1 REYES 17:7-24
1 REYES 17:7-24 Reina Valera 2020 (RV2020)
Pasados algunos días, se secó el arroyo, porque no había llovido sobre la tierra. Luego llegó a Elías una palabra del Señor, que decía: —Levántate, vete a Sarepta de Sidón y quédate allí; le he dado orden a una mujer viuda del lugar para que te sustente. Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Cuando llegó a la puerta de la ciudad, había allí una mujer viuda que estaba recogiendo leña. Elías la llamó y le dijo: —Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso para beber. Cuando ella iba a traérsela, él la volvió a llamar y le dijo: —Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tus manos. Ella respondió: —¡Vive el Señor, tu Dios, que no tengo pan cocido!; solo me queda un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en una vasija. Ahora recogía dos leños para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo. Lo íbamos a comer y luego dejarnos morir de hambre. Elías le dijo: —No tengas temor: ve y haz como has dicho; pero hazme con ello primero una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela. Después la harás para ti y para tu hijo. Porque el Señor, Dios de Israel, ha dicho así: «La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la faz de la tierra». La viuda fue e hizo como le había dicho Elías. Y comieron él, ella y su casa, durante muchos días. No escaseó la harina de la tinaja, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que el Señor había dicho por medio de Elías. Después de estas cosas, aconteció que cayó enfermo el hijo de la dueña de la casa. La enfermedad fue tan grave que finalmente murió. Entonces dijo ella a Elías: —¿Qué tengo que ver yo contigo, hombre de Dios? ¿Has venido aquí a recordarme mis pecados y a hacer morir a mi hijo? —Dame acá tu hijo —le dijo él. Lo tomó entonces Elías de su regazo, lo llevó al aposento donde él vivía y lo puso sobre su cama. Luego clamó al Señor: —Señor, Dios mío, ¿también a la viuda en cuya casa estoy hospedado vas a afligir al hacer morir a su hijo? Se tendió sobre el niño tres veces y clamó al Señor: —Señor, Dios mío, te ruego que hagas volver el alma a este niño. El Señor oyó la voz de Elías, el alma volvió al niño y este revivió. Tomó luego Elías al niño, lo trajo del aposento a la casa, lo entregó a su madre y le dijo: —Mira, tu hijo vive. Entonces la mujer dijo a Elías: —Ahora reconozco que tú eres un hombre de Dios y que la palabra del Señor es verdad en tu boca.
1 REYES 17:7-24 La Palabra (versión española) (BLP)
Al cabo de un tiempo, el arroyo se secó, porque no había llovido en el país. Entonces el Señor le envió este mensaje: —Dirígete a Sarepta, en Sidón, y quédate a vivir allí, que yo le he ordenado a una viuda que te proporcione comida. Elías se puso en camino hacia Sarepta y a la entrada de la ciudad encontró a una viuda recogiendo leña. Elías la llamó y le dijo: —Por favor, tráeme en una jarra un poco de agua para beber. Cuando iba a buscarla, Elías le gritó: —Por favor, trae también un trozo de pan. Pero ella le respondió: —Te juro por el Señor, tu Dios, que no me queda pan. Apenas me queda un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en la alcuza. Precisamente estaba recogiendo algo de leña, para ir a cocerlo para mí y para mi hijo. Nos lo comeremos y luego moriremos. Elías le dijo: —No te apures. Anda y haz lo que dices. Pero primero prepárame de ahí un panecillo y tráemelo. Después podrás hacerlo para ti y para tu hijo. Porque el Señor, Dios de Israel, ha dicho que ni la tinaja de harina se acabará ni la alcuza de aceite se vaciará hasta el día en que él mande la lluvia sobre la tierra. La mujer fue a hacer lo que le dijo Elías y pudieron comer él, ella y su familia durante mucho tiempo. La tinaja de harina no se acabó ni la alcuza de aceite se vació, tal y como el Señor había anunciado por medio de Elías. Algún tiempo después de estos sucesos, el hijo de la dueña de la casa cayó enfermo y la enfermedad se agudizó tanto que murió. Entonces la mujer dijo a Elías: —¿Qué tienes contra mí, hombre de Dios? ¿Has venido a mi casa para recordarme mis culpas y hacer morir a mi hijo? Pero él le dijo: —Dame a tu hijo. Y tomándolo de su regazo, lo subió a la habitación donde se alojaba y lo acostó en su cama. Luego clamó al Señor: —Señor, Dios mío, ¿es que vas a hacer sufrir también a esta viuda que me ha hospedado, haciendo morir a su hijo? Luego se tendió tres veces sobre el niño y volvió a clamar al Señor: —¡Señor, Dios mío, devuelve el aliento a este niño! El Señor escuchó a Elías y el niño recuperó el aliento y revivió. Entonces Elías tomó al niño, lo bajó de su habitación y se lo entregó a su madre, diciéndole: —Mira, tu hijo está vivo. La mujer dijo a Elías: —Ahora reconozco que eres un hombre de Dios y que Dios habla de verdad por medio de ti.
1 REYES 17:7-24 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Pero al cabo de unos días se secó el arroyo, porque no llovía en el país. Entonces el Señor dijo a Elías: “Levántate y vete a la ciudad de Sarepta, en Sidón, y quédate a vivir allí. Ya he ordenado a una viuda que también vive allí, que te dé de comer.” Elías se levantó y se fue a Sarepta. Al llegar a la entrada de la ciudad vio a una viuda que estaba recogiendo leña. La llamó y le dijo: –Por favor, tráeme en un vaso un poco de agua para beber. Ya iba ella a traérselo, cuando Elías la volvió a llamar y le dijo: –Por favor, tráeme también un pedazo de pan. Ella le contestó: –Te juro por el Señor tu Dios que no tengo nada de pan cocido. No tengo más que un puñado de harina en una tinaja y un poco de aceite en una jarra, y ahora estaba recogiendo un poco de leña para ir a cocinarlo para mi hijo y para mí. Comeremos, y después nos moriremos de hambre. Elías le respondió: –No tengas miedo. Ve a preparar lo que has dicho. Pero primero, con la harina que tienes, hazme una torta pequeña y tráemela, y haz después otras para ti y para tu hijo. Porque el Señor, Dios de Israel, ha dicho que no se acabará la harina de la tinaja ni el aceite de la jarra hasta el día en que el Señor haga llover sobre la tierra. La viuda fue e hizo lo que Elías le había ordenado. Y ella, su hijo y Elías tuvieron comida para muchos días. No se acabó la harina de la tinaja ni el aceite de la jarra, tal como el Señor lo había dicho por medio de Elías. Algún tiempo después cayó enfermo el hijo de la viuda, y su enfermedad fue gravísima, tanto que hasta dejó de respirar. Entonces la viuda dijo a Elías: –¿Qué tengo yo que ver contigo, hombre de Dios? ¿Has venido a recordarme mis pecados y a hacer que mi hijo se muera? –Dame acá a tu hijo –le respondió él. Y tomándolo del regazo de la viuda, lo subió al cuarto donde él estaba alojado y lo acostó sobre su cama. Luego clamó al Señor en voz alta: “Señor y Dios mío, ¿también a esta viuda, en cuya casa estoy alojado, has de causarle dolor haciendo morir a su hijo?” En seguida se tendió tres veces sobre el niño y clamó al Señor en voz alta: “¡Señor y Dios mío, te ruego que devuelvas la vida a este niño!” El Señor escuchó los ruegos de Elías e hizo revivir al niño. En seguida, Elías tomó al niño, lo bajó de su cuarto a la planta baja de la casa y lo entregó a su madre, diciéndole: –¡Mira, tu hijo está vivo! La mujer le respondió: –Ahora sé que realmente eres un hombre de Dios, y que lo que dices es la verdad del Señor.
1 REYES 17:7-24 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Algún tiempo después, se secó el arroyo porque no había llovido en el país. Entonces la palabra del SEÑOR vino a él con este mensaje: «Ve ahora a Sarepta de Sidón, y permanece allí. A una viuda de ese lugar le he ordenado darte de comer». Así que Elías se fue a Sarepta. Al llegar a la puerta de la ciudad, encontró a una viuda que recogía leña. La llamó y le dijo: ―Por favor, tráeme una vasija con un poco de agua para beber. Mientras ella iba por el agua, él volvió a llamarla y le dijo: ―Tráeme también, por favor, un pedazo de pan. ―Tan cierto como que vive el SEÑOR tu Dios —respondió ella—, que no me queda ni un pedazo de pan; solo tengo un puñado de harina en la tinaja y un poco de aceite en el jarro. Precisamente estaba recogiendo unos leños para llevármelos a casa y hacer una comida para mi hijo y para mí. ¡Será nuestra última comida antes de morirnos de hambre! ―No temas —le dijo Elías—. Vuelve a casa y haz lo que pensabas hacer. Pero antes prepárame un panecillo con lo que tienes, y tráemelo; luego haz algo para ti y para tu hijo. Porque así dice el SEÑOR, Dios de Israel: “No se agotará la harina de la tinaja ni se acabará el aceite del jarro, hasta el día en que el SEÑOR haga llover sobre la tierra”. Ella fue e hizo lo que le había dicho Elías, de modo que cada día hubo comida para ella y su hijo, como también para Elías. Y tal como la palabra del SEÑOR lo había anunciado por medio de Elías, no se agotó la harina de la tinaja ni se acabó el aceite del jarro. Poco después cayó enfermo el hijo de aquella viuda, y tan grave se puso que finalmente expiró. Entonces ella le dijo a Elías: ―¿Por qué te entrometes, hombre de Dios? ¿Viniste a recordarme mi pecado y a matar a mi hijo? ―Dame a tu hijo —contestó Elías. Y, quitándoselo del regazo, Elías lo llevó al cuarto de arriba, donde estaba alojado, y lo acostó en su propia cama. Entonces clamó: «SEÑOR mi Dios, ¿también a esta viuda, que me ha dado alojamiento, la haces sufrir matándole a su hijo?» Luego se tendió tres veces sobre el muchacho y clamó: «¡SEÑOR mi Dios, devuélvele la vida a este muchacho!» El SEÑOR oyó el clamor de Elías, y el muchacho volvió a la vida. Elías tomó al muchacho y lo llevó de su cuarto a la planta baja. Se lo entregó a su madre y le dijo: ―¡Tu hijo vive! ¡Aquí lo tienes! Entonces la mujer le dijo a Elías: ―Ahora sé que eres un hombre de Dios, y que lo que sale de tu boca es realmente la palabra del SEÑOR.