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1 SAMUEL 24:2-11

1 SAMUEL 24:2-11 La Palabra (versión española) (BLP)

Cuando Saúl volvió de perseguir a los filisteos, le informaron que David estaba en el desierto de Enguedí. Saúl tomó consigo a tres mil hombres de lo más selecto de Israel y marchó a buscar a David y a sus hombres por los Riscos de los Rebecos. Cuando llegó a unos apriscos de ovejas junto al camino, entró en una cueva que había allí a hacer sus necesidades. David y sus hombres estaban al fondo de la cueva. Los hombres de David le dijeron: —Esta es la ocasión que te anunció el Señor cuando te dijo: «Voy a poner a tu enemigo en tus manos. Haz con él lo que mejor te parezca». David se levantó sin hacer ruido y cortó el borde del manto de Saúl. Pero luego le remordió la conciencia por haberle cortado el borde del manto a Saúl. Y dijo a sus hombres: —Dios me libre de hacerle eso a mi rey, el ungido del Señor, y de atentar contra él. ¡Es el ungido del Señor! David aplacó a sus hombres con estas palabras y no les permitió atacar a Saúl. Mientras tanto, Saúl salió de la cueva y siguió su camino. Inmediatamente después, David salió de la cueva y se puso a gritar tras Saúl: —¡Señor! ¡Majestad! Saúl miró hacia atrás y David se inclinó hacia el suelo e hizo una reverencia. Luego dijo a Saúl: —¿Por qué haces caso a los que dicen que David busca tu ruina? Ahora mismo puedes comprobar que el Señor te ha puesto hoy en mis manos dentro de la cueva: me animaron a matarte, pero te he respetado y he dicho que no atentaría contra mi rey, porque es el ungido del Señor.

1 SAMUEL 24:2-11 Reina Valera 2020 (RV2020)

Tomó entonces Saúl tres mil hombres escogidos de todo Israel y salió en busca de David y de sus hombres por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses. Al llegar a un redil de ovejas junto al camino, donde había una cueva, entró Saúl en ella para hacer sus necesidades. En el fondo de la cueva estaban sentados David y sus hombres. Los hombres de David le dijeron: —Mira, este es el día que el Señor te anunció: «Yo entrego a tu enemigo en tus manos, y harás con él como te parezca». David se levantó y, calladamente, cortó la orilla del manto de Saúl. Después de esto se turbó el corazón de David, porque había cortado la orilla del manto de Saúl. Y dijo a sus hombres: —El Señor me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido del Señor. ¡No extenderé mi mano contra él, porque es el ungido del Señor! Con estas palabras reprimió David a sus hombres y no les permitió que se abalanzaran contra Saúl. Y Saúl, después de salir de la cueva, siguió su camino. También David se levantó y, al salir de la cueva, le gritó a Saúl: —¡Mi señor, el rey! Cuando Saúl miró hacia atrás, David se postró rostro en tierra, hizo una reverencia, y dijo a Saúl: —¿Por qué escuchas las palabras de los que dicen: «Mira que David procura tu mal»? Hoy han visto tus ojos cómo el Señor te ha puesto en mis manos en la cueva. Me dijeron que te matara, pero te perdoné, pues me dije: «No extenderé mi mano contra mi señor, porque es el ungido del Señor». Mira, padre mío, mira la orilla de tu manto en mi mano; porque yo corté la orilla de tu manto y no te maté. Reconoce, pues, que no hay mal ni traición en mis manos, ni he pecado contra ti; sin embargo, tú andas a la caza de mi vida para quitármela.

1 SAMUEL 24:2-11 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Entonces Saúl escogió a tres mil hombres de todo Israel, y fue a buscar a David y sus hombres por las peñas más escarpadas. En su camino llegó a unos rediles de ovejas, cerca de los cuales había una cueva en la que estaban escondidos David y sus hombres. Saúl se metió en ella para hacer sus necesidades, y entonces los hombres de David dijeron a este: –Hoy se cumple la promesa que te hizo el Señor de que pondría en tus manos a tu enemigo. Haz con él lo que mejor te parezca. Entonces David se levantó, y con mucha precaución cortó un pedazo de la capa de Saúl; pero después de esto le remordió la conciencia, y dijo a sus hombres: –¡El Señor me libre de levantar la mano contra mi señor el rey! ¡Si él es rey, es porque el Señor lo ha escogido! De este modo refrenó David a sus hombres y no les permitió atacar a Saúl, el cual salió de la cueva y siguió su camino. Pero en seguida salió también David de la cueva, gritando tras él: –¡Majestad, Majestad! Saúl miró hacia atrás, y David, inclinándose hasta el suelo en señal de reverencia, le dijo: –¿Por qué hace caso Su Majestad a quienes le dicen que yo busco su mal? Su Majestad ha podido comprobar que, aunque el Señor puso hoy a Su Majestad en mis manos allá en la cueva, yo no quise matar a Su Majestad, sino que le perdoné la vida, pues me dije que si Su Majestad es rey, es porque el Señor le ha escogido. “Mire bien Su Majestad lo que tengo en la mano: es un pedazo de la capa de Su Majestad, a quien bien podría haber matado. Con eso puede darse cuenta Su Majestad de que yo no he pensado en hacerle daño ni traicionarle, ni tampoco le he faltado. Sin embargo, Su Majestad me persigue para quitarme la vida.

1 SAMUEL 24:2-11 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Entonces Saúl tomó consigo tres batallones de hombres escogidos de todo Israel, y se fue por los Peñascos de las Cabras, en busca de David y de sus hombres. Por el camino, llegó a un redil de ovejas; y, como había una cueva en el lugar, entró allí para hacer sus necesidades. David estaba escondido en el fondo de la cueva, con sus hombres, y estos le dijeron: ―En verdad, hoy se cumple la promesa que te hizo el SEÑOR cuando te dijo: “Yo pondré a tu enemigo en tus manos, para que hagas con él lo que mejor te parezca”. David se levantó y, sin hacer ruido, cortó el borde del manto de Saúl. Pero le remordió la conciencia por lo que había hecho, y les dijo a sus hombres: ―¡Que el SEÑOR me libre de hacerle al rey lo que vosotros sugerís! No puedo alzar la mano contra él, porque es el ungido del SEÑOR. De este modo David contuvo a sus hombres, y no les permitió que atacaran a Saúl. Pero una vez que este salió de la cueva para proseguir su camino, David lo siguió, gritando: ―¡Mi señor el rey! Saúl miró hacia atrás, y David, postrándose rostro en tierra, se inclinó y le dijo: ―¿Por qué haces caso a los que dicen que yo quiero hacerte daño? Tú podrás ver con tus propios ojos que hoy mismo, en esta cueva, el SEÑOR te había entregado en mis manos. Mis hombres me incitaban a que te matara, pero yo respeté tu vida y dije: “No puedo alzar la mano contra el rey, porque es el ungido del SEÑOR”. Padre mío, mira el borde de tu manto que tengo en la mano. Yo corté este pedazo, pero a ti no te maté. Reconoce que yo no intento hacerte mal ni traicionarte. Tú, sin embargo, me persigues para quitarme la vida, aunque yo no te he hecho ningún agravio.