nos indique el camino. (Antiguamente, cuando alguien en Israel iba a consultar a Dios, solía decir: «Vamos a ver al vidente», porque así se le llamaba entonces al que ahora se le llama profeta). ―Muy bien —dijo Saúl—, vamos. Dicho esto, se dirigieron al pueblo donde vivía el hombre de Dios. Subían por la cuesta de la ciudad cuando se encontraron con unas jóvenes que iban a sacar agua. Les preguntaron: ―¿Se encuentra por aquí el vidente? ―Sí, está más adelante —contestaron ellas—. Daos prisa, que acaba de llegar a la ciudad, y el pueblo va a ofrecer un sacrificio en el santuario del cerro. Cuando entréis en la ciudad lo encontraréis, si llegáis antes de que suba al santuario para comer. La gente no empezará a comer hasta que él llegue, pues primero tiene que bendecir el sacrificio, y luego los invitados comerán. Así que id de inmediato, que hoy mismo lo vais a encontrar. Saúl y su criado se dirigieron entonces a la ciudad. Iban entrando cuando Samuel se encontró con ellos, camino al santuario del cerro. Un día antes de que Saúl llegara, el SEÑOR le había hecho esta revelación a Samuel