JOB 34:1-37
JOB 34:1-37 DHHE
Vosotros, sabios e instruidos, escuchad mis palabras. El oído distingue las palabras, como el paladar reconoce los sabores. Así también, examinemos nosotros el caso y decidamos lo que mejor nos parezca. Job afirma: “Yo soy inocente, pero Dios se niega a hacerme justicia. Sería una mentira el admitir que soy culpable; mi herida no sana, aun cuando no he pecado.” ¡No hay nadie como Job! Se burla de Dios como quien bebe agua; le gusta juntarse con los malvados, andar con mala gente. Dice que nada gana el hombre con tratar de agradar a Dios. Pero vosotros, gente sensata, escuchadme. ¡Ni pensar que Dios, el Todopoderoso, haga el mal o cometa injusticias! Él paga a cada uno según sus obras; hace que cada cual reciba lo que merece. En verdad, Dios, el Todopoderoso, no hace nada malo ni injusto; de nadie recibió el poder para gobernar al mundo entero. Si les quita a los hombres el aliento de vida, todos mueren por igual y otra vez vuelven al polvo. Si tú eres sensato, escúchame; pon atención a mis palabras. Si Dios odiara la justicia, no podría gobernar. ¿Cómo puedes condenar a quien es inmensamente justo? Si los reyes y los nobles son malvados, Dios no duda en echárselo en cara. Él no se pone de parte de los gobernantes ni favorece más a los ricos que a los pobres, pues él es quien los hizo a todos. Los hombres mueren en un instante, en medio de la noche; la gente se alborota y desaparece; el poderoso es eliminado sin esfuerzo humano. Dios vigila los pasos del hombre y conoce todas sus andanzas. No hay tinieblas tan oscuras que puedan ocultar a un malhechor. Dios no fija un plazo al hombre para que se presente ante él a juicio. No necesita investigar para derribar a los grandes y dar su lugar a otros. Dios conoce lo que hacen, llega de noche y los destroza. Los azota como a criminales, a la vista de todos, porque no quisieron obedecerle ni aceptar sus normas de conducta. Hicieron que los gritos de los pobres y oprimidos llegaran hasta Dios, y él los escuchó. Pero si Dios calla, ¿quién podrá condenarle? Si oculta su rostro, ¿quién podrá verle? Él vigila a pueblos e individuos, para que no gobierne al pueblo un malvado que lo engañe. ¿Acaso le has dicho a Dios: “Me dejé engañar; no volveré a pecar. Muéstrame las faltas que yo no veo. Si he actuado mal, no lo volveré a hacer”? ¿Acaso quieres que Dios te recompense como a ti mejor te parezca, aunque tú le hayas rechazado? Ya que eres tú quien decide, y no yo, dinos lo que sabes. Los hombres sabios que me escuchan, y las personas sensatas, me dirán: “Job está hablando sin sabiduría; sus palabras no tienen sentido. ¡Que se examine a fondo a Job, pues sus respuestas son las de un malvado! Job no sólo es pecador, sino rebelde; delante de nosotros se burla de Dios y se pone a discutir con él.”