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1 SAMUEL 15:10-35

1 SAMUEL 15:10-35 La Palabra (versión española) (BLP)

El Señor dirigió a Samuel este mensaje: —Me arrepiento de haber elegido rey a Saúl, pues me ha vuelto la espalda y no ha cumplido mis órdenes. Samuel se entristeció y estuvo suplicando al Señor toda la noche. Por la mañana madrugó para ir al encuentro de Saúl, pero le informaron que Saúl había ido a Carmel para levantar un monumento, y que luego, dando un rodeo, había bajado a Guilgal. Entonces Samuel llegó adonde estaba Saúl y este le dijo: —El Señor te bendiga. He cumplido el encargo del Señor. Pero Samuel le preguntó: —¿Y qué significan esos balidos que escucho y esos mugidos que estoy oyendo? Saúl le respondió: —Los han traído de Amalec. La gente ha perdonado la vida a las mejores ovejas y vacas, para ofrecerlas en sacrificio al Señor tu Dios. El resto lo hemos consagrado al exterminio. Samuel repuso: —Calla, que te voy a comunicar lo que el Señor me ha dicho esta noche. Saúl respondió: —Habla. Samuel dijo: —Aunque te consideras insignificante, eres el jefe de las tribus de Israel, pues el Señor te ha ungido como rey de Israel. El Señor te ha enviado a esta campaña con la orden de consagrar al exterminio a esos amalecitas pecadores y de atacarlos hasta acabar con ellos. ¿Por qué te has apoderado del botín desobedeciendo la orden del Señor y haciendo lo que el Señor desaprueba? Saúl le contestó: —Sí que he obedecido la orden del Señor. He realizado la campaña que me encomendó, he traído a Agag, rey de Amalec, y he consagrado al exterminio a los amalecitas. Y si la gente tomó como botín las ovejas y vacas, destinadas al exterminio, fue para ofrecérselas en sacrificio al Señor tu Dios en Guilgal. Samuel respondió: —¿Acaso el Señor valora más los holocaustos y sacrificios que la obediencia a su palabra? Mira, la obediencia vale más que el sacrificio y la docilidad más que la grasa de carneros. En cambio, la rebeldía es como el pecado de espiritismo, y la arrogancia, como el delito de idolatría. Puesto que has rechazado la palabra del Señor, él te rechaza como rey. Entonces Saúl dijo a Samuel: —He pecado, pues he violado el mandato del Señor y tus palabras, y he obedecido a la gente por miedo. Ahora te ruego que me perdones y que me acompañes para adorar al Señor. Samuel le respondió: —No te acompañaré, pues has rechazado la palabra del Señor y el Señor te rechaza como rey de Israel. Samuel se dio la vuelta para marcharse, pero Saúl le agarró el borde del manto y se lo rompió. Entonces Samuel le dijo: —El Señor también te arranca hoy el reino de Israel para dárselo a otro mejor que tú. Y es que la Gloria de Israel no miente ni se arrepiente, pues no es un ser humano para arrepentirse. Saúl insistió: —He pecado. Pero ahora te ruego que me rehabilites ante los ancianos del pueblo y ante Israel, y que me acompañes para adorar al Señor, tu Dios. Samuel volvió con Saúl y este adoró al Señor. Luego Samuel ordenó: —Traedme a Agag, el rey de Amalec. Agag se acercó a él confiado pensando que ya había superado el mal trago de la muerte. Pero Samuel le dijo: —Así como tu espada dejó a muchas madres sin hijos, ahora tu madre quedará privada de hijos, igual que ellas. Y Samuel descuartizó a Agag ante el Señor en Guilgal. Luego se marchó a Ramá y Saúl volvió a su casa de Guibeá de Saúl. Samuel ya no volvió a ver en su vida a Saúl, pero sentía pena por él, porque el Señor se había arrepentido de haberlo nombrado rey de Israel.

1 SAMUEL 15:10-35 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Luego el Señor habló a Samuel y le dijo: –Me pesa haber hecho rey a Saúl, porque se ha apartado de mí y no ha cumplido mis órdenes. Samuel se sintió muy entristecido, y pasó toda la noche rogando al Señor. A la mañana siguiente madrugó para ir al encuentro de Saúl, pero le informaron de que este se había ido a Carmel, que allí se había levantado un monumento y que luego, dando un rodeo, había continuado hacia Guilgal. Cuando Samuel llegó adonde estaba Saúl, este le dijo: –El Señor te bendiga. Ya he cumplido la orden del Señor. –¿Qué significan entonces esos balidos de ovejas y esos bramidos de toros que estoy escuchando? –respondió Samuel. –Los han traído de Amalec –contestó Saúl–, porque la gente ha conservado las mejores ovejas y los mejores toros para ofrecerlos en sacrificio al Señor tu Dios. Pero hemos destruido lo demás. –¡Pues déjame que te comunique lo que el Señor me dijo anoche! –le interrumpió Samuel. –Habla –respondió Saúl. Y Samuel le dijo: –¿No te considerabas tú de poca importancia? Sin embargo, has llegado a ser el jefe de las tribus israelitas, y el Señor te ha consagrado como rey de Israel. Ahora bien, si el Señor te envió con la orden estricta de destruir a esos pecadores amalecitas, y de atacarlos hasta acabar con ellos, ¿por qué desobedeciste sus órdenes y te lanzaste sobre el botín arrebatado al enemigo, actuando mal a los ojos del Señor? Saúl contestó: –Yo obedecí las órdenes del Señor y cumplí la misión que él me encomendó: he traído prisionero a Agag, rey de Amalec, y he destruido a los amalecitas. Pero la tropa se quedó con ovejas y toros, lo mejor de lo que estaba destinado a la destrucción, para sacrificarlos en honor del Señor tu Dios en Guilgal. Entonces Samuel dijo: “Más agrada al Señor que se le obedezca, que no que se le ofrezcan sacrificios y holocaustos; vale más obedecerle y prestarle atención, que ofrecerle sacrificios y grasa de carneros. Tanto peca el que se rebela contra él como el que practica la adivinación; semejante a quien adora a los ídolos es aquel que le desobedece. Y como tú has rechazado sus mandatos, ahora él te rechaza como rey.” Entonces Saúl dijo a Samuel: –Sí, he pecado, pues pasé por alto la orden del Señor y tus instrucciones, porque tuve miedo de la gente y atendí su petición. Pero te ruego que perdones mi pecado y que regreses conmigo para adorar al Señor. –No voy a regresar contigo –le respondió Samuel–, porque tú has rechazado el mandato del Señor y ahora él te rechaza como rey de Israel. Samuel se volvió para marcharse, pero Saúl lo agarró por el borde de la capa y se la desgarró. Entonces Samuel dijo a Saúl: –De esta misma manera, el Señor ha desgarrado hoy de ti el reino de Israel. Te lo ha quitado para entregárselo a un compatriota tuyo mejor que tú. Porque Dios, que es la gloria de Israel, no miente ni se arrepiente, pues no es un simple hombre para arrepentirse. –Yo he pecado –repitió Saúl–; pero te ruego que ante los ancianos de Israel y ante todo el pueblo me sigas respetando como rey. Así que vuelve conmigo para adorar al Señor tu Dios. Samuel volvió entonces con Saúl, y este adoró al Señor. Luego Samuel ordenó: –Traed ante mí a Agag, rey de Amalec. Agag se presentó muy tranquilo ante Samuel, pensando que ya había pasado el peligro de una muerte amarga. Pero Samuel le dijo: –Con tu espada dejaste sin hijos a muchas mujeres. Pues igual que ellas quedará tu madre. Y sin más, Samuel lo descuartizó en Guilgal, ante el Señor. Después se fue a Ramá, y Saúl regresó a su casa, en Guibeá de Saúl. Y Samuel nunca más volvió a ver a Saúl, aunque le causó mucha tristeza que el Señor se hubiera arrepentido de haber hecho a Saúl rey de Israel.

1 SAMUEL 15:10-35 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

La palabra del SEÑOR vino a Samuel: «Me arrepiento de haber hecho rey a Saúl, pues se ha apartado de mí y no ha llevado a cabo mis instrucciones». Tanto se alteró Samuel que pasó la noche clamando al SEÑOR. Por la mañana, muy temprano, se levantó y fue a encontrarse con Saúl, pero le dijeron: «Saúl se fue a Carmel, y allí se erigió un monumento. Luego dio una vuelta y continuó hacia Guilgal». Cuando Samuel llegó, Saúl le dijo: ―¡Que el SEÑOR te bendiga! He cumplido las instrucciones del SEÑOR. ―Y entonces, ¿qué significan esos balidos de oveja que me parece oír? —le reclamó Samuel—. ¿Y cómo es que oigo mugidos de vaca? ―Son las que nuestras tropas trajeron del país de Amalec —respondió Saúl—. Dejaron con vida a las mejores ovejas y vacas para ofrecerlas al SEÑOR tu Dios, pero todo lo demás lo destruimos. ―¡Basta! —le interrumpió Samuel—. Voy a comunicarte lo que el SEÑOR me dijo anoche. ―Te escucho —respondió Saúl. Entonces Samuel le dijo: ―¿No es cierto que, aunque te creías poca cosa, has llegado a ser jefe de las tribus de Israel? ¿No fue el SEÑOR quien te ungió como rey de Israel, y te envió a cumplir una misión? Él te dijo: “Ve y destruye a esos pecadores, los amalecitas. Atácalos hasta acabar con ellos”. ¿Por qué, entonces, no obedeciste al SEÑOR? ¿Por qué echaste mano del botín e hiciste lo que ofende al SEÑOR? ―¡Yo sí he obedecido al SEÑOR! —insistió Saúl—. He cumplido la misión que él me encomendó. Traje prisionero a Agag, rey de Amalec, pero destruí a los amalecitas. Y del botín, los soldados tomaron ovejas y vacas con el propósito de ofrecerlas en Guilgal al SEÑOR tu Dios. Samuel respondió: «¿Qué le agrada más al SEÑOR: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros. La rebeldía es tan grave como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la idolatría. Y, como tú has rechazado la palabra del SEÑOR, él te ha rechazado como rey». ―¡He pecado! —admitió Saúl—. He quebrantado el mandato del SEÑOR y tus instrucciones. Los soldados me intimidaron y les hice caso. Pero te ruego que perdones mi pecado, y que regreses conmigo para adorar al SEÑOR. ―No voy a regresar contigo —le respondió Samuel—. Tú has rechazado la palabra del SEÑOR, y él te ha rechazado como rey de Israel. Cuando Samuel se dio la vuelta para irse, Saúl le agarró el borde del manto, y se lo arrancó. Entonces Samuel le dijo: ―Hoy mismo el SEÑOR ha arrancado de tus manos el reino de Israel, y se lo ha entregado a otro más digno que tú. En verdad, el que es la Gloria de Israel no miente ni cambia de parecer, pues no es hombre para que se arrepienta. ―¡He pecado! —respondió Saúl—. Pero te pido que por ahora me sigas reconociendo ante los ancianos de mi pueblo y ante todo Israel. Regresa conmigo para adorar al SEÑOR tu Dios. Samuel regresó con él, y Saúl adoró al SEÑOR. Luego dijo Samuel: ―Traedme a Agag, rey de Amalec. Agag se le acercó muy confiado, pues pensaba: «Sin duda que el trago amargo de la muerte ya pasó». Pero Samuel le dijo: ―Ya que tu espada dejó a tantas mujeres sin hijos, también sin su hijo se quedará tu madre. Y allí en Guilgal, en presencia del SEÑOR, Samuel descuartizó a Agag. Luego regresó a Ramá, mientras que Saúl se fue a su casa en Guibeá de Saúl. Y, como el SEÑOR se había arrepentido de haber hecho a Saúl rey de Israel, nunca más volvió Samuel a ver a Saúl, sino que hizo duelo por él.

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