1 JUAN 4:16-18
1 JUAN 4:16-18 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)
Y nosotros hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor. El que permanece en amor permanece en Dios, y Dios en él. Ese amor se manifiesta plenamente entre nosotros para que en el día del juicio comparezcamos con toda confianza, porque en este mundo hemos vivido como vivió Jesús. En el amor no hay temor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor. El que teme espera el castigo, así que no ha sido perfeccionado en el amor.
1 JUAN 4:16-18 Reina Valera 2020 (RV2020)
Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios nos tiene. Dios es amor, y el que está en amor está en Dios y Dios en él. La prueba de que el amor se ha perfeccionado en nosotros está en que tenemos plena confianza ante el día del juicio, pues ya en este mundo nosotros somos como él es. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo. Así que el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.
1 JUAN 4:16-18 La Palabra (versión española) (BLP)
Por nuestra parte, hemos conocido y hemos puesto nuestra confianza en el amor que Dios nos tiene. Dios es amor, y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios permanece en él. Nuestro amor alcanza su más alto nivel de perfección cuando, al compartir nosotros ya en este mundo la condición de Cristo, nos hace esperar confiados el día del juicio. Amor y temor, en efecto, son incompatibles; el auténtico amor elimina el temor, ya que el temor está en relación con el castigo, y el que teme es que aún no ha aprendido a amar perfectamente.
1 JUAN 4:16-18 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)
Así hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama. Dios es amor, y el que vive en el amor vive en Dios y Dios en él. De esta manera se hace realidad el amor en nosotros, para que en el día del juicio tengamos confianza; porque nosotros somos en este mundo tal como es Jesucristo. Donde hay amor no hay temor. Al contrario, el amor perfecto echa fuera el temor, pues el temor supone castigo. Por eso, el que teme no ha llegado a amar perfectamente.