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1 SAMUEL 28:8-25

1 SAMUEL 28:8-25 La Palabra (versión española) (BLP)

Saúl se disfrazó cambiando de ropa y partió con dos hombres. Llegó de noche adonde vivía la mujer y le dijo: —Prepara tus hechizos y evócame a quien yo te diga. La mujer le respondió: —Ya sabes lo que ha hecho Saúl, que ha expulsado del país a hechiceros y nigromantes. ¿Es que quieres ponerme en peligro de muerte? Pero Saúl, jurando por Dios, le dijo: —¡Te juro por el Señor que no serás castigada por esto! La mujer le preguntó: —¿A quién quieres que te evoque? Y Saúl respondió: —Evócame a Samuel. Cuando la mujer vio a Samuel, pegó un grito y le dijo a Saúl: —¿Por qué me has engañado? ¡Tú eres Saúl! El rey le dijo: —No tengas miedo. ¿Qué ves? La mujer le respondió: —Un espíritu que sale de la tierra. Saúl le preguntó: —¿Qué aspecto tiene? Ella le dijo: —El de un anciano vestido con un manto. Saúl comprendió entonces que se trataba de Samuel, se postró rostro en tierra e hizo una reverencia. Samuel dijo a Saúl: —¿Por qué me has perturbado, haciéndome venir? Saúl respondió: —Estoy en un gran aprieto. Los filisteos me atacan y Dios me ha abandonado y ya no me responde ni por medio de los profetas ni a través de los sueños. Por eso te he llamado, para que me indiques qué debo hacer. Samuel le dijo: —Si el Señor te ha abandonado y se te ha vuelto enemigo, ¿por qué me preguntas a mí? El Señor ha realizado lo que te había anunciado a través de mí: te ha quitado el reino para dárselo a otro, a David. Como desobedeciste al Señor y no ejecutaste su castigo contra Amalec, por eso ahora el Señor ha hecho esto contigo. Además, el Señor entregará a Israel junto contigo en poder de los filisteos. Mañana mismo tú y tus hijos estaréis conmigo y el Señor entregará el campamento israelita en poder de los filisteos. Saúl cayó de repente al suelo, todo lo largo que era, muy impresionado por las palabras de Samuel y además agotado porque no había podido comer nada en todo el día y toda la noche. La mujer se acercó a él y, al verlo tan asustado, le dijo: —Mira, esta servidora te ha obedecido y ha arriesgado su vida por obedecer tus órdenes. Escucha ahora tú a esta servidora. Voy a traerte algo de comida para que comas, recuperes las fuerzas y puedas reanudar tu camino. Saúl se negó: —No quiero comer. Pero sus criados y la mujer le insistieron y finalmente obedeció, se levantó del suelo y se sentó en el diván. La mujer se apresuró a matar un ternero rollizo que tenía en casa; tomó harina, la amasó y coció panes sin levadura. Luego se los sirvió a Saúl y a sus servidores, que comieron y se pusieron en camino aquella misma noche.

1 SAMUEL 28:8-25 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Saúl se disfrazó, vistiéndose con otra ropa, y acompañado por dos hombres fue de noche a visitar a aquella mujer. Le dijo: –Te ruego que me adivines la suerte, y que hagas venir el espíritu de quien yo te diga. La mujer le respondió: –Tú sabes lo que ha hecho Saúl, que ha expulsado del país a los adivinos y a los que invocan a los muertos. ¿Por qué me metes en algo que me puede costar la vida? Pero Saúl, jurando por el Señor, le dijo: –Te juro por el Señor que no te pasará nada malo por esto. –¿A quién quieres que haga venir? –contestó la mujer. –Llámame a Samuel –dijo Saúl. De pronto la mujer vio a Samuel, y dio un grito; luego dijo a Saúl: –¿Por qué me has engañado? ¡Tú eres Saúl! Pero el rey le dijo: –No tengas miedo. ¿Qué has visto? –Veo un dios que sube de la tierra –contestó la mujer. –¿Qué aspecto tiene? –preguntó Saúl. –Es un hombre anciano, vestido con una capa –respondió ella. Saúl comprendió en seguida que era Samuel, y se inclinó hasta tocar el suelo con la frente. Entonces le dijo Samuel: –¿Para qué me has molestado haciéndome venir? Saúl respondió: –Es que estoy muy angustiado, pues me están atacando los filisteos y Dios me ha abandonado. No me responde ya ni por medio de los profetas ni por sueños. Por eso te he llamado, para que me indiques lo que debo hacer. Samuel le contestó: –¿Por qué me preguntas a mí, si el Señor ya te ha abandonado y se ha vuelto tu enemigo? El Señor ha hecho contigo lo que te anunció por medio de mí. Te ha arrebatado el reino y se lo ha entregado a tu compañero David, ya que tú no obedeciste el mandato del Señor ni cumpliste su orden de destruir a los amalecitas. Por eso, ahora el Señor ha hecho esto contigo. Además, el Señor os va a entregar a los israelitas y a ti en poder de los filisteos, y mañana tú y tus hijos estaréis conmigo. También hará el Señor que el campamento de Israel caiga en poder de los filisteos. Entonces Saúl cayó al suelo cuan largo era. Estaba tan asustado por las palabras de Samuel, que se desmayó. Para colmo, no había comido nada en todo el día ni en toda la noche. Al ver la mujer que Saúl estaba tan aturdido, se acercó a él y le dijo: –Esta servidora tuya ha atendido tu petición. Jugándome la vida, he obedecido tus órdenes. Así que ahora te ruego que me hagas caso: te voy a servir un poco de comida, para que te reanimes y puedas seguir adelante. Saúl no quería comer, pero sus oficiales y la mujer insistieron tanto, que al fin aceptó. En seguida se levantó del suelo y se sentó en una cama. Mientras tanto, la mujer mató un becerro gordo que tenía en su casa y amasó harina para cocer unas tortas sin levadura. Luego se lo llevó todo a Saúl y a sus oficiales. Ellos, después de haber comido, se despidieron, y aquella misma noche se fueron.

1 SAMUEL 28:8-25 Reina Valera 2020 (RV2020)

Se disfrazó Saúl con otras vestiduras y, acompañado por dos hombres, llegó de noche a aquella mujer y le dijo: —Te ruego que me adivines, por el espíritu de adivinación, y hagas venir a quien yo te diga. La mujer le respondió: —Bien sabes lo que Saúl ha hecho, cómo ha extirpado de la tierra a los evocadores y a los adivinos. ¿Por qué, pues, me pones esta trampa para hacerme morir? Entonces Saúl le juró por el Señor: —¡Vive el Señor, que ningún mal te sobrevendrá por esto! La mujer dijo: —¿A quién te haré venir? —Hazme venir a Samuel —respondió él. Al ver la mujer a Samuel, lanzó un grito y dijo a Saúl: —¿Por qué me has engañado?, pues tú eres Saúl. —No temas. ¿Qué has visto? —le respondió el rey. —He visto dioses que suben de la tierra —dijo la mujer a Saúl. —¿Cuál es su forma? —le preguntó él. —Un hombre anciano viene, cubierto de un manto —respondió ella. Comprendió Saúl que era Samuel, y cayó rostro en tierra, mientras hacía una gran reverencia. Samuel dijo a Saúl: —¿Por qué me has inquietado y me has hecho venir? Saúl respondió: —Estoy muy angustiado, pues los filisteos pelean contra mí. Dios se ha apartado de mí y ya no me responde, ni por medio de los profetas ni por sueños; por esto te he llamado, para que me digas lo que debo hacer. Samuel respondió: —¿Para qué me preguntas a mí, si el Señor se ha apartado de ti y es tu enemigo? El Señor te ha hecho como predijo por medio de mí, pues el Señor ha arrancado el reino de tus manos y lo ha dado a tu compañero, David. Como tú no obedeciste a la voz del Señor, ni atendiste al ardor de su ira contra Amalec, por eso el Señor te ha hecho esto hoy. Junto contigo, el Señor entregará a Israel en manos de los filisteos; mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos. El Señor entregará también al ejército de Israel en manos de los filisteos. De repente, cayó Saúl en tierra cuan largo era, lleno de temor por las palabras de Samuel. Estaba sin fuerzas, porque no había comido durante todo aquel día y toda aquella noche. La mujer se acercó a Saúl, y al ver que estaba muy turbado, le dijo: —Tu sierva ha obedecido a tu voz; he arriesgado mi vida y he cumplido la orden que me diste. Te ruego, pues, que tú también oigas la voz de tu sierva; pondré delante de ti un bocado de pan para que comas, a fin de que recobres fuerzas y sigas tu camino. Él rehusó: —No comeré —dijo. Pero sus siervos y la mujer le insistieron, y él les obedeció. Se levantó, pues, del suelo, y se sentó sobre una cama. Aquella mujer tenía en su casa un ternero engordado. Enseguida lo mató, tomó harina, la amasó y coció con ella panes sin levadura. Luego sirvió todo aquello a Saúl y sus siervos, quienes, después de haber comido, se levantaron y se fueron aquella misma noche.

1 SAMUEL 28:8-25 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Saúl se disfrazó con otra ropa y, acompañado de dos hombres, se fue de noche a ver a la mujer. ―Quiero que evoques a un espíritu —le pidió Saúl—. Haz que se me aparezca el que yo te diga. ―¿Acaso no sabes tú lo que ha hecho Saúl? —respondió la mujer—. ¡Ha expulsado del país a los adivinos y a los hechiceros! ¿Por qué vienes tú a tenderme una trampa y exponerme a la muerte? ―¡Tan cierto como que el SEÑOR vive, te juro que nadie te va a castigar por esto! —contestó Saúl. ―¿A quién deseas tú que yo haga aparecer? —preguntó la mujer. ―Evócame a Samuel —respondió Saúl. Al ver a Samuel, la mujer pegó un grito. ―¡Pero si tú eres Saúl! ¿Por qué me has engañado? —le recriminó. ―No tienes nada que temer —dijo el rey—. Dime lo que has visto. ―Veo un espíritu que sube de la tierra —respondió ella. ―¿Y qué aspecto tiene? ―El de un anciano, que sube envuelto en un manto. Al darse cuenta Saúl de que era Samuel, se postró rostro en tierra. Samuel le dijo a Saúl: ―¿Por qué me molestas, haciéndome subir? ―Estoy muy angustiado —respondió Saúl—. Los filisteos me están atacando, y Dios me ha abandonado. Ya no me responde, ni en sueños ni por medio de profetas. Por eso decidí llamarte, para que me digas lo que debo hacer. Samuel le replicó: ―Pero, si el SEÑOR se ha alejado de ti y se ha vuelto tu enemigo, ¿por qué me consultas a mí? El SEÑOR ha cumplido lo que había anunciado por medio de mí: él te ha arrebatado de las manos el reino, y se lo ha dado a tu compañero David. Tú no obedeciste al SEÑOR, pues no llevaste a cabo la furia de su castigo contra los amalecitas; por eso él te condena hoy. El SEÑOR os entregará a ti y a Israel en manos de los filisteos. Mañana tú y tus hijos os uniréis a mí, y el campamento israelita caerá en poder de los filisteos. Al instante, Saúl se desplomó. Y es que estaba lleno de miedo por lo que Samuel le había dicho, además de que se moría de hambre, pues en toda la noche y en todo el día no había comido nada. Al verlo tan asustado, la mujer se le acercó y le dijo: ―Yo, tu sierva, te hice caso y, por obedecer tus órdenes, me jugué la vida. Ahora yo te pido que me hagas caso a mí. Déjame traerte algún alimento para que comas; así podrás recuperarte y seguir tu camino. Pero Saúl se negó a comer. Sin embargo, sus oficiales insistieron al igual que la mujer, y por fin consintió. Se levantó del suelo y tomó asiento. La mujer tenía en su casa un ternero gordo, al que mató en seguida. También amasó harina y horneó unos panes sin levadura. Luego les sirvió a Saúl y a sus oficiales. Esa misma noche, después de comer, todos ellos emprendieron el camino.