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1 JUAN 2:1-29

1 JUAN 2:1-29 Reina Valera 2020 (RV2020)

Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis. Pero si alguno ha pecado, tenemos un abogado ante el Padre, a Jesucristo, el justo. Él es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo. Podemos estar seguros de que conocemos a Dios si obedecemos sus mandamientos. El que dice: «Yo lo conozco», pero no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y la verdad no está en él. Pero el que obedece su palabra, en ese verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo. Hermanos, no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio. Este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. Y, sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque la oscuridad ha pasado y la luz verdadera ya alumbra. El que dice que está en la luz y odia a su hermano, está todavía en la oscuridad. El que ama a su hermano, permanece en la luz y en él no hay tropiezo. Pero el que odia a su hermano está en la oscuridad y anda en la oscuridad, y no sabe a dónde va, porque la oscuridad le ha cegado los ojos. Hijitos, os escribo a vosotros porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre. Padres, os escribo a vosotros porque conocéis al que es desde el principio. Jóvenes, os escribo a vosotros porque habéis vencido al maligno. Hijitos os escribo a vosotros porque habéis conocido al Padre. Padres, os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Jóvenes, os he escrito a vosotros porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno. No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, como son las pasiones carnales, los deseos impuros que entran por los ojos y la arrogancia de vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo y sus pasiones pasan, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Hijitos, ya estamos en los últimos tiempos. Vosotros habéis oído que el anticristo viene; pues sabed que ya han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que han llegado los últimos tiempos. Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros, porque si hubieran sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que fuera evidente que no todos son de nosotros. Pero vosotros tenéis la unción del Santo y conocéis todas las cosas. Os he escrito, no porque seáis ignorantes de la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad. ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo también tiene al Padre. Que lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Y esta es la promesa que él nos hizo: la vida eterna. Os he escrito esto sobre los que os engañan. Y la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe. Así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, permaneced en él, tal y como él os ha enseñado. Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, y cuando venga no nos alejemos de él avergonzados. Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia ha nacido de él.

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1 JUAN 2:1-29 La Palabra (versión española) (BLP)

Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Ahora bien, si alguno peca, tenemos un intercesor ante el Padre: Jesucristo, el justo. Porque Jesucristo murió para que nuestros pecados sean perdonados; y no solo los nuestros, sino también los del mundo entero. Estamos ciertos de que conocemos a Dios si cumplimos sus mandamientos. Quien dice: «Yo lo conozco», pero no cumple sus mandamientos, es un mentiroso y está lejos de la verdad. El amor de Dios alcanza su verdadera perfección en aquel que cumple su palabra; así precisamente conocemos que vivimos unidos a Dios, pues quien se precia de vivir unido a él, debe comportarse como se comportó Jesucristo. Queridos, el mandamiento sobre el que os escribo no es nuevo, sino antiguo, pues lo tenéis desde el principio y es la palabra que escuchasteis. Y, sin embargo, se trata de un mandamiento nuevo, en cuanto que se realiza en Cristo y en vosotros; porque las tinieblas van pasando y ya alumbra la luz verdadera. Si alguien dice que vive en la luz y odia a su hermano, todavía vive en tinieblas. El que ama a su hermano, vive en la luz y no caerá en pecado. Pero quien lo aborrece, vive y camina en tinieblas, sin saber adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos. Os escribo, hijos míos, porque [Dios] ha perdonado vuestros pecados en nombre [de Jesús]. Os escribo a vosotros, los mayores, porque conocéis al que existe desde el principio. Os escribo a vosotros, los jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo, hijos míos, porque conocéis al Padre. Os escribo a vosotros, los mayores, porque permanecéis en el conocimiento del que existe desde el principio. Os escribo a vosotros, los jóvenes, porque sois valientes, permanecéis fieles a la palabra de Dios y habéis vencido al maligno. No os encariñéis con este mundo ni con lo que hay en él, porque el amor al Padre y el amor al mundo son incompatibles. Y es que cuanto hay de malo en el mundo —pasiones carnales, turbios deseos y ostentación orgullosa—, procede del mundo y no del Padre. Pero el mundo y sus pasiones se desvanecen; solo el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Hijos míos, estamos en la última hora, la hora del anticristo, según oísteis. Efectivamente, esta debe ser la hora final, porque son muchos los anticristos que están en acción. Han salido de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. De haber sido de los nuestros, se habrían mantenido con nosotros. Pero así queda claro que no todos son de los nuestros. En cuanto a vosotros, habéis sido consagrados por el Santo y gozáis de un pleno conocimiento. Si os escribo, no es porque desconozcáis la verdad; de hecho la conocéis y sabéis que mentira y verdad se excluyen mutuamente. Mentiroso es todo el que niega que Jesús es el Cristo. Ese es el anticristo, pues niega al Padre y al Hijo. En efecto, quien niega al Hijo, rechaza al Padre; quien reconoce al Hijo, tiene también al Padre. Por vuestra parte, permaneced fieles al mensaje que oísteis desde el principio; si lo hacéis así, participaréis de la vida del Padre y del Hijo. Pues tal es la promesa que Cristo nos ha hecho: la vida eterna. Al escribiros esto, os pongo en guardia contra quienes tratan de embaucaros. Aunque el Espíritu que recibisteis de Jesucristo permanece en vosotros y no necesitáis que nadie os instruya. Porque precisamente ese Espíritu, fuente de verdad y no de mentira, es el que os instruye acerca de todas las cosas. Manteneos, pues, unidos a él según os enseñó. En resumen, hijos míos, permaneced unidos a Cristo, para que cuando se manifieste tengamos absoluta confianza, en lugar de sentirnos abochornados al ser apartados de él en el día de su gloriosa venida. Sabéis que Jesucristo es justo. Por eso debéis saber también que todo el que vive rectamente es hijo de Dios.

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1 JUAN 2:1-29 Dios Habla Hoy Versión Española (DHHE)

Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no cometáis pecado. Aunque si alguno comete pecado, tenemos ante el Padre un abogado, que es Jesucristo el Justo. Jesucristo se ofreció en sacrificio para que nuestros pecados sean perdonados; y no solo los nuestros sino los de todo el mundo. Si obedecemos los mandamientos de Dios, podemos estar seguros de que hemos llegado a conocerle. Pero quien dice: “Yo le conozco” y no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no hay verdad en él. En cambio, en el que guarda su palabra se ha perfeccionado verdaderamente el amor de Dios; de ese modo sabemos que estamos unidos a él. El que dice que está unido a Dios, debe vivir como vivió Jesucristo. Queridos hermanos, este mandamiento que os escribo no es nuevo: es el mismo que habéis recibido desde el principio. Este mandamiento antiguo es el mensaje que ya oísteis. Sin embargo, esto que os escribo es un mandamiento nuevo, que es verdad tanto en Cristo como en vosotros, porque la oscuridad va pasando y ya brilla la luz verdadera. Quien dice que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. El que ama a su hermano vive en la luz y no hay nada que le haga caer en pecado. Pero el que odia a su hermano vive y anda en la oscuridad, y no sabe a dónde va porque la oscuridad lo ha dejado ciego. Hijitos, os escribo porque Dios os ha perdonado vuestros pecados haciendo honor a su nombre. Padres, os escribo porque habéis conocido al que ya existía desde el principio. Jóvenes, os escribo porque habéis vencido al maligno. Os he escrito a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre. Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que ya existía desde el principio. Os he escrito también a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes y habéis aceptado la palabra de Dios en vuestro corazón, y porque habéis vencido al maligno. No améis al mundo ni lo que hay en el mundo. Quien ama al mundo no ama al Padre, porque nada de lo que el mundo ofrece viene del Padre, sino del mundo mismo. Y esto es lo que el mundo ofrece: los malos deseos de la naturaleza humana, el deseo de poseer lo que agrada a los ojos y el orgullo de las riquezas. Pero el mundo se va acabando, con todos sus malos deseos; en cambio, el que hace la voluntad de Dios vive para siempre. Hijitos, esta es la hora última. Vosotros habéis oído que viene el Anticristo; pues bien, ahora han aparecido muchos anticristos. Por eso sabemos que es la hora última. Han salido de entre nosotros, aunque en realidad no eran de los nuestros, porque si lo hubieran sido se habrían quedado con nosotros. Pero ha sucedido así para que se vea claramente que no todos son de los nuestros. Cristo, el Santo, os ha consagrado con el Espíritu, y todos tenéis conocimiento. Os escribo, pues, no porque ignoréis la verdad, sino porque la conocéis y sabéis que ninguna mentira puede proceder de la verdad. ¿Quién es el mentiroso? Precisamente el que dice que Jesús no es el Mesías. Ese es el Anticristo, pues niega tanto al Padre como al Hijo. Nadie que niega al Hijo tiene al Padre; pero el que se declara a favor del Hijo, tiene también al Padre. Por eso, guardad en vuestro corazón el mensaje que oísteis desde el principio; y si lo que oísteis desde el principio queda en vuestro corazón, también vosotros permaneceréis unidos con el Hijo y con el Padre. Esto es precisamente lo que Jesucristo nos ha prometido: la vida eterna. Os estoy escribiendo acerca de quienes tratan de engañaros. Pero vosotros tenéis el Espíritu Santo con el que Jesucristo os ha consagrado, y no necesitáis que nadie os enseñe porque el Espíritu que él os ha dado os enseña todas las cosas, y sus enseñanzas son verdad y no mentira. Permaneced unidos a Cristo, conforme a lo que el Espíritu os ha enseñado. Ahora pues, hijitos, permaneced unidos a Cristo, para que tengamos confianza cuando él aparezca y no sintamos vergüenza delante de él cuando venga. Puesto que sabéis que Jesucristo es justo, sabed también que todo aquel que hace lo que es justo es hijo de Dios.

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1 JUAN 2:1-29 Nueva Versión Internacional - Castellano (NVI)

Mis queridos hijos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Pero, si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo. Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino por los de todo el mundo. ¿Cómo sabemos si hemos llegado a conocer a Dios? Si obedecemos sus mandamientos. El que afirma: «Lo conozco», pero no obedece sus mandamientos, es un mentiroso y no tiene la verdad. En cambio, el amor de Dios se manifiesta plenamente en la vida del que obedece su palabra. De este modo sabemos que estamos unidos a él: el que afirma que permanece en él debe vivir como él vivió. Queridos hermanos, lo que os escribo no es un mandamiento nuevo, sino uno antiguo que habéis tenido desde el principio. Este mandamiento antiguo es el mensaje que ya oísteis. Por otra parte, lo que os escribo es un mandamiento nuevo, cuya verdad se manifiesta tanto en la vida de Cristo como en la vuestra, porque la oscuridad se va desvaneciendo y ya brilla la luz verdadera. El que afirma que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga tropezar. Pero el que odia a su hermano está en la oscuridad y en ella vive, y no sabe a dónde va porque la oscuridad no lo deja ver. Os escribo, queridos hijos, porque vuestros pecados han sido perdonados por el nombre de Cristo. Os escribo, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os escribo, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os he escrito, queridos hijos, porque habéis conocido al Padre. Os he escrito, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno. No améis al mundo ni nada de lo que hay en él. Si alguien ama al mundo, no tiene el amor del Padre. Porque nada de lo que hay en el mundo —los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida— proviene del Padre, sino del mundo. El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. Queridos hijos, esta es la hora final, y así como vosotros oísteis que el anticristo vendría, muchos son los anticristos que han surgido ya. Por eso nos damos cuenta de que esta es la hora final. Aunque salieron de entre nosotros, en realidad no eran de los nuestros; si lo hubieran sido, se habrían quedado con nosotros. Su salida sirvió para comprobar que ninguno de ellos era de los nuestros. Todos vosotros, en cambio, habéis recibido unción del Santo, de manera que conocéis la verdad. No os escribo porque ignoréis la verdad, sino porque la conocéis y porque ninguna mentira procede de la verdad. ¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Es el anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo no tiene al Padre; el que reconoce al Hijo tiene también al Padre. Permanezca en vosotros lo que habéis oído desde el principio, y así permaneceréis también en el Hijo y en el Padre. Esta es la promesa que él nos dio: la vida eterna. Estas cosas os escribo acerca de los que procuran engañaros. En cuanto a vosotros, la unción que de él recibisteis permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe. Esa unción es auténtica —no es falsa— y os enseña todas las cosas. Permaneced en él, tal y como él os enseñó. Y ahora, queridos hijos, permanezcamos en él para que, cuando se manifieste, podamos presentarnos ante él confiadamente, seguros de no ser avergonzados en su venida. Si reconocéis que Jesucristo es justo, reconoced también que todo el que practica la justicia ha nacido de él.

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