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JEREMÍAS 31:1-22

JEREMÍAS 31:1-22 DHHE

El Señor afirma: “En aquel tiempo, yo seré el Dios de todas las tribus de Israel, y ellas serán mi pueblo.” El Señor dice: “En el desierto me mostré bondadoso con el pueblo que escapó de la muerte. Cuando Israel buscaba un lugar de descanso, me aparecí a él de lejos. Yo te he amado con amor eterno; por eso te sigo tratando con bondad. Te reconstruiré, Israel. De nuevo vendrás con panderetas a bailar alegremente. Volverás a plantar viñas en las colinas de Samaria; y los que las planten gozarán de sus frutos. Porque vendrá un día en que los centinelas gritarán en las colinas de Efraín: ‘Venid, vamos a Sión, al Señor nuestro Dios.’ ” El Señor dice: “Cantad de gozo y alegría por el pueblo de Jacob, principal entre todas las naciones. Haced oir vuestras alabanzas, y decid: ‘El Señor salvó a su pueblo, lo que quedaba de Israel.’ Voy a hacerlos volver del país del norte y a reunirlos del último rincón del mundo. Con ellos vendrán los ciegos y los cojos, las mujeres embarazadas y las que ya dieron a luz. ¡Volverá una enorme multitud! Vendrán orando y llorando. Yo los llevaré a corrientes de agua por un camino llano, donde no tropiecen. Pues soy el padre de Israel, y Efraín es mi primogénito. “Naciones, escuchad la palabra del Señor y anunciad en las costas lejanas: ‘El Señor dispersó a Israel, pero lo reunirá y lo cuidará como cuida el pastor a sus ovejas.’ Porque el Señor rescató al pueblo de Jacob; lo libró de una nación más poderosa. “Vendrán y cantarán de alegría en lo alto de Sión, se deleitarán con los beneficios del Señor: el trigo, el vino y el aceite, las ovejas y las reses. Serán como una huerta bien regada y no volverán a perder las fuerzas. Las muchachas bailarán alegremente, lo mismo que los jóvenes y los viejos. Yo les daré consuelo: convertiré su llanto en alegría y les daré una alegría mayor que su dolor. Haré que los sacerdotes coman los mejores alimentos y que mi pueblo disfrute en abundancia de mis bienes. Yo, el Señor, lo afirmo.” El Señor dice: “Se oye una voz en Ramá, de alguien que llora amargamente. Es Raquel, que llora por sus hijos y no quiere ser consolada porque ya están muertos.” Pero el Señor le dice: “Raquel, no llores más, no derrames tus lágrimas, pues tus penas tendrán su recompensa: tus hijos volverán del país enemigo. Yo, el Señor, lo afirmo. Hay una esperanza para tu futuro: tus hijos volverán a su patria. Yo, el Señor, lo afirmo. He oído al pueblo de Efraín quejarse amargamente: ‘Yo era como un novillo sin domar, pero tú me has domado; hazme volver a ti, pues tú eres el Señor, mi Dios. Yo me aparté de ti, pero estoy arrepentido; he reconocido mi pecado y me doy golpes en el muslo; me siento avergonzado y humillado por los pecados de mi juventud.’ “El pueblo de Efraín es para mí un hijo amado; es el hijo que más quiero. Aun cuando lo reprendo, no dejo de acordarme de él; mi corazón se conmueve y siento por él gran compasión. Yo, el Señor, lo afirmo. “Israel, marca con señales el camino, para que vuelvas a encontrarlo fácilmente; fíjate bien en el camino que anduviste. ¡Vuelve, pueblo de Israel, vuelve a tus ciudades! ¿Hasta cuándo vas a ir de un lado a otro como una hija descarriada? Yo, el Señor, he creado algo nuevo en este mundo: una mujer que corteja a un hombre.”

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